EN EL MUNDO DE LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
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Aristóteles, la economía y la abundancia: dos interpretaciones de Karl Polanyi.

por Felipe Lagos
Artículo publicado el 15/05/2020

La actual crisis del modelo económico neoliberal a nivel global, radicalmente profundizada por la pandemia por Covid-19, nos obliga a pensar y repensar formas alternativas de organización de la sociedad y la economía. Redimir las enseñanzas de un autor como Aristóteles, admirando en muchos temas, pero despreciado en materia económica, tiene por objetivo cuestionar la normalidad de nuestra mentalidad de mercado y busca liberar del olvido una forma potencial de saber económico.

El presente ensayo analiza la teoría económica aristotélica a la luz de las interpretaciones de Karl Polanyi, critico fundamental de la sociedad de mercado, complementándolo con la teoría de la historia de Walter Benjamín y el pensamiento del “buen vivir” de los pueblos indígenas originarios de Latinoamérica.

1. EL ARISTÓTELES DESPRECIADO
Es curioso el desprecio que se le tiene a la teoría económica de Aristóteles, sobre todo por la notable admiración a su pensamiento tanto político como científico. Junto a Platón, son los autores más traducidos de la filosofía griega clásica y hasta hoy en día se enseñan sus ideas tanto en la universidad como en la escuela.

Sin embargo, Platón desdeñaba las ciencias naturales completamente y aunque Aristóteles era un observador sagaz de delfines y ballenas, sentía un desprecio enorme por los artesanos, arquitectos e ingenieros, puesto que “no los creía necesarios, porque la ciencia aplicada y la técnica habían cumplido ya su misión” (Koestler, 1981: 56). Nada más era preciso inventar, porque toda la comodidad y el refinamiento deseable existían. La ciencia pura y la filosofía son lo único que debe cultivarse.

En cuanto a la cosmología, Aristóteles “empujo a la Tierra al centro del mundo y la privó de movimiento” (59). Su teoría de la física no es sino una seudociencia, comparada no con la ciencia actual, sino la de su tiempo, con autores como Heráclides (el del modelo del universo heliocéntrico) o Aristarco, llamado el Copérnico griego, pues proclamó que era el Sol y no la Tierra, el centro de nuestro mundo. En dos mil años, el pensamiento aristotélico “no produjo ni un solo descubrimiento, invención o nueva concepción de las cosas”. Su sistema era estático y el mundo que trataba de describir también (112). El universo tenía un centro firme, todo cuanto tenía peso caía hacia ese centro y lo que no, como el fuego y el aire, se apartaba de él, y aquello que no tenían peso ni era fluido, como las estrellas, se movían circularmente alrededor de este núcleo rígido. Para que Copérnico impactara radicalmente la concepción del universo, aunque era su admirador, tuvo que demoler a Aristóteles (218).

En cuanto a la política, bastará decir que Aristóteles consideraba la esclavitud la base natural del orden social y deploraba la existencia de artesanos libres (55).

Con todo, las ideas de Aristóteles en materia de ciencia, política o filosofía siguen siendo reproducidas. Salvo las de un área, que es considerada “totalmente inútil”: la económica, aunque él le dedicó enormes esfuerzos y la consideró como algo “vital” (Polanyi, 2014: 156).

Indubitablemente, sus ideas económicas influyeron en Santo Tomás de Aquino (1998), otro que de economía –se dice–, no tendría mucho que enseñarnos, puesto que, aunque no rechazó la propiedad privada, planteaba que “el objeto de la voluntad es el bien y el fin común” y que “no es justo destruir el bien común para evitar un mal particular” (751; 824).

Una vez instalado el sistema de mercado y la emergencia de la denominada “escuela clásica”, las ideas económicas de Aristóteles serán completamente olvidadas. Y la Iglesia tendrá que esperar más de 700 años para que las cavilaciones de Santo Tomás, donde “el bien común es más divino que el particular” (925), vuelvan a ser reconsideradas en el pensamiento socialcristiano.

Se le critica a Aristóteles que no aportó nada ni al conocimiento de la naturaleza de la economía ni los beneficios del comercio y del precio justo. Y su concepción de “autosuficiencia” respecto al sustento humano, lo ponía a éste al lado de los animales. Elementos fundamentales planteados por Adam Smith, simplemente estaban ausentes. El comercio, según Aristóteles, era expresión de un deseo antinatural de ganar dinero; y los precios, deberían adaptarse a las normas de la justicia. Y qué decir sobre sus reflexiones incoherentes sobre el dinero y sus estallidos de irá contra el interés (Polanyi, 2014: 157).

En suma, en el terreno de la economía, su concepción de autosuficiencia del ser humano, la existencia de recursos ilimitados, lo enfermizo del deseo de ganar dinero, la supremacía de las normas de la justicia por sobre los precios, su incomprensión del dinero y su odio al interés económico, justificaría el rechazo y olvido de las enseñanzas de Aristóteles.

En oposición a todo esto, la tesis de Karl Polanyi es la siguiente: nadie más que Aristóteles “ha penetrado tan profundamente en la organización material de la vida”, ni ha planteado con tanto peso “la cuestión del lugar ocupado por la economía en la sociedad” (157). Las afirmaciones aristotélicas acerca de la economía humana expuestas en el Libro I de su Política y el Libro V de su Ética, nos harán recorrer magnificamente una trayectoria a contracorriente de los lugares establecidos del saber.

A lo que se agrega, que para Polanyi, Aristóteles es “un testigo presencial, de algunas de las primeras características de la incipiente actividad de mercado en el momento de su aparición en la historia de la civilización”. El Estagirita, como era apodado, va a tratar de dominar teóricamente los elementos de este nuevo fenómeno social en su estado embrionario. Y, en el germen, “intuyó el espécimen completamente desarrollado”, que recorrería una abigarrada trayectoria que culminaría con la emergencia del mercado (158).

2. LA TEORÍA ECONÓMICA DE ARISTÓTELES
Para Aristóteles, la economía estaba inexorablemente ligada con el conjunto de la sociedad. Los conceptos de “comercio” y “precio” son parte de una teoría general de “la comunidad humana”, por lo que están supeditados a los de “comunidad”, “autosuficiencia” y “justicia”.

La comunidad (koinonía) está ligada por el vinculo de la buena voluntad (philia) que se expresa en la disposición de dividir y compartir las cargas sociales, cuestiones que son, por lo demás, “natural e intrínsecamente buenas”. Además, la comunidad tiene la capacidad de subsistir sin depender de recursos exteriores, es decir, existe en ella un principio de autosuficiencia (autarkéia). La justicia, por su lado, que envuelve en sí misma los diferentes rasgos entre los miembros de la comunidad, garantiza la distribución de los privilegios, la regulación de conflictos y de los servicios mutuos (Polanyi, 2014: 170).

Por todo esto, es que para Aristóteles el comercio es “natural” sólo en cuanto no hay ganancia en el cambio y sirve para la sobrevivencia de la comunidad haciéndola autosuficiente. Del mismo modo, el precio debe expresar la buena voluntad y reciprocidad entre los miembros de la comunidad, es decir, debe ser “precio justo”; a lo que se agrega que debe ser fijado de antemano. El “regateo lucrativo” debe ser efectuado exclusivamente por “forasteros”. Por último, la “riqueza”, consiste para El Filósofo, en las cosas necesarias para la supervivencia y que están almacenadas por la comunidad (171).

El intercambio, esa propensión supuestamente inherente al individuo según Adam Smith, tenía sus raíces en las necesidades de la familia ampliada que, al verse obligados sus miembros a establecerse por separado, empezaron a carecer de algunas de las cosas que habían usado en común y que ahora debían nuevamente adquirir (179).

Otra idea presente en la teoría económica de Aristóteles y que nos será igualmente sorprendente para nuestra mentalidad actual de mercado, consiste en que las necesidades humanas, sean ésta de la familia o de la ciudad, no son ilimitadas, a lo que se agrega el hecho de que “tampoco hay una escasez de medios de subsistencia en la naturaleza” (172). Vamos a tratar este punto nuevamente y con más precisión, en un apartado exclusivo.

La de Aristóteles era una época en la que no había todavía “mercados creadores de precios”, y “la suposición de que el surgimiento de un deseo de hacer dinero podía servir a algún propósito útil”, era valorada como una “perversidad” (179).

Por el contrario, el principio rector “está constituido por los intereses de la comunidad, no por los del individuo”. Es más, si se infringía la reciprocidad, “la comunidad corría el peligro de disolverse” (179-180).

En la económica aristotélica, los precios son fruto de la costumbre, han de estar fijados de antemano y su fluctuación es indeseable; mientras el intercambio con ganancia es algo puramente “antinatural” (181).

Cabe aclarar que no se trata de que todo el mundo entregue sus bienes por el mero hecho de que se los pidan, sin recibir nada a cambio. De hecho, quienes no tenían nada que ofrecer y, por lo tanto, se endeudaban, pasaban a constituir la “institución de la servidumbre”. Pero la obligación de entregar los “excedentes” a quien anduviera escaso y lo pidiera, estaba reglamentada: se debía entregar lo suficiente para cubrir las necesidades y nada más (181).

En síntesis, la teoría de la economía de Aristóteles se basaba en el principio de la autosuficiencia de la comunidad, por lo que el intercambio consistía en la aportación de la propia porción al fondo común. Ganar dinero en el intercambio comercial era simplemente antinatural (185).

3. LA SOCIEDAD DE LA ABUNDANCIA
Decíamos en la sección anterior que, para consternación de nuestra mentalidad de mercado, Aristóteles plantea que las necesidades humanas no son ilimitadas. Vamos a profundizar más en esto. El fundamento de esta afirmación consiste en que, junto a la comunidad, el otro pilar de su teoría económica es el de la “vida buena” (eu zén). Es allí donde se encarnan las necesidades naturales de los seres humanos, o en otras palabras, donde se busca “una vida floreciente, más allá de las necesidades elementales de la vida animal (zén)” (Polanyi, 2014b: 389).

Podemos encontrar, entonces, un hachazo a la idea de las necesidades humanas ilimitadas. Lo verdaderamente necesario no es sino las cosas esenciales de la vida, que se pueden conservar y que no se requieren en cantidades ilimitadas, estas son: los cereales, el aceite y los metales esenciales, además, claro está, de las normas concretas instituidas (390-391).

Es así que los medios siempre están limitados por los fines. Por eso Aristóteles concluye que la moneda y la ganancia monetaria no pueden sino perturbar la “buena vida”. Es más, la “buena vida” se envilece una vez que se admite el dinero como medio para adquirir cosas cada vez más deseables (391). El dinero, como fin en sí mismo, es una perversión.

Se nos podría criticar diciendo que en tiempos de Aristóteles el comercio estaba recién emergiendo y, por lo tanto, no podía conocer ni analizar los mecanismos fundamentales del mercado. Sin embargo, cabe recordar que la propensión al trueque y al intercambio es presentada por Smith como algo “natural”, así como la teoría de la escasez de los recursos frente a las necesidades ilimitadas tendrían un carácter y validez atemporal, e incluso Ludwig von Mises (y sus discípulos von Hayek y Friedman), liga las leyes del mercado a la psicología humana, planteando que la racionalidad maximizadora permitiría entender absolutamente todos los comportamientos humanos, incluidos los de las sociedades precapitalistas.

Para que las teorías de las escuelas clásicas y neoclásicas tuvieran validez universal, la ideas económicas de Aristóteles tuvieron que ser arrastradas por la tempestad del progreso, hacia un cumulo de ruinas (Benjamin: 1995: 54).

4. ARISTÓTELES A CONTRAPELO
La lectura que realiza Polanyi del Libro I de la Política y el Libro V de la Ética de Aristóteles, puede ser considerada como una historia que se “cepilla a contrapelo” y que aplica el “principio constructivo”, propuesto por Walter Benjamin en sus tesis sobre la historia.

Al plantear que los problemas morales interesan hoy más que nunca (Polanyi, 2014b: 385) y destacar, precisamente, los aspectos morales de la economía (387), Karl Polanyi está acudiendo al pasado para iluminar el presente y, al mismo tiempo, redimir el propio pasado.

Recuperando la teoría económica de Aristóteles, cuestiona radicalmente la normalidad de nuestra mentalidad de mercado, desconfía del pasado “positivo” de los “documentos de cultura” y busca liberar del olvido aquella parte despreciada de la historia.

“Articular históricamente el pasado –escribió Benjamin en la Tesis numero VI– (…) significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro (…). En cada época ha de hacerse el intento de ganarle de nuevo la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla” (51).

Con su recurso a Aristóteles, Polanyi intentó ganarle la tradición al conformismo. Lo mismo nos toca hacer en nuestra época.

Pero, ¿cómo “redimir” la teoría económica aristotélica después de siglos de capitalismo y en el momento actual de neoliberalismo? Hace años que en Latinoamérica la “vida buena” (eu zén) ha vuelto a tener una nueva chance o posibilidad en el “buen vivir” de los pueblos indígenas originarios, que a pesar de las limitaciones y batallas que han debido de afrontar, han reproducido por siglos, sus costumbres, valores y cosmovisión.

El buen vivir –“sumak kawsay” en quechua, “suma qamaña” en aimara y “küme morgen” en mapudungun–, es la “vida buena”, la posibilidad de re-ligar la economía al conjunto de la sociedad, de deshacernos de las leyes del mercado autorregulado y volver a las leyes de la “comunidad humana”, su “autosuficiencia” y su “justicia”.

REFERENCIAS
Benjamin, W. (1995). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago, Chile: LOM Ediciones.
Koestler, A. (1981). Los sonámbulos. D. F., México: Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Polanyi, K. (2014). “Aristóteles descubre la economía”. Los limites del mercado. Madrid, España: Editorial Capitán Swing.
Polanyi, K. (2014b). “Aristóteles sobre la sociedad de la abundancia”. Los limites del mercado. Madrid, España: Editorial Capitán Swing.
Tomás de Aquino, S. (1998). Suma de Teología. Madrid, España: Biblioteca de Autores Cristianos.
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