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El método generacional en latinoamérica (hasta Cedomil Goic).

por Ricardo Cuadros
Artículo publicado el 08/06/2005

En Latinoamérica, la aplicación sistemática del método generacional a los estudios literarios comienza en 1968, cuando el chileno Cedomil Goic publica su estudio La novela chilena: los mitos degradados. (1)
En 1992, el profesor Goic reunió sus trabajos más importantes sobre las generaciones literarias en Los mitos degradados, ensayos de comprensión de la literatura hispanoamericana, lo que hace evidente una preocupación que dura ya más de treinta años. Dado que no hay otro crítico o historiador literario que se haya dedicado con tanta constancia al tema, toda crítica del método generacional debe pasar por un estudio detallado de las propuestas de Cedomil Goic.
Pero antes de Cedomil Goic hay por lo menos tres autores mencionables en la aplicación del método generacional a la historia de la literatura del subcontinente. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, Enrique Anderson Imbert y José Juan Arrom. (2)

Pedro Henríquez Ureña
El dominicano Henríquez Ureña se ocupó del tema de la periodización literaria en una serie de conferencias dictadas en la universidad de Harvard en el año académico 1940-1941, las que aparecieron como libro póstumo en 1949: Las corrientes literarias en la América hispánica.
En su exposición, Henríquez Ureña propone el siguiente esquema periódico de la literatura hispanoamericana.

I. El descubrimiento del Nuevo Mundo en la imaginación de Europa.
II. La creación de una sociedad nueva (1492-1600).
III. El florecimiento del mundo colonial (1600-1800).
IV. La declaración de independencia intelectual (1800-1830).
V. Romanticismo y anarquía (1830-1860).
VI. El período de organización (1860-1890).
VII. Literatura pura (1890-1920).
VIII. Problemas de hoy (1920-1940).

Henríquez Ureña no menciona en su libro el método generacional, pero lo cierto es que si bien entre 1492 y 1800 sólo establece dos amplios períodos, a partir del siglo XIX su ordenación aparece en plazos generacionales: salvo el último, que termina el año en que dicta las conferencias, cada período consta de treinta años exactos. Sin duda Henríquez Ureña, uno de los hombres mejor informados de su época, conocía los trabajos de Ortega y Gasset, Dilthey, Pinder o Petersen. Ahora, que haya hecho uso de un elemento suelto de la teoría generacional, la medida periódica mencionada, sin por ello verse obligado a criticar, readaptar o aplicar el método en su totalidad (dejando ver así una falta de rigor teórico que hoy podría parecer inexcusable), corresponde en mi opinión a una actitud general entre los intelectuales de su época en Latinoamérica. Lo que se proponía Henríquez Ureña -junto, entre otros, a Alfonso Reyes o Gabriela Mistral- era encontrar o crear aquello que desde Martí en adelante se llamó `nuestra expresión», donde `nuestra» significaba americana hispánica o latina, en contraste con una expresión americana anglosajona y otra europea. En esta búsqueda de la diferencia latinoamericana, los pensadores de la época acudieron a todo tipo de préstamos teóricos. Dice Lasarte Valcárcel, sobre Henríquez Ureña:

Sus proposiciones se alimentan de muy diversas fuentes filosóficas: su discurso muestra elementos propios del pensamiento irracionalista, del pragmatismo o el marxismo, y aun del positivismo. (1985: 158)

 

El mismo Henríquez Ureña, cuando habla de su formación intelectual -que declara explícitamente opuesta al positivismo-, menciona lecturas que van desde Platón a Kant y Schopenhauer, Nietzsche, Bergson, James, Croce, sin que aparezca una hilación sistemática en la diversidad de lecturas, sin que se vislumbre una propuesta teórica de interpretación de la realidad que pudiera responder de una manera `nuestra» al pensamiento europeo y anglosajón.
Erudito y ecléctico, orientado de manera más político-cultural que científica hacia la diferencia latinoamericana, en sus conferencias Henríquez Ureña habla de libros y autores pero también de arquitectura, pintura, música, en un claro intento de alcanzar la imagen de lo latinoamericano en la relación entre diversas disciplinas creativas. Su proyecto, más que aportar algo a una posible ciencia literaria, fue el de `una historia de la cultura latinoamericana» (Gutierrez Girardot 1974). El aporte de Henríquez Ureña al proceso cultural del subcontinente es fundamental en el desarrollo de una de las tendencias de la historia literaria, aquella que entiende la literatura como un fenómeno lingüístico imbricado en un contexto socio-cultural. En Las corrientes literarias en la América hispana, a partir del siglo XIX acude al ciclo de tres decenios para ordenar su exposición y utiliza el concepto de `generación» para distinguir ciertos tipos de escritura, pero está lejos de entender a las generaciones como parte de método de lectura e interpretación.

Enrique Anderson Imbert
En su Historia de la literatura hispanoamericana, obra que ha sido reimpresa muchas veces desde su primera edición en 1954, y que cuenta como uno de los manuales canónicos de historia literaria, el historiador argentino expone un esquema de periodización que cubre tres amplias épocas correspondientes a la historia sociopolítica del continente:

– La colonia.
– Cien años de república.
– Época contemporánea.

Dentro de cada uno de estas épocas Anderson Imbert distribuye a los escritores en grupos que separa por sus fechas de nacimiento. Por ejemplo:

– La colonia II. 1556-1598 (nacidos de 1530 a 1570).
Aquí la duración del período es de 42 años.
Pero también:
– La colonia V. 1759-1788 (nacidos de 1735 a 1760).
Aquí la duración del período es de 29 años.

La utilización de la fecha de nacimiento para marcar la división entre los grupos de escritores implica alguna familiaridad de Anderson Imbert con el método generacional, pero es evidente que está lejos de cualquier tipo de exactitud periódica, menos todavía de quince o treinta años, como querría la ortodoxia generacional.
Sobre este punto dice él mismo:

Un sistema de períodos tiene que ser consecuente con el principio que adopte, pero no necesita ser regular. Al contrario, la excesiva regularidad indicaría que el historiador, por el prurito de embellecer su visión, se está dejando arrastrar por simetrías y metáforas. Hay períodos de larga estabilidad. Hay períodos cortos y rápidos. (1954: 8-9)

 

Y acerca de las generaciones mismas señala:

Dentro de estas [tres] amplias divisiones hemos matizado ciertas generaciones, procurando hacer coincidir los cuadros externos de la historia política con las tendencias estéticas. Las fechas titulares de cada capítulo indican los años de `gestación» y de `gestión» en esas generaciones. Para que el esquema sea más útil indicamos, aproximadamente, también las fechas de nacimiento de los escritores. Pero, cuando el sentido histórico lo demande, alteraremos este esquema y situaremos a un escritor fronterizo en el lado que más convenga. (9)

 

Lo que tenemos en el caso de Anderson Imbert es una relación flexible y pragmática con el método generacional. En la escritura de su historia literaria, allí donde le conviene lo critica y evita, por ejemplo en la duración regular de los cortes generacionales. En otro momento recurre a él para legitimar su propuesta, por ejemplo cuando habla de `gestación» y `gestión», que aun cuando los ponga entre comillas, o por eso mismo, sabemos son propios de la ordenación generacional de Ortega y Gasset. Anderson Imbert ha elaborado una historia literaria en diálogo estrecho con la historia sociopolítica del continente y su relación con las generaciones, tal como sucede con Henríquez Ureña, tampoco es metódica.

José Juan Arrom
Antes de Cedomil Goic, es este historiador colombiano quien ha intentado aplicar más sistemáticamente la periodización generacional a la literatura latinoamericana. Pero es necesario agregar de inmediato que en su Esquema generacional de las letras hispanoamericanas publicado por primera vez en 1963, junto a obras y autores aparecen datos que Goic llamará `extraliterarios», pertenecientes a la historia sociopolítica de los países latinoamericanos. Arrom, como Henríquez Ureña, lo que hace es intentar una historia de la formación cultural del continente, desplazándose a través de las épocas mediante el recurso de `las generaciones», cuyas fronteras temporales establece de antemano en un esquema que discutiremos a continuación. A diferencia de lo que sucede en Henríquez Ureña, no aparece en Arrom el propósito explícito de llegar a diferenciar una `nuestra expresión» de otras como la americana-anglosajona o la europea, pero el hilo conductor de su discurso es el de la progresiva emancipación de los países latinoamericanos de los modelos políticos y estéticos españoles para entrar en diálogo con otros, sobre todo franceses (a través del modernismo y la vanguardia) y ya entrado el siglo XX alcanzar, por cantidad y calidad, la diferencia intuída por los precursores como Andrés Bello, José Martí o Alfonso Reyes.

En términos teóricos, para Arrom la generación queda definida de la siguiente manera:

[C]omo medida historiográfica [que] denota un sistema de vigencias que excede la trayectoria biológica de un individuo. No se trata del año cualquiera en que un hombre nace, sino de la zona de fechas que enmarca la etapa de vida histórica en la cual ese hombre ingresa. (1963: 247)

 

Si comparamos esta definición con las que hemos encontrado antes en los autores europeos, en especial los españoles, lo que vemos es que Arrom ha optado por denominar generación a una serie de años enmarcados entre dos fechas, sin preocuparse mayormente (salvo en la primera generación de la serie) por factores tan determinantes en el modelo orteguiano, o de Petersen, como la búsqueda y captura de un epónimo para organizar a su alrededor la serie generacional. Su modelo está más cercano al de Marías, quien como ya vimos también organiza los períodos sin preocuparse de figuras distinguidas, optando más bien por una mirada global, por `una zona de fechas» determinada por o determinante de `el espíritu de la época».
Enfrentado a los modelos de periodización existentes en los estudios hispanoamericanos (Henríquez Ureña, Anderson Imbert, Portuondo), lo que Arrom descubre es que todos inician su cómputo el año 1492, el del primer desembarco de Colón en tierras desconocidas. En su opinión es aquí donde estriba el error original.«Las generaciones no parten de 1492: la historia sí, pero las generaciones no» (21, cursivas en el original). Su búsqueda de la primera generación se centra entonces en un análisis de la época colindante con la fecha 1492 y lo que concluye es que la verdadera fecha inicial es 1474:

En dicho año principia el reinado de los Reyes Católicos, se verifica la unión de Castilla y Aragón, y empieza la etapa más enérgica y decisiva que ha tenido el Estado español. (22)

 

Contribuye a su opción por ese año el hecho de que sea justamente treinta años más tarde (1504), cuando suceden por lo menos tres hechos fundamentales en el proceso histórico: muere Isabel la Católica, regresa Colón de su último viaje y Vespucci publica la carta donde aparece por primera vez el concepto de un continente nuevo, América. Se cierra un período y se abre otro:

La generación que sube al escenario de la historia justamente en 1504 es, pues, la primera que tiene, desde el principio de su actuación, una idea precisa de la realidad del Nuevo Mundo. (22)

 

Resuelta esta cuestión inicial, para Arrom «lo demás es ya miel sobre hojuelas» (23). De su esquema, donde se aplica a ultranza el automatismo matemático de los treinta años, sólo anotaré los tres primeros períodos.

Nombre de la generación:
1) Gen. de 1474.
2) Gen. de 1504.
3) Gen. de 1534.

Zona de fechas de nacimiento:
1) 1444-1473.
2) 1474-1503.
3) 1504-1533.

Período de predominio:
1) 1474-1503.
2) 1504-1533.
3) 1534-1563.

Grupo o estilo predominante:
1) Descubridores.
2) Conquistadores.
3) Fundadores.
El recorrido histórico a través de períodos generacionales supone para Arrom la superación o perfeccionamiento de otros modelos de periodización, de los cuales menciona «el dinástico (por reinados), el secular (por siglos) y el epocal (por períodos literarios)» (245). Pero ¿desde qué punto de vista hace Arrom la crítica de estos modelos? Lo hace ya instalado en la perspectiva generacional, es decir, no hay en Arrom discusión de esos modelos y su práctica sino un rápido descarte de su eficacia al compararlos con el modelo que él mismo ha adoptado.
Del dinástico dirá: «Los monarcas, en cuanto individuos, no se escapan a la compleja realidad vital en donde enraízan las generaciones: ellos, también, son parte de su generación», y del secular: «la diferencia de diez años entre el siglo y los noventa que duran estas [tres generaciones] trae por consecuencia que los límites queden desajustados» (245). Y en cuanto a la periodización epocal, lo que ve Arrom es que al aplicarse los cortes generacionales la época gana en precisión:

El manierismo y el rococó predominaron durante una generación, el neoclasicismo duró dos y el barroco tres […]. Los períodos, por tanto, son zonas de impar duración. Y su unidad historiográfica interna -ésta siempre con un valor constante- es la generación. (246)

 

Me parece que la posición de Arrom puede sintetizarse de la siguiente manera: ´dada la existencia de las generaciones, la escritura de la historia de las letras hispanoamericanas deberá someterse a sus principios´. Pero la realidad de las generaciones «como medida historiográfica [de treinta años cada una]» (247), sólo existe en las iniciativas teóricas de Dilthey u Ortega y Gasset. Arrom simplemente se suma o acopla a esos modelos, exponiéndose a repetir en su obra todos los errores e imprecisiones metodológicos que derivan de ellos.
La lectura que hace Arrom de la literatura hispanoamericana, no obstante, es altamente didáctica. Escribe una historia por una parte taxonómica y por otra explicativa de la evolución de la literatura en estrecho diálogo con la historia política, social y económica. La división de las épocas en bloques de treinta años (que a veces divide en dos `promociones generacionales» de quince años cada una) le facilita las cosas para explicar, siempre supeditadas al acontecer histórico general, las tendencias literarias de cada momento.

Henríquez Ureña, Arrom y el método generacional
Para distribuir la enorme cantidad de datos que había acumulado, este historiador estableció a partir del 1800 períodos de treinta años exactos. Su preocupación, decíamos, era encontrar -o crear las posibilidades de existencia- de una `nuestra expresión» latinoamericana, diferente a la europea y anglosajona, y para cumplir con su proyecto recurrió a la periodización clásica generacional de treinta años, pero no demostró interés en perfilar generaciones con nombres, fechas de nacimiento y epónimos.
José Juan Arrom por su parte, cuando en su exposición llega al siglo XIX, establece también series de treinta años exactos, (partiendo de 1804, por la aplicación del automatismo matemático desde 1474). Ahora, a diferencia de Henríquez Ureña, su propósito explícito es la aplicación de un método, el generacional, que «de ser válido, deberá revelarnos las verdaderas etapas del proceso de nuestras letras» (23).
El resultado en Arrom es una obra que podríamos llamar, (más que la de Henríquez Ureña), `de tipo generacional», dado que hace uso de algunos de los factores del método sin llegar a aplicarlo rigurosamente. Ahora, el libro mismo, es decir esa historia de la formación cultural de Hispanoamérica seguida a través de (buena parte de) su literatura no es, en su armazón periódica, diferente a la del historiador dominicano. En sus conferencias Henríquez Ureña va engarzando los períodos (de treinta años) mediante los recursos orales de un buen conferencista: en su estudio Arrom va engarzando los mismos períodos a través de `generaciones» que cobran realidad en su discurso, a medida que él mismo las va nombrando. La diferencia es formal. El corte de la historia en series generacionales de treinta años le otorga a José Juan Arrom la posibilidad de exponer una enorme cantidad de datos en bloques inteligibles, de la misma manera que los períodos de treinta años (sin mención a `generaciones») le sirven a Henríquez Ureña para lo mismo. El método generacional, de manera implícita en el dominicano y explícita en el colombiano, es un recurso secundario para la escritura de sus respectivas obras.

Ricardo Cuadros, Amsterdam 2005

 

Ver continuación: LA PERIODIZACIÓN GENERACIONAL DE CEDOMIL GOIC.

 

NOTAS __________________________________
1. Con anterioridad Cedomil Goic (1960, 1967) hab ía publicado dos ensayos donde ya proponía un ordenamiento generacional de las novelas y los novelistas nacionales, pero es en 1968 cuando su propuesta teórica alcanza madurez.
2. Los conocedores del tema echarán aquí de menos a José Antonio Portuondo (1948, 1958).Si bien su trabajo de 1958 es interesante por la cantidad de datos que aporta, su propuesta de periodización (que reconoce debida a sus lecturas de Julius Petersen) es francamente confusa y está muy alejada del método generacional, por lo que he optado por mencionarlo solamente en la bibliografía.
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