EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Discurso de Adolfo Pardo en la Sociedad de Escritores de Chile (30/09/2011) celebrando los 14 años de Crítica.cl

Estimados amigos y amigas,
Antes que nada muchas gracias por estar aquí presentes. Agradezco especialmente a Reinaldo Lacámara por apoyarnos y facilitarnos este espacio mítico donde se han construido y desvanecido tantos sueños. Y donde yo mismo fui parte —a principios de los 80 y junto a los no menos míticos Talleres del Mar— de la Unión de Escritores Jóvenes, cuando tantos de nosotros queríamos convertirnos en escritores, pensando —yo supongo— que eso nos haría ricos y famosos, o que era indispensable que lo fuéramos porque teníamos cosas importantes que decir. Y a lo mejor no estábamos del todo equivocados.

Nos reuníamos recuerdo muy bien, en esa magnifica sala que está ahí y donde planeamos y logramos imprimir un ejemplar de la revista Pasquín, de la que yo mismo fui el editor y mi amigo Jaime Valenzuela escribió la inspirada editorial donde prometía que ese primer número no sería el único, sino el primero de muchos, lo que, claro, nunca ocurrió; y no lo culpo porque este tipo de empresas suelen ser efímeras. Cantos de sirenas.

Pero desde antes yo venía editando panfletos y revistas varias. Primero el Chamullo, después los Cuadernos Marginales, luego Emergencia, en Francia, y varios libros de mi propia autoría: Después de Toque, La Parrilla, Inéditos, Los Insobornables y Una Biografía Distinta, hace no mucho. Sin duda que esta ha sido mi vocación y mi condena.

Muchos años después, en 1997, apareció mi actual cuñado Felipe Martínez con la quimera de la Internet y como él es bastante pragmático y además visionario —mira al futuro en lugar de al pasado, como hago yo—  me decía que nos metiéramos en esa historia, que por ahí venía la cosa y que cuando el resto de la humanidad se despabilara nosotros estaríamos esperándola en la «Web», palabra que no recuerdo si había empezado a utilizarse. Y tenía mucha razón, pero yo como todo el mundo me resistía al cambio y a ingresar a ese mundo raro del cual se sabía poco y nada. Y no mucho después se le ocurrió crear un museo virtual, que llamó Museo de Arte Virtual —en línea hasta el día de hoy— y donde me invitó a hacerme cargo de la sección literaria. Así que no me quedó más remedio que hacerle caso y con Guadalupe Alvarez de Araya, con quien entonces estaba casado y a quien le interesaba la crítica de arte, y con Ricardo Cuadros, recién llegado de Ámsterdam, que le interesaba la crítica literaria, organizamos lo que sería el germen de esta revista electrónica. «Crítica Virtual» la bautizamos después de las cavilaciones correspondientes. La idea original y que se ha mantenido hasta el día de hoy era y sigue siendo abrir un espacio a la crítica y a la historia del arte, al ensayo, que sobre todo en esos años no tenía gran cabida en ninguna parte, salvo por algunas revistas universitarias de circulación muy restringida. Situación que por lo demás no estoy seguro de que  haya cambiado substancialmente.

Y la famosa Crítica Virtual poco a poco comenzó a atraer lectores, y colaboradores, de Chile y todo el continente y transcurridos algunos años, hacia fines de los noventa, esta sección literaria se había ganado el derecho a tener su propio Título de dominio, que no es lo mismo que Título nobiliario, auque suene parecido. Y supongo que en ese momento desapareció la palabra Virtual, para quedarnos con el nombre simple y puro de Crítica, + el punto Cl, que hasta el día de hoy a continuado desarrollándose, hasta llegar a ser lo que es hoy, con todos sus defectos y virtudes, a los cuales se ha referido con propiedad Viviana, quien dicho sea de paso, ha sido una de las personas que le ha puesto el hombro a este proyecto publicando durante años incansablemente noticias, innumerables artículos y trabajando codo a codo conmigo para conseguir fondos para este proyecto.

Todos estos días he estado pensando, o mejor dicho, esperando a que se me ocurra algo de interés para decir esta noche, y la verdad no se me ha ocurrido gran cosa, salvo decirles que —después de conseguir por tercera vez el Fondart para esta revista, e instalarle un sistema operativo con deficiencias pero bastante eficaz— lo que yo más quería era estar en la compañía de todos ustedes, que es lo que más valioso.

Y por otra parte, durante estos días, también me fue quedando claro que esta noche no debía sucumbir a la tentación de tratar de aparentar que este ha sido o es un proyecto exitoso, por la sencilla razón de que este ha sido y sigue siendo un proyecto poético y la poesía no puede alimentarse del éxito, sino de la carencia, la nostalgia y el dolor. Y como yo —y supongo que todos los escritores que han abrigado estos muros— somos herederos del Quijote, me es prácticamente imposible conducir un proyecto al éxito. Y es bien raro, porque la victoria es o debería ser la disposición y fin natural del hombre e incluso de la vida, pero en mi caso nunca ha podido seducirme completamente y amo lo que ya no está y lo que nunca será. Y me cuesta entusiasmarme con el optimismo de nuestro Primer mandatario y los valores que animan esta sociedad neo liberal. Debería volver con mi psiquiatra, que abandoné porque me hacía esperar más de media hora en cada cita.

Pero además, los temas que aborda esta revista nunca han sido y nunca serán de interés masivo, lo cual no significa que carezcan de importancia y algún porfiado idealista tenía que hacerse cargo de este estandarte, y como a mi solo me interesan las causas perdidas seguramente que el Gran Manitou me escogió para esta tarea.

Cabe decir también que para sacar adelante, que para mantener como corresponde una revista como esta, que recibe a diario cientos de correos, se requeriría de al menos dos o tres personas trabajando a tiempo completo y eso nunca lo hemos podido financiar y salvo por los esporádicos aportes conseguidos del Consejo de la Cultura —que mucho agradecemos— nunca hemos tenido como hacerlo y todo este esfuerzo se ha hecho, como decían antiguamente, a pulso.

Pero, para no ser tan fatalista, puedo decir que hemos tenido valiosos logros. La amistad, por ejemplo, de mi compañero Zenobio, aquí presente. También me he ganado el cariño de un chileno radicado en Estocolmo, que con el tiempo se transformó en nuestro columnista habitual sobre temas de política chilena, el licenciado Jaime Viera Posek, con quien nos mimamos a la distancia. Y del escritor Iván de la Torre, a quien le perdimos el rastro en Neuquén, Argentina; y así varios otros amigos y amigas desperdigados al norte del río Grande, en la Patagonia y otras latitudes distantes. Y la complicidad de uno de los principales animadores de esta revista, mi querido hijo Adolfo, con quien durante tantas ocasiones nos hemos divertido agregando un chiste, una frase, o una idea inteligente en nuestra sección de humor.

La otra cuestión que una de estas noches pensé para esta ocasión es que debía expresar o al menos mencionar las cosas que me parecen importantes más allá de mis preocupaciones personales, familiares y profesionales, aunque no tuvieran directa relación con el tema que nos convoca. Si no me expreso ahora, dónde y cuándo lo podré hacer, dado que difícilmente tendré como don Sebastián la ocasión de dirigirme a la asamblea general de la Naciones Unidas, donde “el gran emprendedor” dijo hace pocos días que Chile no tenía ningún problema pendiente con nuestra vecina Bolivia, argumentando que todos los temas limítrofes habrían quedado zanjados —abro comillas—  en el Tratado de de paz y amistad de 1904. Una falsedad más grande que la catedral de Notre Dame. ¡Cómo no vamos a tener problemas pendientes si nuestro vecino, con o sin razón, lleva más de un siglo protestando! Y como no va a protestar si el famoso tratado Bolivia lo firmó con una pistola al pecho y en los términos “o firma o lo seguimos torturando”. Queridos amigos, estamos en el siglo XXI, en plena globalización, y donde conceptos como nacionalidad y patria empiezan a ponerse rancios. Chile, después de haber lucrado del guano, del salitre y del cobre durante más de cien años lo mínimo que podría hacer es darle, en forma totalmente voluntaria y sin compensación alguna, una salida digna y soberana a nuestros vecinos. Esta es mi opinión.

El otro asunto al que deseo referirme es al tema medio ambiental. Esta es una cuestión que también debemos tomar en serio. De nada nos sirve cambiar el auto o el celular si se nos acaba el aire para respirar y el agua para preparar la mamadera. Apague la tele, camine, tome la bicicleta si quiere ir tan lejos. La calle Carmen, al lado de donde yo vivo, en el centro de Santiago, tiene 14 kilómetros de luminarias encendidas todas la noche y a ambos lados de la calle, por donde apenas paso yo, un cuarto para las 11,  para comprar en la esquina una botella de vino de 1500 pesos. Apaguemos una por media y nos ahorramos el 50% de la luz. Y con esa plata el señor alcalde podría instalar un sistema de reciclaje de basura como Dios manda, porque dicho sea de paso en la comuna de Santiago ni siquiera se ha empezado a trabajar en esto. Menos crecimiento y mejor aprovechamiento de los recursos. Y mejor distribución. Esta es mi visión de la economía. Menos pilas desechables y + juguetes a cuerda para la guagua. Si, todavía existen. Mi hija menor tiene dos pollos que funcionan perfecto con este sistema. En cambio todos los juguetes a pilas quedaron arrumbados en un rincón.

Estas son, queridos amigos, las críticas que yo, como Director de esta prestigiada revista, también me interesa plantear. Libertad, igualdad y fraternidad, como decían para la vieja revolución francesa, siguen siendo los valores que debemos defender.

Sabrán ustedes disculparme por permitirme el lujo de decir, hoy 30 de septiembre de 2011, aquí en la Sociedad de Escritores de Chile, lo que pienso.

Pero volvamos, para terminar, con una breve mirada a las proyecciones, objetivos e ideales de esta querida revista Crítica.cl
Para empezar decir que si bien creemos que nos falta mucho para convertirnos en “la revista” de crítica y cultura que quisiéramos, me parece que es justo reconocer que, mediante el aporte de ya casi 300 colaboradores,  desde hace ya varios años Crítica.cl dispone de un respetable archivo que, como decimos en «quienes somos» permite el cruce y el acceso a distintas miradas que ponen de manifiesto aspectos sustantivos del debate teórico contemporáneo. Pero claro, aun permanecemos en los márgenes y con seguridad la academia nos mira con alguna desconfianza. Crítica no está indexada, no se considera una revista científica y,  pese a que aquí tenemos publicados a muchos académicos de las más importantes universidades del mundo occidental, no hemos alcanzado el reconocimiento que quizás merecemos. Pero seguimos trabajando detrás de nuestras viejas pantallas como laboriosas hormigas y, entre otras cosas, no descartamos sacar más adelante, por ejemplo, uno o dos números al año de la revista en formato de libro, o de revista impresa.

Decir también que estamos seguros de que muchos alumnos de posgrado estarán agradecidos de haber visto en nuestra pantalla publicados sus primeros trabajos y que ello les ha permitido afianzar sus primeros pasos en sus respectivas carreras. Y de eso podemos enorgullecemos.

Una brevísima mirada al futuro
Si con nuestro viejo sistema prácticamente artesanal superamos en algún momento las 100 mil visitas mensuales (marzo de 2007), podemos ahora, con un sistema mucho más visible para los buscadores, proyectar realistamente una cifra similar o superior y estable en el tiempo. Y podemos también aspirar —porque al menos hemos demostrado nuestra tenacidad y la seriedad con que abordamos nuestro trabajo— a una progresiva credibilidad y claro, a lo que aspiramos para el día de mañana es que este sea el lugar donde se expongan y discutan los grandes temas de nuestra cultura nacional y continental, como en alguna medida ha venido ocurriendo desde hace ya un buen rato.

En todo caso si nada de esto ocurre y si después de estos 14 años desvelados tenemos que irnos con la cola entre las piernas para la casa creo que habrá valido la pena, uno porque lo hemos pasado bien haciéndolo, hemos soñado con 9 mundos imposibles, conocido personas notables y además esta biblioteca con más de 700 artículos, muchos de ellos de primera calidad, perdida en el cyber espacio se sumará a tantas otras, mucho más valiosas que atesoran en silencio el saber de la humanidad si es que todavía no han sido pasto de las llamas.

Y para finalizar, decir que quizás muchas de las grandes verdades que esconde esta revista están alojadas en una de sus secciones más modestas, en Humor, donde hemos ido acopiando una ya larga serie de dichos y versos como los que siguen de Juan Guzmán Cruchaga:

Doy por ganado todo lo perdido
y por ya recibido lo esperado
y por vivido todo lo soñado
y por soñado todo lo vivido

o, citándome a mí mismo:
Nada más cargante que la gente que, porque ha ganado algún dinero, cree estar en la razón.

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