CRITICA.CL
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA POR ADOLFO PARDO EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTA REVISTA | AUTORES | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | HUMOR | ACERCA DE |  ESTADISTICAS | HACER UN APORTE
◄ VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS HASTA LA FECHA ►

Los objetos de existencia y la filosofía


Carlos Almira Picazo
Artículo publicado el 02/10/2013


 

1. AXIOMA Y DEFINICIÓN FORMAL DE LOS OBJETOS DE EXISTENCIA.

1. "´$g(Ag´®A´). Para todo x hay, al menos, un y tal que si este y es algo respecto de x, entonces x es algo, o hay x. De otro modo no hay x.
2. "´$g(A´g®Ag).
Ídem para todo y, etcétera.
3. "´"g(A´gÙAg´). Luego, para todo x y para todo y, si se cumplen 1 y 2, esto es, si hay un x y hay un y, x e y son respectivamente el uno con el otro. Hay uno porque hay el otro, y viceversa.
Corolario: x e y pueden ser cualquier objeto, hecho o relación del mundo. No implican ningún conjunto definido de elementos, ordenados o no, según un predicado; tampoco un número limitado o finito de cosas; si x es algo por y, y a la inversa, es porque lo son respectivamente por z…etcétera; esto es, porque hay el mundo; y viceversa.
Ejemplo: Para todo escritor de Filosofía hay, al menos, un lápiz tal que, si este lápiz es el utensilio con que está escribiendo estas notas, entonces hay tal escritor de Filosofía, y ninguna otra cosa del mundo en su lugar. Y a la inversa: para todo lápiz hay, al menos, un escritor de Filosofía tal que si este escritor está redactando con él estas notas, entonces hay dicho lápiz y ninguna otra cosa del mundo en su lugar.
De tal modo que hay, finalmente, un escritor de Filosofía y un lápiz con el que aquél está redactando estas notas, necesariamente el uno con el otro, y en idéntica relación de necesidad con un número indeterminado de otras cosas, hasta constituir el mundo vivido o universo como objetos de existencia.
En el haber así cada uno de ellos consiste su identidad numérica.

 

II. EL LÍMITE DE LOS OBJETOS DE EXISTENCIA: LA SIMULTANEIDAD.

4. "´"g(A´gÙAg´)®(V´gÙVg´). Para todo x y para todo y, si x e y son respectivamente algo el uno con el otro, entonces son simultáneamente, son simultáneos entre sí.
5. "Z"´"g[Ø(AZ´ÙA´Z)ÙØ(AZgÙAgZ)]®[Ø(zZ´Ùz´Z)ÙØ(zZgÙzgZ)] Para todo z, para todo x, y para todo y, si z no es algo respecto de x, ni es algo respecto de y, entonces z no es simultáneo ni con x ni con y.
6. "´"g$Z[Ø(AZ´ÙA´Z)ÙØ(AZgÙAgZ)]®Ø(A´ÙAg). Para todo x y para todo y hay, al menos, un z con respecto al cual ellos no son algo; esto es, en relación con el cual no hay x y no hay y.
Corolario: z puede ser, a su vez, cualquier objeto, hecho o relación del universo con tal que sea algo concreto, cumpliéndose las mismas condiciones para ello, pero en el sentido de una no implicación, que en el corolario anterior.
Ejemplo: Si para todo escritor de Filosofía hay un lápiz con el que redacta estas notas, y para todo lápiz con el que pueden escribirse estas notas hay un escritor de Filosofía (un servidor), entonces tal escritor y tal lápiz son, necesariamente, simultáneos entre sí; esto es, son el uno con el otro algo aquí y ahora, y no cualquier otra cosa del mundo, no un mundo cualquiera.
Por el contrario, si no hay una pistola que sea algo con ellos aquí y ahora (el filósofo y el lápiz con el que escribe esto), y si esta pistola es algo, entonces no hay tal hombre escribiendo esto, ni el lápiz en cuestión, sino otra cosa que involucra a esa pistola concreta.
Y sin embargo, para que haya tal objeto de existencia (el hombre que escribe esto aquí y ahora), no puede faltar ni sobrar ni una mota de polvo del universo que lo hace posible, que constituye, por así decirlo, su auténtico interior desconocido, y eso incluye las pistolas. Nos adentramos aquí en aguas profundas o ambiguas.
Una solución provisional puede ser que z (la pistola) no pueda ser una cosa en general, del tipo “un arma de fuego”, sino un objeto, hecho o relación concretísimo. Por ejemplo: si la pistola con que fue asesinado Lincoln fue fundida y deshecha, y no se conserva en ningún museo, entonces podremos asegurar que en el universo del hombre que escribe estas líneas no hay tal objeto concreto. Y que, por lo tanto, si lo hubiera –y manteniendo invariable el curso de la Historia- ello sería incompatible con que haya el hombre que escribe estas notas y con su lápiz en el mismo aquí y ahora. Ambos objetos así considerados, pertenecerían a mundos vividos distintos.
Pero esto sólo resuelve el problema por lo que se refiere a la pistola como objeto material, presente o ausente como tal en el universo del escritor y de su lápiz, pero no como el arma concreta con que fue asesinado Lincoln, pues ninguna página del pasado, como ninguna mota (material) de polvo, puede ser separada del universo donde hay el hombre que escribe esto, pues todo eso es él mismo.
Estamos, pues, en aguas profundas. El término “simultaneidad”, equiparable aquí a un límite, no puede expresar entonces un concepto espacio-temporal, sino un concepto metafísico: es decir, es un límite impuesto de algún modo por nuestro discurso y nuestro pensamiento, pero extraordinariamente difícil de precisar con ellos. Pues para mí puede ser más próximo, más vital, el asesinato de Abraham Lincoln que la factura del teléfono de este mes, que tengo ahora mismo en mis manos.
Y por lo tanto, aquella funesta pistola, haya sido o no conservada en un museo (ella o una réplica exacta). Lo que hace preciso introducir otro concepto para intentar aclarar, si ello es posible, el límite de los Objetos de Existencia: el concepto de proximidad (no en el espacio ni en el tiempo, sino con respecto al ser-ahí de tales objetos de existencia).
Por lo pronto, baste con precisar que en este caso, z no puede tener un valor genérico sino singular, lo que se expresa formalmente en 6 introduciendo la expresión equivalente a “hay al menos un z”.

 

III. DEFINICIÓN DE EXISTENCIA.

7. "´$g[(E´ÚØE´)ÙØEg]Ú[(E´ÚØE´)ÙEg]. Para todo x, si x “existe” como si no, hay al menos un y tal que x existe o no, e y no existe; o bien tal que x existe o no, e y también existe. Es decir: la existencia o inexistencia de x es independiente de la existencia o inexistencia de y, distinguiendo de raíz ser-ahí y existir.
8. $g(EgÚØEg). Hay al menos un y tal que, ese y existe o no existe (disyunción excluyente).
9. "´$g[(E´ÚØE´)®(EgÚØEg)]. Para todo x, si x existe o no existe, entonces hay al menos un y tal que y puede existir o no. Sin esta condición, no se puede decir que x existe o no existe. La existencia o inexistencia de x es pues, el reverso necesario de la contingencia radical del resto del universo (y, z,…n).
10. $´(E´ÚØE´). Luego, hay al menos un x tal que, x existe o no existe.
Corolario: se introduce aquí una diferenciación radical entre lo que es-ahí y lo que existe.
Lo primero implica la necesidad del Universo; lo segundo, su contingencia radical.
Algo es-ahí porque todo lo que entra en su definición es simultáneo con él. Pero algo existe porque el resto de las cosas pueden existir o no.
Ahora bien: que, por ejemplo, este lápiz con el que escribo ahora pueda existir o no, sin que ello afecte al hecho de que yo, Carlos Almira, exista o no, no puede hacerse extensible sin más al conjunto del Universo; pues parece obvio que si éste no existiera, si nada existiera, yo tampoco existiría (ni dejaría de existir).
Sin embargo, supongamos que yo hiciera un inventario de todas las cosas cuya existencia o inexistencia son independientes (contingentes) con respecto a la mía: el lápiz, el cuaderno, la habitación, la casa, la calle, etcétera. Supongamos que yo soy un cuerpo y una conciencia; y que fuera de esa intrincada unidad están el resto de las cosas.
Entre ellas, tomadas una a una, es decir, existiendo o no, no hay a priori, ni una sola cuya existencia o inexistencia constituya una condición absoluta de la mía.
Ahora bien: si la existencia o inexistencia de cada una de estas cosas es independiente de la mía, pero la existencia o inexistencia del conjunto del Universo no lo es, entonces el Universo, a estos efectos, es algo más que la suma de todas las cosas que existen o no existen.
El Universo, tomado a la vez, esto es, en la simultaneidad de todo lo que hay aquí y ahora, no es reductible a la contingencia del existir.
Por el contrario: que yo, Carlos Almira, exista o no, implica como una necesidad ineludible, que haya algo aparte de mí, y por ende, que haya algo que esté más allá o más acá de todo existir.
De otro modo, o bien yo podría existir o no, aunque no hubiese el Universo, lo que parece absurdo; o bien yo podría encontrar algo fuera de mi cuerpo y de mi conciencia, que he definido como mi yo existir, por ejemplo un lápiz, un cuaderno, una mesa, una habitación, etcétera, cuya existencia o inexistencia estaría necesariamente vinculada a la mía.
De otra forma: si cada una de estas cosas me es, a estos efectos, contingente, la suma de todas ellas no puede serme necesaria. Salvo que haya algo más.
Y sin embargo, no es posible que los dos términos de este dilema sean, a la vez, verdaderos: que el Universo me sea imprescindible, tomado como un todo, para existir yo o no; y que, al mismo tiempo, ninguno de los elementos que lo forman, a excepción de mi cuerpo y mi conciencia, me sea necesario tal cual es, para existir o no existir yo.
Debe haber pues, algo en el lápiz con el que escribo esto, en el cuaderno, en la mesa, en la habitación, etcétera, que me sea inherente.
En primer lugar: yo no puedo romper un lápiz en general sino este lápiz o aquel otro; en segundo lugar, si yo rompo este lápiz, no sólo desbarato su forma cilíndrica, hago virutas su madera y polvo su mina de carbón, etcétera; si sólo fuera eso, todas estas cosas no tienen nada que ver conmigo ni yo con ellas. La desaparición del lápiz, como su fabricación, o mi muerte, como mi nacimiento, no se afectan respectivamente en modo alguno, en lo que se refiere a la existencia.
Pero cuando yo rompo el lápiz, rompo algo que sí tiene que ver conmigo, algo que yo comparto íntimamente, inextricablemente, no sólo con él, sino con el resto de los objetos, hechos y relaciones que nos son simultáneos; y ahí tenemos el Universo en su conjunto.
Rompo su ser-ahí conmigo.
El lápiz no sólo ni principalmente pierde lo que le es exclusivo y particular, y por lo tanto independiente y contingente con respecto a la existencia de las demás cosas del mundo que no son él; a saber: su forma, los materiales de los que está hecho; su utilidad concreta, etcétera; sino que sobre todo, desaparece de ahí; deja de ser ahí; deja su ser-ahí.
Ahora bien: precisamente ese ser-ahí, a diferencia del color, la forma, los materiales, la utilidad, etcétera, es la cualidad más general, universal, del lápiz, como del resto de las cosas que en primer lugar, y antes que nada, son ellas-ahí.
Luego, el ser-ahí que pierde el lápiz me es tan común y necesario como el resto del Universo. No puedo existir ni no existir sin él.
Por eso cuando digo que yo no podría existir ni no existir si no hubiera el Universo en su conjunto, en realidad estoy diciendo que no puedo prescindir de lo que me es más universal y común a todas las cosas: el ser-ahí nosotros.
De modo que el ser-ahí es anterior, en el sentido de primordial, con respecto al existir.
Decir que algo puede existir o no existir, es decir que todo lo que lo define en particular, su color, su forma, sus materiales, etcétera, puede estar o no estar ahí sin que ello afecte al resto del Universo, en lo que le es también particular.
Todo, excepto su propio estar-ahí.
Luego, ser-ahí no equivale a existir.
No participa de la contingencia ni de las demás características de la existencia, sino que es algo distinto y “anterior” a ella.
Equipara, identifica como su única esencia verdadera, a cada cosa con el mundo entero.
Sin embargo, cuando yo considero las cosas que me rodean según mis afectos, mis temores, mis esperanzas, paso por alto lo más importante, lo que hace incluso que pueda considerarlas existiendo pero pudiendo no existir, como hago con mi propia persona.
Esto, lo más importante y universal, lo que liga todas las cosas, su ser-ahí, nunca se me presenta con la evidencia de un color, una materia, una forma, una razón de ser; esto es, con la evidencia con la que se me presenta lo que sólo existe.
Más aún: yo digo que todas estas cualidades, tangibles e intangibles, que son particulares y definen así a cada cosa, son la cosa misma.
Y como mucho, pienso en el aquí y ahora donde todas ellas confluyen o no.
Pienso en el aquí y ahora como en un donde y un cuando las cosas existen o no existen; esto es, donde aparecen y se sostienen en lo que ellas son de particular en el mundo como en medio de un oleaje.
No en términos de su ser-ahí con todo, sino en términos espacio-temporales.
De manera que me creo capaz de imaginar un Universo compuesto sólo y exclusivamente por este donde y este cuando sin ocupar, como un espacio y un tiempo despoblados de cosas, donde es posible todo y nada.
Por el contrario, el ser-ahí que se abre y se cierra cada vez, puntualmente, en que consiste el Universo en su conjunto, los objetos de existencia, el ser-ahí que no es aún o que no es ya esas cosas, pero las vincula de una sola vez, las coaliga en un único mundo cada vez que éste se da-ahí, queda encubierto, apabullado bajo la enorme diversidad de lo sensible e inteligible particular.
Este ser que, en tanto universal y no existente ni inexistente (no particular ni contingente), puedo llamar, con la Tradición, Dios, se me aparece escamoteado en todo momento. Sin embargo, me es siempre lo más inmediato (San Agustín): me es más inmediato que todas las ideas, las formas y las materias de las cosas; más inmediato que mi propia materia, forma e idea.

 

IV. RASGOS DE EXISTENCIA Y SER-AHÍ.

11.  "´"g(Kg´®ØQg´).  Para todo x y para todo y, si y constituye a x, entonces y no es un rasgo existencial de x.
Explicación: Los rasgos existenciales y el rasgo de ser-ahí de los objetos, hechos y relaciones del mundo, pertenecen a órdenes de predicados distintos.
Aunque los rasgos existenciales de un objeto, hecho, o relación puedan distinguirse cualitativamente, por ejemplo según los predicados que interesan a cada ciencia en particular (rasgos físicos, químicos, funcionales, etcétera), todos pertenecen a un mismo orden, son constitutivos del objeto, del hecho o de la relación en cuestión, como una “parte” o cualidad de ellos: así, el lápiz es cilíndrico, de madera, azul, sirve para escribir, etcétera.
Forman parte de lo que es este lápiz como objeto que podría existir o no, ni necesidad ni contradicción.
El único rasgo no existencial del lápiz, que sea-ahí, no le es constitutivo sino constituyente: este lápiz no es-ahí en el mismo sentido (orden predicativo) en que es cilíndrico, azul, de madera, o útil para escribir.
Su ser-ahí es una concurrencia única con el resto del Universo dado en tal caso. No es, pues, una mera cualidad del lápiz, sino precisamente aquello que lo constituye.
Tampoco es una mera relación, fortuita o casual, con las otras cosas de algo que ya fuera de antemano, ¿pues dónde y cuándo sería?
Este lápiz no sería el mismo objeto en una concurrencia del mundo distinta a esta que lo constituye como tal objeto aquí y ahora: sus rasgos existenciales, lo constituido en él, no serían idénticos (por ejemplo, al estar expuesto a otra luz ya no sería exactamente del mismo tono de color).
El ser-ahí resulta de un tipo de concurrencia distinto al de la existencia: que la semilla caiga en el surco y se origine la planta, es algo que sólo atañe a los rasgos existenciales de la semilla, la tierra, el sol, el agua, etcétera, cuya interacción la produce; pero que todo esto precisamente le ocurra a esta semilla, apunta a un tipo de concurrencia distinto, que no tiene nada que ver con los rasgos existenciales, sino con el darse del mundo aquí y ahora; esto es, con el ser-ahí común y universal, de todas esas cosas, que las cualidades particulares (existenciales) de la semilla, la tierra, el clima, etcétera, no pueden provocar per se, pero sin el que no son concebibles.
La interacción de los rasgos existenciales es algo que le ocurre a las cosas: dos cuerpos chocan y se deforman o se rompen, en virtud del impacto, su materia, su forma, etcétera; pero la concurrencia es el ser-ahí del mundo, es lo que las constituye como Objetos de Existencia.
El ser-ahí (concurrencia universal) no es algo que ocurre a las cosas sino las cosas mismas.
El lápiz con que escribo esto es su aquí y ahora; mejor, “nuestro” aquí y ahora. Sólo después es un cuerpo con una determinada forma, material, utilidad, etcétera; esto es, un determinado conjunto de rasgos existenciales formando una unidad sujeta a un acaecer.

 

V. PROPIEDADES DE LA EXISTENCIA.

12. "´"gØ(A´gÙAg´)®Ø(E´ÚEg). Para todo x y para todo y, si no se da el caso de que x es algo con respecto a y, e y es algo respecto a x, entonces no se da el caso de que x o y existan.
Nota: Nótese que lo único que aquí puede ser algo de x para y, y de y para x, consiste en su ser-ahí común (simultaneidad). Las demás cualidades, forma, color, materia, utilidad, etcétera, sólo pueden manifestarse, y por lo tanto hacer que se cumpla el consecuente de este condicional, a saber, que x e y existan por separado con sus respectivas formas, colores, materiales, etcétera, si se cumple antes el antecedente: esto es, si hay un ser-ahí común, universal.
De otra forma: para que este lápiz con el que escribo llegue a existir, tenga su forma cilíndrica, su color listado amarillo y negro, su madera, su mina de plomo, etcétera, antes debe compartir conmigo y con el resto del Universo dado aquí, su ser-ahí, que en mi caso consiste en que yo estoy escribiendo con él estas notas.
Porque es-ahí conmigo, y no porque es de madera, cilíndrico, amarillo y negro, etcétera, este lápiz es algo; y sólo después puede permitirse el ser de madera, cilíndrico, amarillo y negro, etcétera, esto es, existir o no existir.
Ser algo encierra, pues, siempre algo común, como un acto de amor.
Por último: aunque las cosas están aquí o allá, ahora o después, su ser-ahí es siempre con ellas, es siempre el mismo. Su ser-ahí no existe o no existe.

 

VI. DEFINICIÓN DE LA EXISTENCIA: TEMPORALIDAD Y SUCESIÓN.

13. "´$g(Tg´®ØT¢g´)Ù(T¢g´®ØT¢¢g´). Para todo x hay al menos, un y, tal que si este y existe en un tiempo n respecto a x, entonces ese mismo y no existe en un tiempo posterior con respecto a x; asimismo, para todo x existe al menos un y tal que, si este y existe en un tiempo n con respecto a x, entonces ese mismo y no existe con respecto a x en un tiempo anterior a n.
Explicación: Todo lo que nosotros podemos percibir o saber de los objetos, hechos o relaciones, existe o no existe, con excepción de su ser-ahí.
La existencia es, pues, una consideración humana. Más aún: yo sólo puedo percibir y saber de una cosa aquellos rasgos que son susceptibles de existir o no existir con ella.
En cambio, alcanzo la intuición de su ser-ahí, común y universal conmigo, sólo a partir de la reflexión y la emoción.
Ahora bien: lo que yo percibo, o sé, de este lápiz con el que escribo, esto es, su forma, su color, su solidez, su material, su tamaño, su utilidad, etcétera, es precisamente todo aquello que no es mi ser-aquí con él, ni por lo tanto el suyo conmigo.
Es decir, aquello que en el lápiz existe o no existe con independencia de mí.
Luego, lo que yo percibo o sé de primera mano de él, me trae a mí mismo a la existencia, me “humaniza”.
Porque el lápiz ha adquirido su forma, ha sido fabricado con madera, pintado, etcétera, y porque todos esos rasgos que existen en él son independientes de mí, de nuestro ser aquí y ahora común y universal, yo soy un ser humano.
Fui concebido, nací, vivo y moriré en medio de un mundo de cosas que existen o no existen, empezando por mi propia persona.
El lápiz y yo estamos en el tiempo; él perderá su color y se irá reduciendo, porque yo perderé mi juventud; porque su color y su longitud y mi juventud son cosas que pueden prescindir respectivamente las unas de las otras; es decir, cosas que existen.
De paso, tanto lo que existe en el lápiz como lo que existe en mí, estará expuesto en todo momento: él tendrá un cómodo estuche o un cajón, como yo una vida próspera; perecerá en un incendio, como acaso yo, etcétera.
Que el lápiz y yo estamos en el tiempo significa también que no podremos sostener indefinidamente en el mundo aquello que nos separa, nos individualiza.
En rigor, lo que existe en nosotros, lo que se nos aparece y desaparecerá en cualquier momento, lo que pudo perfectamente no haber sido nunca, no es independiente, sino sólo radicalmente distinto de lo que es-ahí con nosotros, nuestro ser-ahí común y universal.
El niño pequeño llora cuando le escamotean su juguete, por más que se le explique que el juguete en cuestión está a salvo, intacto en el armario; llora porque ya no es-ahí con su juguete como si él mismo se hubiese perdido.
Si tú, lector, llegas a leer y a pensar esto algún día, será merced a nuestro ser-ahí común y universal, y no por lo que existe en nosotros.

 

VII. DEFINICIÓN DE LA EXISTENCIA.

14. "´$g(Tg´ÙGg´)®[Ø(T¢g´ÙGg´)ÙØ(Tg´ÙG¢g´)]. Para todo x hay, al menos, un y tal que si y existe con respecto a x en un punto del tiempo y en un lugar determinado, ese mismo y no puede existir con respecto a x en un punto del tiempo determinado distinto y en el mismo lugar, ni tampoco en el mismo punto del tiempo pero en otro lugar distinto.
Explicación: Para todo escritor de Filosofía hay, al menos, un lápiz tal que si éste está en sus manos ahora mismo trazando estas líneas, el mismo lápiz no puede estar mañana ni ayer en dichas manos trazando estas mismas líneas, ni puede estar ahora mismo, si es él mismo, en un cajón.
Nótese: primero, que aquí el momento y el lugar de lo que existe han de coincidir rigurosamente, al modo en que las coordenadas cartográficas se conciertan, no sólo para localizar un punto en el mapa, sino para realizarlo y definirlo como tal.
Lo que está en juego aquí no es que yo pueda o no encontrar el lápiz en ese punto espacio-temporal, sino que el lápiz mismo pueda darse, esto es, existir o no existir, lo encuentre yo o no.
Y al decir existir, me refiero siempre a su color, su forma, su material, su utilidad, etcétera; esto es, a todo aquello que lo define sin mí.
En segundo lugar: que donde y cuando quiera que esta confluencia espacio temporal permita realizar las características existenciales del lápiz, hoy o mañana, en mis manos o en las de mi hija, etcétera, el lápiz en cuestión siempre tendrá la cualidad no evidente, de darse-ahí.
Su darse o ser-ahí no cambiará en función de las circunstancias en que se efectúe su forma, su tamaño, su color, su material, su utilidad, etcétera. Pues su ser-ahí es común y universal: es el mismo ser-ahí del Universo cada vez.
Y el Universo no tiene circunstancias.

 

VIII. EXISTENCIA E IDENTIDAD.

15. "´"g[(Tg´ÙGg´)Ù(T´gÙG´g)®´=g]. Para todo x y para todo y, si y se da en el mismo punto del tiempo y del espacio que x, y x se da en el mismo punto del tiempo y del espacio que y, entonces x es y, o es idéntica a y, o es la misma cosa ahí.
Aclaración: Esta identidad numérica entre x e y no dice sólo que ambos compartan todas y cada una de sus características (identidad genérica), sino que son exactamente la misma, esto es, una sola entidad.
Todos los objetos, hechos y relaciones, tanto en sus rasgos existenciales como en su ser-ahí común y universal, poseen, son, su identidad numérica.
Ya que el Universo, en tanto que objeto de existencia en su caso, sólo puede ser-ahí cada vez, puntualmente, en su totalidad.
En cambio, la identidad genérica se refiere sólo a los rasgos existenciales: color, forma, tamaño, materiales, etcétera.
En rigor, dos objetos, dos hechos, dos relaciones, no pueden compartir todos y cada uno de sus rasgos existenciales hasta el punto de ser indiscernibles, sin ser el mismo objeto, etcétera (Leibniz), pues estos rasgos son siempre subsidiarios del ser-ahí común y universal, que siempre es él mismo para cada cosa.

 

IX. EXISTENCIA Y CAUSALIDAD: INDETERMINACIÓN.

16. "´"g[(T´g®T¢´g¢)®(R´g¢ÚØR´g¢)]. Para todo x y para todo y, si en un punto del tiempo x existe con respecto a y, y en un punto del tiempo posterior x existe con respecto a la misma y pero transformada en y´, entonces x es causa o x no es causa, produce o no produce a y´.
Explicación: Si en plena noche existe el canto del gallo en relación con el día incipiente, y al amanecer existe el canto del gallo en relación con la salida franca del sol, entonces el canto del gallo será o no será, la causa de la salida del sol.
O bien: si recién colocada en el fuego existe el fuego en relación con el agua tibia, y al cabo de unos minutos sigue existiendo el fuego pero ahora en relación con el agua que hierve, entonces el fuego, el calor del fuego, será o no será la causa del agua que hierve.
Nótese la clara, clásica, diferencia entre los dos ejemplos: en el primero, parece que el canto del gallo sólo precede “casualmente” al amanecer, pero no lo produce, no es su causa eficiente; mientras que en el segundo sí hay una producción del vapor del agua por el calor del fuego.
En ambos casos, con todo, la sucesión se produce invariablemente y no al acaso (en cuanto a su recurrencia), de un modo bastante predecible y ordenado con un cierto vínculo de “necesidad”.
En el primer caso podemos preguntarnos por qué canta invariablemente el gallo justo antes y durante el amanecer; y en el segundo, por qué el agua rompe a hervir al llevar un rato en el fuego; y añadir la palabra “siempre”.
Así, en el primer ejemplo la cuestión recae sobre el comportamiento del antecedente: puesto que no es causa, ¿por qué se da con esa aparente necesidad? Mientras que en el segundo ejemplo, si consideramos (contra la opinión de Hume) que hay un vínculo de causalidad, el interrogante recae, aunque no sólo, sobre el comportamiento del consecuente, su alteración, necesidad, etcétera.
Aparte, se puede sutilizar aún, y decir que el comportamiento del gallo está genética y ambientalmente condicionado; de tal modo que en este caso el amanecer, que sucede a su canto, en realidad es la causa eficiente de éste; pues no se trata del amanecer de hoy, en que nosotros percibimos esta sucesión: el gallo se ha puesto a cantar y ahora empieza a amanecer; sino de los incontables y remotos amaneceres del pasado, que nosotros no podemos experimentar, pero que condicionaron, acaso modelaron, el comportamiento específico del gallo; de los ancestros de nuestro gallo, hasta el punto de que antes de que hoy amanezca, este, y por ello mismo, invariablemente cantará.
Sea como sea, aceptemos o no la causalidad eficiente (moderna) como la clave, como la trabazón esencial de nuestro Universo, el hecho fundamental para nosotros es que lo que cambia en y´, y lo que produce o no produce ese cambio por parte de x, en un lapso determinado y según un orden de aparición de los fenómenos, es siempre una característica existencial, y nunca el ser-ahí común y universal.
El canto del gallo y el despuntar del sol; el calor del fuego y el agua que hierve (ciertamente porque alguien la coloca en él). Si el gallo no cantara se perdería algo más que una cierta vibración del aire: el ser-ahí del Universo en que consiste que él canta, el aquí y ahora no existencial de su canto.

 

X. LA EXISTENCIA Y LA NADA.

17. "´(´¹´)®Æ´. Para todo x, si no es idéntico a sí mismo, entonces no hay x.
18. "´$g(Eg´)Ù(g¹g). Para todo x hay, al menos, un y tal que este y existe con respecto a x pero no es idéntico a sí mismo, es decir, no lo hay.
Aclaración: La primera fórmula expresa la idea de conjunto vacío. En Teoría de Conjuntos, el conjunto vacío forma parte de cualquier conjunto.
Trasladado esto a nuestros Objetos de Existencia, significa lo siguiente: dado el mundo aquí y ahora, podemos encontrar todos los objetos, hechos y relaciones que lo forman; esto es, en sus rasgos existenciales: tamaño, color, movimientos, forma, utilidad, definición, etcétera; todos estos rasgos se afirman los unos “contra” los otros.
En la medida en que existen (tanto en el sentido de lo que existe, esto es, de lo que puede ser definido, como es el caso del Centauro; como en el sentido de lo que se efectúa o realiza en su existencia, como el caballo que veo en el campo), en esta medida todas estas cosas pueden satisfacer o no determinados predicados, y constituir con ello conjuntos.
Pues bien: si yo digo que hay un caballo pasando delante de mí y lo defino como un determinado tipo de animal (mamífero, equino, doméstico, etcétera) cuyos rasgos existenciales se afirman ahí contra el paisaje; entonces tengo que reconocer que ahí no hay un centauro. O lo que es lo mismo: que dada esta porción del mundo existente, en ella el centauro no es idéntico a sí mismo, no lo hay.
De un modo análogo, Julio César no puede ser él mismo en esta habitación donde escribo estas notas, y por eso yo no puedo encontrarlo, aunque pueda definirlo como algo, no lo hay aquí; forma parte de lo inconmensurable de las cosas que no son ellas aquí.
Pero la nada sólo se define con relación a lo que existe, pues aun la nada es-ahí: la Nada es la existencia de lo Otro y lo que la hace, de algún modo, posible.

 

XI. DEFINICIÓN DEL UNIVERSO.

19. "´"g$Z(uZÙNgZ)®Ng´. Para todo x y para todo y hay, al menos, un z tal que si z es el ser-ahí del Universo, e y es la naturaleza o principio de z, entonces y es la naturaleza o principio de x.
Corolario: El principio o naturaleza formal de una cosa es la posibilidad contenida en ella aquí y ahora. Pero el ser-ahí de un objeto, hecho o relación no puede ser explicado a partir de sus rasgos existenciales.

El Universo no es el conjunto de todos los objetos, hechos y relaciones que existen, sino su ser-ahí cada vez.