Según Jean-Luc Nancy en su artículo “Filosofía y ateísmo”, “la filosofía no es una construcción de imágenes o representaciones del mundo” y desde el momento en que hay una representación o un “sistema de significación” de la Totalidad o del mundo hay una idea teológica. Afirmar que la filosofía es la búsqueda de la “Verdad como Totalidad” equivale a decir, para Alfonso Rodríguez en su ensayo “Encuentros”, que “su único objeto es Dios. Él, por definición, es la Verdad absoluta, el Saber absoluto”. La racionalidad, siguiendo a Nancy, es “el intento de dar razón, pero es siempre también, a la vez, el descubrimiento de que nunca se acaba de dar razón o de que no se llega nunca a la razón última, la estructura abierta de la interpretación es la que está aquí en escena singularmente bajo el nombre de Nietzsche. Nancy cree que el deísmo y el ateísmo son lo mismo porque ambas actitudes “piensan que un determinado principio da sentido a todo”, habría que, sin estar comprometidos con el “anarquismo total”, sospechar de “aquello que sólo pretende ser principio que dé un sentido primero o último”. El hombre aquí es pensado como “un ser vivo pensante y hablante”, que existe de manera concreta, más allá de cualquier substancialismo platónico o cartesiano o de cualquier otra clase, más allá de una identidad entre “el ser” y “el pensamiento”. El hombre en su alteridad o heterogeneidad personal o social, diferencia irreductible que hay necesidad de reconocer y proteger, más allá de la inclusión hecha por la cultura o del “modelo integracionista”, que pide al otro -como decía Derrida- “que se olvide, desde el momento en que llega”, de su lengua y cultura.
Actualmente se quieren subordinar las “artes de lo visible”, las artes de la imagen, “artes espaciales” o el pensamiento en general, a los imperativos de la “industria cultural”, a las exigencias del mercado financiero y mediático, “mercado de la comunicación”, en donde “la palabra”, “el sonido”, “la imagen”, “el pensamiento” son tratados como “objetos que se intercambian”. Esto nos lleva a cuestionar, por ejemplo en la educación, un “currículo pragmatista” según el cual “las divisiones del currículo se subordinan a las necesidades e intereses del mundo y se usan sólo si resultan eficaces en el desarrollo de la experiencia”.
Siguiendo al escritor Hillis Miller en su ensayo “Los Otros en el discurso de las Humanidades” enseñar e investigar hoy se definirían no como la conservación ni la acumulación del conocimiento ya conocido sino como “la invención y el descubrimiento de lo nuevo”, enseñanza inteligente e inventiva. Según Miller el “otro social”, al contrario de Jürgen Habermas, “para quien el diálogo tiene por horizonte un consenso conciliador”, “es realmente otro”, imposibilidad absoluta de negociar con “el Otro” por ser “totalmente otro”, alteridad que las estructuras curriculares deben tener en cuenta para no sólo incluir al “otro social” de clase, género, raza o “el otro político”. Hay autores que afirman que un currículo debe responder a demandas como el de ofertas curriculares en “black studies”, “women sudies” y otros, cambios curriculares como consecuencia de “manifestaciones estudiantiles” y “movimientos laborales en educación”, movimientos no regresivos.
La filosofía, como pensamiento del ser, es una institución griega que, como afirma Derrida, “no está determinada por un programa, un lenguaje o unas lenguas originarias”, sean estas greco-romana, árabe o germánica. Derrida recuerda, en más de un período de sus textos, la relación inseparable entre lenguas naturales y filosofía:”…No existe filosofía reducible a una formalización absoluta en una lengua convencional o técnica. Al igual que la literatura, la filosofía está indisociablemente ligada a los idiomas.” . Justamente la filosofía no es universal, como cree quien dice ser filósofo, porque se ha escrito en más de una lengua, “pluralidad de lenguas filosóficas” que cuestionan la “traductibilidad universal” y enseña, con modos de pensamiento que difieren o se substraen al “principio de razón”, cómo hablar más allá o acá de la identidad hegeliana, es decir, platónica, entre “el ser” y “el pensamiento”.
Derrida, cuando lee e interpreta las obras de la tradición filosófica, observa que “el sistema no funciona” ,reitera la diferencia afirmativa, insiste en “la imposibilidad de identificación, de totalización”, de cerrar el contexto, la posibilidad de una coherencia no sistemática en su pensamiento. Si la filosofía, como disciplina que estudia la verdad o la idea, es un discurso que forma un sistema, el pensamiento de la alteridad demuestra cómo el pensamiento mismo siempre está literalmente fuera-de-sí.
Derrida no sólo se ha interesado por los textos canónicos -Platón, Kant, Hegel, Husserl- sino también por otros marginales, llamados “menores”, “problemas pasados por alto o considerados en notas a pie de página”. Se podría demostrar, leyendo y escribiendo, cómo los textos de Derrida están más próximos a Kierkegaard o Nietzsche que a Hegel “desde el cuestionamiento de la interpretación de la historia como desarrollo”, concepción progresista del tiempo, tiempo orientado hacia adelante, principio de progresividad con el cual está comprometido el cristianismo, el cartesianismo y el jacobinismo. Derrida afirmaba que Kierkegaard, Nietzsche y Heidegger cuestionaban su pertenencia a un tiempo, sus meditaciones eran intempestivas, su incontemporaneidad las hacía contemporáneas . El pensamiento de la desconstrucción es posible, también por razones otras, porque no confía en ninguna periodización, enseña a no renunciar al valor de verdad, “pensar otra relación con la verdad”, “no renunciar a tratar la verdad”, seguir el pensamiento intensivo, pensar entre la idea y la imagen, en el límite del pensamiento, invirtiendo y desplazando el sistema de predicados de la metafísica occidental, sin destrucción o negación.
Las formaciones filosóficas cuestionan hoy en día, con prácticas como la desconstrucción, esta dialéctica de “la apropiación y de la alienación”, que tiene ,para Derrida, un “fondo cultural, colonial o neocolonial”, se interesan por un pensamiento de la alteración, “irreductible a la dialéctica, a la contradicción y a la oposición; un pensamiento afirmativo de la repetición cuya genealogía se establece con Nietzsche”(Derrida).
Si la investigación, siguiendo a Maurice Blanchot, es una manera de estar en crisis, entonces el “giro crítico de la investigación” no se cierra “sobre sí mismo”, no describe un período hegeliano, figuras del Saber Absoluto , institución filosófica y etnocentrismo de la cultura diferidas o solicitadas por el pensamiento de Derrida como, por ejemplo, cuando estudia en obras con estilos y ritmos diferentes, que la oposición entre “naturaleza” e “institución”,”physis” y “nomos”, está “en todas partes” y específicamente “en la lingüística”, en la idea saussureana del lenguaje como “sistema de diferencias sin términos positivos” , idea comprometida con un “pensamiento de la identidad” pero que, como afirma Geoffrey Bennington en una conferencia dada en México intitulada “Fundaciones”, se separa de la tradición cuando Saussure mismo indica que la institución del lenguaje es originaria, “pura”, es decir, que es “el principio y el fin de todas las instituciones”. Es interesante reiterar esto porque, según Bennington, el pensamiento de Derrida gira “en torno a”, es decir, investiga, cómo el origen no es simple, indicando que la institución de la metafísica es regida por un “esquema arqueo-teleológico” (Bennington).
¿Qué se espera de la filosofía en esta época de la mundialización? Derrida, al igual que otros pensadores que difieren en sus obras la tradición etnocéntrica occidental, hablan de cómo reiventar la filosofía, encontrar “otras categorías para conducir el análisis -y la acción política”, “poner en obra un derecho a la filosofía” en estructuras como la escuela, el colegio, el instituto, la universidad, los institutos de investigación. Esta democratización de la filosofía, de la disciplina que estudia “la cuestión de la verdad”, debe respetar la independencia de la misma con relación a la ciencia, la técnica y la cultura, cuestionar “el positivismo”, “el pragmatismo”, “el realismo”, que tratan de reducir “según diversas modalidades el campo y las oportunidades de una filosofía abierta y sin límites en su enseñanza y en su investigación”. El día de hoy la filosofía lucha, en diferentes países, por la extensión de su enseñanza a institutos técnicos, democratización de la enseñanza filosófica que no se puede negar a estructuras como las anteriormente mencionadas.
La filosofía aquí ahora cuestiona la “mundialización” -llamada así por Jacques Derrida y Jean-Luc Nancy- porque anula, por medio de instrumentos técnicos y programas informáticos, la singularidad diferente de la lengua y la obra, imponiendo hegemónicamente la lengua de los países soberanos, un “pensamiento único”, un consenso universal propio del capitalismo mediático, “capitalismo de libre mercado y de la democracia parlamentaria”, a los cuales debemos oponernos, escribir para resistir.
2 comentarios
Dice Hernán Montesinos para definir la filosofía:¨la respuesta es súper simple: cuando dicho pensamiento se universaliza¨
Esa simpleza es errónea. La filosofía se define como el conjunto de razonamientos lógicos y metódicos sobre conceptos abstractos que tratan de explicar las causas y fines de la verdad, la realidad, las experiencias y nuestra existencia.
Existen muchas filosofías; la palabra UNIVERSAL siempre es relativa porque hay infinidad de mundos teóricos y no existe ninguna idea que sea aceptada por todos los seres humanos.
Mucho se ha hablado respecto de la filosofía. Existen una multiplicidad de definiciones sobre ella. Sin embargo, la cosa no parece ser tan complicada como parece, cuando nos hacemos la pregunta de cajón: ¿Cuándo un pensamiento se hace filosófico? la respuesta es súper simple: cuando dicho pensamiento se universaliza. Así de simple. Esto quiere decir que no cualquier pensamiento adquiere la categoría de filosófica.
El ejemplo más claro es el pensamiento platónico de la metafísica. Ese pensamiento ha llegado a universalizarse de tal modo que ha penetrado la piel de cada uno de nosotros aunque, teóricamente la apreciemos como un pensamiento falso, un pensamiento que le hace el quite a la realidad.
El más claro ejemplo es cuando estamos en la playa viendo «una puesta del sol», el momento en que el sol se está escondiendo de nuestra vista. Todos aceptamos que es el sol el que se está poniendo o escondiendo, cuando en verdad el sol siempre está ahí, sólo que la tierra gira en torno de ella y es por ello que creemos y pensamos, equivocadamente, que es el sol el que se está poniendo, cuando en realidad es la tierra la que gira alrededor del sol. Y es desde este fenómeno visual que pensamos y creemos que es el sol el que se está moviendo, cuando en realidad es la propia tierra la que está girando alrededor de él.
Esto ya nos ´lo enseñó en sus clases elementales el filósofo marxista Politzer. Y a pesar de ello seguimos pensando metafísicamente en todos los órdenes de nuestra vida real.
La realidad la invertimos, la damos vuelta, haciendo creencia de puras ilusiones como aquella, la más nefasta, la creencia en dioses, distintos dioses, que en verdad nunca han existido, sino creadas por nuestra propia mente para darnos respuestas fáciles acerca de lo que es la verdadera realidad del mundo y de las cosas.