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Relaciones entre cine y literatura: el paradigma de William Shakespeare

por Maximiliano Curcio
Artículo publicado el 09/11/2018

Trabajo publicado anteriormente en:
http://www.el-cinefilo-blog.blogspot.com/ (año 2008)

 

Un resumen
Es válido señalar que la crítica de cine acerca el film a lo literario para establecer valores y la dimensión temporal del cine incorpora a éste la función de la narración, aunque en el cine siempre prima por encima de todo el trabajo del realizador. El cine es concebido primordialmente como representación de realidad producto de contar fielmente acontecimientos, como a través de la palabra la literatura recrea ambientes y sigue cierto hilo temporal de acciones. Entonces podemos afirmar que el cine independiza a la literatura de éste al describir el mundo. Antiguos realizadores (y desde los comienzos del cine mismo) utilizaban obras literarias para desarrollar films, como una gran bolsa de historias de la que se nutrían estética y narrativamente.

Palabras o conceptos claves: cine, literatura, adaptación, teatro.

 

INTRODUCCIÓN: LA LITERATURA EN EL CINE
La literatura es un sistema que crea situaciones narrativas, construye personajes y efectos de sentido ligados a lo genérico, cuyo plano de expresión es la lengua. El cine, por otra parte, es un lenguaje de expresión múltiple: la puesta en escena, el juego actoral, los planos, el montaje, el sonido etc. Así el cine cuenta al transponer una obra con infinitos recursos para adaptar su significación literaria. La adaptación puede codiciar parcial o profundamente un texto literario, por lo que textos relativamente pobres pueden convertirse en grandes films dadas las posibilidades expresivas y especificáis del lenguaje, que al observarlos desde un modo crítico se ponen de manifiesto como objeto de estudio de sus recursos.

Hoy en día un fenómeno masificado, como es sabido, la transposición más común conocida fue desde el teatro o la literatura. Actualmente hay ejemplos del cine a la tv, de series televisivas al cine y de éxitos masivos cinematográficos que se propagan a la novela. También cabe mencionar transposiciones desde el género musical al cine o de la literatura hacia el teatro. En otro orden, el fenómeno estilístico posmoderno ha permitido en el último tiempo múltiples transposiciones o que su paso por medio sea objeto de más de una versión. El análisis de este fenómeno nos obliga a conocer temas, géneros y núcleos narrativos que generan interés en una sociedad, cultura y época determinada.

Desde el estudio crítico también se establecen relaciones entre cine y literatura. El hecho de que el film y su dimensión temporal incorporan la sensación de narración, nos hace acercarnos a lo literario para establecer una valoración. Cierta corriente crítica sobre valora lo contenido en la escritura del guión por encima de la realización; sucede que si bien el cine narrativo (representación de acontecimientos reales que reproducen una línea de tiempo) tiene su origen en la novela. Éste independizó al cine de la literatura en su deber de describir al mundo a través de la palabra, ahora podía mostrarlo. Además, la base de exposición nudo y desenlace fue el punto de referencia de los cineastas primitivos.

 

SHAKESPEARE ADAPTADO
Luego de esta introducción al fenómeno de las transposiciones literarias tomaremos como ejemplo la obra de William Shakespeare y su transposición fílmica.

Los escritos del dramaturgo inglés siempre han sido objeto de revisionismo cinematográfico. Algo así como una inagotable dadora de argumentos desde donde los cineastas más reconocidos (Laurence Olivier, Kenneth Branagh, Al Pacino) han adaptado la obra del prolífico dramaturgo inglés a la gran pantalla. Desde la tragedia de “Enrique V” (1953) de Laurence Olivier, pasando por la comedia parodia de “Mucho Ruido y Pocas Nueces” (1993) o “Sueño de una Noche de Verano” (1997) de Branagh, quien también adaptó su propia versión de “Enrique V” (1988) y “Hamlet” (1992). Al Pacino por su parte, concretó su debut directorial en el documental “En Busca de Ricardo III” (1996), una libre adaptación de la obra de Shakespeare también fruto de múltiples transposiciones. Dicha libertad también se traduce en la llamada adaptación shakespeareana posmoderna: “Shakespeare Apasionado” (John Madenn, 1998) y “Romeo y Julieta” (1996) de Baz Luhrman toman riesgos artísticos para un acercamiento bien distinto a la obra del autor anglosajón.

Sin embargo hay un nombre que a lo largo de la historia del cine aparece unido a la figura y a la obra de Shakespeare: Orson Welles, profundo admirador del dramaturgo, su carrera actoral comenzó en la compañía de teatro Mercury cuando a mediados de los ’30 realizo adaptaciones de Shakespeare: “El Rey Lear”, “El Mercader de Venecia”, “Romeo y Julieta” y “Julio Cesar”. Ya dentro del terreno cinematográfico, su recurrencia se intensificó con muy personales, arriesgadas y violentas adaptaciones de “Othello”, “Campanadas de Medianoche” y “Macbeth”. Como es visto sobran ejemplos y las obras de Shakespeare han producido clásicas adaptaciones a la gran pantalla.

 

EL CASO MACBETH
Macbeth hace lo propio y, a manera de ejemplificar este artículo, examinaremos brevemente una de las obras más polémicas y celebradas del autor. De sus varias adaptaciones a la gran pantalla, destacan tres de todas ellas, provenientes las mismas de cineastas con estéticas bien definidas dentro del cine de autoría y originarios de latitudes y tradiciones fílmicas opuestas: el ya mencionado Orson Welles, Roman Polanski y Akira Kurosawa. Tres adaptaciones con concepciones bien distintas, pero igual de brillantes de un clásico de la literatura llevada a cabo por tres de los cineastas más grandes de todos los tiempos.

Macbeth, como ya apuntado, es una de las obras más populares de William Shakespeare. Es una tragedia en cinco actos, en prosa y en verso, que fue compuesta probablemente en 1606 y estrenada poco después. No se publicó hasta 1623. Macbeth es una tragedia acerca de la traición y la ambición desmedida. Está libremente basada en el relato de la vida de un personaje histórico, el rey Macbeth de Escocia del siglo XI. Macbeth resulta ser una propuesta muy interesante de Shakespeare, ya que nos encontramos ante el dilema de la normalidad y anormalidad de Lady Macbeth y sus demás personajes que interactúan dentro de toda esta trama de asesinatos e intrigas por el trono de Escocia.

Orson Welles hizo su “Macbeth” (1948) en un mes, dicen; con un presupuesto ridículo y decorados de cartón piedra armó una obra magistral que todavía impresiona por su fuerza dramática y la nitidez con que la obra de Shakespeare llega hasta nosotros. Su interpretación, contenida y estridente por igual, adornada por su maquillaje y su indumentaria vikinga, hacen del Welles de Macbeth el más feroz de todos los llevados a la gran pantalla.

Brutal y de naturaleza bien distinta a la obra original, “Trono de Sangre” (1957) de Akira Kurosawa, posiblemente la menos fiel a la obra de Shakespeare, pero sin duda la más terrible a nivel psicológico y con una Lady Macbeth tan fría y distante que incluso su delirio final deviene en satisfacción para el espectador. Es una asimilación perfecta a la historia y la cultura japonesas de una obra dramática occidental, una apropiación con la que Kurosawa logra devolvernos -una vez le ha dado los rasgos de cuento japonés- un film universal que en nada desmerece de la historia original, convirtiéndola, por obra de su genio fílmico, en visible y comprensible que rompe con la milenaria tradición de la historias feudales y sus códigos de respeto y honor.

El “Macbeth” (1971) de Roman Polanski, posiblemente en lo dramático el más endeble, pero también el más espectacular; es una excelente obra nacida de los infiernos del realizador, que se ven traducidos en el film en unas brutales escenas. En lo ilegitimo del poder de Macbeth está la trasgresión, es la que supone el asesinato en sí y como medio para ostentar el poder real y así dejar en claro que no hay un arte capaz de descubrir en un rostro lo que encierra el alma humana, tomando del mundo la apariencia y mostrando el lado del rostro que oculta la verdad.

Como se ve, desde lo estético, lo formal y lo conceptual, tres acercamientos bien disímiles a un mismo relato. La huella de la obra original está allí presente para establecer qué tipo de cercanía tiene con la obra fílmica, que tipo de espectador cuenta con el interés de esas obras que no en vano han permanecido vigentes al paso del tiempo. En el film, cabe aclarar, la huella que el acontecimiento ha ocurrido es la imagen y una adaptación fílmica está sujeta a varias interpretaciones y juicios posteriores, evaluación primaria y próxima a cualquier expresión artística que se precie de ser tal.

Concluyendo este artículo, podemos establecer que el imaginario personal de cada lector provocado por el libro dejara la adaptación de la historia sujeta a la mayor de las subjetividades, más allá de la fidelidad o no con que se retrate la obra respecto de su original. El cine fija el tiempo, la huella es la imagen del acontecimiento y en el libro los acontecimientos son la palabra del autor. En este caso Shakespeare, nada menos.

Maximiliano Curcio
Artículo publicado el 09/11/2018

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