EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Sobre funcionarios del arte, la tradición de derechas y unas bienales objetivadas

por Claudio Herrera
Artículo publicado el 09/12/2008

Ustedes saben –digo esto al pasar-
que hay una especie de leyenda,
de rumores que se corren,
de que los pintores serían criaturas incultas
y no muy listas.
Gilles Deleuze

La ideología –manifiesta y latente- del arte contemporáneo es imagen-mundo (1). Este tiempo de exultante y a la vez opaco liberalismo nos ofrece nuevas adscripciones por lo instituido, lo disciplinar y lo legitimado. El asunto de fondo es que toda operación artística, si quiere funcionar y circular hoy, local o globalmente, debe autocorregirse con una serie de condicionamientos que van desde lo político militante hasta lo esencialmente pedagógico. De seguro el “discurso del arte” vive una perdida de matices ideológicos. Son muy pocas las voces que llevan la critica en asuntos determinantes. Lo pedagógico es en sentido estricto el ámbito del academicismo sobre la esfera del arte, el escenario de clase que debe componer, si o si, su “transparencia social”. Este academicismo dejaría en evidencia un campo de subjetividades sin singularidad y una inactual economía del discurso artístico. ¿Cómo es esto? A primera vista creo que la espectacularización del arte va en detrimento de un yo reflexivo que logra imaginar mas allá de las modas. Esta ideología artística actualizada en diversos dispositivos e ideogramas estéticos dominantes funciona por “sobrepeso”. Los que allí dentro actúan legitimándola, evidencian una falta de rigor político al no reconocerse como clase clientelar del mercado y de la ficción cultural.

Un ejemplo: la bienal llevada a cabo en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile a inicios del 2006 -hace ya mas de dos años- expuso nuevamente el tope de los condicionamientos políticos y académicos imperantes, que son, como ya lo he dicho anteriormente completamente nefastos. Son nefastos y empobrecedores, pues siguen representando a un sujeto dominado, sin recoveco, sin nada que decir. Los trabajos expuestos carecieron otra vez de responsabilidad histórica, operando en función de un narcisismo colectivo que poco le deja al receptor. ¿Obras sin intimidad política?, ¿dónde están los discursos anónimos? Se habita el museo para dejarlo intacto, para no resquebrajarlo.

En esa pasada bienal como también en las otras restantes debieron exponerse obras que manifestasen un desprecio por el presente y por el futuro. Trabajos actuales que dialogaran con las tradiciones, menoscabándolas o recuperándolas, pero yendo contra ellas. Lógicamente nada de esto ha ocurrido. Hay tramoyas largas y demorosas que explican la imposibilidad de generar obras autónomas, anómalas o inesperadas y que son las que de verdad importan; por lo general estas no se exponen, se omiten; están seriamente excluidas (2). Puede ser una inesperada toma fotográfica, un quebrado objeto o una desmesurada pintura. No obstante, la excentricidad formal hacia lo espectacular es gusto de la ignorancia clasista, del clima “globalizado” y de la “teoría burguesa” que hoy rebosa en las universidades privadas.

Por lo mismo fue de nuevo fecunda la autorreferencia plástica, en exceso banal ypandillera (3) exhibida en esta Bienal. Torpeza militante la de aparecer por aparecer, del hacer por hacer. Otra vez, la ignorancia política del arte chileno deja su huella sublimada en la “complejidad” de unas instalaciones de propaganda, en un arte objetual irrelevante, performativo y aburrido. Y he aquí entonces un síntoma que pasa nuevamente inadvertido entre los propios artistas: su propia y personal activación hacia la agitación reformista. Un inabarcable funcionarismo lleno de publicidades que parecieran obras y que –por cierto- Artes y Letras las publica extensamente para validar también su proyecto ideológico. (solo una necesaria ociosidad puede hacer leer hoy las notas que escribe Waldemar Sommer o las de los otros tantos cronistas que allí escriben sobre arte).

Los enunciados teóricos que están detrás para sostener estas obras no hacen más que cumplir relaciones de sumo cuidado con las apreciaciones mediáticas -todas lo suficientemente reaccionarias para inhabilitar cualquier disenso verdadero-, y que por lo general se encuentran en estado de dominancia institucional. Lo que se nos viene encima con cada una de estas bienales es una masa de objetos discursivos que se hacen trizas apenas uno habla del poder político. Y la larga lista de “comodines autorales” que hacen de avanzada formal es el detalle de una superestructura que viola y cuida sostenidamente a la “praxis artística”.

¿Arte de la clase dominante?
Vamos por parte, desmontemos algo este asunto. Una primera cuestión atañe a los posibilidades pedagógicas que hacen parte de la novel cultura artística criolla. Las cosas son duras y sutiles a la vez: los artistas que desde hace ya 15 años se “educan” en el terreno de las Bellas Artes provienen de una clase social consabida pero no revisada. La derecha tradicional. Nietos e hijos de abuelos y padres fachosque veneran, si o si, a la junta militar con su negociable dictador a la cabeza. La familia ha aceptado de buena fe los intereses estéticos de su prole. Así las cosas, estos jóvenes que respetan aun mucho a su familia de derechas hoy hacen “arte contemporáneo”, ¿y que es lo contemporáneo para ellos? Si este es un dato menor –que por cierto nadie expresa, porque si esto ocurre, se va a la mierda el mercado de las nuevas instrucciones artísticas-, mejor no hablar de arte y universidad, pedagogías y climas discursivos, y obviarlo todo como se obvian otras tantas cosas sobre las instituciones escolares chilenas (4).

Y bueno, lo contemporáneo -seria entre otras cosas- un cúmulo aun impreciso de prácticas capitalistas, es decir, ficciones generadas por los atributos materiales e imaginarios de un “mundo globalizado”, un escenario teatral en donde cabe menos la individualidad, y operan más los fetiches. El mundo se habría tornado cada vez más asimétrico. La “intimidad del arte” ha sido violada por el mercado, el mainstream, y el espectáculo. Y de esto poco se dan cuenta los propios artistas; mas bien se dejan llevar por la misma falta de singularidad que se propone y germina desde el tardo capitalismo. No nos confundamos: la infinita ventana de imágenes que ofrecen los medias, no hace mas que reincidir en la objetivación cultural del Imperio. Todos están aprendiendo lo mismo; muy pocos buscan el recoveco y los pliegues experienciales. Desde el “mundo del arte” –que compone a su medida una visualidad institutiva-, lo contemporáneo seria también el agotamiento del mundo.

Alumnos entonces sin cultura critica en la enseñanza del arte. ¿Qué es esto? Lo decisivo de este asunto es la garantía epistemológica con el neoliberalismo, con el fascismo, con las camarillas y con la exclusión social y económica, por solo nombrar unas pocas cosificaciones legitimadas y a no tocar. Los que hacen de artistas creen más que otros militantes que ellos viven la y en democracia. ¡En fin!, ¿para que seguir escribiendo sobre las practicas del arte?

Artistas Troskos o del Frente, algún Mao. No es el asunto. Esto no existe, es solo un mal chiste respecto del hijo del obrero metalúrgico que estudia arte en la Universidad del Desarrollo. (Sirva un poco de ejemplo la interactiva y políticamente correcta película Machuca). La clase política tuvo que ir a ver este estereotipo político hecho cine dominante para recordar aquellas tristes situaciones en el que los primos y los hermanos de la elite militante anduvieron enemistados por efecto de una moda sesentaiochista. Algunos entenderán. Hay que ver cine chileno para resumir el agotamiento del mundo, o lo mismo, hay que militar en el PPD o en el P.S. para vivirlo.

¿Quienes están a la cabeza de los nuevos negocios pedagógicos del arte en las “universidades” Finis Terrae, ARCIS, UNIACC y Mayor? La pedagogía del arte allí dentro no puede ser sino un simulacro, una ficción para los jóvenes ricos y de derecha que quieren ir de Bienal en Bienal tomando imágenes fotográficas y haciendo “instalaciones” a lo Tiravanija, a lo Orozco. Porque la enseñanza del arte en esos reductos no es más que un nuevo y más amplio paisaje familiar. Las estructuras mentales (derecha/izquierda, publico/privado, moderno/premoderno) se vehiculan espacialmente en una extraña mezcla biográfica entre lo familiar y lo escolar. Los muchachos se conocen de antes. Uno puede nombrar efectos  de esto, y que ya abollan el deteriorado curso político y simbólico del arte. Pero estas cosas en Chile no interesan desde el arte; no conviene herir el narcisismo de la noble tradición escolar de las familias herederas. ¿Herir los cimientos de la sociedad objetivada? El Chile de hoy es un cabroneo de clase muy cobarde.

Y los noveles artistas, ignorantes por sobre todo, del continuum en que se ha ido constituyendo eso que se hace llamar hoy “arte contemporáneo”, (5) no pueden sino solo hablar de los documentos suministrados por sus “maestros”. Este profesor intentara prestarle ropa a los jóvenes mas calificados, a su prole regalona, haciendo que lo pagado en esos años de estudio se justifique de veras en la trayectoria completa de estos artistas.

¿Para que recordar los setenta?, ¿quien lo hace? Por eso también el arte que deambula en los medios es casi idéntico en sus secuencias de imágenes tras imágenes, siempre es el mismo canon académico hasta cansar. Y por eso, a mi personalmente, esa información me dice tan poco, me parece majadera y llena de ignorancias varias; es un arte circulante que cagonea la historia porque no la conoce. Es un tema personal. ¿Se puede exigir diferencia a la consagración tribal del fuhrer?Los mismos intereses formales, las mismas disposiciones temáticas, la misma falta de memoria. ¿Registrar por registrar?, que otra cosa se puede hacer desde el apologético mundo de los privilegiados. ¿Se puede ser buen artista siendo hijo o hija de unos papis fachos? Si y no. Todo depende de las fisuras y las discontinuidades por generar. Solo eso, imágenes de un mundo en fractura con el orden social tradicional, y resolver al menos estéticamente la herencia de tantas palabras insolventes e innecesarias en la sobremesa de derechas. No obstante es difícil encontrar esto, y lo que predomina es la quieta solemnidad de un universo post-histórico, “democrático” como le llaman hoy los socialistas de partido. Así y mal llamada, -esta post-historia- nos puede servir de acotada unidad conceptual para identificar el neo-colonialismo habido en infinitas rutas de imágenes que llegan y rápidamente se van. Los artistas son sujetos más que pudorosos respecto de los procesos que condicionan el tiempo de vida. Con una sociedad plenamente administrada, el arte no puede ser sino unidimensional, impregnado de unos valores dominantes que hacen del trabajo artístico un cliché de tarde veraniega en Maitencillo.

NOTAS
1 La cultura artística contemporánea es hoy más que nunca una cultura de la velocidad y la imagen. ¿Que nuevas subjetividades se están produciendo en este nuevo “interior estético”? o ¿qué tipos de lenguajes estéticos se están objetivando en este proceso de cercanía emocional con la imagen agobiante? El espectáculo invade impunemente todos los rincones habidos de la praxis artística contemporánea, reduciendo, si o si, e ilimitadamente operaciones que pueden ser definidas ciertamente de vanguardistas o experimentales. Y su mutación cognitiva –la del arte- operaria hoy muy cerca de las corporaciones, de un  nuevo poder institucional y mas hegemónico. ¿Qué es esto: arte y corporaciones?, y ¿qué incluyen y excluyen estas dinámicas materiales? Lo que predominaría es una estética neo colonialista adornada de imprevisibles funciones discursivas.
3 Un ejemplo triste de esta persistencia hegemónica es el documento “Copiar el Edén”. Uno lo abre y quiere cerrarlo de inmediato. Mamotreto bastante impresentable desde el inicio al fin. Se escribe allí lo que ya tanto se sabe de forma majadera, ¿había que sistematizarlo de manera tan pesada y tan poco inteligente, y con tan malas imágenes? Concita este “catalogo” un funcionarismo difícil de ser entendido hoy. Esto difícilmente se ve en otros lados. El localismo academicista y la pretensión cosmopolita tipo “ProChile” ha sido el rotulo desarrollista por el cual cosas de este tipo llegan a editarse. Es tal su falta de contemporaneidad, su hegemonismo pandillero, el resumen desesperado de tramar algo que no existe. ¿Y si existe, a quien de veras le importa?, ¿a las universidades de Eslovenia o Zaire, a los Estados-Nación de América del Norte, o a los museos brasileños? Porque los lectores verán en esto cualquier cosa. Quienes caen en la trampa de editarse allí, se exponen a unos diagramas instituidos por un inmediatismo sin autonomía. De nada y a nadie sirven que se repitan los mismos acentos académicos. Editarlos y juntarlos es llevar la ficción al tope. Recuerdo también otro “documento impresentable”, éste era casi una broma: el catalogo de la penúltima versión de la bienal del Whitney. Es bueno verlo para entender lo que decía mas arriba. Dos modos distintos de burocratizar a la rápida la hegemonía de ciertos lugares, nombres o formas. Muchos aun creen que el arte es una operación de mercadotecnia publicitaria sin rigor y sin riesgo. Tal como lanzar una crema anticelulitis al mercado de masas.
4 Adorno escribe: “No son pocas las cuestiones acerca de las cuales la mayoría se abstiene de manifestar su verdadera opinión por temor de las consecuencias. Con rapidez ese temor se convierte en una censura interior, que se vuelve autónoma como tal y que, por último, no solo impide la manifestación de ideas incómodas, sino de las ideas mismas”.
5 Es demasiado notoria la ignorancia histórica y conceptual del arte que existe en las nuevas generaciones de “artistas”. Buenos para ver a la rápida, tienen a la editorial Taschen como documento normativo del arte contemporáneo. Poco saben de vanguardias y experimentalismos de diverso tipo.
Dadas las características hegemónicas de la ideología universitaria, no es de extrañar que de las “escuelas de arte” broten “artistas” que mas bien parecen comunicadores sociales de la cultura visual dominante que hacedores de arte. Serán estos, los futuros “gestores culturales” nacidos para diseñar las nuevas ofertas y demandas del campo a constituir. Escuelas cómodamente reaccionarias como la “Del Desarrollo”, o la “Finis Terrae” seguirán los pasos gremialistas de la “Católica” para inundar al campo del arte de chicos viajados, letrados y que hablan ingles. Eso es lo que se recompensa. Esa es parte de la inteligencia actual del arte. En el caso de la U de Chile, la interiorización del Estado, o lo mismo, la anestesia política inyectada a una ya larga camada de artistas provee y proveerá de muy mal arte. Serán además, más militantes que los anteriores. Recordemos que la activación de la ignorancia política del estudiantado artístico es la fina tecnología en que ha incurrido el poder académico para legitimar y objetivar una serie de discursos de salón. En la Chile ha sido política el aprender a pintar terciopelos y sillas. Allí esta una parte importante del arte contemporáneo criollo. Si es cosa también de leer a los nuevos filósofos del arte. Teoría del Derecho, relatos trasnochados sobre la vanguardia y sobre lo sublime. Empezaron a leer y a ver rapidito sobre esto que se hace llamar arte. Es clientela solapada de las políticas culturales en la falta de Estado. Hay que vigilar mas este productivismo palabrero. El arte es allí como en Artes y Letras: un falso debate, paja molida. De tal modo, los intereses del poder el arte los hace propios.

 

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Requerido.

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