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Teresa Wilms Montt

por Hernán Ortega Parada
Artículo publicado el 25/06/2009

 

«Tristes somos aquellos que no hemos nacido de los dioses».
T.W.M.

 

Con esta simple frase autodefine su destino la escritora que más profunda y emocionalmente ha estremecido a la literatura chilena. Y no dejamos en el olvido a Gabriela Mistral (1889-1957), María Luisa Bombal (1910-1980), María Carolina Geel (1911-1995) y, quizás, alguna otra; mujeres inteligentes que vivieron estremecidas, más que por sus actos, por las inmisericordes convenciones sociales. Y coinciden en su pertenencia al período de la historia en que la cualidad de la mujer no alcanza a ser reconocida en su plena majestad aun cuando varias destacaron por su frontal lucha genérica, entre éstas, sin dudas, Teresa.

La realización de un film que es estrenado en estos días no hace sino activar la sensibilidad de observadores, algunas exactas y otras, eco de los ecos. Su caso es visto desde muchas ópticas: paradigma de la situación social de la mujer cuando despierta el siglo XX; escritora de vanguardia en su tiempo, que escribió los dictados de su introspección. Y otras, que son más pobres, como ensalzarla sólo por su belleza. «Sin duda, la mujer más trágica de la literatura chilena de este sigo», dijo Martín Cerda, el lúcido ensayista. Sin embargo, ocurre algo que ya es tema alarmante en la cultura nacional, como la mala memoria, la inercia, el escaso interés por escritores que no venden: se saben hechos aislados de la vida de esta mujer y, tal vez, se sabe menos de lo pensado. Los esfuerzo de Ruth González, «Teresa Wilms Montt: un canto de libertad», biografía editada en 1993, y la obra completa recogida en 1994, a pesar de no ser documentos perfectos, muestran una gran radiografía de esta escritora mirada en menos porque no saben situarla en el centro de la época real. Y esperamos que la pantalla no muestre una imagen deformada por el desenfado del siglo actual.

«Mística tú, diferente en todas las místicas y los místicos, mística del amor y el dolor impensados», escribe Juan Ramón Jiménez. «Teresa Wilms es la mujer más grande que ha producido la América», Vicente Huidobro. Pero hay más, en Italia es divulgada su obra en agosto del 2008: la revista «Poesia» dedica la portada y catorce páginas a recordarla. Es comparada con Emily Dickinson y Virginia Woolf. «Fue una cocotte«honesta», de impronta cerebral, una santa y una mística, una figura gótica del género de Collins y De la Mare, la «inquieta dama de blanco», siempre en fuga de los otros y de sí misma…»

No es la ocasión para agregar más a las apologías, ciertamente justas, que identifican a esta figura extraída del laberinto por los dioses del Olimpo.
Escribo sobre ella por dos razones: en mi familia se guardaba en secreto el libro «Lo que no se ha dicho» (Editorial Nascimento,1922). «Una fuerte dosis de veronal y algunos desesperados días de agonía en el hospital Laennec de París, han sido el epílogo de la existencia arbitraria, hondamente triste, de Teresa Wilms, muerta en flor de juventud y de belleza.», es el arranque del prólogo de Gastón Carrillo, quien, como en muchos casos, no capta la belleza ni la profundidad de esos textos literarios reunidos un poco al azar, algunos son traducciones del francés. «Sus tres primeras obras no son más que una queja repetida en la misma cuerda: el soliloquio monocorde de una alma enferma de tristeza, ahogada por la melancolía que le infundió la muerte irreparable de un amor único», es la sentencia crítica que alejó a la escritora del aprecio literario desde entonces. Al contrario de Gabriela Mistral: los «Sonetos de la Muerte, ganadores de los Juegos Florales de Santiago (1914), la iniciaron en la fama. Quién sabe en cuánto habra influído en Teresa el pensamiento libre de Gabriela. Cuando cayó en mis manos adolescentes aquel libro, iluminó un sentido romántico que dejó de ser tal cuando tuve, muchos años después, el panorama crítico de un período trasnochado. María Flora Yáñez, nacida en 1891, también bella y rodeada de comodidades desde la cuna, me hablaba del problema de ser mujer en su tiempo; entre otras cosas, tuvo que usar seudónimo (Mari Yan) con el objeto de publicar sus primeras novelas.

Teresa fue la segunda de siete hijas de Federico Guillermo Wilms Montt y Brieba y de Luz Victoria Montt y Montt. Veamos una breve cronología:

1893 Un 8 de septiembre, nace en Viña del Mar.
1910 Era aficionada a concurrir a la ópera, y allí conoce al que será su esposo, Gustavo Balmaceda Valdés (1883-1924), sobrino del ex presidente José Manuel Balmaceda. Los novios tienen la férrea oposición de la familia Wilms que, tras el matrimonio, no desean verla de nuevo.
Los recién casados se fueron a vivir a Santiago, donde la vida cultural atrapó a la mujer. Su belleza llama la atención en los salones, hecho que ocasiona celos en Gustavo. Suelen tener discusiones.
1911 Nace Elisa.
1912 El matrimonio se traslada a Iquique por razones económicas del marido. La ciudad vive el esplendor del salitre.
1913 El 2 de noviembre nace Silvia Luz.
Teresa está escribiendo con el pseudónimo «Tebal» en la prensa local.
1914 Gustavo abusa del alcohol y del juego. Teresa frecuenta tertulias literarias con librepensadores, donde conoce a la anarquista española Belén de Zárraga. Se interesa por la condición deprimida de la mujer.
Conoce a Luis Emilio Recabarren y a Teresa Flores, ardiente feminista.
Visita imprentas, hospitales; es admirada por donde circula.
Pero: «Yo abusaba del licor, de los cigarrillos, del éter, etc.,etc.».
1915  En ese ámbito de bohemia, inquietud social y desajustes matrimoniales, ha conocido a Vicente Balmaceda Zañartu (1885- 1921), primo de su esposo. Se descubren cartas que se refieren a sentimientos amorosos entre ellos. El escándalo estalla al interior de la familia Balmaceda.
8 de octubre, Teresa es obligada a ingresar al Convento de la Preciosa Sangre, de Santiago. Un «proceso» al interior de la familia le ha quitado la tuición de sus hijas en beneficio de sus abuelos paternos.
1916 En la soledad, comienza un diario íntimo. Para liberarse del dolor, el 29 de marzo intenta suicidarse con morfina. Sus padres, a pesar de negarle apoyo personal, en secreto acuerdan financiarle el exilio.

En junio, «huye» a Buenos Aires, resguardada por Vicente Huidobro.
1917 Sus dos primeros libros tienen gran éxito en la capital argentina. Pero, un joven admirador suyo, Horacio, de 19 años, se suicida al no ser correspondido para siempre.
1918 Viaja a Nueva York (arriba en enero). Fue acusada de espía alemana y estuvo privada de libertad. Se va a España. Gran amistad con Ramón del Valle-Inclán, Gómez Carrillo, Gómez de la Serna y del chileno Joaquín Edwards Bello. Tomó el pseudónimo de Teresa de la Cruz.
En agosto retorna brevemente a Bs. As.  De nuevo en Madrid, establece allí su domicilio. Viaja a Londres y varias veces a París.
1920  Tiene un breve encuentro con sus hijas, en París. La nueva separación no la puede resistir sin drogarse, sin dejar de fumar y de comer poco.
1921 Fallece en París, el 24 de diciembre, intoxicada con veronal.
Como no queremos ir más allá de una semblanza, podemos enumerar su obra:

1917 «Inquietudes sentimentales» (poemas en prosa, con grabados de Gregorio López Naguil, Buenos Aires)
1917 «Los tres cantos» (Buenos Aires)
1918 «En la quietud del mármol» (elegía, publicada en Madrid)
1918 «Anuarí» (Prólogo de R. del  Valle-Inclán, Madrid)
1919 «Cuentos para los hombres que son todavía niños» (Buenos Aires)
1922 «Lo que no se ha dicho» (selección de textos inéditos y otros ya
publicados: «Páginas de diario», «Con las manos juntas», «Los tres cantos», «Del Diario de Sylvia» y «Anuarí»).
1994 «Libro del camino. Obras completas de Teresa Wilms Montt» (Ruth
González, Ed. Grijalbo, Santiago)

La vida de la escritora ha sido llevada a largometraje digital por la chilena Tatiana Gaviola. Veremos la historia en pantalla de cine (y después en TVN), interpretada por los actores Francisca Lewin (rol principal), Diego Casanueva (Huidobro) y Pablo Ogalde (Gustavo Balmaceda).

Sin embargo, mencionamos un segundo motivo para escribir esta nota. Se sabe que Teresa posó en España para Julio Romero de Torres (primer viaje) y posteriormente la retrató Anselmo Miguel Nieto.

Y todos estamos en conocimiento de su irreal belleza a través de dos o tres fotografías que son tópicos referenciales de su persona. Lo que se ha dicho por escrito no hace más que confirmar que esa mujer no era de este mundo. Una visita ocasional al Museo Histórico Palmira Romano, de Limache, nos puso frente a frente a un retrato maestro firmado por Antonio de la Gándara (1862-1917), de quien no tenemos otra información. Es un óleo de m/m 35×50 ctms.(enfocamos con cámara digital sin flash, con autorización), que pudo haber sido pintado en Santiago después de nacer Elisa.

Una pequeña placa de bronce dice «Teresa Wilms Montt». Lo demás es admirar sus ojos «glaucos» (como decían los modernistas) y encontrar su alma, esta vez tranquila, apacible. Está un poco gordita y su boca es «carnosa y breve». Y esto sería suficiente por ahora. Es un deber mostrar esta joya iconográfica.

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3 comentarios

Soy poeta,busquilla e investigadora de la vida y obra de la más grande depositaria de sentimientos de amor, que he conocido jamás.
TERESA WILMS MONTT, aparece a comienzos de un siglo confuso y arrogante.
Sus extraordinarias y sobrenaturales virtudes, le hacen merecedora por sí y para si, de una de las más profundas transformaciones humanas y de género que mujer alguna pudo haber soportado jamás.
Ella, limpia y pura…con un don que la poseyó hasta el final de sus días, no hace otra cosa que identificarnos con una de las expresiones más absolutas del ser humano…SU LIBERTAD.
Los chismes y la apariencia…el egoismo y machismo, el doloroso rechazo que recibe de sus propia madre, la harán concebir en la profundidad de su pecho y en lo hondo de su fecundo corazón, una de las más dolorosas despedidas que segundo a segundo, ella misma comienza a embadurnar los espejos de su angustiado y cansado corazón.
El concebir a Teresa Wilms Montt,
como inspiradora de conexiones sensoriales, donde retorna, fluye y se muestra eterna en su realeza de mujer-poeta,es cuando nos viene a enseñar y a proveer de la misma fuerza gestora y fecunda que su puño y letra bautiza cada uno de los versos que ella misma declama en el amanecer de la nueva poesía femenina chilena.

Por Elina Torres Verdugo. el día 04/10/2014 a las 15:30. Responder #

Viste el film y te gustó. Leíste la obra literaria de Teresa, y te gustó. Me parece bien. Salvo de que suelen ocultar el hecho de que, siendo una aristócrata se dio cuenta del sufrimiento del pueblo trabajador de las salitreras e hizo denuncio en la prensa. Por sospechas de adulterio, un tribunal de hombres de la familia la hizo encerrar y le quitaron sus dos hijas; asunto absolutamente ilegal e inhumano Tuvo que huir del país. Sin embargo, creó una gran literatura considerando la fecha. La serie de films sobre grandes mujeres chilenas, no dice la verdad; y muestran escenas de sexo para vender. Eso forma parte de la cultura chilena siglo XXI.

Por HERNÁN ORTEGA P el día 30/09/2013 a las 22:24. Responder #

Yo vi la película chilena que fue interpretada por Francisca Lewin, la llamaron «Teresa Crucificada por Amar», me gusto mucho… la vi en el TVN… y dios me encantó la película. Empecé a leer algunos de sus libros a pesar de que murió joven hizo muy buenos libros…

Por Cristina el día 23/02/2013 a las 00:50. Responder #

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Requerido.

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