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Cambios socioculturales y económicos

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 20/12/2006

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

Chile está inmerso en un proceso de transición histórico tan medular como complejo. Este proceso tiene dos vertientes que van paralelas mezclándose entre sí, y son: por una parte, es cultural, de género y, por la otra, económico-social. La complejidad de un proceso de esta envergadura crea dificultades y problemáticas múltiples de calado. Por ello, es necesaria una exploración analítica sociocultural y socioeconómica en un intento por localizar y exponer los problemas principales de esta etapa histórica que vive Chile para, así, tener una visión panorámica de su problemática e, intentar, proponer posibles soluciones.

I. Problemática sociocultural de género
Esta etapa está marcada por un dato esencial: una mujer alcanza por primera vez la presidencia del país y está dirigiendo este proceso histórico. Esto implica un cambio sociocultural de enorme magnitud y proyección. El avance de posiciones de género en la sociedad alienta reacciones contrarias, despertado las actitudes androcéntricas más cavernarias. La élite, acostumbrada a parámetros patriarcales en sus relaciones sociales y políticas, no asimilan la nueva forma de liderazgo femenino. Esto lo hemos visto en hombres dentro de la propia coalición de Michelle Bachelet, poniendo siempre en duda su capacidad de liderazgo. Esta reacción puede extrapolarse a toda la sociedad ―formada (o mal formada), como la élite, bajo los estereotipos del patriarcado― que no puede asimilar que el liderazgo que ejercen las mujeres es diferente al de los hombres; no son ni mejor ni peor, son diferentes y, en el caso específico de la Presidenta Michelle Bachelet, su característica principal es suaviter in modo, fortite en re ―”suave en las maneras y decidida en la acción”―.

El proceso de aceptación y asimilación de un nuevo comportamiento y visión cultural, es muy lento y agrega dificultades extras a la gestión de Michelle Bachelet, ya que un cambio cultural se vive en el inconsciente de cada persona y su internalización es muy lenta. En el inconsciente de cada chilena y chileno se están librando combates diarios entre, por una parte, los prejuicios y estereotipos de género dominado por el machismo y, por la otra, el valor y la proyección sociocultural de la igualdad de género en la sociedad.

El proceso colectivo, incluyendo a la élite política chilena, de aceptación de la mujer en los espacios de poder y en el que se toman las decisiones ocupados por milenios sólo por hombres, hace que sean cuestionadas el doble que los hombres, que tienen igual ocupación, para llegar a cualificarse en forma positiva e igual que a los hombres.

El problema en una sociedad de patriarcado con machismo estructural tan arraigado como el de Chile, es que se juzga a una mujer que ocupa un alto cargo sólo con una lupa machista gigante siempre cuestionándola y prejuzgándola sólo por su género sexual. Esta perspectiva androcéntrica jamás podrá ver la “realidad” porque no tienen o no conocen otra configuración. Otra tendencia de este fósil ideológico que es el machismo, es poner a un hombre al lado de la mujer con poder atribuyéndole a éste una influencia desmedida en todo lo que hace y dice. A la Presidenta Michelle Bachelet le han puesto primero el presidente del partido Socialista, Camilo Escalona y, después, su ministro de Hacienda, Andrés Velasco, que lo han transformado en el auténtico Rasputín de su gobierno.

El cuestionamiento a la falta de liderazgo bacheletista dentro de la Concertación no tiene base real. Bachelet no se cansa de apelar a la unidad; a mejorar la convivencia política; a centrarse más y mejor en las reformas que son viables, sin discriminar el debate para mejorar la calidad de la política, etc. Implementar una renovación generacional y llevar a cabo la paridad de género en su gobierno, por primera vez en la historia de Chile, es una apuesta política renovadora no sólo para la Concertación sino para Chile, y posee una gran valentía por el enorme riesgo para su propia imagen política y para su liderazgo. Lamentablemente, muy pocos perciben estos esfuerzos y pareciera que la escuchan pero no la oyen y la miran pero no la ven. ¿La razón de esta sordera y ceguera?, porque tienen instalado el audífono y las lentes machistas. La problemática de género es difícil de “dirigir” porque es un fenómeno sociocultural que tiene su propia dinámica y son de larga data y amplísima dimensión en el tiempo. Esto implica que durante toda esta gestión todo lo que diga y haga Michelle Bachelet pasará por el filtro machista de sectores demasiado amplios, especialmente de la clase política, que, como todo indica, va varios pasos por detrás de los de la ciudadanía.

Este atentado a la dignidad de la mujer que es el machismo cruzará todo este gobierno. Y una solución inmediata no existe. Más bien, habría que apelar a eso que Bachelet llama muy coloquialmente “tener ñeques” para resistir este verdadero y ya casi linchamiento de acoso político público en su contra que afectará a toda su Administración. Importa, sí, dejar constancia de este problema sociocultural.

II. Problemática socioeconómica
Por otro lado, paralelamente al choque sociocultural que produce el género sexual de la Presidenta, Chile está inmerso en otro proceso histórico que va paralelo al anterior: la transición que va de ser un país subdesarrollado a uno desarrollado.

La Concertación se ha inclinado por lo que el economista investigador y funcionario de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), Javier Santiso, ha planteado. Su tesis central apunta al desarrollo evolutivo pragmático que se ha impuesto en las principales economías de América Latina, las cuales han ido desechando las soluciones económicas maximalistas para solucionar los eternos problemas del continente, y se ha pasado del “mundo ideal al mundo posible”, implementando lo que Santiso denomina como “la economía del posibilismo”; vale decir una desideologización de la política económica, poniendo el caso chileno y brasileño como paradigmas de este fenómeno (Javier Santiso, La economía de lo posible. BID Banco Interamericano de Desarrollo, Argentina, 2006).

Si exploramos desde esta óptica el caso chileno, vemos que se han aplicado todas las teorías económicas maximalistas desde el siglo pasado. En efecto, después de pasar por la economía del “socialismo con empanada y vino tinto” a principio de la década del 70 en el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), se mudó al otro extremo, a una economía neoliberal salvaje durante la dictadura (1973-1990). A partir de la recuperación de la democracia, cristaliza la economía del posibilismo que ha gestionado la coalición centroizquierdista. Esta política económica pragmática y desideologizada, está llena de enormes retos al agregarle el concepto “social”; es decir, una economía social de mercado.

La estrategia de esta economía desideologizada y pragmática del posibilismo conjuga una economía de mercado con un programa social poderoso, con el objetivo de neutralizar los resultados perversos de injusticia social intrínsecos al mercado privado a su libre albedrío del salvajismo neoliberal. La tesis es: sin regulación alguna por parte del Estado y sin un programa social de envergadura, en una economía de mercado las desigualdades socioeconómicas se reproducen ad infinitum, perpetuándose. El proyecto político que se inicia, con el programa social del gobierno de Michelle Bachelet es histórico y requiere, sin duda, de la máxima disciplina y unidad programática de la Concertación.

El factor género junto a una adaptación socioeconómica pragmática posibilista no deberían estropear esta posibilidad histórica de sentar las primeras bases de un Estado solidario en Chile, histórico porque puede financiarlo. No hay otra coalición política en estos momentos que tenga esta oportunidad histórica. La derecha chilena, lamentablemente, no es la europea, que apoya el estado social. No queda, hasta ahora, más que la Concertación.

Jaime Vieyra-Poseck

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