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Comunidad Política y Razón de Estado: Apuntes Sobre el Liberalismo y la Indicialidad Política del Lenguaje en Tiempos de Crisis Representativa *.

por Luis Andrés Zamorano
Artículo publicado el 31/08/2010

Aclaraciones de carácter conceptual.

         Por Comunidad Política entenderemos a un conjunto de voluntades y procesos  subjetivacionales integrados a un mismo y único corpus jurídico representacional de carácter centrípeto que implica procesos de inmunización. De acá que la cuestión política debe entenderse como la administración de un momento político y litigante que ya fue y tuvo lugar, y que queda materializada en la institucionalidad democrática. A su vez entenderemos por Razón de Estado el ordenamiento lógico y formal de un argumento que cumple con las reglas morfosintaxticas instituidas y que no necesariamente obedece a una verdad virtuosa y desinteresada; argumento formulado por una organización social soberana y coercitiva formada por instituciones que tienen el poder de regularizar una determinada población en un territorio determinado. En el caso del Estado republicano, como un Estado de derecho con poderes independientes, donde esta el poder legislativo que hace la ley, el ejecutivo quien la ejecuta y coloca en practica, y el judicial quien penaliza a quien no obedece el mandato supremo de la ley. De acá que postularemos que el Liberalismo sea un sistema político que ejerce los principios republicanos de las libertades civiles, en donde damos nuestra libertad al Estado, y este a cambio nos dota de derechos, ahora bien no derecho a la libertad de agenciamiento y transformación social, sino que derecho a la protección y resguardo ante unos otros que posiblemente, eventualmente e hipotéticamente pudiesen ejercernos algún daño. De acá que entenderemos para finalizar esta primera aclaración por Crisis Representativa al proceso de desmitificación del pretendido virtuosismo democrático representativo de cúpulas partidistas de adherentes, retractores e indecisos, a causa de una inminente crisis del saber y del conocimiento que no logra fundamentar un en sí, ontológico y acultural de lo político, independiente de las practicas discursivas, históricas y materiales que la constituyen como objeto conocimiento, haciendo imposible entonces una esencia, una trascendencia, un sentido y un telos de lo político, como lo creía la comunidad ideal platónica y lo reafirmaba el contractualismo unificado de orden republicano, lo que lleva aun continuo y progresivo proceso de estetización de lo político en donde el discurso político y la imagen política se funden y una resguarda en cierto sentido y hace posible a la otra.

Primer movimiento: Indicios relacionales entre las categorías de tanatopolítica y sistema inmunitario. Dialéctica de vida- muerte, sustracción- exposición.

           Esposito introduce tanto el “paradigma inmunitario”, como la categoría de “tanatopolítica” a la ya reconocida y trabajada noción de biopolítica foucaultiana. El “paradigma inmunitario”, implícitamente llevaría inscrito un ideal proyectivo, que lograría atravesar transversalmente todo el tejido social. Este consiste, en intentar por medio de vías previamente estipuladas, incorporar a esa “otredad”, a ese otro ajeno a mí, al marco ético regulador del Estado, con el fin de poder evitar los posibles e hipotéticos daños que éstos, pueden producir a su estabilidad. La idea es incorporar lo dañino de esa “otredad” problemática, incierta, hábil y escurridiza, para posteriormente desligarme de ella o eliminarla; restándola de derechos y beneficios. La cuestión central es asumir esa extrañeza de la figura del otro, para posteriormente inmunizarla. Solo incorporando se aniquilara y destruirá la performatividad de esa otredad.

          Esposito dirá, “existe una razón por la cual la filosofía niega el conflicto, razón de´vida y muerte´ se podría decir, y es la razón de que es originariamente el conflicto lo que niega la representación, en el sentido de que es irrepresentable… y no obstante el conflicto en toda su vasta gama de expresiones, no es otra cosa que la realidad de la política, su factum, su facticidad, o  finitud”(1). De acá que existiría la pretensión de llevar a cabo un lenguaje de la no- contradicción, que pretende eliminar a todo elemento contrario, pero inmunizándolo. La idea es erradicar todo el discurrir discursivo del desacuerdo acontecimental. 

          Ahora bien dirá Virno, si la noción de Multitud spinoziana, es abolida por la categoría hobbesiana de Pueblo durante el siglo XVII; por no superar su estado natural, y por ende no mostrarse como un cuerpo político institucional; en los albores de la modernidad,  esta polaridad volverá a manifestarse a partir de la crisis radical que sufrirá intrínsecamente la teoría política para entender los fenómenos y problemáticas vigentes.  Con esto aflora la reflexión, de que quizás la multitud es el último grito de la teoría social, política y filosófica, manifestando desde ya una polaridad contrapuesta aun no eximida de juicio y posibilidad; resurgirá entonces la noción de multitud (como modo de ser), como herramienta esencial de reflexión sobre la esfera pública contemporánea. Esta será entendida a diferencia de la de pueblo, como una pluralidad localizada en la escena pública, y que a partir de la acción colectiva tomara atención de los asuntos comunes, sin radicarse en un movimiento centrípeto, único, sino que centrifugo. Más bien como una forma no episódica, ni intersticial, sino que como arquitrabe de las libertades civiles, en donde no se aceptan pactos eternos, que trasciendan la situación de acontecimentalidad del sujeto, ni menos a una personalidad jurídica, que los lleve a una unidad política, al transferir los derechos naturales al soberano.

          Si por un lado, el proyecto inmunitario busca preservar la vida de los unos (dotados de unos mismos valores desde los cuales proyectar sus asuntos) en desmedro de la vida de los otros. También se sumara la noción de tanatopolítica íntimamente relacionada y vinculada al sistema inmunitario. Este es un modelo político que en su proceso constitutivo se jugara ya, en un doble momento, da vida, pero al mismo tiempo da muerte. Si existe la posibilidad de la vida, existirá la posibilidad de muerte, como tramado dialéctico. La vida de unos implicara siempre la muerte de otros. Ahora bien esta referencia de Artaud, aun no siendo metafórica, en este caso y por motivos prácticos la entenderemos metafóricamente. Me explico, la muerte de ese alguien, solo posibilitada por la vida y el ejercicio en vida de otro, no solo debe ser entendida como un desvanecimiento corporal y mental, sino que también como un constructo discursivo sobre otro, que lleva implícita su expulsión.

          Existiría una dualidad política; antinomia social, que da derechos  para proteger la especie, lo que implica de por sí, una restricción o desconocimiento de los derechos como individuos. Esposito recurriendo a la perspectiva luhmaniana dirá; “el sistema inmunitario del derecho ya no tendrá el deber de proteger a la comunidad de los conflictos, sino, por el contrario, mediante ellos: el derecho no solo resuelve los conflictos, sino que los hace posibles, e inclusive los produce” (2).

          Según  Brossat, en la democracia inmunitaria se estaría dando por un lado, una “sustracción” del cuerpo, y por otro lado, una “exposición” de éste, entendida como lógica dual, que se da a la base de la democracia, y que se encuentra íntimamente vinculado al contrato social.

          Este contrato daría garantías y derechos a los que se les logra sustraer el cuerpo. Esta sustracción se le vincula a la protección del cuerpo. Esto generaría derechos y beneficios para algunos y exposición y la falta de beneficios para otros. “A partir de tal cruce semántico, el sistema inmunitario se revela como el centro  neurálgico a través del cual pasa el gobierno de la vida” (3).

          En la exposición de un cuerpo se estaría evidenciando el despojo, el abandono. La exposición como abandono, les deja en una situación de manipulabilidad; en tanto que despojados de derechos, pueden ser tocados, transformados,  categorizados y definidos por los sustraídos –nos referimos a los sustraídos del espacio publico y llevados a un espacio intimo de convivencia familiar, mostrándose como ciudadanos ideales adherentes a la política representativa de un estado jurídico-.

          Hipotéticamente podríamos señalar, que solo a condición de la existencia de sujetos beneficiados en la sustracción y protección de sus cuerpos, nacerá la exposición y la construcción discursiva, semántica, de unos otros a eliminar, o en este caso de “temer” en un escenario virtualizado, dotado de fantasías, ficciones y simulaciones. Con esto, no se trata de que los sujetos decidan o no dejarse sustraer o exponer por decisión propia, voluntaria, como estrategia agencialista acorde a los intereses particulares de cada sujeto; si no que más bien, en su conjunto los sujetos nacen al interior de este conflicto ya predefinido. “El lenguaje no se considera únicamente el tramite privilegiado, sino el objeto mismo de la política… una alteridad ofusca entonces el espejo límpido de la palabra política e introduce en ella un elemento opaco y deformante: interés, poder, violencia” (4).

          La “comunidad” tendría en su base, o génesis, un momento de exclusión y estigmatización, por parte de los protegidos o ciudadanos ideales. En este sentido, solo nos sentimos protegidos a condición de haber construido previamente el prototipo de hombre extraño, cosa que sea identificable, esta identificación como estigmatización, promueve pautas de protección y sometimiento. Sometimiento reflejado en la sustracción como protección. Nos sustraen del espacio publico para protegernos en el reino de la intimidad. Esta sustracción del cuerpo, puede ser entendida como una sustracción efectuada en el centro del espacio publico que goza de indicios de peligrosidad; peligrosidad entendida como dinamicidad, pluralidad, razón en desacuerdo, procesos de subjetivación. Sustracción como protección a esa peligrosidad del espacio publico. De acá que se postule que el estado solo nos protege en cuanto habitantes del reino del oikos, no protege nuestros derechos por fuera de este, de acá que esta sea la manifestación más notable de la legitimación del sujeto, en tanto sujeto que se le sustrae su libertad, para ser protegido en su intimidad. Quizás no sea malo esclarecer esta distinción entre polis y oikos (5).

          Desde esta perspectiva, recurriendo a Esposito podríamos afirmar a partir de la genealogía de la comunidad que construye, que ésta, en su base, o momento inicial, se construye a partir de una condición triádica, en la cual sobresalen el “deber”, el “oficio” y el “don”. Este ultimo en las sociedades más recientes tendería a desaparecer. Hoy la comunidad entregaría a lo publico ya no un don (dar por mero dar) que no espera beneficio alguno, sino que pagaría la protección con un tributo, para ser parte de esta comunidad de protección. Doy mi libertad, y mi palabra publica, para ser protegido. Desde esta lógica se constituiría un constructo discursivo de “lo opuesto”, en donde se construirían falsa dicotomías; el opuesto, el extraño, seria aquel que no se somete a dictámenes totalitarios que atraviesan todo el tejido social, algo así como “la hegemonía”, solo si se entiende como un estadio superior de la dominación, es una dominación con consentimiento, sabiendo que somos dominados permanecemos sin tomar la palabra o despojarnos de esos criterios excluyentes, que nacen a condición de nuestra protección. Libertad reducida discursivamente a protección. Y otredad reducida discursivamente a peligro.

          Acudiendo a Esposito, nos damos cuenta que lo “communitas” trae lo “inmunitas”, la comunidad traería a la inmunidad. Esta relación se llevaría a cabo por medio de un contrato que los une. La idea seria erradicar esa “comunidad de muerte”, y construir una “comunidad de vida”, hobbesiana.

          Esta comunidad de vida, a nuestro entender solo seria posible desde lógicas integrativas, y como integrativas, a la vez expulsadoras, castigadoras. En la lógica inmunitaria se trata de mantener a salvo a quien se somete a la sustracción, esto implica un aislar, que solo es entendido como protección, realzando la figura monádica. Esta protección, propia del proyecto inmunitario, es una incorporación que busca destruir, es la ligazón del derecho con el uso legitimo de la violencia, o sociológicamente hablando, protección estatal, que implica weberianamente el monopolio de la fuerza legitimada. Esposito  refiriéndose al texto, la política como vocación de Weber, dirá “la política como vocación sintetiza con rara eficacia la mas intima naturaleza de lo demoniaco: no circunscribible al mal como tal, sino relativa a la dialéctica que lo une inextricablemente al bien. A la imposibilidad, para el bien, de realizarse políticamente sino es a través del lenguaje de la propia negación; pero también a la imposibilidad igual y contraria, para ese mal, de no tener inútilmente al bien ” (6).

          En fin, toda la trama de la teoría política a lo largo de la historia, o a estado vinculada a lo “uno” como forma de eugenesia política, o a lo “múltiple”, en donde no se tiene idea de lo humano como fin mejorable. Ahora bien ambas constituyen la idea de lo humano de manera distinta. Esta pretendida humanidad hobbesiana, como constructo, al parecer  necesitaría de la propia lógica de la humanidad, para atentar contra esta misma.

Segundo movimiento: La indicialidad política del lenguaje: Categorización y castigo.

          Ya existiría al parecer suficientes adeptos a la idea de que el lenguaje y lo político gozarían de una intimidad afiatada, indisociable. Algunos hablan de la palabra como condición de posibilidad para un posible acuerdo; política consensual. Y otros la refieren a la posibilidad de diferenciación radical.  Por ende podríamos advertir quizás, que la palabra es política, porque es condición de posibilidad, pero también porque es pura violencia. La palabra se posa en y sobre el cuerpo mismo, lo hace madurar, lo condiciona a permanecer estable en un lugar, lo hace visible y reconocible; él es la superficie de inscripción de lo político. En estas circunstancias el carácter político del discurso no es su mero contenido, sino que también su mera posibilidad. No tanto su veracidad, sino que su fuerza de inscripción.

          En la democracia ateniense, ya se había producido el apego central de los hombre a las palabras, y su indiscutible expansividad, deviniendo así la retórica en palabra pública. Produciéndose un espacio discursivo destinado al dialogo y a la deliberación de las partes involucradas.  Ahora bien, como sabemos la centralidad de esta reflexión que nos convoca, debe ser pensada a partir de la sustracción del cuerpo de este espacio publico y litigante, aun espacio intimo dotado de derechos; el hogar y la familia. Desde acá pienso la categorización sobre otro, desde un lenguaje maternal, representativo y metafísico, que se construye, y se afiata sobre unos otros cuerpos, que ha de ser confirmados en la nominación.

          El ejercicio de la política se da al interior del imperio de la palabra, desde acá se constituye como arte, en su constante persuadir. El arte político es un ejercicio propio del lenguaje. La palabra (el logos), logra adquirir conciencia de si misma, en la eficacia de esta en la cuestión política.

          Si acudimos a las ideas de Ranciere, en torno a la distorsión política- policía, y la razón en desacuerdo. Nos daremos cuenta en un primer momento que los sujetos jamás preexisten a los conflictos, sino que se configuran con ocasión del conflicto, en donde se constituyen como subjetividad. Dialogo de enfrentamiento. Polemós. Lo político seria la  zona de mediación donde convergen 2 practicas relacionales, entre la policía y la política; una que realiza un daño y otra que lo resiste. Una que procura un orden y la otra lo altera. Una que dota de nombres correctos, y la otra que con ocasión del daño  entra en un proceso de subjetivación. Operando en una doble afirmación ontológica, es constituyente pero a la vez constituida. Seria entonces el espacio de la palabra, del discurso, de la producción simbólica el espacio en donde los hombres buscan reafirmarse y reconocerse como otro, en tanto otro, capturando un espacio con su habla. Este espacio por lo tanto nunca estaría remitido a un espacio transparente, como la pretensión de un espacio ideal del habla habermasiano, ni menos aun una eticidad de la palabra kantiana. “¿qué es lo político?. Voy a responder en forma concisa y general: lo político es el encuentro de dos procesos heterogéneos [la policía y la igualdad]. El  proceso es el de gobernar y entraña crear el asentimiento de la comunidad, cosa que descansa en la distribución de participaciones y la jerarquía de lugares y funciones. A este proceso lo llamare policía” (7).

          Ahora bien, La política seda como proceso de subjetivación que se crea, luego del daño de la tipificación, y busca erradicar esa identidad dada por otro. La policía por su parte comprende de una disposición jurídico- institucional como base del Estado. Hace un cerco territorial y configura una delimitación lingüístico- cultural e identitaria  imponiendo un imperio jurídico. La policía gobierna la vida de los hombres, imponiendo un régimen discursivo, que emane nombres correctos, que tipifique y clasifique. Dictamina juego de sujeciones y subjetivaciones a través del nombre. En fin suministra y administra el daño. Por ende la comunidad política se vendría mostrando  como régimen de distribución, quien tiene derecho a la vida y quien no, quien tiene derecho a la palabra y quien no.

          Al igual que Ranciere, Balibar comprende lo político como movimiento de emancipación, por ende cree en la posición de sujeto propugnada por Lacan, y  en el sujeto como resultado, no sustancia, al leer a Marx y Althusser. Marx entiende al sujeto como el resultado de los procesos y practicas de producción; y Althusser entiende que una estructura o base ideológica de sistemas de representaciones anclados  en instituciones fácticas, determinarían un sin fin de dimensiones que competen a la vida diaria de los hombres. Por su parte Lacan, cree que el sujeto no debe ser entendido como sustancia, ni como naturaleza, ya que los sujetos no existen con anterioridad a las practicas y discursos a partir de los cuales se constituyen.

          Con esto podemos decir que el hombre no existe, lo lexicado como hombre no obedece a ninguna naturaleza, sino mas bien a una producción histórica, en la cual la metafísica lo a capturado bajo la noción sujeto. La ciudadanía no debe entenderse como atributo natural de la subjetividad, porque ella misma es subjetividad, y como subjetividad es también una practica frágil, que puede reafirmarse como obliterarse. Esta ciudadanía seria el resultado de practicas y relaciones de lo político, en donde se defiende ejerciéndola, reforzándola, colocándola en practicidad. En Laclau, la modernidad se entiende como razón universal. En donde lo universal se constituye con ocasión de un particular, la alberga en su identidad, se disuelve en la integración. Esta es una clara referencia al orden inmunitario.

          En el acto de diferenciarnos se afirma el otro, como diferencia. Esta identidad diferenciada, nos dice que somos con ocasión de aquello que no somos. Significa incluir al otro, me presta identidad. Las identidades se dan solo a partir de juegos relacionales y acontecimentales. Lo Político y el lenguaje, se encontrarían en una relación constituyente. Lo político concierne a juegos de lenguajes, fuerzas permanentes. No lingüística saussuriana, ni metafísica de la representación. Lo político al concernir al lenguaje, a la interpretación, se encuentra determinado por protocolos discursivos, no desinteresados sino que como acto de conquista, tal como lo planteara, Deleuze.

          “ El lenguaje, en definitiva, conduciría al hombre al ultimo estadio del desarrollo de la especie humana en la medida misma en la cual lleva dentro de si la originaria esencia comunitaria” (8). La comunidad implica, categorización y estigmatización de otro, como pura posibilidad. “El lenguaje no solo no es nada ajeno a la violencia, sino que constituye el canal privilegiado precisamente cuando la violencia renuncia a presentarse como tal para asumir una forma superior de dominio” (9).

Santiago de Chile, 2010

Notas y Referencias bibliográficas__________________
(*) Ponencia dictada en las Segundas Jornadas de Filosofía Política: Filosofía Política y Estado. Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Agosto 2010. 
(1) Roberto Esposito. Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre política. Edit. Trotta. España. 1996. Pag. 21. 
(2) Roberto Esposito. Inmunitas. Protección y negación de la vida. Edit. Amorrortu. Argentina. 2005. Pag. 73.
(3) Ibid., p. 212.
(4) Op. Cit. Esposito. Confines de lo político. p.133.
(5) La polis es el imperio de la libertad, en la cual irrumpe el askhé despotiké, entendido como el líder familiar como acontecimiento de determinación y  obediencia. También remitirá a la politeia, entendido como el ejercicio político- jurídico del espacio publico, a través del polites, hombre libre ajeno al imperio del oikos. Este “polites” por medio de una “lexis” (discurso sometido a reglas como arte de “rethór”) buscara configurar una “epistéme” (un saber) que contiene la “aletheia” (la verdad), por el acto de “parresía” (honestidad a un cuando esta pueda perjudicarme) que comete el polites en su narrar publico.
En cambio el reino del oikos al cual acudimos en la exposición, para entender el beneficio protector de la sustracción, es el imperio de la necesidad, del trabajo y producción. Sujetos desprovistos de derechos a la palabra política. Operan con la “phoné” (ruido que emiten las bestias) y la “dóxa” (opinión que no constituye saber); formando parte de los bienes del amo.
(6) Ibid., p.36.
(7) Jacques Ranciére. Política, identificación y subjetivación. P145. (Compilación de Benjamin Arditi).
(8) Op. Cit. Esposito. Confines de lo político. 134.
(9) Ibid., p. 143.
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