EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Domingo Faustino Sarmiento y la barbarie de la civilización iluminista: del progreso materialista a la hecatombe religiosa.

por Elton Cavalcante
Artículo publicado el 27/09/2018

Resumen
Domingo Faustino Sarmiento fue un polémico intelectual argentino. Su vida coincidió con un periodo de gran agitación social en el país: desde la Revolución de 1810, que marcó el inicio de la independencia argentina, hasta la formación de la República. El dilema fue escoger qué modelo republicano se adoptaría:si una confederación, en la cual no hubiera un poder centralizado, algo semejante a la de los Estados Unidos; o, al contrario, una federación cuya sede sería Buenos Aires. A los defensores del primer grupo se les llamaba federales, mientras que los otros, unitarios. Los dos bandos libraron sucesivas guerras civiles. Sarmiento quiso comprender el porqué de tales conflictos. Gracias a eso, escribió el libro Facundo: civilización y barbarie, en el que se demuestran las contradicciones entre los dos mundos que forjaron la nación rioplatense, o sea, el mundo rural, donde el indio y el gaucho eran las máximas expresiones; y el urbano, en el cual Buenos Aires se destacaba como paradigma socio-cultural iluminista. Sarmiento decía que las causas del atraso científico e industrial de su nación eran las mismas de España: el apego al medievalismo y, sobre todo, a los dogmas católicos. Este trabajo analiza, bajo una mirada sociológica, si los conceptos de civilización y barbarie en Sarmiento sirven para explicar las crisis sociales por las cuales pasa Hispanoamérica, y si la civilización idealizada por él trajo beneficios reales y duraderos.

Palabras clave: Sarmiento; Civilización; Barbarie; Facundo.
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO AND THE BARBARIE OF ILLUMINIST CIVILIZATION: FROM MATERIALISTIC PROGRESS TO RELIGIOUS HECATOMB.

Abstract

This article want to analyze the concept of civilization and barbarism in the thought of Domingo Faustino Sarmiento. He was one a controversial Argentine essayists. His life coincided with a period of great social upheaval in the country: the process of Argentine Independence and formation of the Republic.After Independence, the Argentine people had todecide that republican political form would be adopted: if a confederation without centralized power; or a federation whose headquarters would be in Buenos Aires. The defenders of the first group were called federal; while the other, unit. Undoubtedly, this conflict generated a civil war. So, Sarmiento´s life was permeated by violent social demonstrations that made him reflect on the reason for so much confusion. In 1845, he wrote one of the most important books to understand Argentina: Facundo: Civilization and Barbarism, in which the contradictions between the countryside and the city are demonstrated. Facundo allows us to understand the social forces that still exist in Argentina today. But you cannot understand it if you do not look at the antagonistic forces that were attacked for centuries in Europe and that came to continue theirshocks here in America. In this way, understanding Sarmiento’s Facundo is an invitation to understand the ideas that make up the contemporary world and, of course, the current political and economic imperialism in vogue.This paper analyzes, under a sociological perspective, whether the concepts of civilization and barbarism in Sarmiento serve to explain the social crises through which Spanish America passes, and whether the civilization idealized by Sarmiento brought real and lasting benefits.
Keywords: Sarmiento; Civilization; Barbarism; Facundo.

 

 INTRODUCCIÓN
Domingo Faustino Sarmiento nació en la provincia de San Juan, Argentina, en 1811, poco después de la Revolución de 1810, cuya insurgencia contra la corona española había marcado el proceso de independencia del país. De familia pobre, logró superar la escasa educación formal por medio del autodidactismo. Brillante prosador, pero sus enemigos se lo consideraban libertino, rencoroso y racista. Su ruda personalidad le garantizaba a menudo conflictos, pues sus escritos perjudicaban los intereses de los más acomodados, los cuales le obligaron un par de veces a exiliarse del país. Entre sus opositores se encontraban los caudillos Juan Manuel de Rosas y Juan Facundo Quiroga, a quienes les consideraba jefes de hordas de gauchos salvajes,responsables por el atraso cultural, científico e industrial de la nación.

Por lo demás, aseveraba que la vida urbana generaba civilidad, mientras lo rural se acercaba al barbarismo. Debido a ese dualismo entre lo civilizado y lo bárbaro, en 1845 escribió Facundo: civilización y barbarie, en el que se demuestran las contradicciones entre el mundo campesino y urbano. El primero sería el hábitat del gaucho y base de la aristocracia rural, cuya manifestación política se daría a menudo por la aparición de caudillos, que usaban de la religión para manipular las masas. Por su turno, el mundo urbano industrializado era polo irradiante del racionalismo científico. Sarmiento pensaba que una de las causas de la miseria en su país se encontraba en el arraigado caudillismo, por lo que empezó su análisis sociológico partiendo de la biografía del gaucho Juan Facundo Quiroga, a quien dirige la exhortación:

¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años aún después de su trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: ‘¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá!’ ¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento. […] Necesítase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos en que están pegados. (Sarmiento1973: 06).

Por tanto, para explicarse el origen de la cultura caudillista se debería averiguar la esencia del país a partir de su espacio geográfico, las costumbres tradicionales, la mentalidad del pueblo y sus vínculos con la Metrópolis.En verdad, lo que hace es subrayarlas fuerzas antagónicas que se enfrentaban desde siglos en Europa y que habían trasladado sus riñas al Nuevo Continente. Según el pensador, los problemas de Hispanoamérica eran consecuencia de la unión del Estado español con la Iglesia romana, por lo que pregonaba la destrucción de la mentalidad española y católica arraigada en la nación.

Así, pasados casi dos siglos de la publicación del “Facundo”, ¿se puede decir que Sarmiento estaba en lo correcto? Lo que se defiende aquí es que no. Aunque defendió la república,las vanguardias educacionales y científicas, su combate a la Iglesia estaba a la par con la nociónde que las religiones solo cumplen la función de dominar el hombre.Por tanto, se intentará demostrar que sus ideas sobre religión hacían parte de un conjunto de principios que no solo querían cambiar el sistema político, sino también extinguir cualquier forma de religiosidad y espiritualidad, lo que desembocaría en dictaduras sanguinarias a lo largo del siglo XX.

  1. EXPANSIÓN URBANA, INMIGRACIÓN Y REFORMA EDUCACIONAL
    Para contextualizar las ideas de Sarmiento hay que remontarse a la Argentina de 1810. Después dela independencia, se tornó imprescindible elegir el régimen político-administrativo de la nueva república, lo que vino, empero, con varias guerras civiles.Había los que defendían una confederación, en la cual no hubiera un poder administrativo central, y los que, al contrario, anhelaban una federación centralizada, cuya capital fuese Buenos Aires. A los primeros se les solía llamar federalistas y, por lo general, estaban formados por gauchos, indígenas, provincianos y caudillos, de entre los cuales los más distinguidos fueron Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas, siendo este último el responsable por la toma de Buenos Aires y la implantación de una dictadura. En cuanto al otro bando, el de los unitarios, se ligaba a los intereses de Gran Bretaña y de la burguesía porteña, componiéndose, en su mayoría, de militares, banqueros, empresarios y mercaderes.

La discordancia era mayormente económica, a raíz de que los españoles durante la colonización exportaban sus productos en la cuenca del Platapor Buenos Aires, porque solamente allí había un puerto aparejado para ello.Tras la independencia, las demás provincias quedaron a merced de la burguesía porteña, cuya alta tributación de las mercancías destinadas a la exportación perjudicaba los oligarcas interioranos, que pronto se percataron de que los bonaerenses les iban a explotar tal como lo había hecho España. Los conflictos eran inminentes. Y es aquí que se debe ubicar el inicio de las hostilidades de Sarmiento hacia los gauchos, ya que cuando su provincia San Juan fue derrotada por los federalistas, la vio ser invadida por las tropas de Facundo Quiroga, quien se aprovechaba de prácticas terroríficas para mantener el pueblo servicial. Esta imagen le haría a Sarmiento reflexionar sobre el porqué de los caudillos lograren arrastrar multitudes en pos de sí.

Para él, Quirogano era solo un caudillo, “sino una manifestación de la vida argentina, tal como la han hecho la colonización y las peculiaridades del terreno, a lo cual creo necesario consagrar una seria atención, porque sin esto la vida y hechos de Facundo Quiroga son vulgaridades que no merecerían entrar, sino episódicamente, en el dominio de la historia.” (Sarmiento 1973:12). Quiroga era la representación de una manera de vivir remanente del medievo europeo. Y los gauchos, decía, aunque durante la guerra de independencia habían sido excelentes soldados, en tiempos de paz no poseían el ingenio para la industria, porque se distinguirían más “por su amor a la ociosidad y su incapacidad industrial. Con ellos la civilización es del todo irrealizable, la barbarie es normal” (Sarmiento1973: 12). Así, el mundo gaucho actuaría como estorbo al progreso, en vista de que su modo de vivir estaba relacionado con la existencia de enormes páramos inhabitados, restos del feudo medieval: “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias[…].” (Sarmiento1973: 17).

En suma, él pregonaba dos soluciones para combatir la “barbarie”: a) la expansión urbana, sobre todo por medio de la inmigración planeada de blancos; b) y la educación basada en principios iluministas. En cuanto a la primera, veía la ciudad y el campo como antagónicos, siendo que en la urbe estaría la cumbre de la civilización; al revés, fuera de ella, el hombre se empequeñecía. Entonces, incentivaba la expansión urbana a través de la inmigración masiva de europeos, los cuales servirían de freno al “gauchaje”, pues iban a habitar los llanos y desiertos argentinos: “¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigración europea que llama con golpes repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos, a la sombra de nuestro pabellón, pueblo innumerable como las arenas del mar?” (Sarmiento1973:10). No obstante, habíaotro objetivo a largo plazo: el blanqueamiento de la raza. Se supone que el mestizaje debería ser combatido, porque en Argentina la “fusión de estas tres familias (blanco, indio y africano) ha resultado un todo homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial” (Sarmiento1973: 21). Por tanto, la crítica se dirige a tres grupos: al indígena y al blanco español (sobre todo el gaucho) aferrado a las costumbres rurales:

Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española, cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos (Sarmiento1973: 22).

Por consiguiente, sugiere que los argentinos deberían seguir el ejemplo de las colonias extranjeras en el país, pues en estas “[…] el frente de la casa, siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; […] y los habitantes, en un movimiento y acción continuos. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales y retirarse a la ciudad, a gozar de las comodidades (Sarmiento 1973: 22). Por otro lado, la villa argentina era “el reverso indigno de esta medalla: niños sucios y cubiertos de harapos viven en una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo, en la más completa inacción; […] y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables (Sarmiento 1973: 22).Y añade que la Argentina estaría mejor si hubiera sido colonizada por los ingleses, puesto que en donde estos se habían instalado hubo el progreso.

En lo tocante a la reforma educacional, Sarmiento enseñaba que si se dejaran las provincias vivir a su modo sin unificarse la mentalidad argentina era probable que la nación se dividiera o fuese anexada por otras, en vista de que el país vivía en ese entonces bajo guerras civiles o contra sus vecinos. La unidad territorial, administrativa, política y cultural era imprescindible. Todos estaban de acuerdo sobre ello, pero la cuestión se turbaba cuando se preguntaba qué ideología prevalecería, ¿si la preconizada por las provincias interioranas, con sus gauchos y montoneras, o por Buenos Aires, ligada a los valores industriales?La segunda opción era la de Sarmiento, para quien la prosperidad estaba en adecuarse al nuevo orden mundial, es decir, al liberalismo en todos sus matices.

Para lograrlo, no solo la inmigración sería suficiente, sino que el Estado debería intervenir y crear un sistema educativo moderno.Según este raciocinio, los gauchos eran rudos porque desde la cuna la mentalidad heredada de la cultura española les enseñaba a serlo. Para cambiarlos, Sarmiento proponía dos caminos: exterminárselos a las bravas o educarlos en la mentalidad anticlerical e iluminista. En carta a Bartolomé Mitre, llegó a hablar de la primera, pues le aconsejaba no “economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes” (Gutiérrez1940: 12). Otras veces, afirmaba que solo la educación formal podría quitar la ignorancia y garantizar la unidad nacional.

Él comenzó a pensar en los cambios educacionales cuando de su exilio a Chile. Ahí logró suceso como periodista y maestro, por lo mismo, entre 1845 y 1847, el Presidente de Chile le encargó de hacer una gira por diversos países con el objeto de que aprendiera las modernas técnicas de educación y desarrollo económico y que después se las emplease en Chile. Este viaje le ayudó a mensurar hasta qué punto las sociedades latinoamericanas estaban atrasadas. En su recorrido advirtió que las naciones liberales y tolerantes al protestantismo se sobresalían en términos de progreso material, mientras las católicas estaban bajo pobreza.

Por lo tanto, infería que el Estado debería intervenir en la formación del “nuevo hombre”, y permitir que este se alejara de los dogmas católicos y rurales. Su pensamiento prevaleció en las políticas públicas argentinas. Los gauchos e indios fueron perseguidos y existen hoy apenas resquicios de lo que fueron. A la vez, la migración masiva de europeos se realizó y la educación formal se basó completamente en los moldes franceses y norte-americanos.

  1. ESPAÑA MONÁRQUICA: RAÍZ DEL CAUDILLISMO
    Se infiere de las ideas de Sarmiento haber dos modelos occidentales de civilización: las decadentes por cuanto ceñidas de valores medievales, principalmente el teocentrismo, y que vivían del culto a las letras y filosofías clásicas; y las liberales, cuyo enfoque se fundaba en el espíritu iluminista volcado a la ciencia experimental. En Argentina, Córdoba era la representante de las primeras, mientras Buenos Aires, de las segundas. Sarmiento le critica a Córdoba por sus rasgos medievales oriundos de la labor jesuítica y escolástica, y por ello la compara a un claustro encerrado en sí mismo.

Sin embargo, la causa de su desprecio fue porque dicha ciudad se mantuvo fiel a la corona durante las guerras de independencia: “La revolución de 1810 encontró en Córdoba un oído cerrado, al mismo tiempo que las provincias todas respondían a un tiempo al grito de: ‘¡A las armas! ¡A la libertad!’”(Sarmiento1973: 79), y también a la Iglesia en el período republicano. En definitiva, los indígenas y africanos esclavizados tenían el derecho de rechazar el Imperio Español. Quizá lo mismo no se podría decir de los criollos españoles, debido a que le juraron fidelidad a España. Moralmente parece haber habido algo de traición a la patria. Si la independencia hubiese partido de los indígenas o africanos sería otra la historia, pero los cabecillas de las revueltas eran blancos acomodados, inclusive educados en la Metrópolis.Por consiguiente, Córdoba, fiel a sus principios, se alejó de las vanguardias separatistas.

Con todo, pese a los esfuerzos de los monárquicos, vino la República. Con relación a esta, ¿qué rol desempeñaría la Iglesia, en vista de que se oponía a casi todas las reivindicaciones liberales? Tales reivindicaciones además de traer una lucha por la igualdad y fraternidad remetían el hombre a una visión anticlerical y escéptica, por lo que Córdoba, una ciudad modelo para el mundo, cuyos pilares eran católicos, no las podría tan prontamente aceptar. Así, desde Córdoba se irradiaban las protestas en contra de los nuevos ideales republicanos. Conforme Sarmiento, ese mismo rechazo ocurría en España. Por tanto, concluía, el problema de la Argentina no sería resuelto si no se verificara a fondo la “patria madre”, puesto que esta se encontraba echada

entre la Edad Media y el siglo XIX, unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del África bárbara por un angosto estrecho, está balanceándose entre dos fuerzas opuestas, ya levantándose en la balanza de los pueblos libres, ya cayendo en la de los despotizados; […](Sarmiento 1973: 08).

Así, España le aparece como un eslabón entre el mundo franco-germánico (“civilizado”) y el africano (“rudo”). De hecho, a causa de su formación histórica, el reino español estaba atado a los dogmas católicos, y, por lo tanto,se veía obligado a frenar los avances científicos contrarios a la Iglesia.Eso se dio porque desde la invasión árabe en el siglo VII, la Monarquía y la Iglesia combatieron a los reinos musulmanes. La Iglesia fue el bastión espiritual que ayudó a formar caudillos tales como “El Cid Campeador”, por ejemplo. La Reconquista fue un tipo más de Cruzada. Además, expulsado el remanente musulmán en 1492, surgiría en 1517 la Reforma Protestante, cuyas doctrinas se arremetían contra los cimientos del catolicismo. Se los reyes españoles aceptaran las nuevas ideas advenidas de Alemania, seguro que provocarían una guerra civil y el reino pronto se dividiría.Por lo tanto, el Imperio Español estaba entre fuego cruzado, pues del Norte venían los ideales protestantes, mientras que del Sur, los islámicos. Así, no tuvo elección que cerrarse ideológicamente, manteniéndose bastantes rasgos del feudalismo en plenos siglos XVI y XVII. Es ese contexto que Cervantes va a criticar en su “Quijote”: la mismísima España anclada en un período idealizado y lejos de la modernidad.

Pero el aislamiento español tuvo dos consecuencias: una favorable y otra desfavorable. Favorable porque el país durante los siglos XVI, XVII y XVIII, bajo la batuta católica, logró desarrollar el arte y filosofía, cuyo culmen se dio en el “Siglo de Oro”. Sin embargo, en el área científica no hubo más que algunos bosquejos de suceso a lo largo de la Edad Moderna. España, culta y basada en la filosofía y literatura clásicas, no poseía la disposición al progreso en el campo de las ciencias experimentales. En consecuencia, en el siglo XVIII la nación ya demostraba señales de declive, a causa de no poseer las herramientas para competir con las naciones industrializadas. Eso llegó al clímax con la desestructuración definitiva del imperio en 1898, cuando España fue vergonzosamente derrotada por los EEUU. Eso prenunciaría los reclamos de la generación de Ortega y Gasset, puesto que este, en el primer cuarto del siglo XX, intentaba que una España fragmentada y cabizbaja mirase hacia el Norte industrializado, pues solo así, creía, lograría salir de la crisis por la cual pasaba.

Por consiguiente, Sarmiento un siglo antes de Ortega y Gasset ya apuntaba la debacle española y, por eso, infundía en su gente la necesidad de cambios, de lo contrario pasaría lo mismo en Argentina. Él no negó que la unión del Estado absolutista con la Iglesia no hubiera contribuido al desarrollo de una civilización importante, lo que decía es que tal civilización ya pertenencia al pasado y que ciudades como Córdoba no lograban darse cuenta de ello. Mientras tanto, las naciones protestantes habían adoptado el liberalismo científico, y se enriquecían.

Añadía que los problemas de España no se reflejaban solo en la Argentina, pues se podía comprender la causa de los disturbios en Hispanoamérica analizándose los de la ex metrópolis y viceversa: “¡Qué! ¿El problema de la España europea, no podría resolverse examinando minuciosamente la España americana, como por la educación y hábitos de los hijos se rastrean las ideas y la moralidad de los padres?” (Sarmiento 1973: 08).Por lo tanto, el dualismo español estaba arraigado en las naciones hispanoamericanas y si estas continuaran a reproducirla mentalidad de la ex Metrópolis tendrían como consecuencia el vivir en la pobreza. Por esta razón, problemas como el caudillismo y las constantes guerras civiles no eran exclusivos de Argentina, sino compartidos por España y sus ex colonias. Y para comprobarlo da el ejemplo del Paraguay:

¿No valía la pena de saber por qué en el Paraguay, tierra desmontada por la mano sabia del jesuitismo, un sabio educado en las aulas de la antigua Universidad de Córdoba abre una nueva página en la historia de las aberraciones del espíritu humano, encierra a un pueblo en sus límites de bosques primitivos, y, borrando las sendas que conducen a esta China recóndita, se oculta y esconde durante treinta años su presa, en las profundidades del continente americano, […] ¡Qué transformación ha sufrido el Paraguay; qué cardenales y llagas ha dejado el yugo sobre su cuello, que no oponía resistencia! (Sarmiento 1973: 8-9).

El “sabio” se refiere al dictador paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia, cuya educación poseía los matices de la mentalidad jesuítica de la Universidad de Córdoba. Con esta mentalidad, se preparó el camino a Francisco Solano López. No se discuten aquí las consecuencias de los hechos de estos dos hombres para Paraguay, lo que sí se hace es decir que discrepaban de Sarmiento con relación a la creencia de que el liberalismo económico, como lo imponían las naciones industrializadas, fuese la única opción para Latinoamérica. Además, el simple acto de haber existido una dictadura en Paraguay no conlleva creerse que fuese mala o que sus idealizadores, ignorantes. En efecto, muchos de los países alabados por Sarmiento habían pasado por momentos dictatoriales vergonzosos, como es el caso de Francia durante el gobierno de Robespierre.

Pese a eso, se advierte que Sarmiento en gran medida tenía razón en lo tocante a la cuestión político-económica, pues no se puede dudar que sus ideas influyeron positivamente en la formación de una Argentina pujante, como se la ve hoy día. El problema es que para llegarse al desarrollo había que frenar la Iglesia en determinados puntos, lo que se hizo muy bien en algunos países, pero los ideales pregonados por Sarmiento iba allende de una somera lucha contra una institución religiosa, sino que, consciente o no,negaba las bases de la cristiandad y a la vez de las religiones en general.

SARMIENTO Y EL CRISTIANISMO
Sarmiento, como es sabido, era grado 33 de la Masonería. Esta fue una enemiga declarada de la Iglesia. El cura Cano decía haber dos tipos de Masonería, una abierta al público y que mantiene cierto grado de fetiche, y otra realmente oscura e idealizadora de la destrucción del catolicismo y de todo tipo de religión.Eso no hay como probar, son especulaciones basadas en indicios. Pero desde el siglo XIII se divulgaron creencias que señalaban el retorno de religiones antiguas, cuyos cimientos estaban en los sacrificios humanos o en rituales orgiásticos. Entonces, la pelea entre la Iglesia y la Masonería era algo político, sin embargo, en las interlíneas del conflicto se podría ver que se divulgaban cultos religiosos que aborrecían la cristiandad.Uno de ellos era la adoración a Baal. En la mitología griega, esa divinidad poseía similitudes con Prometeo, dios enemigo de Zeus y “creador” de la humanidad. Zeus, enojado por el hecho de que su adversario sería alabado por los humanos, resolvió echarles enfermedades y plagas. Para amainar el sufrimiento de la gente, Prometeo robó el fuego a los dioses y lo repasó a la humanidad. Zeus entonces decidió escarmentar a Prometeo y lo encadenó a una peña, donde un águila durante la noche le comería el hígado, y este se recompondría por la mañana. El fuego aquí representaría la razón y el conocimiento.

Tal leyenda de un dios malo y otro bueno se deriva de Mesopotamia y Fenicia. Para muchos lugareños, Jehová sería el malo, mientras Nimrod, el primer hombre que se proclamó a sí mismo un dios,sería el líder de una revolución tecnológica que le daría al hombre el poder de igualarse a Dios. La leyenda cuenta que Nimrod deseaba construir un edificio cuya cúspide llegara a los cielos por dos motivos: el uno para protegerse de un posible nuevo diluvio universal, el otro para afrentar directamente a Dios, quien había dicho que jamás volvería a destruir la humanidad por medio de un diluvio y que exigía que los hombres no se aglutinaran en grandes ciudades, pues sabía que tarde o temprano les surgirían dictadores con ganas de dominarlos y ponerlos a trabajar en las grandes construcciones. Los babilonios no le hicieron caso a Dios y construyeron la famosa Torre de Babel. En consecuencia, según el libro de Génesis, al mismo tiempo en que se engrandecían económicamente, se degradaban moral y espiritualmente.

El culto a Nimrod se esparció por todo Medio Oriente, con nombres diferentes en cada región (Osiris, Lucifer, Baal, etc.). Algunos dicen que el espíritu de Nimrod equivaldría a la serpiente bíblica, es decir, a Lucifer. Afirman que este tendría ganas de ayudar a la gente a salir de la ceguedad en la cual estaban viviendo, por ello le prometió a Eva que se comiera de la manzana sus ojos se abrirían y conocería la verdad.Sin embargo, no es eso que se interpreta en el Génesis. Los primeros humanos fueron engañados, por lo que no tuvieron ni el conocimiento ni la eternidad, al contrario, se vieron obligados a salir de un rincón de paz para vivir en una región en donde el sufrimiento y el miedo son las constantes.

Estas creencias llegaron al cristianismo por medio del gnosticismo, una secta herética griega. Los gnósticos las mezclaron con el cristianismo y también con el demiurgo platónico. Creían haber una especie de dios menor, rencoroso y cruel, que creó la humanidad para mantenerla en la ignorancia, además no tenían él consciencia de que había un dios mayor, creador de todo, inclusive de ese propio demiurgo. El dios mayor sería la “luz” y Lucifer y Jesús los heraldos que bajaron a combatir el dios malo, que para los gnósticos se identificaría con YHWH, el Dios de los judíos y cristianos.Dicha secta profesaba que YHWH sería malo por cuanto imponía reglas durísimas y contrarias a la naturaleza humana. Por ello, decían, Jesús había traído la idea de que este mundo es puro engaño, y que solamente liberándose de las reglas impostas por un Dios castigador el hombre podría llegar a la luz. Jesús había venido para enseñar que el alma está en constante reencarnación y que la única forma de romper el círculo vicioso sería mantener la paz e incluso volver la otra mejilla cuando abofeteado. Por tanto,concluían, mantener la paz sería lo mismo que romper con las reglas basilares judías, cristinas y, incluso, musulmanas.

De ahí que Prometeo, Lucifer, Jesús y Nimrod eran apenas la representación de un mismo dios, que entre los pueblos vecinos al antiguo Israelse conoció mayormente como Baal, cuyos cultos en su alabanza poseían dos momentos. Primero había una ceremonia, en la cual niños eran echados en óleo hirviente en honor al dios.Muertos los niños, venía el ritual orgiástico, donde la depravación tenía que llegar a lo máximo, de lo contrario no le agradaría a la divinidad.Las mujeres concebirían allí mismo, y eso garantiría, en los años venideros, nuevas víctimas en holocausto. Según los expertos, ese rito intentaba garantizar mejores cosechas, prosperidad comercial y progreso al pueblo.

Los fenicios esparcieron ese mito por Europa, tras la colonización de Creta y Cartago. Hay evidencias de que en Creta había rituales de cremación de niños, pero entre griegos y romanos no se descubrió nada respecto a eso. Con todo, San Agustín advertía que los cultos romanos estaban repletos de dioses promiscuos que exigían rituales orgiásticos mezclados con embriaguez colectiva.Al decir eso,el filósofo se enfrentaba a los ortodoxos del paganismo romano, quienes atribuían al cristianismo la debilidad económica, puesto que tal religión habría quitado el vigor a los soldados al pregonarles la humildad espiritual. El obispo de Hipona, en “La Ciudad de Dios”, contesta esta idea, pues dijo que Roma siglos antes del cristianismo ya mostraba señales de falta de espiritualidad, gracias a una religión mecanizada y una elite cultural vanidosa, sobre todo cuando adoptó las filosofías griegas, tales como el hedonismo, escepticismo, agnosticismo, materialismo, etc., lo que generó un vacío religioso en el pueblo, rellenado por el cristianismo. Sin reglas ni respeto, decía, no había manera de evitarse el derrumbe romano, por cuanto las familias más nobles se dejaban llevar por la vanidad, mientras el pueblo iba a juegos sangrientos, cuyas matanzas eran recibidas con euforia. En suma, lo que estaba en contraste eran dos bloques que se repudiaban: el uno representado por la Ciudad de Dios, donde el orden moral es estimado; el otro, por la ciudad del hombre (Nimrod), donde el materialismo arraigado prevalecería.

Así, la religión cuya fuerza central se base únicamente en la capacidad humana siempre conlleva progreso material, sin embargo, trae consigo la chispa de la degradación humana, en vista de que todo lo que pasa a valer es el desarrollo y la materia no más. El hombre sencillo es incentivado a tornarse un pequeño dios, a rechazar valores como la solidaridad y el perdón y a ponerse por encima de todos. La competición es fundamental y los fines justifican los medios.Igual pensaba Sarmiento, pues, por detrás de sus ideas anticatólicas, había también una fuerte crítica a la religión del hombre simple, que alaba a Dios con franqueza y sin preocupación con rituales. Sarmiento señalaba que tal forma era agradable de verse, pero inútil socialmente.En verdad, él pregonaba la destrucción de todos los que no compartieran el espíritu racionalista y el valor supremo del individuo, lo que Nietzsche después va a llamar de “Superhombre”. Es decir, su dios es el progreso, el apego al conocimiento que genere ingresos y satisfacción carnal.Estas ideas ayudaron a formar el espíritu materialista de hombres como Hitler y Stalin, para quienes la vida de muchos podría ser desechada, desde que el progreso económico viniera. Entonces, las ideas de Sarmiento desechan no solo el catolicismo, sino el cristianismo en todas sus vertientes.

3.1. El cristianismo y la Iglesia Católica.
¿Por qué el odio hacia el cristianismo? Porque lo identificaron por siglos con el catolicismo. Sin lugar a dudas, este fue el detonante de muchísimas intolerancias religiosas, pero no debe ser confundido con el cristianismo, que a lo largo de la historia occidental se desveló en dos facetas: una piadosa (el primitivo) y otra política (el oficial de Roma). En el principio, sus fieles fueron perseguidos por las autoridades romanas y muchos prefirieron la muerte a renegar de su fe. Las persecuciones solo tuvieron fin con Constantino y Teodosio I. El primero permitió la libertad de culto religioso, porque anhelaba usufructuar de la estructura administrativa jerárquicamente compacta de la Iglesia. El segundo, deseando mantener un imperio que ya daba señales de debilidad, prohibió el paganismo y elevó la nueva fe al estatus de religión oficial. Con el tiempo, el cristianismo primitivo fue relegado a un plano inferior y, en su lugar, pasó a vigorar el católico, que serviría a los intereses del Estado. De esta forma, en el seno de la Iglesia se podría hallar dos tipos de cristianismo: el uno fiel a las cosas espirituales; y el otro incumbido de ayudar a gobernar el imperio.

Fue el catolicismo que en algún tramo de la historia fue opresor, y fue contra ello que muchos sacerdotes, amparados por las ideas burguesas, hicieron frente a la Iglesia y al régimen feudal. Estos hechos iban a crear la atmósfera para el cisma de la Iglesia occidental, encabezado por Martín Lutero en 1517. El intento reformista era volver al cristianismo original, pero las discrepancias irreconciliables ocasionaron guerras entre católicos y protestantes.Los primeros se mantenían presos al espectro medieval y al poder político; los protestantes, en su mayoría burgueses, creían que el mundo de Dios y del hombre no eran antagónicos, por lo que el progreso y riqueza materiales no eran pecaminosos, con tal de que coherentes con los evangelios.

Sin darse cuenta, la cristiandad se destrozaba, mientras se instituían sociedades secretas contrarias al cristianismo y, en algunos casos, a todo tipo de religiosidad. Eso se tornó evidente durante los siglos XVII y XVIII cuando algunas doctrinas sembraban la rebeldía general como política de Estado en Europa. De pronto, se propagó la noción de que la religión era solo una herramienta más de manipulación de las masas. Paradójicamente, las antiguas creencias griegas y mesopotámicas volvieron a ser difundidas. No por casualidad la razón humana se sostenía como diosa en los círculos intelectuales iluministas. Se difundían tales ideas de forma secreta, llevándoselas primero a los nobles esclarecidos, después, gradualmente, a la población en general. Durante la Revolución Francesa, el pueblo, los cristianos protestantes, los masones, los liberales parecían estar unísonos en cuanto a la caída del régimen.Pareciera que la luz prevalecería. Con todo, guillotinado el rey, se implantó una dictadura, la barbarie fue generalizada, lo que décadas después iba a propiciar la ascensión de Napoleón Bonaparte, el responsable por una guerra que, para algunos historiadores, fue la primera mundial de la Historia.La Iglesia católica cometió muchos errores. De esta forma, rebelarse en contra de ella o de un Estado autoritario tenía su razón de ser, y muchos deseaban francamente cambiar las cosas para mejor. Sin embargo, una cosa es cambiar las actitudes de una institución religiosa, otra distinta es destruir una religión o ir en contra de todo espíritu religioso, como lo intentaron los revolucionarios franceses.

EN GUISA DE CONCLUSIÓN: PROGRESO Y ANARQUISMO
La caída de la monarquía en el Occidente y el influjo de la expansión industrial fomentaron el progreso material y el acúmulo de grandes fortunas. Así, donde la industrialización se instalaba, allí se demarcaba muy bien las bases de una sociedad burguesa y protestante, rica y próspera. Sin embargo, la prosperidad lucía solo para unos tantos,mientras la mayoría del pueblo quedaba víctima del desarrollo económico. Proletarios en paro, prostitución y el hambre recrudecían en los países industrializados, en tanto la burguesía se mostraba cada vez más rica. Pero no tardó para que los antiguos aliados empezaran a pelearse entre sí. La clase media y los obreros, antes unidos a la burguesía en contra de la monarquía y de la Iglesia, principiaron por rechazar el ideal burgués. La capacidad de organización y rebeldía adquirida en la lucha contra el antiguo régimen se mantenía en las clases medias y profesionales liberales, cuyos ideales de igualdad aún ardían. La masa de miserables movida por los intelectuales iluministas comenzó a pregonar el fin de la burguesía.

De esta nueva ola de rebelión surgieron movimientos sociales como el anarquismo, socialismo, anarcosindicalismo y comunismo, muchos de los cuales pregonaban no solo en contra del poder establecido, sino también de todo ideal burgués, sobre todo su religión. Algunas teorías afirmaban que la única forma de destruir la sociedad burguesa era minándole sus bases, es decir, la familia, la noción de patria y la religión cristiana. Así, el enemigo ahora a destruir era toda la sociedad patriarcal cristiana, católica o protestante.Desde finales del siglo XIX y casi todo el XX, las guerras fueron la herencia de esa necesidad de progreso y búsqueda de riquezas a toda costa, por un lado, y el rechazo de las religiones por otro. Lo que proporcionaría un sinfín de guerras durante el siglo XX.

Por lo tanto, las ideas de Sarmiento, así como de otros iluministas, contribuyeron para que el hombre se tornara más grotesco, aunque relleno de conocimientos y racionalidad. Sarmiento criticaba la religión y hacía hincapié en crearse un mercado libre y una sociedad compatible con el progreso, mismo que fuese necesario matar a la gente u obligarla a cambiar sus costumbres. Su odio hacia Córdoba, España y a los gauchos está en el hecho de que estos eran considerados la causa del retraso argentino.

Sin embargo, no eran todos los gauchos que hacían de las suyas. Es eso que José Hernández (1930) en su Martín Fierro le apunta a Sarmiento, es decir, la causa de la villanía entre los pobres estaría radicada en la manera como el Estado argentino los trataba. Hernándezdescribe a un gaucho sencillo, bondadoso, respetuoso, amante de su familia y trabajador que, de la nada, se le vino encima la obligación de servir al ejército en las distantes fronteras de la nación, en vista de que los indígenas la amenazaban. Él fue arrestado para ello, pero le juraron que su familia estaría protegida mientras peleaba. Gracias a los maltratos, se fugó del cuartel. Al volver, supo que su mujer tuvo que dejar los hijos con alguien para que no murieran de hambre, siendo que ella misma se había ido con otro hombre. La tapera estaba destruida. En tanto, las patrullas lo perseguían por desertor. Así, tuvo que huir otra vez más. Como en su propio país no era bienvenido, fue a vivir a las tierras de los indígenas, donde tuvo acogida. Aunque una ficción romántica, el Martín Fierro es representativo de una cuota extensa de la sociedad argentina de entonces. De esta forma, para la mayoría de los gauchos, la independencia y la república no había cambiado en nada las cosas.

El error de Sarmiento no fue pregonar el avance económico o industrial, pero atacar la religiosidad y pregonar el uso de la fuerza para agredir aquellos que estaban en contra de la sociedad industrializada, derramándoles la sangre. Son tales ideas que esclavizan y provocan mortandades desde siempre.

 

REFERENCIAS
CARO RODRÍGUEZ, José María. El misterio de la Masonería. Primado de Chile. Santiago, 1926.
CERVANTES, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.Madrid: Alianza Editorial, 1984.
GUTIÉRREZ, Fermín Estrella; CALIMANO, Emilio Suárez. Historia de la literatura americana y argentina con antología. Buenos Aires: Editorial Kapelusz, 1940.
HERNÁNDEZ, José. El Gaucho Martín Fierro.Barcelona: Editorial Ramón Sopena, 1930.
__________. La vuelta de Martín Fierro. Barcelona: Editorial Ramón Sopena, 1930.
LOPRETE, Carlos Alberto. Literatura hispanoamericana y argentina.Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1975.
ORTEGA Y GASSET, J. La deshumanización del arte. Buenos Aires: Castalia, 1999.
SAN AGUSTÍN. La ciudad de Dios.Ciudad de México: Editorial Porrúa,1981.
SARMIENTO, Domingo Faustino. Facundo: civilización y barbarie. Buenos Aires: Centro editor de América Latina, 1973.

 

 

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