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El patriarcado como poder político opresivo

por Pablo Arellana
Artículo publicado el 14/08/2020

Artículo en colaboración con Waldo Candia,
estudiante de psicología de la Universidad Alberto Hurtado
Chile.

 

Resumen
Se relaciona el concepto de patriarcado con aspectos sociopolíticos y con fenómenos psicológico-sociales. Se hace entender desde las ciencias sociales con autores como Foucault, Montero y entre otros, relacionar el poder político que padece el patriarcado como un ejercicio en el cual se oprime a la población especialmente a las mujeres, con funciones sociopolíticas en espacios públicos, dando así efectos negativos en la sociedad que hacemos llamar como traumas sociales.

Palabras y nombres clave: Psicología política, Patriarcado, Poder político, Violencia política, Trauma psicosocial

 

Desde la antropología, se han planteado conceptos en donde la sociedad y la cultura en la que se vive ejerciendo cierto dominio sobre la población desde un género en particular, como lo es el matriarcado o el patriarcado. En este ensayo profundizaremos desde el patriarcado, entendiéndolo como un dominio por parte de los hombres hacia la población como poder político opresivo, en donde tanto mujeres como hombres reciben los daños colaterales por quienes dominan. Sin embargo, el patriarcado se puede entender desde diferentes maneras. Desde las feministas refieren que el patriarcado es la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres, en donde se tiene dominio de las instituciones más importantes para la sociedad, y para otras significa una toma de poder histórica por parte de los hombres sobre las mujeres cuyo agente ocasional fue el orden de la biología, si bien elevado éste a la categoría política y económica (Facio y Fries, 2005). Y desde la psicología política se entiende como un fenómeno político, una manera en cómo se ejerce el poder hacia la población o la sociedad. Este poder lo entendemos como un dominio hacia el otro, una manera en la cual se ejerce el poder ya sea a través de maneras indirectas o por la fuerza. “Lo que caracteriza el poder que estamos analizando es que pone en juego relaciones entre individuos […] si hablamos de estructuras o de mecanismos de poder, es sólo en la medida en que suponemos que ciertas personas ejercen poder sobre otras” (Foucault, 1988, p.12). El poder se ejerce a través de un sistema, como lo es el patriarcado, en donde interviene en instituciones y las hace del dominio del hombre. No es de extrañar que el mismo Estado tenga una característica patriarcal, esto lo podemos evidenciar con los sueldos o salarios diferentes entre los géneros, las maneras de politizar ciertos espacios públicos en las cuales padecen del dominio del hombre, como lo es el trabajo en este caso. El aspecto que también mencionamos sobre el espacio público es un ámbito que la psicología política también se especializa. “La vida pública, es vida política en tanto se refiere a ese espacio compartido por todos los integrantes de una sociedad, siguiendo normas explícitas e implícitas cultural, histórica y dinámicamente establecidas y revisadas” (Montero, 2009, p.204). Los espacios privados se refieren a otros aspectos en la cuales son una forma de prohibir o de desocializar, excluyendo a algunos (Montero, 2009). Sin embargo, estos espacios se relacionan, en la cual el espacio público también influye o determina cómo funciona el espacio privado y por esta interrelación puede tener consecuencias sobre la vida pública, en donde responden a ciertos intereses (Montero, 2009). Es por ello por lo que nos situamos en la vida pública, en donde interfiere el hombre a través de su poder, tomando dominio de estos espacios actuando de tal manera que genera ciertas conductas y tratos entre los hombres y las mujeres como lo plantea el patriarcado.

La manera de oprimir a la sociedad desde el hombre, sobre todo a las mujeres que son las más afectadas, lo entendemos como una violencia política, donde el patriarcado toma dominio hacia el cuerpo, que alteran, se utilizan de cierta manera e inclusive se abusan de ellas. Estos daños que genera el patriarcado en una sociedad machista, lo evidenciamos en los argumentos planteados por Martín-Baró (1988) sobre los acontecimientos que suceden sobre la guerra en El salvador. El uso desmedido de la fuerza militar hacia la población, donde se generó violencia contra el pueblo, violando a mujeres y entre otros acontecimientos, llega a generar un trauma psicosocial, que refiere a las heridas causadas a nivel psíquico debido al acontecimiento histórico experimentado (Martín-Baró, 2009).

El patriarcado como poder político opresivo, genera daños o traumas a nivel psicosocial, y en respuesta a estos acontecimientos es donde se genera el movimiento feminista, dirigiéndose en contra el modelo establecido dominado por los hombres. Estos daños cometidos por el patriarcado los podemos asimilar a través de los hechos ocurridos y relatados por Martín-Baró (1988) sobre las tantas mujeres que sufrieron abuso físico, psicológico y sexual por parte de los hombres. Estos hechos y conductas son atribuidas por este modelo y valores tradicionales que nos entrega el patriarcado, donde se les permite tener dominio sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres ante los hombres. Son los efectos violentos y desmedidos por este poder con aspectos políticos, donde los hombres tienen privilegio ante las mujeres. Cabe señalar que estas conductas de los hombres hacia las mujeres son propuestas por este modelo de dominación, es por ello por lo que hay actos deshumanizantes como las violaciones, abusos físicos y psicológicos porque refieren a la mujer sólo como un objeto de producción y satisfacción sexual y no como un ser humano que siente. Como nos menciona Lira (2010) sobre el trauma entendido en contextos de dictadura militar en Chile (1973-1990):

“Las torturas, los secuestros, desapariciones y asesinatos, el exilio, la relegación, los amedrentamientos y allanamientos masivos eran entendidos como situaciones específicas potencialmente traumáticas, que atentaban contra la vida y la identidad de las personas, afectando negativamente su condición de miembros de una sociedad y su calidad de sujetos sociales activos” (p.19).

Esto también lo podemos relacionar con los daños que genera el patriarcado como fenómeno político que oprime las vidas de las mujeres, en donde se les tortura de manera física, se les asesina y viola.

Dentro de este sistema que es el patriarcado las conductas o actos llevados a cabo por sujetos específicos como puede ser un hombre que abusa de una mujer pueden generar traumas psíquicos en esta, al no poseer las capacidades para metabolizar esta experiencia (traumática), es así, como esta mujer que fue abusada puede generar un trauma manifiesto en depresión, fobia al contacto físico u otras formas, esto es conocido como “huella del trauma”.

Profundizando en este sistema patriarcal del que venimos hablando, podemos mencionar que trae con si una inmensidad de injusticias, traumas y sufrimiento, ha desatado en los últimos años una gran cantidad de manifestaciones por parte de las mujeres que luchan contra esto, buscando una igualdad, buscando una liberación de este modelo modelo patriarcal represivo, es así que si tomamos aspectos de Piper (2013) la memoria pasa a ser un factor de suma importancia para este proceso de movilización y liberación, la memoria se entiende como una acción que puede ser discursiva la cual se realiza en el presente y construye eventos del pasado, con esta se constituye una trama relacional de la que se es difícil distinguir contenido y forma, por esto el recordar algo trae consigo el cómo se recuerda, agregando al hecho o instancia un momento determinado, una trama y un sentido (Vázquez, 2001, citado en Piper, 2013). La memoria se encuentra presente en estas manifestaciones en la lucha contra el patriarcado, esta memoria que se repite con cierta ritualización busca mantener el recuerdo de las compañeras caídas, violentadas, asesinadas, aquellas que estuvieron presentes en la lucha contra el patriarcado, así como aquellas que no tuvieron oportunidad alguna de salir de ese entorno de violencia patriarcal, por las mujeres que un 8 de marzo de 1857 decidieron salir a las calles a protestar contra las miserables condiciones laborales (pan y rosas) y por aquellas mujeres muertas el día 25 de marzo de 1911 en aquel trágico momento en una fábrica de New York. Mediante esta memoria se escriben diferentes relatos e historias respecto al modelo patriarcal, en las cuales la mujer siempre se ve afectada.

En las manifestaciones la memoria se encuentra presente no solo de forma lingüística, sino que también en algunos casos se mezcla lo semiótico con lo material mediante diferentes prácticas como lo es la performatividad, la memoria en la performatividad se entiende “como un conjunto de acciones reiteradas constreñidas a ciertas normas, constructoras de identidades, en las cuales confluyen o, más bien, se desdibujan los límites entre la artificialidad y lo real.” (Piper, 2013, Párrafo 25). Estas prácticas “reproducen interpretaciones del pasado, pero al mismo tiempo contribuyen a transformar las condiciones que harán (o no) posible nuevos campos de sentido, y es eso precisamente lo que otorga a la memoria su poder de construir versiones contra hegemónicas.” (Piper, 2013, párrafo 24). De esta forma los actos performativos o las diferentes prácticas realizadas en conmemoraciones como el 8 de marzo y que tienen como propósito la memoria de los eventos ocurridos son espacios donde las víctimas de este sistema patriarcal pueden hacer visibles sus memorias, pueden presentarlas ante otros y reafirmarlas mediante simbolismos que delimitan lo que recuerdan (Campos, 2004, citado en Piper, 2013), cosa que tiene sentido, debido a que estas fechas, aniversarios o conmemoraciones reactivan las memorias. Por lo general son lugares públicos, donde se permite expresar sentidos del pasado, cambiando algunos, reafirmando otros, lugares donde se pueden construir nuevos recuerdos y sujetos sociales. De esto mismo se desprende que la memoria en algunos casos sirve como una garantía de “nunca más”, un recordatorio de aquellas cosas que no pueden volver a pasar, de esta forma es un grito de “no vamos a aceptar más” (Piper, 2015), en este caso “no vamos a aceptar más femicidios”, “no vamos a tolerar más injusticias”, “necesitamos justicia no patriarcal” entre otros muchos ejemplos. Las conmemoraciones tienen la potencialidad para reproducir y transformar significados, existe una apropiación y resignificación de las vivencias, pasando de un “he sufrido esto” a un “no vamos a permitir que nadie vuelva a sufrir esto”.

Piper en “Violencia política, miedo y amenaza en lugares de memoria” (2015) habla sobre la “generación sin miedo”, refiriéndose a que ellos nacen en un contexto posterior a la dictadura, que no conservan los traumas que sus padres y madres sí, ya que, “No cargan con fantasmas ni sombras del pasado. Son una nueva generación, más crítica y audaz.” (Cabalin, 2011, citado en Piper, 2015, p.167), es por esto por lo que ellos al no experimentar esta violencia y temor durante la dictadura militar no tienen este miedo latente, Piper lo menciona por los movimientos estudiantiles ocurridos en el año 2011 y cómo esta generación no se mostró temerosa a la hora de hacer saber sus malestares.

Podemos tomar este concepto de generación sin miedo y traerlo dentro del espectro feminista (adaptando algunas cosas), asociándolo a que existe una gran historia de normalización, miedo por parte de las mujeres a rebelarse ante este sistema patriarcal, existiendo “generaciones traumatizadas” de mujeres que ya estaban acostumbradas a recibir maltratos, menosprecios o injusticias de cualquier tipo, pero las actuales generaciones, a diferencia de las anteriores, marcaron un “alto”. Estas inspiradas en los movimientos feministas pasados y la cantidad de casos que se han dado a conocer (así como la visibilidad que han tenido), se muestran valientes al enfrentar este sistema patriarcal, marcan un antes y un después a la hora de cuestionarse lo que está bien o no, teniendo como resultado una sociedad que se cuestiona todo aquello que se normalizó en el pasado y que estas conductas normalizadas sean cada vez es menos toleradas y las injusticias cada vez son más criticadas. Actualmente se exige justicia en aquellos casos aberrantes como el de Antonia Barra y su violador Martín Pradenas o casos como el de Fernanda Maciel, ya no se toleran las injusticias, es una generación sin miedo a luchar, cosa que nos habla del impacto que han tenido estos movimientos más que necesarios para superar estas injustas problemáticas.

En resumida cuenta, referimos cómo es la manera que tiene el patriarcado de dominar especialmente a las mujeres, generando traumas psicosociales impuestos por una violencia política, donde el trato que se les tiene a las mujeres genera un daño que entre ellas perciben, para luego manifestarse a través de marchas feministas en contra de esta violencia política que aún perdura. No solo es violencia política el abuso sexual, físico y psicológico hacia las mujeres, sino que también es violencia política que el hombre tenga privilegios en la sociedad como lo son los aspectos laborales. Me parece pertinente que la sociedad y sobre todo hacia los hombres, generen este cuestionamiento y autoanálisis de sus conductas, que son heredadas por valores tradicionales de generaciones anteriores. Este sometimiento que realiza el Estado a través de una dominación patriarcal trasluce lo inhumano que es el hombre. Teniendo en cuenta los atributos que nos hace humanos, se debe generar una concientización sobre estos hechos ocurridos hacia las mujeres, para vernos como iguales, y no como objetos de poder y sumisión.

 

Referencias

  • Facio, A., & Fries, L. (2005). Feminismo, género y patriarcado. Revista sobre enseñanza del derecho de Buenos Aires, (6), 259-294.
  • Montero, M. (2009). ¿Para qué Psicología Política? Psicología Política, 9(18), 199-213.
  • Lira, E. (2010). Trauma, duelo, reparación y memoria. Revista de Estudios Sociales, 36, 14-28.
  • Piper, I. & Fernández-Droguett, R. (2013) Psicología Social de la Memoria: Espacios y Políticas del Recuerdo. PSYKHE, Vol. 22, (2), Pp. 19-31.
  • – Piper, I. (2015) Violencia política, miedo y amenaza en lugares de memoria. Athenea Digital, 15, (4), pp. 155-172.

 

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