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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La participación de mujeres en el contexto del proyecto político neoliberal: el caso de la fundación de colonias populares en Tlalpan. México.

por Sandra Martínez Hernández
Artículo publicado el 24/11/2017

Resumen
Este artículo da cuenta del inicio de la participación de cinco mujeres en el campo político en un contexto de reajuste económico y político neoliberal. En este periodo ellas comenzaron a participar en sus comunidades periféricas ubicadas en Tlalpan, Ciudad de México. En este trabajo se puede estudiar cómo el neoliberalismo cambia dinámicas sociales y maximiza la precarización vivida por las mujeres, al tiempo que se presenta una contestación agencial.
Palabras clave: participación, feminismo popular, proyecto político neoliberal, precarización.

 

Introducción
El proyecto político neoliberal trajo cambios expresados en la política a nivel nacional, en la económica en el país y en el exterior, así como en las responsabilidades del Estado y las relaciones sociales. En este contexto se acentuó una crisis económica, derivado de ello se realizaron recortes en programas sociales y modificaciones en políticas sociales, ante lo cual diversos grupos comenzaron a participar con el objetivo de satisfacer sus demandas, pues anteriormente el estado de bienestar intervenía y trabajaba en distintas áreas como la vivienda, alimentación y salud, mientras que en este modelo, iniciado en una crisis financiera, los ciudadanos tuvieron que buscar nuevos medios para alcanzar sus objetivos, como la infraestructura en sus colonias.

En medio de estos cambios, distintos actores comenzaron a integrarse al campo político, pues este proceso redefinió y amplió la política para dar paso a una pluralidad de prácticas desde la sociedad civil, la ciudadanía y la acción colectiva. Esto potencializó a los sujetos, pero muchos de ellos comenzaron a participar desde su subjetividad y precariedad social e histórica, como es el caso de las mujeres residentes en colonias populares, quienes en los años ochenta empezaron a poblar las periferias de la Ciudad de México.

Precisamente en este escenario se ubica el caso de estudio de este ensayo: cinco mujeres de Tlalpan que comienzan a participar en su colonia y a dialogar con instituciones públicas para conseguir la infraestructura básica en sus hogares: el agua, la luz y el pavimento. Esto lo hacen desde su papel tradicional de madres y esposas, como procuradoras del bienestar en sus casas, por lo que se integran al campo político sin dejar de enfrentarse a distintas estructuras de poder de género.

Por ello, con el objeto de analizar este caso, el documento se estructura de la siguiente manera: en primer lugar se presenta el marco teórico, en este apartado se expone la teoría de Pierre Bourdieu; en segundo término se explica el contexto del proyecto neoliberal y los planteamientos de Evelina Dagnino, Alberto Olvera y Aldo Panfichi; posteriormente se desarrolla la participación de estas mujeres. Por último, se presentan las conclusiones.

Marco teórico
El eje articulador teórico de este ensayo es la teoría de Pierre Bourdieu, quien propone una ampliación en los campos de poder, en el campo político específicamente, incluso cuando se dan relaciones de subordinación, como las de género.

La teoría base de esta investigación es el constructivismo estructuralista de Pierre Bourdieu, propuesta que, para estudiar las realidades sociales, pretende superar los preceptos dicotómicos en las ciencias sociales y, como resultado, destacar que las prácticas sociales son al mismo tiempo objetivizadas e interiorizadas. A su vez, se caracteriza por aprehender la realidad como “construcciones históricas y cotidianas de actores individuales y colectivos” (Giménez, 2002: 2).

Dicha propuesta se desarrolla alrededor de distintas categorías analíticas; una de ellas es el habitus, definido como “un sistema socialmente constituido de disposiciones estructuradas y estructurantes, adquirido mediante la práctica y siempre orientado hacia funciones prácticas” (Bourdieu, 1995: 89). De esta manera, el habitus permitiría dar lectura a las acciones y relaciones sociales de las mujeres, a partir de su participación en la fundación de colonias populares.

Es importante señalar que el habitus toma en cuenta tanto al individuo en su particularidad, como en relación con otros y la estructura social. Para ello, cabe recordar que una de sus funciones “es la de dar cuenta de la unidad de estilo que une a la vez las prácticas y los bienes de un agente singular o de una clase de agentes […] El habitus es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínseca y relaciones de una posesión en un estilo de vida unitario, es decir, un conjunto unitario de elección de personas, de bienes, de prácticas” (Bourdieu, 2008: 14).

Una segunda categoría trabajada en este proyecto de investigación, relacionada con el habitus, es la de campo, definido como “una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones diferenciadas, socialmente definidas y en gran medida independientes de la existencia física de los agentes que las ocupan” (Bourdieu, 1992 en Giménez, 2002). En resumen, hasta aquí, el habitus y el campo, categorías intrínsecamente relacionadas, pueden comprenderse de la siguiente forma: “El habitus sería el resultado de la incorporación de las estructuras sociales mediante la ‘interiorización de la exterioridad’, mientras que el campo sería el producto de la “exteriorización de la interioridad”, es decir, materializaciones institucionales de un sistema de habitus efectuadas en una fase precedente del proceso histórico-social” (Giménez, 2002).

El segundo punto se centra en la participación política que, desde esta investigación, se estudia desde los campos donde la disputa es por el poder. El campo de poder es entendido como un “microcosmos en donde existen fuerzas y luchas “para transformar estas relaciones de fuerza” (37). La integración a este espacio no es exclusiva de la élite, al contrario, actualmente hay distintos agentes que, con base en su capital social y cultural, disputan su entrada y se posicionan en estos espacios. Es importante destacar que hay distintos campos: económico, educativo y político, entre otros. Este ensayo retoma este último.

El campo político se estudia en esta investigación para desarrollar la participación política de las mujeres y puede entenderse como aquellos espacios en donde se establecen y transforman las relaciones de fuerza e, incluso, el espacio social de los agentes. Bourdieu (2001: 12) considera que el campo político debe comprenderse como un “pequeño mundo social relativamente autónomo en el interior del gran mundo social” (Bourdieu, 2001: 10), caracterizado por la exclusión (2001: 12) no sólo de agentes, sino también de proyectos sociales y políticos que implican una lucha simbólica con objeto de una movilización a través de fuerzas sociales, es decir, de agrupamientos.

De esta manera, históricamente el campo de la política ha sido dominado por grupos específicos, quienes han sido los agentes “propietarios” de este campo y, por tanto, “la política les pertenece” (Bourdieu, 2010). Es decir, en la génesis de este campo ya  hay un juego de apropiación y exclusión, de apoderados y subordinados. Esta realidad tiene una inscripción social, pues tal y como señala este autor, el campo político es un microcosmos ubicado en un macrocosmos social, de manera que las desigualdades existentes en lo social se traducirán a lo político y viceversa. En otras palabras, hay que comprender la relación de este campo  no sólo con lo social, sino también con lo económico, educativo y las jerarquías que existen en estos espacios, hecho que determinará quién se posiciona dentro de lo político. Incluso, si se trae a cuenta el espacio social, categoría de Bourdieu, se puede destacar que según la posición jerárquica que se tenga, ésta será la determinante para un posicionamiento en la política.  Al respecto, Bourdieu explica:

Esta constancia de la capacidad desigual de acceso al campo político es extremadamente importante para evitar naturalizar las desigualdades políticas. Es una de las grandes tareas permanentes de la sociología, regresar la historia al principio de las diferencias que son espontáneamente tratadas como diferencias naturales (2010).

La construcción del campo político está fundamentada en jerarquías, cuya consecuencia principal es un conjunto de exclusiones hacia grupos históricamente marginados. Sin embargo, hay que considerar que a su vez hay “condiciones sociales de posibilidad de acceso a este microcosmos” (Bourdieu, 2010), como ejemplo, tiempo libre, excedente económico, relaciones sociales, una herencia de posiciones dominantes, es decir, el capital social, cultural y sobre todo económico que se tenga influirá en la posición dentro de este campo. Sin embargo, las necesidades sociales, es decir, la precariedad de vida también es un motivante para posicionarse en los márgenes del campo político.

De esta manera, hasta ahora, el campo político tiene constantes luchas por  posicionarse dentro del mismo, pero también existen luchas desde los márgenes del campo, pues la integración a este espacio no es exclusiva de la élite, al contrario, actualmente hay distintos agentes que, con base en su capital social y cultural, desde la precariedad, disputan su entrada y se posicionan en estos espacios. Al respecto, Bourdieu explica:

Hoy en día, uno de los desafíos políticos es precisamente la lucha por las fronteras del campo político. Hay una lucha por ampliar la definición que es de inmediato condenada como populista. Este insulto está muy cargado de sentido. Es un eufemismo para decir racista. Ahora bien, estas luchas se inspiran en una rebelión contra el cierre del campo político, contra su definición estricta, y militan a favor de una extensión del campo político. Uno de los problemas es saber cómo transformar la división del trabajo político de tal manera que el acceso al sistema político sea ampliado, que más personas puedan ejercer efectos dentro de este campo. La imprecisión de mi análisis se debe al hecho de que las fronteras del campo político son uno de los objetos de las luchas. Hay gran cantidad de fenómenos dentro del campo político que son el resultado de una solidaridad, por encima de las oposiciones políticas, que tiende a defender estas fronteras  (2001: 26-27).

Debe señalarse que, según este autor, para ubicarse en el campo político es necesario producir efectos en el espacio público, y éstos se pueden estudiar a través de las relaciones simbólicas que construyen y les construyen, se hacen evidentes y cobran un lugar y, por tanto, tienen voz y decisión, tal es el caso de estas mujeres, quienes se posicionaron en el este campo y  a su vez produjeron efectos dentro de sus hogares y en sus comunidades.

La participación en el campo política es motivada por el capital de los agentes, así como por sus necesidad y, a su vez, por los contextos enfrentados, como es el caso de la entrada del proyecto neoliberal.

Estudio del caso
Contexto
La participación de estas cinco mujeres en Tlalpan, Ciudad de México, se sitúa en un contexto particular: en la implementación del proyecto político neoliberal. Evelina Dagnino, Alberto Olvera y Aldo Panfichi estudian los procesos participativos, según el proyecto político en el que se encuentren; se enfocan en estudios sobre una democracia participativa en donde la premisa es una ampliación de la política institucional para dar cabida a procesos ciudadanos y de la sociedad civil. En este enfoque existe una presunción de la agencia. Asimismo, estos autores enmarcan esta participación en distintos contextos, según el proyecto político que se tenga: participativo, autoritario y neoliberal, último en el que se ubica este caso. Por ello, se retoman estos planteamientos: en primer lugar por la reconfiguración de la vida social y política a partir de un modelo económico; y, en segundo término, por la contestación agencial, en este caso, de mujeres.

Para estudiar este proceso primero se debe plantear que los “proyectos políticos son construcciones simbólicas que mantienen relaciones cruciales con el campo de la cultura y con culturas políticas particulares” (Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006: 32), de ahí que el neoliberalismo como proyecto  no sólo se pueda ver en las políticas nacionales, sino también en la cotidianeidad. Esta propuesta política-económica se caracteriza por impulsar “la necesidad de ajustar la economía removiendo las barreras para la expansión del gran capital internacional, principalmente en el Tercer Mundo, y liberando al mercado de los obstáculos que le impedían funcionar como organizador de la vida social” (Dagnino, Olvera y Panfichi,  2006: 60).

Estos cambios económicos cambian la vida política y social de un país. Una de las consecuencias de este proyecto en el campo político fue una reconceptualización de la participación porque el Estado dejó vacíos en materia de desarrollo social, por lo que los propios ciudadanos tuvieron que llenar esos espacios, ya sea como organizaciones de la sociedad civil, o a partir de prácticas ciudadanas en espacios institucionales. De esta manera, “para compensar la contracción del Estado, la sociedad como un todo es llamada a participar, asumiendo responsabilidades en el combate a la pobreza y a las carencias sociales, en nombre de la solidaridad” (Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006: 62). En este contexto se enmarca la fundación de colonias populares en Tlalpan.

La construcción de estas colonias, en zonas periféricas de la ciudad, se sitúa, como ya se mencionó, en la transición del modelo económico benefactor al neoliberal pues, específicamente en los ochenta se dan fuertes movilizaciones para la obtención de una vivienda con servicios públicos a partir de una organización ciudadana, luego de que las políticas neoliberales exigieran respuestas inéditas de una sociedad civil más participante (Espinosa, 2002).

Es importante recordar que ya desde “finales de los sesenta y luego en los setenta y ochenta, los citadinos pobres habitaron las llamadas ‘ciudades perdidas’ […] Después comenzaron a habitar las zonas periféricas, entonces se habló del ‘cinturón de la miseria’…crecieron y se comenzó a habitar por familias pobres. Entonces se habló de ‘colonias populares’ ” (Espinosa, 2002: 23), las cuales tienen la característica de ser pobladas por grupos heterogéneos, según Gisela Espinosa (2002), pero tienen en común la pobreza.

A pesar de su heterogeneidad, esta participación estuvo pronunciada por sectores específicos, como es el caso de las mujeres en colonias populares[1], quienes enfrentaron las políticas neoliberales en una austeridad de bienes en sus hogares y con la tradicional responsabilidad como madres de buscar los recursos para que su núcleo familiar tuviera los servicios básicos de infraestructura. Este aumento de responsabilidades en las mujeres, en un contexto de precariedad en sus hogares, permite ver cómo los proyectos políticos se desarrollan en relaciones de dominación de género históricas en donde “el hombre es quien sostiene las estrategias de reproducción” (Bourdieu, 2000: 66), ubicadas en los espacios laborales, mientras las mujeres deben procurar por los hogares y, en este caso, participar en sus colonias para continuar con el mantenimiento familiar.

El hecho de que mujeres participen en sus colonias, a nivel local, no es casual y es porque “es el que tiene que ver con la vida cotidiana y es allí donde la presencia de ellas es mayor” (Saa, 1993: 11). Esto implica que “las mujeres ven la realidad desde el interior de las casas y es allí donde se viven, concretamente, los resultados de las políticas. Dentro de las casas se sabe y se palpa la política económica tanto en términos de los ingresos familiares, como todas las políticas macroeconómicas que repercuten en el costo general de la vida” (Saa, 1993, 11) y, por tanto, las carencias y problemas las obligan a incidir en su medio a nivel local. De este modo, las participantes fundaron sus colonias en medio de una crisis económica y política nacional que ellas mismas resintieron desde sus núcleos familiares. Como consecuencia, comienzan a gestionar y a participar en sus comunidades no por una intención, sino por una necesidad. Al respecto Elizabeth Maier abunda:

La precariedad de las condiciones de vida en los barrios populares pesó las en las mujeres, extendiendo e intensificando su jornada de trabajo, extendiendo e intensificando su jornada de trabajo doméstico-familiar. Así que apoyadas en su identidad genérica de reproductoras de la familia y responsables del bienestar cotidiano familiar e impulsadas por el anhelo de la modernidad, las amas de casa se sumaron a las organizaciones populares, reuniéndose, movilizándose y presionando al gobierno en turno para conseguir las condiciones estructurales más favorables a un ejercicio de trabajo doméstico familiar de menor desgaste y mayor eficiencia. Sus parejas solían dar su anuencia para dicha participación, considerando —aun cuando se situaba en la arena pública— que resolver los problemas diarios de la casa y la familia correspondía al “trabajo de mujer (Maier, 2006: 40).

Estas mujeres tuvieron que enfrentar esta crisis para tener una casa propia. Este hecho lo hicieron desde su habitus, en este caso, desde su papel tradicional de madres, el cual les asigna tareas en la casa, pero a su vez éste se encuentra determinado por el medio que, en este caso, era una colonia sin ningún servicio público y, por tanto, también tenían que incidir en su comunidad para cumplir con sus responsabilidades de madres y amas de casa, ya que, como lo señala Teresita de Barbieri “los ritmos y la cadencia de las tareas que constituyen el trabajo doméstico están, en gran parte, pautadas por los tiempos y exigencias del mundo extra doméstico” (1991, 205), hecho que determinó a estas mujeres para participar en el campo político. De esta manera las mujeres han interiorizado normas con respecto a la obligación en sus hogares y ahora las objetivizan en esta crisis, surgida del neoliberalismo.

En resumen, hasta aquí, las mujeres de barrios o colonias populares comienzan a participar en la fundación de sus colonias populares porque, desde sus habitus, deben procurar por el mantenimiento de sus hogares. Es importante atender cómo ellas comienzan a trasladarse a otro campo, al político. Anteriormente se encontraban en un campo de la vida privada y cotidiana y ellas empiezan a cuestionar, desde sus prácticas, si realmente hay una división de campos privados-públicos políticos. En este contexto y prácticas se encuentran cinco mujeres que participaron en una investigación de tesis para dar testimonio de su inicio en la entrada del campo de poder, y a su vez evidenciar todos los cambios enfrentados en sus hogares que evidencian las estructuras de género a las que se encuentran sujetas.

Inicio de participación
A partir de este contexto de dominación histórica, las mujeres de este caso inician la fundación de distintas colonias en Tlalpan en los años setenta y ochenta. Incluso este es el periodo de consolidación de las nuevas colonias en esta delegación, como lo señalan Martínez y Aguilar:

En Tlalpan este periodo (1968-1987) marca el máximo crecimiento de la Zona Urbana, que coincide con su incorporación total a la Ciudad de México. Con la terminación del Periférico hasta Cuemanco, y del Viaducto Tlalpan (1968-1970), se intensifican los fraccionamientos y unidades habitaciones realizados por la iniciativa privada, así como por las instituciones estatales […] Pero el desarrollo de estas obras viales y la dotación de Servicios Urbanos para esta zona, atrajeron a nuevos grupos e inmigrantes, tanto rurales como urbanos, que no pudiéndose ubicar dentro de las colonias populares sobresaturadas […] conformaron agrupaciones de colonos independientes (Martínez y Aguilar, 1998, 17).

En la década de los ochenta es cuando las participantes comienzan su propia familia, tres de ellas llegaron a Tlalpan con su primer hijo recién nacido y en busca de una vivienda que pudieran costear; arribaron a colonias sin calles pavimentadas ni con los servicios públicos, como lo señala una entrevistada:

En el 84 llegué a vivir a esta colonia, no había servicios, no había nada. Apenas unas medias calles con mucha piedra y árboles. No había agua, luz drenaje, no había nada. Todas las que llegamos aquí empezamos a luchar por el agua, primero por el agua. No había agua entre 3, 4, 5 colonias a la redonda, sólo había en la Miguel Hidalgo 3era sección. La acarreábamos desde  allá. Cruzábamos la carretera. Entonces la luz también, cada quien compraba sus cables. Nos colgábamos desde Cruz del Faro […] Nos enseñamos a buscar las cosas. No como cuando ya tienes tu casa: le abres a la llave y ya tienes el agua. En muchas ocasiones fuimos a la delegación a que nos trajeran pipas de agua. Nos tuvimos que organizar casa por casa para citar a los vecinos (Andrea).

Este inicio de participación implicó una apertura de la ampliación del campo político en donde estas mujeres no estaban familiarizadas, y a partir de sus necesidades sociales comenzaron a apropiarse y a ejercer sus derechos de participar, pero también, cabe recordar que, este nuevo modelo económico conlleva una doble lógica, la cual asume una mayor responsabilidad en los ciudadanos para satisfacer sus demandas. Esta menor influencia de poder político del Estado puede ilustrarse en el caso de la fundación de colonias populares, las cuales buscaron por sus propios medios los recursos para la instalación de servicios públicos, como lo señalan las participantes, quienes narran los pagos hechos para la compra de postes y cables para la instalación de luz, además de adquirir tinacos y pagar pipas para el suministro de agua.

Empezamos a pedir pipas de agua. Entonces tienes que ir a la delegación: ir a juntar a la gente, decirles que necesitas una parada y te dicen: “Sí, bueno, busque a la gente, a su padrón, que todos te firmen”. Tarda eso, tarda casi un año, más de un año en mandarnos unas pipas, Entonces todo ese tiempo fue de acarrear agua, los que tenían coche  o camioneta, pues traían hasta garrafones de otras colonias, pero cuando no tienes nada pues tienes que irte con tus 3 botecitos a conseguirla […] Entonces la delegación nos decía «necesitas 40 tambos bien pintados, una plancha de cemento» y todo eso lo tiene que hacer uno… y ya a pintarlos y ya la delegación verificaba que todo estuviera bien y te mandaba tus pipas […] (Después) fuimos a la compañía de luz, hay tenemos los recibos del 84, 85 y 86 que pagamos los postes de luz porque […] con tal de tener un terreno, porque ya sabes que es tu casa y dices «hago lo que sea porque va a ser mi casa» (Andrea).

Para analizar este tema, en el siguiente recuadro se exponen las necesidades de servicios públicos y  cómo se han distribuido los recursos económicos.
tabla

Cuadro 1

Como puede apreciarse, los habitantes de las colonias tienen que cubrir recursos económicos y humanos para la instalación de servicios públicos y cuando la administración pública destina un presupuesto, en este caso la delegación de Tlalpan, los ciudadanos tienen que aportar también una parte, ya sea con mano de obra o con el pago de recursos materiales, como los ya citados por la entrevistada Andrea. Este caso muestra un vacío político administrativo derivado del proyecto político neoliberal, a partir del cual los ciudadanos tienen que intervenir de forma organizada.

Sin embargo, esta inversión de tiempos es desigual, pues estuvo cargada mayormente por las mujeres. La preocupación de ellas por la falta de servicios públicos se vio cuando sus hijos comenzaron a enfermarse por falta de agua potable, por lo que comenzaron a informarse sobre cómo conseguirla, a la vez que empezaron a trabajar por la construcción de sus casas, como lo describe una de las participantes:

La gran mayoría que hemos participado siempre en la colonia hemos sido mujeres… Yo creo que porque disponemos de un poco más de tiempo y estamos siempre al pendiente de la casa, como más preocupadas por tener la construcción de una casa. Yo creo que las mujeres somos más entronas en ese aspecto, así como «órale», y pues, yo lo veo cuando nosotras hacemos faenas, la gran mayoría somos mujeres (Cecilia).

Este relato señala cómo las mujeres asumen este habitus y lo llevan al campo político, además de afirmar que son ellas quienes sostienen estos procesos. Esto da cuenta de una organización específica de mujeres impulsada por un proyecto neoliberal más amplio. La rutina de las cinco mujeres de este caso cambia, se enfrentan con una distribución de su tiempo entre las actividades de su colonia, en su hogar y para algunas de su trabajo remunerado. Es decir, hay una duplicación o triplicación de jornadas laborales. Esta participación apenas es el inicio de lo que para ellas sería una presencia política de hasta dos o tres décadas. Aquí sólo se enuncian los motivos globales apuntados en un contexto local.

Es importante subrayar que este papel tradicional de la mujer en el hogar formó parte de la vida cotidiana de las participantes quienes aunque trabajaran, como se aprecia en el recuadro de perfiles en la metodología, debían reproducir las tareas en casa y, con ello, enfrentaron nuevas cargas en sus vidas, pues como fundadoras de las colonias tuvieron que subsanar la carencia total de servicios públicos, lo que las llevó a realizar faenas en sus calles con el objetivo de que fueran transitables. Este hecho lo relata una participante a continuación, quien refiere, además, una presencia casi absoluta de las mujeres en estas actividades: “Éramos puras mujeres porque los hombres se iban a trabajar. Entonces las que nos quedábamos, incluso no tenemos fotos, pero cómo no se nos olvida que parecíamos hombres nosotras aquí con pico y pala”. Además este fenómeno se pudo corroborar en la asistencia a las reuniones, como segunda técnica empleada en la investigación, al hacer uso de la observación panorámica participante, en donde de un total de 25 personas, aglomeradas con el objetivo de gestionar la constante falta de agua, 20 eran mujeres y sólo 5 hombres. Asimismo el horario de reunión es a las cinco de la tarde pues a esa hora las amas de casa ya se desocuparon de sus quehaceres y ya han ido por sus hijos a la escuela.

Cabe señalar que cuando la entrevistada Andrea alude a las actividades de construcción, con el pico y pala, hace una asimilación de éstas con los hombres, como si fueran exclusiva de ellos, pero a su vez, señala, las mujeres rompieron con estos esquemas. Más que por deseos, por necesidad.

De esta forma, después de estos breves relatos sobre cómo las mujeres son las que tienen una presencia más activa para satisfacer sus demandas, puede reafirmarse lo ya planteado por Gisela Espinosa, al decir que “las mujeres son la base social mayoritaria (en la participación para la fundación de colonias populares), y muchas de las carencias y problemas vividos en la colonia son enfrentados y resueltos principalmente por ellas” (Espinosa, 2002, 40). Este hecho causó que esta organización específica de mujeres se replanteara el uso exclusivo de las mismas en el hogar, e integrara el espacio público estatal como un ámbito de trabajo y lucha para cumplir con su papel de madres y esposas. Es decir, hay una configuración del habitus porque “el habitus no es el destino, como se lo interpreta a veces. Siendo producto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones que se confronta permanentemente con experiencias nuevas y, por lo mismo, es afectado también permanentemente por ellas. Es duradera, pero no inmutable” (Bourdieu, 1992 en Giménez, 2002). En este sentido, las mujeres de este caso muestran cómo no están determinadas a quedarse en sus hogares, sino que estos procesos en el campo político les permite una reflexividad sobre su quehacer como mujeres, hecho que ha durado más de dos décadas y que aquí sólo se presenta el inicio.

De este modo, este proceso permite identificar “la vinculación entre el campo de la reproducción en el ámbito doméstico y familiar y los procesos de transformación macro-sociales” (Jelin, 1994: 7). Por ello, la introducción del marco contextual permite estudiar esta participación en medio de una crisis en el país que trastoca distintas esferas de la sociedad intrínsecamente relacionadas, como la política, social y económica que afectan a los distintos niveles, tantos los microsociales como los macrosociales, en el primero de ellos se ubica a la familia, la cual a su vez está ligada con los papeles tradicionales, en este caso el de la mujer.

Conclusiones
El proyecto político modifica la cultura y las relaciones sociales. En este caso el neoliberalismo reestructuró el espacio de participación y la presencia de los actores sociales ya que, en primer lugar, no sólo se amplió la categoría de política y, con ello, la integración de una organización y prácticas locales, sino también se ubicaron actores que, desde su subjetividad, comenzaron a integrarse al campo político. El papel tradicional de madres y esposas motivó a que estas mujeres sin experiencia y sin intenciones de entrar a la política empezaran a trabajar por una infraestructura en las colonias populares de Tlalpan.

Sin embargo, esta participación, como ampliación del campo político, guarda una doble lógica al promover una participación que coadyuve con actividades que el Estado realizaba en el modelo de bienestar. Esto se pudo apreciar en la inversión de tiempo y dinero en los servicios públicos: agua, luz, pavimentación y drenaje.

En este dialéctico contexto, las mujeres comienzan a redefinir su habitus en el momento en que destinan tiempo, organización y recursos en sus colonias y comienzan a gestionar servicios públicos en la delegación, sin dejar de cumplir con su papel tradicional. Asimismo, este caso evidencia cómo los campos no están separados. Específicamente lo privado y público, porque desde ambos lugares las mujeres comenzaron a enunciar su trabajo, resultado de su papel tradicional de madres y esposas. En este sentido, los campos se relacionan y redefinen, así como el habitus a partir de un proyecto político.

Finalmente este es el inicio de una participación de más de dos y tres décadas, según la participante. En este momento las mujeres inician un proceso que redefine su vida y las lleva a configurarse como líderes en sus colonias y a diversos cambios en su vida personal y familiar, pero detenerse en las motivaciones permite ver cómo lo microsocial y macrosocial están en diálogo por situarse en campos relacionados, así como el impacto de los proyectos políticos en lo local y cómo, a su vez, éstos generan procesos que, en  conjunto con otros, se pueden visibilizar a escala nacional.

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[1] Las condiciones de precariedad de las mujeres aumentaron en distintos aspectos: encabezar un hogar, luego de que muchos hombres migraron hacia los Estados Unidos por mejores condiciones; hay una feminización laboral que no necesariamente significa mejores condiciones al trabajo. Incluso “Estudiosas han indicado cómo las latinoamericanas han subvencionado a la globalización neoliberal, demostrando desde el principio de la aplicación de las medidas libremercadistas la intensificación del trabajo doméstico y familiar para compensar la eliminación de los programas sociales oficiales” (Maier, 2006: 41).
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