Hay una pregunta por la desaparición forzosa, repentina, silenciosa de la escuela althusseriana, una deuda en parte ligada al silencio forzoso al que sometió Althusser a Hèléne (su primera muerte), en parte ligada al silencio en que se remitió el propio Althusser, en parte al silencio al que se sometió el propio marxismo.
“Sobre todo los revolucionarios deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie.”
F. Engels
El marxista melancólico (o el resumen de una vida)
«A quoi sert Althusser?» Graffiti en el Barrio Latino. Mayo de 1968
Ippocrate, el médico griego (460- 377 a .C.) desarrolla y difunde la “ teoría de los cuatro temperamentos” . Según dicha teoría, el cuerpo humano estaría compuesto por cuatro «humores»: la sangre, la bilis amarilla, la flema (el agua) y la bilis negra (en griego, mélaina cholé , de la que proviene melancolía). Se admitía que en cada hombre uno de los cuatro humores dominaba sobre los otros, determinando así el carácter. El humor melancólico, era considerado el peor ya que la bilis negra en exceso puede causar depresión, parálisis y epilepsia, hasta el más terrible de los males: la locura. Michel Focualt, en su “Historia de la Locura en la época Clásica” se refiere así al concepto de melancolía: “ La noción de melancolía, en el siglo XVI, estaba formada por una cierta definición de los síntomas y un principio de explicación, oculto tras el mismo término con el cual se le designa. Desde el punto de vista de los síntomas, encontramos todas las ideas delirantes que un individuo puede formarse de sí mismo. «Algunos de entre ellos piensan que son bestias, cuya voz y actitudes imitan. Algunos piensan que son vasos de vidrio, y por esta razón evitan a los paseantes, pues tienen miedo de que los rompan; otros temen a la muerte, la cual, sin embargo, se dan a menudo a sí mismos. Otros imaginan que son culpables de algún crimen y por lo mismo tiemblan y tienen miedo desde el momento en que ven a alguien acercarse a ellos pensando que desean cogerlos por el cuello y llevarlos prisioneros para hacerles morir en manos de la justicia.» Son temas delirantes, que permanecen aislados, sin comprometer la razón en conjunto. Sydenham hará la observación de que los melancólicos son «gentes que, fuera de eso, son muy inteligentes y sensatos, que poseen una penetración y una sagacidad extraordinarias. Aristóteles también observó con razón que los melancólicos tienen más discernimiento que los otros».
Althusser fue un marxista melancólico: Argelino, desde su origen se erige como el otro , su estirpe colonial lo emparienta con Camus y Derrida. Marxista ortodoxo, menos en la órbita de Stalin (de quien no dejará de hacer apología en sus obras “ La Revolución teórica de Marx” y “Para Leer El Capital” ), que en la de Lukacs: es decir no sólo un marxista permeable a otras influencias, libre para criticar otros marxistas o el partido hegemónico o inclusive, llegado el caso, criticar la obra del mismo Marx, sino un marxista capaz de decir que Marx se pudo haber equivocado en todo, pero que eso no importaba, ya que las verdades del marxismo eran independientes de cualquier cosa dicha por Marx y que por lo tanto nunca nada podría refutarlo (1). Opta por la teoría en el ojo del huracán que significó la entrada de los tanques soviéticos a Hungría y Checoslovaquia y la situación de crisis al modelo mecanicista del “marxismo ortodoxo” ante las experiencias de la revolución cultural en la China de Mao, y la revolución cubana. Se foguea en las discusiones en torno a anticolonialismo y los movimientos de liberación nacional (incluido el de su Argelia natal). Intelectual sumergido en el desafió de desplazar todo de cuanto teleología totalizante e historicista tenía el marxismo en su corriente hegeliana, apostando a generar un modelo científico y acotado, que se prendiera políticamente materialista, y que partiera de los aportes de Maquiavelo para los italianos y de Spinoza para los franceses. Estructuralista que reconoció más aportes al pensamiento crítico marxista en la antropología de Levi-Strauss que en toda la obra de Sastre ( en “La revolución teórica de Marx” hace propias, y evidentes las críticas que Levi-Strauss realiza al Sartre de la “Critica de la razón dialéctica” en el capítulo X de “El Pensamiento Salvaje”) . Por su comportamiento “díscolo” se humilla realizando una feroz autocrítica, un elemento más de su hagiografía. Prisionero en un campo de concentración nazi entre 1940 y 1945. Docente de la Escuela Normal Superior. Militante de la Acción Católica y amigo de Jean Guitton. Discípulo del epistemólogo Gaston Bachelard y de Jean Hyppolite. Bastión teórico del PCF. Decidido a pensar la historia como un proceso sin sujeto ni fines cuyo motor es la lucha de clases donde nada está predeterminado. Escribe “ Para leer El Capital ” sin leer “El Capital ” . Paciente de Lacan y víctima de una «psicosis maniaco-depresiva causante de accesos melancólicos repetitivos » . Se opone a los PC’s (italiano, español, francés…) que renuncian a las ideas de “lucha de clases” y “dictadura del proletariado”. Opositor al giro Gramsciano de la filosofía marxista que alcanzó su esplendor en el PCI dirigido por Togliatti. Desarrolló la idea de un Marx mal entendido ya que muchas de las formas de interpretar a Marx no hacían justicia al carácter científico de sus trabajos “maduros”, que fechaba a partir de 1845. Frente a la idea de que toda la obra de Marx se podía entender como un todo consistente argumentó que hubo una ruptura epistemológica a partir del momento en que Marx se concentró en sus trabajos económicos. Re-lector de Spinoza, Maquiavelo, Montesquieu y Rousseau. Maestro de Etiene Balibar, Alain Badiou, Marta Harnecker, Jacques Ranciere, Nikos Poulantzas, Pierre Mancherey y Ma. A. Macciocchi. Capaz de hacer girar sobre su pensamiento (o contra el) tanto los “Cahiers marxistes-leninistes” como los “Cahiers pour l’analyse”, como “La pensee ” , como “ Les temps modernes ” (oponiéndose a Sartre), como “Tel Quel” (oponiéndose a Mao). Gestor una segunda camada de teóricos encabezados por Slavoj Zizek, Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. En 1980 asesinó a su mujer Hèléne estrangulándola. Sus constantes crisis lo llevaban a un estado ascético, casi místico, donde luchas de clases, marxismo, fe y búsqueda religiosa se confundían en una profunda angustia, un profundo silencio, más cercano Levinas que a la martirologia obrera stalinista.
En 1990 y víctima de una insuficiencia cardiaca Althusser muere.
… entonces Spinoza, entonces Hegel, entonces Marx… (O la revolución teórica de Althusser)
“Tengo deseos de provocar un desorden en la filosofía marxista” L. Althusser
Althusser, fue no sólo un gran marxista francés sino, quizás, el autor del único marxismo que Francia produjo (para su salvación o condena) y que influirá figuras como Lacan, J-A. Miller, Derrida, Foucault, pero por sobre todo, por su capacidad de releer de forma novedosa los clásicos de la filosofía (algo semejante a lo que hizo Leo Strauss), su presencia y su pensamiento marcará a fuego a un joven filósofo de largas uñas que terminará por subvertir todo el pensamiento filosófico occidental: Gilles Deleuze.
Es imposible separa filosofía y política en el pensamiento de Althusser, imposible e inútil, ya que toda la reflexión que desarrolla tiene como objetivo complejizar y llevar hasta sus límites el materialismo marxista (ya que Althusser consideraba el marxismo como una filosofía limitada, finita, como toda ciencia) en sus propias palabras: “En 1948, a los treinta años, llegué a ser profesor de filosofía y me adherí al Partido Comunista Francés.
La filosofía me interesaba: trataba de realizar mi profesión.
La política me apasionaba: trataba de ser un militante comunista.
Lo que me interesaba en la filosofía era el materialismo y su función crítica: a favor del conocimiento científico contra todas las mistificaciones del conocimiento ideológico, contra la denuncia simplemente moral de los mitos y mentiras, a favor de la crítica racional y rigurosa.
Lo que me apasionaba de la política era el instinto, la inteligencia, el coraje y el heroísmo de la clase obrera en su lucha por el socialismo.» (2)
Su tesis esencial fue la de que Marx había fundado una ciencia nueva: El materialismo histórico, la ciencia de la historia, cuyo objeto de estudio es las relaciones de producción y las formaciones sociales e ideológicas.
Si bien considera que no existen filosofías idealistas “puras” ni filosofías materialistas “puras”; el materialismo dialéctico era la primera filosofía de la historia en la que el aspecto materialista dominaba al idealista, era entonces encontrar en la tradición filosófica y política sus antecedentes (entre los que cuentan Maquiavelo y Montesquieu). es desde este lugar que Althusser consideraba a Spinoza como el más directo precursor del materialismo dialéctico. Spinoza, que al haber demostrado según el orden geométrico la inmanencia de todo lo real negaba así la existencia del “hombre” como sujeto independiente (trascendental) de la realidad objetiva a la que pertenece y si bien no logró poner al hombre en relación con su historia (por lo que su filosofía tiene un aspecto idealista) sí logró ponerlo en relación con la naturaleza, y dar, la primacía al objeto respecto al sujeto de conocimiento.
Y es así que pone en crisis a Hegel, autor que poco a poco conseguía imponerse en la filosofía marxista por encima del propio Marx (por ejemplo en la Escuela de Frankfurt y la Escuela de Budapest) Althusser consideraba a Hegel como un filosofo burgués ya que pensaba cada época como productora de su propia conciencia y que por tanto son las contradicciones en la conciencia humana lo que produce los cambios políticos en la historia (en las antípodas de la propuesta de Marx… qui pro quo …). P or otra parte, “Hegel negaba que existiese un “sujeto” de la historia (…) sino que la historia es el proceso mediante el cual una conciencia impersonal (el “Espíritu”) va tomando conciencia de sí misma a través de las conciencias individuales que pasan por diversas etapas históricas” (3). Esta noción de “proceso sin sujeto” (o más bien con un sujeto impersonal como Althusser pretendía debía ser el sujeto que elevara la sociedad hacia el socialismo) era el “núcleo racional” que Marx aprovechó de Hegel.
“Sujeto” será, entonces, no un concepto, sino una noción ideológica y en tanto ideológica debería de ser eliminada del discurso y de la ciencia-filosofía del marxismo. Un falso conocimiento y un falso reconocimiento. Pero este conocimiento/reconocimiento, ya no es falsa conciencia solamente, no es velo que impide ver, sino, en cierto sentido, una condición para la actividad histórica, que permite asumir un papel como agentes del proceso histórico (4).
Desde esta lectura surge la propuesta “antihumanista” de la filosofía althusseriana, que lo llevó a romper drásticamente con todo discurso que apelara al “humanismo”, a la “libertad” o a la “alineación”, conceptos en boga por el re-descubrimiento y publicación de los escritos del “joven Marx”, en especial los “Manuscritos económico-filosóficos” de 1844 en los cuales Althusser no veía sino todos los vestigios del idealismo hegeliano todavía presentes en Marx y totalmente opuestos, a la etapa de madurez materialista, que ubica a partir de “ La Ideología Alemana ” , texto de 1845.
Un Lector en llamas (o convocando al viejo Loui)
“A pesar de que encuentro cierta intolerable violencia en ese gesto que consiste en lamentar la propia muerte al hablar de la muerte del amigo, no quiero abstenerme de hacerlo, porque es la única manera que queda de conservar a Louis dentro de mí, de conservarme conservándole en mí, como estoy seguro de que hacen ustedes, lo hacemos todos, cada cual con su memoria, que sólo es ella misma a partir de este proceso de duelo, con su trozo de historia desgarrado —y fue una historia tan rica, tan borrascosa, tan especial, una tragedia homicida que ahora es tan impensable. Tan inseparable de la historia de nuestra época. tan marcada por toda la historia filosófica, política, geopolítica de nuestra época, una historia que cada uno de nosotros aprende todavía a través de sus imágenes, y hubo tantas, las más hermosas y las más terribles, pero todas indisociables delante de la única aventura que lleva el nombre de Louis Althusser . ” J. Derrida.
Althusser alguna vez narró (o se narró sobre Althusser, o simplemente se narró, que a estas alturas viene a ser lo mismo), en un texto de cuyo nombre prefiero no acordarme, una interesante anécdota (aunque podría haber no sido un texto sino una clase y o bien una charla de café, o bien simplemente algo que sabemos y no sabemos por qué): Louis se encontraba ante un enfurecido público que preguntaba sobre el espíritu inhumano de su propuesta, apelando a una moral revolucionaria, los furiosos preguntáronle qué significaba para él “el hombre nuevo” de la sociedad socialista. Con una seriedad estoica (imagino, claro) Louis respondió que en la Escuela Normal Superior vivía una anciana que había trabajado como portera de la biblioteca, y que solía saludarlo a él y a muchos de los que estaban presentes, docentes y alumnos (algunos inclusive sus propios alumnos). Una anciana que había visto pasar por su puerta a generaciones completas de pensadores que transformaron la filosofía francesa, y que resistió heroicamente, desde su mínimo puesto, en los años de la ocupación nazi. Esta anciana un día enfermó. Preocupados algunos de los profesores la visitaron en el hospital las primeras semanas, él mismo inclusive se había acercado para saber de su salud, pero con el paso de los días su figura cayó en el olvido, hasta que hacía poco él se había enterado de su muerte ocurrida hacía unos meses, en el mas profundo olvido, en la absoluta soledad… la anécdota Louis la concluyó con una frase semejante a un bloque de granito: en una sociedad socialista, y entre hombres que luchaban realmente por el socialismo, cosas como estas no podían ocurrir jamás…
¿Vale la pena volver sobre la figura de Louis Althusser? ¿Es correcto volver a conjurar ese espectro que recorrió el marxismo occidental? ¿Y si se le convoca, qué se convoca de él? Convocar a Althusser significa volver sobre una época, sobre el “Espíritu de una época” como diría el contradictorio Hegel.
Hay una pregunta por la desaparición forzosa, repentina, silenciosa de la escuela althusseriana, una deuda en parte ligada al silencio forzoso al que sometió Althusser a Hèléne (su primera muerte), en parte ligada al silencio en que se remitió el propio Althusser, en parte al silencio al que se sometió el propio marxismo. Como plantea Zizek “Hay algo enigmático en el repentino eclipse de la escuela althusseriana y es que este no se puede explicar en función de una derrota teórica.” (5) Es el eclipse de una filosofía triunfante que sedujo a toda una generación, la contratara incendiaria y teórica de Sastre y el existencialismo. Althusser llevó al límite la unión entre filosofía y vida, en una época marcada por la unión trágica entre filosofía y muerte, época que se prolongará por casi treinta años (podríamos fechar su inicio con la muerte de un discípulo directo, delfín y primer “mártir”: el suicida Nikos Poulantzas, y que terminará con la muerte del también suicida Gilles Deleuze.)
Reencontrar a Althusser significa encontrase con una filosofía “finita”, como el mismo calificaba al marxismo, “limitada”. Como una forma de pensar (y de penar como un espectro convocado) habitada por un vació en su centro, para encontrar entonces, en ese vacio, todo lo contrario de una filosofía de la historia (diferencia de Hegel y el “saber absoluto”, a diferencia de Gramsci y el marxismo como “teoría total”, a diferencia, a veces incluso, de Marx…) abrazando las contradicciones de un porvenir aleatorio, azaroso, incontrolable e inimaginable, una filosofía “finita” y “abierta”, por lo tanto “atenta, capaz de tomar en serio y asumir a tiempo la incorregible imaginación de la historia,”(6) un pensar, un penar, cuya consecuencia fue la gestación de una escuela francesa que agradeció la libertad “infinita” de su teoría “finita”, y así lo hicieron Foucault, Guattari y Deleuze (y no lo hicieron, por más que lo intentaron, los herederos de los gramscianos italianos, como Negri).
Sus discípulos, más allá de sus vaivenes políticos y teóricos, no lo olvidaron (o no pudieron escapar de él): Ranciere “El maestro ignorante”, discípulo “díscolo”, primer hijo pródigo que criticó al althusserianismo desde su seno y en pleno apogeo, pero que jamás pudo escapar de su origen. Menos decididos a “matar al padre” fueron Etienne Balibar, Pierre Macherey, autor de el libro que quizás Althusser debía: “Hegel o Spinoza, Alain Badieu, autor de la última gran ontología del siglo XX “El Ser y el acontecimiento”, Jaques Bidet, su “hijo ilegitimo” (o mas bien hijo del PCF y su necesidad de continuar la tradición de los teóricos materialistas) (7).
Para pensar el marxismo, el que pasó y el que vendrá, es imposible alejarse de ese luminoso centro de gravedad que es Althusser, que más allá de sus contradicciones (¿quién no las tuvo?…), de su a veces aparente dogmatismo (¿quién no lo tuvo?…), de su vida llena de internaciones, sobresaltos, melancolía, sobre todo melancolía, su crimen y su muerte… Althusser es imprescindible por su “ extraordinaria pasión que tuvo y que no le dejó ningún respiro. Ni le ahorró nada —con sus gestos teatrales, sus desiertos, sus grandes espacios de silencio, las retiradas vertiginosas. Aquellas impresionantes interrupciones interrumpidas a su vez por demostraciones, por reforzamientos, por poderosas erupciones de las que cada uno de sus libros conserva el recuerdo todavía humeante de haber transformado un paisaje alrededor de un volcán ” (8)
Las palabras finales se las dejo a Louis: “Sí, en primer lugar estamos unidos por esa institución que se llama espectáculo, pero todavía unidos más profundamente por los mismos mitos, por los mismos temas, que nos gobiernan sin nuestro consentimiento. Por la misma ideología vivida espontáneamente. Si, a pesar de que sea por excelencia la de los pobres. Como en El Nost Milan , comemos el mismo pan. Nos enfurecemos por lo mismo, nos indignamos por lo mismo. Tenemos los mismos delirios (al menos en la memoria, que es por donde merodea esa posibilidad), incluso el mismo abatimiento ante una época que ninguna Historia impulsa. Si como Madre Coraje, tenemos la misma guerra a la puerta. A dos pasos de nosotros, e incluso en nosotros mismos, la misma horrible ceguera. La misma ceniza en los ojos, la misma tierra en la boca. Tenemos el mismo amanecer y la misma noche: nuestra inconsciencia. Compartimos la misma historia -y ahí es donde empieza todo.”
Notas
1. M. Berman, “Aventuras Marxistas.”
2. L. Althusser, “La filosofía como arma de la Revolución.”
3. J. romero, “Louis Althusser”
4. S. Zizek, “El sublime objeto de la ideología.”
5. S. Zizek, “El sublime objeto de la ideología.”
6. L. Althusser, “El marxismo como teoría finita.”
7. Para más información sobre todos estos autores, y más, y su deuda para con Althusser referirse al estupendo trabajo respecto al tema del Dr. Emilio de Ipola, “ Althusser, el infinito adiós”
8. J. Derrida, “Louis Althusser”
Comentar
Critica.cl / subir ▴