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¿Semiótica o Semiología? Aproximaciones a la noción de signo y la génesis de la ciencia de su estudio.

por Joaquín Romero
Artículo publicado el 27/05/2021

Resumen
En la actualidad, el joven que enfrenta por primera vez los desafíos de una formación humanista en la educación superior se encontrará, indistintamente quizás, con los términos de semiótica y semiología, campos científicos que dan cuenta del signo, su interpretación, la creación de sentido, y otros elementos que dependerán del ámbito del que se aproxime. El presente trabajo intenta servir como una guía que permita diferenciar estos términos, dando cuenta de su historia y etimología, así como del uso que en distintos campos le han dado distintos teóricos, para esclarecer sus diferencias y destacar sus similitudes.

Palabras clave: Semiología, semiótica, lingüística, signo, símbolo, señal, lengua, Saussure, Peirce

 

En 1916 fue publicado por primera vez, en forma póstuma, el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure. La publicación de este texto, correspondiente a transcripciones de los apuntes de los estudiantes de dicho curso, marcó un antes y un después en la lingüística moderna. Dentro de sus aportes, la labor más destacada y reconocida, sin embargo, es la delimitación del objeto de estudio de la lingüística: la lengua. Esta corresponde a uno de los elementos que componen la diada que configura el lenguaje, inabarcable según Saussure, porque “tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual y al dominio social” (1916, p.37). La lengua, delimitada como el fenómeno mental, psíquico y social, se define entonces como “un sistema de signos en el que sólo es esencial la unión del sentido y de la imagen acústica” (p.42).

Desde esta definición del sistema de la lengua, Saussure dio lugar al génesis de un concepto cuyo estudio, tal y como la lingüística moderna, se considera bastante reciente: la ciencia del estudio de los signos. Ante esto es necesario establecer en principio: ¿Qué es un signo? Si bien Saussure ofrece una respuesta a esta interrogante en el mismo Curso de Lingüística General, la suya no es la única concepción posteriormente aceptada para el estudio especializado del fenómeno. El norteamericano Charles S. Peirce formularía, de forma paralela y contemporánea a Saussure, su propio modelo sobre la estructura del signo, basado en su propia faneroscopía, al que otorga un carácter no dual, como Saussure, sino que triádico (Zeccheto, 2005, p.57). Aunque referidos a un mismo fenómeno y a la necesidad de una ciencia que se encargue de su estudio, a la que Peirce llamaría Semiótica y Saussure Semiología (Klinkenberg, 2006, pp.33-34), resulta paradójico pensar que “Saussure y Peirce no se conocieron en vida, y solo posteriormente –después de la muerte de ambos- los teóricos de la comunicación plantearon el problema de los términos” (Zeccheto, 2002, p.9).

A continuación se dará cuenta de los principales postulados de ambas nociones (Peirce y Saussure) de signo en sus orígenes, se buscarán sus relaciones en cuanto a similitudes y diferencias, y evaluará la vigencia y posición de sus postulados en la actualidad.

En primer lugar, como se dijo, Ferdinand de Saussure plantearía la necesidad de una ciencia que estudiara los fenómenos asociados a los signos. Su perspectiva está, por supuesto, vinculada principalmente con el área lingüística. El plantear una necesaria institucionalidad de la semiología parte del supuesto de que esta no había sido antes considerada una disciplina independiente, “sin embargo, la lengua es un sistema más entre otros sistemas de signos. Por consiguiente –sostiene Saussure- la lingüística es solo una parte de la ciencia general de los signos, o sea, de la semiología” (Zeccheto, 2002, p.8). De este vínculo se justificaría el que Saussure postule para el signo, de la misma forma que para el lenguaje, un modelo que lo contempla como una estructura de carácter dual. Dirá que el signo se compone de dos constituyentes psíquicos: “lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica” (Saussure, 1916, p.86). A estos constituyentes los llamaría, respectivamente, significado y significante.

De esta manera Saussure establece que el signo no es simplemente un indicio en el mundo, ni una imagen acústica en sí misma: la relación que significado y significante establecen en el signo es totalmente simbiótica, y no prevalece el uno por sobre el otro. Así, por ejemplo, “si llamamos signo a arbor no es más que gracias a que conlleva el concepto ‘árbol’, de tal manera que la idea de la parte sensorial implica la del conjunto” (p.92-93). Del mismo modo, el carácter psíquico que se manifiesta en el signo tiene otra implicancia fundamental: el signo no puede, por esto, ser en ninguna circunstancia la cosa misma, sino que es sencillamente una representación de la realidad (p.92).

Elementos importantes a destacar respecto a la noción del signo Saussureano pueden ser muchísimos. Sin embargo, a la hora de resaltar sus propiedades, es importante considerar la noción de arbitrariedad. Esta se funda en la relación que en el signo establecen significado y significante, como se mencionó anteriormente, simbiótica y solidaria. Saussure postularía a partir de esto que “el lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario” (p.93).

Para finalizar, se debe hacer una última consideración. Considerando el interés de Saussure por vincular la semiología con la lingüística, y fijando el objeto de estudio de esta en la lengua, fenómeno mental y psíquico, que no considera en absoluto los fenómenos fonológicos en su estudio principal, se puede dar cuenta de que al hablar de signo, Saussure en ningún momento hace alusión a un “referente”. Su razonamiento se centra principalmente en una sola dimensión: el carácter psíquico del significante (Zeccheto, 2005, p.36-37).

En segundo lugar, en Norteamérica, Charles S. Peirce establecería su propio modelo de signo, enmarcado en lo que él llamaría semiótica. Peirce vinculaba su estudio con los ámbitos de la lógica y la filosofía, por lo que desde su perspectiva el estudio de la semiótica abarcaba terrenos aún más amplios que la proposición Saussureana, centrada en el fenómeno lingüístico. El objetivo central de la semiótica de Peirce sería estudiar la semiosis, como llamaría al proceso de significación de los signos, proceso, igualmente, mental y cognoscitivo (Zechetto, 2002, p.8-9). La estructura del signo para Peirce sería, como se expuso anteriormente, triádica. Su función sería ser:

Algo que está en lugar de otra cosa bajo algún aspecto o capacidad. El signo es una representación por la cual alguien puede mentalmente remitirse a un objeto. En este proceso se hacen presentes tres elementos formales de la tríada a modo de soportes y relacionados entre sí: el primero es el ‘representamen’ relacionado con su ‘objeto’ (lo segundo) y el tercero que es el ‘interpretante’ (Zechetto, 2005, p.57).

La consideración triádica de Peirce se funda en un proceso de significación: la semiosis. Dicho proceso funciona de la siguiente forma: el representamen, que también podría ser considerado el estímulo que el signo produce en el individuo (y de la misma forma, como aquello que está en vez de otra cosa), da lugar a un interpretante, correspondiente a la imagen mental o asociativa resultante de dicho estímulo. La diferencia entre ambos se da por medio del objeto, es decir, aquello que el signo reemplaza, o dicho de otro modo, a lo que el representamen remite (pp.57-59).

En base a estas concepciones, las diferencias parecen evidentes: la más grande siendo el número de constituyentes del signo: dos (Saussure) y tres (Peirce). ¿De dónde nace esta diferencia? Sería injusto comparar los niveles de profundidad que los autores dedican al resto de su teoría, puesto que Saussure, a diferencia de Peirce, principalmente evidencia la necesidad de una semiología y sienta sus bases, sin desarrollarla por completo, por lo que no son comparables sus modelos a posteriori. En cuanto a sus modelos iniciales sobre los constituyentes del signo, sus diferencias surgen, básicamente, del distinto interés que ambos pensadores ponen a la hora de desarrollar dichas estructuras. Desde el enfoque lingüístico de Saussure, que pone a la semiología como un campo ulterior al estudio lingüístico, que lo incluye, lo único relevante sería el plano psíquico y estructural: el signo como la unión psíquica de dos conceptos: significado y significante. Hjelmslev, estructuralista sucesor del legado lingüístico Saussureano, ampliaría estos conceptos y los reformularía: “cualquier signo, cualquier sistema de signos, cualquier sistema de figuras ordenado con fin de signos, cualquier lengua contienen en si una forma de la expresión y una forma del contenido” (1974, p.87). Expresión y contenido, sin embargo, continúan centrándose en un ámbito distinto al del sujeto, y no consideran necesariamente el fenómeno asociativo que en este ocurre, cosa que Peirce, en su modelo triádico y centrado en una labor cognitiva, sí considera y, en un todo, complementa. Sin embargo, y pese a estas diferencias, la principal similitud de ambas corrientes es la que da comienzo al mismo estudio de los signos: ambos autores coinciden, tanto en la necesidad de una ciencia que estudie el fenómeno de los signos, como en su carácter de proceso mental. El signo es, y será siempre, representación, algo que está en lugar de otra cosa. Y su estudio no plantea otra cosa que determinar cómo se produce dicha representación:

Se comprende pues que la semiología o semiótica no tiene objeto propio, no más de hecho que la sociología o la psicología, pero constituye una retícula para el análisis particular de ciertos fenómenos. Aborda dichos fenómenos desde una pregunta que constituye su originalidad: ¿cuál es su sentido? (Klinkenberg, 2006, p.36)

Para concluir, el estudio de los signos en la actualidad no privilegia necesariamente una noción de signo sobre la otra. Principalmente la diferencia conceptual radica en la noción que teóricos posteriores poseían del modelo del signo a la hora de analizar estudios posteriores en todo tipo de campos: estudiosos como Roland Barthes, por ejemplo, siguen el modelo semiológico tanto en el aspecto lingüístico (denotación y connotación) como en uno más social (como en Retórica de la Imagen), mientras que otros como Thomas Sebeok y Umberto Eco adhieren a la perspectiva semiótica en campos no necesariamente relativos al lenguaje.

Si bien en el presente existen teóricos que gustan de separar ambos conceptos, en ocasiones atribuyéndoles distintas ramas el vasto estudio de los signos, la institucionalidad conferida a este intentó poner un fin a la discusión: “finalmente en 1969, al instituirse en La Haya, la Asociación Internacional de Estudios Semióticos, se convino en unificar las posiciones, y se adoptó el término semiótica” (Zechetto, 2002, p.9).

 

Referencias Bibliográficas

Hjelmslev, L. (1974). “Expresión y contenido”. En Prolegómenos a una teoría del lenguaje. (pp.73-89) Madrid: Gredos

Klinkenberg, J (2006) Capítulo I: Objetos y objetivos. En Manual de Semiótica General. (pp.31-51) Bogotá: Universidad de Bogotá.

Saussure, F. (1916). Curso de Lingüística General. Buenos Aires: Editorial Losada.

Zeccheto, V. (2002). 1. ¿Qué es la Semiótica? En La Danza de los Signos: Nociones de Semiótica General. (pp.7-22) Quito: Ediciones Abda-Yala.

Zeccheto, V. (2005) Seis semiólogos en busca del lector: Saussure, Peirce, Barthes, Greimas, Eco, Verón. Buenos Aires: La Crujía Eds.

 

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