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Valoración cultural de los pobladores originarios de la comunidad Otomí, Yumhu de Ixtenco, Tlaxcala y turismo biocultural

por Arturo Hernández
Artículo publicado el 11/06/2021

En colaboración con Andrés María-Ramírez
profesor e investigador de El Colegio de Tlaxcala, A.C. México, mariaramirez.andres@coltlax.edu.mx

 

RESUMEN
La valuación cultural permite identificar la percepción de los habitantes originarios de la comunidad Otomí, Yumhu, de Ixtenco, Tlaxcala, México en relación con los aspectos más relevantes de su cultura: lenguaje, estilos de vida, identidad y compromiso con el territorio. Atributos que determinan su perfil sociocultural y cosmovisión, dichos aspectos permiten reconocer y ponderar la importancia de su cultura, que sirven de bases para establecer un turismo biocultural sólido.

Palabras y nombres claves: Valoración cultural, turismo biocultural, Ixtenco, Tlaxcala.

 

INTRODUCCIÓN
El ensayo tiene por objeto describir los aspectos culturales más relevantes, que son la Cultura en general, el Lenguaje, Estilo de vida y lingüístico, Identidad y Territorio, de un grupo social de pobladores originarios de la comunidad Yumhu (Otomíes), ubicado en Ixtenco, Tlaxcala, en el Centro de México, para distinguir sus características en cuanto a la concepción o sustrato mental de la forma de ver al mundo, elementos esenciales en la conformación de un turismo biocultural.

El planteamiento teórico analiza los antecedentes investigativos del concepto cultura; esta larga historia que precede el estudio del término cultura data desde el siglo XIX, no obstante, su acepción moderna adquiere innumerables connotaciones que llegan incluso a confrontar diversas definiciones, muchas de ellas se complementan.

También se tomó en cuenta, la conceptualización de elementos constitutivos como el lenguaje, sus simbolismos, valores, etc. y su carácter material o inmaterial, así como, su vinculación con las instituciones sociales desde la familia, la religión, etc., cambios culturales dados a partir de normas de comportamientos lingüísticos expresados desde sus organizaciones sociales, religiosas e incluso relacionados con la magia primitiva, conforman una ideología en particular; elementos que sientan la base del estudio de la antropología funcional según lo expresa Malinowski (1931).

La cultura enfrenta un variado mosaico multidimensional, sin embargo, el lenguaje es analizado a detalle por ser sin duda alguna, la esencia de la cultura; debido a que es en las palabras donde se deposita la experiencia cognitiva acumulada a lo largo de las generaciones. Así, cada lengua posee conceptos únicos con significados intransferibles, que reflejan la forma en que se relaciona el hombre con la naturaleza y sociedad, de modo que los seres humanos, depositan en la lengua una enorme importancia socio cultural, como señala Savater (1979).

El lenguaje además de permitir la creación de la cultura, es la forma más elocuente de su expresión cultural y es la forma en cómo es comunicada, garantiza al mismo tiempo su continuidad y la socialización de sus contenidos específicos; como señala Salazar (1991), el concepto de cultura refiere a —la forma de vida de cualquier sociedad—, y la generación de las distintas manifestaciones culturales, en la que todas estas condiciones y situaciones creadas por el hombre, conforman el marco en el que se determina su vida.

La cultura se puede entender como el producto específico de una dinámica social en donde las condiciones climáticas, geográficas, ecológicas, etcétera, obligan a que el hombre busque innumerables alternativas para responder a sus necesidades vitales, siendo la comunidad local la receptora de impacto Psicosocial que determina los modos y estilos de vida, a nivel socio cultural del individuo cuyas evidencias cualitativas de cambios en los modos y estilos de vida/turismo; estos niveles percibidos de cambios en la cotidianidad del barrio/turismo son descritos en el presente documento (González & Neri 2009).

El presente ensayo explora aspectos esenciales de identidad de un grupo social Otomí de acuerdo a la concepción expuesta por Collin (2002) que sostiene que la posibilidad expresa de pertenencia a un grupo humano determinado, incide en el proceso de la formación de la conciencia en varios sentidos totalmente interrelacionados del discurso de identidad. El tema territorio se hace presente al valorar los derechos territoriales indígenas, en un contexto de Antropología Social en relación con la Geografía Humana que Martínez-Alier, (2014) denomina economía ecológica y la ecología política, base del turismo biocultural.

Plantear la relación entre turista y el actor local del pueblo originario de Ixtenco, define los elementos para entender el Turismo Biocultural, interpretado como una estrategia de preservación, cuidado, defensa y revalorización del patrimonio biocultural de los pueblos indígenas, además de evitar el turismo convencional masificado. Finalmente, a manera de conclusión se presenta una sinopsis de los elementos culturales valorados en la investigación, componentes esenciales para valorar la cultura Yumhu y emprender una travesía hacia el turismo biocultural.

PLANTEAMIENTO TEÓRICO
El concepto central y básico del antropólogo cultural es el concepto de cultura; al respecto existe consenso, aun cuando algunos autores no lo tengan firmemente establecido y lleguen a yuxtaponer sus opiniones; lo cierto es que existe una falta de acuerdo en lo que al contenido de este término se refiere; para ciertos teóricos la cultura es tan sólo conducta aprendida. Para otros no se trata de cultura en absoluto, sino de una abstracción de la conducta— estas discrepancias pueden incluso pasar a los aspectos más radicales desde lo más material hasta llegar a lo intangible e incluso espiritual (White, 1959).

Respecto a los orígenes de la cultura, sus antecedentes se pueden remontar hasta Taylor (1871) que expresaba que la Cultura es todo aquello que incluye lo complejo del conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad, así, Taylor deja en claro en su definición que la cultura es una propiedad específicamente humana.

Esta definición de Taylor predominó durante varias décadas, enriquecida posteriormente por Lowie (1920), y sendos autores de la época, hasta las más recientes aportaciones contemporáneas al constructo cultura; tal vez, una de las conceptualizaciones más socorridas es la de la —cultura como abstracción— construida por Kroeber y Kluckhohn (1952), otra eje de estudio a destacar es el aportado por Hoijer & Beals (1953) en su texto An introduction to anthropology; y Félix M. Keesing (1958) en Cultural anthropology, quien define la cultura como -la totalidad de la conducta aprendida, transmitida socialmente.

El tópico contemporáneo en cuanto a la cultura se ha centrado principalmente en la discusión del concepto de cultura y su distinción entre la conducta humana. Durante bastante tiempo predominó entre los antropólogos la concepción de cultura como un tipo de conducta peculiar de la especie humana, adquirida por aprendizaje, y transmitida entre individuos, grupos o entre generaciones a través de la herencia. En tanto, Kroeber y Kluckhohn (1952) difieren y la ubican como -una abstracción de la conducta humana concreta, pero no en sí misma una conducta.

Sin lugar a dudas el elemento más representativo y relevante de la cultura lo constituye el lenguaje y su relación con la sociedad; esta línea de Investigación cultural es ampliamente explorada por Goodenough (1975) que refiere una estrecha relación entre el aprendizaje, su vínculo con la cultura y estrato social, de manera que, dentro de una determinada estructura social, las personas se identifican por ciertos rasgos sobresalientes y definitorios, aparentes o externos y otros subyacentes, lo cual permite una conceptualización popular de la estratificación, de acuerdo con el uso de determinadas palabras, que servirá de parámetro para ser calificado en determinados sectores sociales, así, los grupos para distinguirse crean sus propias hablas (Collin, 2002).

Otra vertiente cultural se refiere a los diversos estilos de habla expuesta por Goodenough (1975), el uso de los distintos dialectos e incluso el uso de las distintas lenguas, como ocurre en la región objeto de estudio, San Juan Ixtenco, y sus implicaciones en la sociedad local; aquí resulta difícil decidir dónde se acaba la lengua y comienza el resto de la cultura; el estudio de las normas que determinan los estilos de hablar y asuntos singulares relativos al uso del lenguaje ha sido normalmente denominado —la etnografía del habla— por Hymes (1974).

La Identidad es otro elemento distintivo de la cultura; esta puede asumir dos interpretaciones, la primera, constituirse a partir de un discurso político que tienen por objeto influir en el imaginario colectivo; valiéndose de elementos simbólicos, a fin de provocar conflictos ideológicos.

toda sociedad posee una dimensión en la que se constituye y renueva un -imaginario colectivo- en el que la comunidad condensa su identidad y sus aspiraciones; en este sentido, se debe entender a la ideología como el conjunto de los discursos políticos de una sociedad, donde todo conflicto político o social, al formularse en el terreno de las posiciones simbólicas, deviene en un conflicto ideológico (Salazar, 1991, p. 6).

El segundo enfoque de la Identidad se asocia a las diferencias de competencias del individuo, estas tienden a ubicarse como -fronteras sociales- y suelen servir como referencias de la Identidad social, tal es el caso de la edad, el sexo, la casta o la clase más amplia; en este sentido, se debe entender a la ideología como estas diferencias; ante la falta de tales competencias, las personas probablemente construyan su –pasaporte- de aceptación dentro del grupo laboral, la sociedad profesional, la congregación religiosa, el club social, etc. (Goodenough, 1975).

La última dimensión a confrontar en el presente trabajo se refiere al territorio y su relación con la cultura; esta dinámica ha influido al grado de cambiar la manera en que los antropólogos socioculturales perciben al lugar. Desde mediados del siglo pasado la antropología de la economía política remarca las formas regionales y transnacionales de conexión, en parte como una crítica a las nociones de la cultura atadas al territorio (Cole & Wolf, 1999).

La lucha por el territorio es, ante todo, una lucha cultural por la autonomía, autodeterminación, reconfiguración y transformación de los sistemas de producción tradicionales y de las economías locales; esta necesidad colectiva para garantizar y legitimar la propiedad y regularización de la misma, demanda el derecho a la supervivencia y el refuerzo de la cultura y la biodiversidad. Esta orientación hacia una organización fuerte y el desarrollo de las formas de gobernabilidad territorial son componentes necesarios de una amplia estrategia centrada en la región, “en este marco de referencia, el territorio es considerado como un espacio fundamental y multidimensional para la creación y recreación de las prácticas ecológicas, económicas y culturales de las comunidades”, según precisa Escobar (2010, p. 114).

El territorio rural se convierte en el medio ideal en donde se desarrolla el fenómeno turístico y su relación con el patrimonio biocultural de los pueblos originarios comúnmente denominada turismo biocultural, la conexión entre ambos elementos se entiende e interpreta como una estrategia de preservación, conservación, cuidado, defensa y revalorización de los pobladores originarios de la comunidad Otomí, Yumhu de Ixtenco. (Bello & Pérez, 2017).

Turismo biocultural es una actividad que privilegia la ruralidad respecto a las ciudades, y pugna por iniciativas de emprendimiento que provengan de la base comunitaria campesina que busca generar relaciones de reciprocidad, respeto y empatía. Preservando la forma viva de los actores locales y potencializando el desarrollo de su agencia y subsistencia, favoreciendo el desarrollo comunitario local sobre lo urbano modernista (Kay, 2005).

MUNICIPIO INDÍGENA OTOMÍ, YUMHU, EN SAN JUAN IXTENCO, TLAXCALA
Valoración Cultural – Situación contextual y lenguaje.
El poblado de San Juan Ixtenco se funda por un grupo de otomíes allegados a los Nahuas que por consenso los recibieron en sus tierras, según detallan Hernández y Carrasco (1998). Este asentamiento se formalizó en “1532 según la tradición oral, pero dan fe de ello copias de dos cédulas reales que pertenecen al Archivo Parroquial y se encuentran a manera de cuadros colgados en la sacristía de la iglesia de Ixtenco”. (pag. 15).

El significado náhuatl del vocablo Ixtenco según Yoneda (1994) proviene de los vocablos (ixtli: ojo + tentli: labio, borde + co: sufijo locativo), entendido como -en la rivera o en la orilla- expresada en el glifo toponímico de Ixtenco, y presente en las formas de E37 y E48 del Códice de Huamantla; esta lectura náhuatl interpreta su significado como la de las faldas azules a la montaña Malinche. Esta interpretación náhuatl se contrapone a la definición conceptual de los lugareños, quienes dan significado al nombre de su pueblo de acuerdo a la traducción otomí: téngu, deviene en Ixtenco que se refiere al tradicional atole agrío, bebida fundamental y presenta en toda festividad local.

El lenguaje Otomí, Yumhu; un referente cultural unificador
San Juan Ixtenco se caracteriza por su gran diversidad lingüística y cultural, valores, costumbres y tradiciones ancestrales; importantes aspectos que reflejan la forma en la que este pueblo originario busca preservar las formas de organización y manifestaciones culturales Yuhmu y sortear los desafíos que implica preservar su lengua ancestral ñuhmu (Cajero, 2002; Lastra, 2000), esta reflexión sirve de marco para entender el tipo de turismo que esta población intenta establecer y llevar a cabo a fin de defenderse de una vorágine capitalista y cualquier amenaza de un turismo tradicional o masificado.

Los habitantes del municipio de Ixtenco se consideran un grupo muy representativo, y significativo por la riqueza y presencia del grupo Otomí en el estado de Tlaxcala que de acuerdo a Nahón (2008) en el año 2000, el 8.8% de los habitantes de Ixtenco eran hablantes de lengua indígena y de éstos, el 89% hablaba Otomí, siendo que su identidad pervive hasta nuestros días a través de la lengua y de otros elementos socioculturales. Para el 2010 la presencia indígena en Ixtenco sigue un comportamiento muy similar; de acuerdo al Periódico (2016) se destaca que 434 personas hablaban alguna lengua indígena, cantidad que representó el 7% del total de la población, de los cuales 393 hablaban Otomí lo que representa el 91% del total.

El pueblo indígena Otomí cuenta con una marcada disposición a preservar sus rasgos culturales a través del lenguaje; cabe señalar que la cultura Yuhmu, originalmente enclavada en territorio Nahua a través del tiempo ha buscado conservar sus raíces, aun cuando su territorio estaba asentado en una región dominada por otras tribus a las cuales les debían subordinación y tributo, nunca perdieron su significado social de estar determinados por sistemas aprendidos de signos-símbolos. Goodenough (1975) cita “Una lengua, pues, es un recurso mucho mayor que su uso ordinario. Pensamos que cultivar ese recurso no es ningún arte menor” (p. 166).

Matlalcuéyetl significado y estilo
La montaña es compartida, en su parte norte por el estado de Tlaxcala y en su parte sur por el estado de Puebla su amplia estructura se extiende en frondosos bosques hasta los valles circundantes (Programa, 2013); en sus linderos con el estado de Tlaxcala se ubica el municipio de Ixtenco objeto de estudio del presente trabajo, que por necesidad involucra la majestuosa montaña, considerada como una ruina volcánica y muñón erosionado de lo que fuera en otros tiempos un gran volcán; se sitúan sobre el área biogeográfica denominada como Eje Neovolcánico Transversal que recibe el nombre sagrado de Matlalcuéyetl; nombrada así por los antiguos Nahuas en épocas prehispánica y cuyo significado mujer-montaña-agua-serpiente fue enarbolado hasta su juicio inquisitorial por el granicero Xuá Pozu Gui (INAH, 2020).

El municipio colinda con el volcán Matlalcuéyetl montaña ancestralmente veneradas por los antiguos tlaxcaltecas; estas características histórico-culturales y su relación con la montaña, le otorgan a Ixtenco una gran religiosidad, rituales y tradiciones, que aún perviven (Espino & María, 2017). En ese escenario, el municipio de Ixtenco enfrenta el reto de salvaguardar y preservar la montaña Matlalcuéyetl que ha sido proveedora de agua, sustento y esparcimiento a la población local; es así como la montaña se convierte en el principal punto de suministro de insumos, abasto de materias primas, foco de religiosidad, espiritualidad y magia; elementos determinantes en el estilo de vida de los pobladores locales, según subraya Douglas (1998).

Matlalcuéyetl cultura y estilo
Entender el profundo respeto y cosmovisión Otomí hacia la Matlalcuéyetl, se puede describir a partir de lo mencionado por Malinowski (1931):

La fuerza de la magia sólo y exclusivamente pueden producirse dentro de los ritos tradicionalmente prescritos. Sólo puede recibirse y aprenderse mediante la debida iniciación en el oficio y mediante la adquisición de un sistema rígidamente definido de condiciones, actos y observancias. Incluso cuando se descubre la magia, invariablemente se concibe como una verdadera revelación de lo sobrenatural. La magia es una cualidad intrínseca y específica de una situación y de un objeto o fenómeno dentro de la situación, que consiste en que el objeto se hace asequible al control humano por medios que están concreta y únicamente conectados con el objeto y que sólo puede manejar la persona adecuada (p. 115).

El estilo del habla del habitante de Ixtenco difiere no solo de otros pobladores de la misma región oriente del estado de Tlaxcala, sino de otros grupos indígenas Otomíes del mismo altiplano, como los vocabulario de la sierra de Hidalgo y Puebla, y de los otomíes del Sur del Valle de Toluca (Ocoyoacac); según revelan estudios, el dialecto de Ixtenco presenta divergencias notables de los demás dialectos Otomíes del altiplano debido a su aislamiento geográfico, las conclusión a las que llegó Weitlaner (1955) señalan “el material lingüístico de Ixtenco indica relaciones más estrechas con el área occidental, particularmente con el habla de San Pablo Octupan, y en segundo lugar con el de Tepenené del Mezquital” (p. 13).

De modo que la variación del lenguaje de este grupo indígena ha modificado los patrones lingüísticos y ha aumentado su trasformación entre los pobladores locales que han actuado como grupo de referencia que Hyman (1968) definen “normalmente en la literatura sociológica para indicar el grupo, clase o segmento de la sociedad con el que una persona desea identificarse y que adopta como modelo para él, o bien cuya aprobación o aceptación pretende para sí mismo.” (como se cita en Goodenough, 1975, p. 185).

En la actualidad los estilos de vida del habitante de Ixtenco, son prácticamente homogéneos entre ellos debido especialmente al perfil socio-cultural y económico común (Douglas, 1998) ya que 63% de PEA masculina se encuentra empleada principalmente en actividades económicas agrícola, relacionadas con el cultivo tradicional de maíz, frijol, nopal, chile, jitomate, etc., (INEGI, 2017).

Identidad en Ixtenco
El concepto de Identidad en Ixtenco expresado por Salazar (1991) como la dimensión en la que se construye y renueva un imaginario colectivo se relaciona más con su origen Otomí, Yumhu y se ve reflejada en los patrones culturales de su actividad cotidiana en las labores del campo, la montaña e incluso en las artesanías en las que están presentes sus símbolo, dibujos e imágenes inspirados en la Matlalcuéyetl, elemento inseparable de la cultura local. (Huckert, 2008).

El discurso político de una sociedad en busca de este imaginario no deja de estar presente en sus actos de gobierno, y posiciones simbólicas, prueba de ello es el –reciente nombramiento- que ubica el pueblo otomí de Ixtenco, según La Jornada (2014) como el -último reducto de la civilización Otomí- en el Altiplano Tlaxcalteca.

En cambio, la Identidad asociada a las competencia sociales expresada por Goodenough, (1975), se inclina hacia las actividades sociales, y su aceptación dentro del grupo laboral esencialmente campesino, y en las actividades artesanales de elaboración del tallado de piedras de cantera, el bordado de blusas con la técnica de pepenado y la elaboración de cuadros de semillas de distintos granos de la región (INEGI, 2017).

Las competencias sociales en el pueblo de Ixtenco, guardan una estrecha relación con la religiosidad, festividades patronales, mayordomías que fungen como elemento de Identidad integrador, que unifica y otorga competencias espirituales a las personas, constituyendo como refiere Goodenough, (1975) su –pasaporte- de aceptación dentro del grupo social al igual que otras expresiones culturales que le dan vida y cohesión social. Los festejos de carnaval, la presentación del niño Dios, feria del maíz, día de muertos, festejos del santo patrono del lugar y gastronomía tradicional (Espino & María, 2017).

Territorio en Ixtenco
Ixtenco ofrece a sus habitantes y visitantes, el esplendor de un paisaje geográfico de naturaleza, sitios y aspectos interesantes para conocer y disfrutar los atractivos de la montaña, además les invita a ser partícipes de la hospitalidad de su gente y de un pueblo Otomí leal a su tradición ancestral (Inafed, 2020); estos elementos culturales y naturales han sido aprovechados por la actividad turística, mismos que les ha permitido beneficios económicos, generación de empleos y la obtención de ingresos.

Esta elocuencia en el territorio no ha sido una constante, prueba de ello son las disputas por los recursos hídricos entre las comunidades de Ixtenco y Huamantla estudiadas por Acuña (2018), conflicto entre las localidades por la apropiación de los recursos hídricos del parque nacional La Malinche o Matlalcuéyetl, Tlaxcala.

El territorio es un elemento que otorga identidad a los pobladores de Ixtenco, conformado en nueve barrios, cada barrio cuenta con una organización social, para festejar al santo patrono de la comunidad San Juan Bautista. Los barrios que conforman Ixtenco son San Antonio primero, San Antonio segundo, San Juan primero, San Juan segundo, San Gabriel primero y San Gabriel segundo, Resurrección primero, Resurrección Segundo, Santiago que es un solo barrio (Zamora, 2015). El Barrio se constituye en territorio como un espacio fundamental y multidimensional para la creación y recreación de las prácticas ecológicas, económicas y culturales de las comunidades, capacidades descritas por Escobar (2010).

Turismo biocultural punto de encuentro y conjunción de saberes
Adentrase y comprender la cultura de los pueblos originarios busca eliminar cualquier barrera o relación de superioridad entre el visitante y la comunidad receptora; este entendimiento tiene por objeto generar relaciones de empatía, respeto y reciprocidad. Aquí, el fenómeno turístico adquiere una nueva dimensión de encuentro y comunión entre turista y actor local, teniendo como punto de partida el territorio, lugar de coincidencia entre ambas culturas, escenificado en el patrimonio natural y cultural; esencia de los pueblos originarios y conjunción biocultural. (Bello & Pérez, 2017).

Los elementos culturales estudiados incluyen lo complejo del conocimiento, de las creencias, costumbres; capacidades, hábitos y cualquier otra manifestación social adquirida por los miembros de una comunidad, elementos básicos para establecer una relación bicultural. Este etnoconocimiento compuesto por una serie de saberes prácticos acerca de la temporalidad que aportan elementos clave para comprender las tres dimensiones sustantivas de los servicios turísticos en el espacio rural, son: la dimensión histórica del conocimiento, aglutinada en la transmisión de saberes entre generaciones; la dimensión sociocultural del conocimiento plasmada como una experiencia compartida por los miembros de una misma generación; y los ciclos productivos reflejados en la experiencia personal y prácticas productivas particular del campesino y artesano (Toledo & Barrera 2008).

Otro conjunto de saberes prácticos para la interpretación turística biocultural, son una visión holística de los espacios rurales donde convergen aspectos materiales como simbólos de una misma realidad; el conocimiento de las relaciones bioculturales de los espacios; y la localización de los recursos (naturales y culturales) asociados a un territorio específico. Este etnoconocimiento es un instrumento dinámico en ambos sentidos, movilizado a través del lenguaje, que depende de redes de comunicación que fluyen del pasado al futuro y viceversa; sucesión continua e ininterrumpida de conocimientos y transformaciones de la identidad de cada pueblo. (Jiménez, Thomé & Burrola, 2016).

El turismo biocultural es considerado como eje articulador para coadyuvar a la conservación del pueblo originario de Ixtenco, en él se describen las condiciones que se identifican para impulsar la transición hacia un turismo sustentable desde el enfoque regional y la necesidad de promover la gestión sustentable de sus recursos y patrimonio biocultural y así, emprender iniciativas turísticas hacia el manejo integrado y participativo (Negrete & Piñar, 2016).

Conclusiones
Ixtenco presenta una vasta gama de elementos culturales constitutivos a partir del lenguaje Otomí, que lo distingue de otros pueblos originarios; su simbolismo y valores de carácter material o inmaterial, así como, su vinculación con las instituciones sociales desde la familia, su religiosidad, el barrio, participación en fiestas patronales etc., son elementos que juegan un papel preponderante en la conformación ideológica y en los cambios culturales.

A partir de este conjunto de normas de comportamiento se define un estilo lingüístico propio, sobre la manera en que los habitantes de Ixtenco estructuran y utilizan el léxico dentro y fuera de la comunidad, definiendo sus propias características y reduciendo las variaciones del habla entre ellos, lo que induce a la población entera a unirse en el uso de una misma lengua, y asentarse en el mismo nivel general de arte, conocimientos, religión y costumbres tradicionales.

Por su parte el estilo de vida de los pobladores originarios de Ixtenco se expresa a través del volcán Matlalcuéyetl, montaña venerada desde los antiguos pobladores originarios de Ixtenco que le confieren una gran religiosidad, misticismo y magia, mismas que perviven hasta nuestros días; así, la población de Ixtenco, entiende su misión como custodios y garantes responsables de salvaguardar y preservar la Matlalcuéyetl; madre, proveedora de vida, sustento natural y espiritual de la comunidad a la cual cobija y protege.

La identidad entendida más allá de un simple discurso político y social, trasciende a la capacidad que el individuo desarrolla para relacionarse y encontrar su inserción en el tejido social, esta complicada simplicidad se orienta a la integración de habitante de Ixtenco, desde el barrio, milpa, trabajos colectivos y de la reciprocidad que conforma la vida comunal. Al encontrar significado en la fuerza de sus creencias; energía vital que se expresa conscientemente y se materializa en su religiosidad, faenas agrícolas, festividades patronales, tradiciones, memorias y aprendizajes; apropiación colectiva de símbolos que se transmiten y reinventan en toda actividad que realizan.

Estas concepciones culturales se manifiestan en el territorio, cuya orientación multidimensional se centra en la cooperación y el desarrollo territorial. Sin embargo, el espacio vital cimentado en el territorio a menudo se ve amenazado y los habitantes de Ixtenco salen en defensa de su territorialidad, como sucedió con el conflicto por el agua, mencionado arriba; así se trasforman, los hombres, la comunidad y la sociedad para tomar posesión del mundo que les pertenece en defensa de sus recursos naturales, herencia de sus ancestros.

Un aspecto menos acometedor del territorio, es el barrio, origen socio cultural del habitante de Ixtenco, que por naturaleza posee un patrimonio tangible e intangible, vinculado a un paisaje natural y construido por los residentes de Ixtenco, multiplicidad de elementos cultural que se conjugan y brindan un escenario propicio para el desarrollo de un turístico biocultural de incalculable acervo cultural y natural.

Este basto mosaico cultural se abre al turismo biocultural, responsable de garantizar la continuidad del legado histórico y patrimonial de este pueblo milenario, cuya cosmovisión de pueblo originario se proyecta al mundo con su particular Estilo de vida, Identidad y compromiso con el Territorio. Ixtenco, se proyecta como un remanso de sabiduría, de conocimientos ancestrales, de dignidad empática, de respeto a la vida y naturaleza, con reciprocidad de conocimientos.

Arturo Hernández
Artículo publicado el 11/06/2021

REFERENCIAS

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Weitlaner, R. (1955). El Otomi de Ixtenco, Tlaxcala. In Anales del Museo Nacional de México (No. 6, pp. 11-14). Museo Nacional de México.

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Zamora, G. (2015). El turismo, una perspectiva desde las capacidades locales de la comunidad anfitriona de Ixtenco, Tlaxcala.

 

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