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“Mapa a las Estrellas” y la pasión humana por la frivolidad.

por Alberto Escalante Rodríguez
Artículo publicado el 05/03/2015

Cronenberg nos presenta una historia acerca del Imperio de lo frívolo, montada sobre un delirio persecutorio que el argumento decanta hacia la decepción como entramado de la pasión humana por lo frívolo mismo. Y decimos de un Imperio, en tanto la puesta nos conduce a un mundo construido desde las cenizas que han dejado las quemaduras anteriores, un mundo que nunca puede emerger más que para sí mismo. En este sentido, no se plantea la posibilidad de escape alguno para los involucrados en la trama, más que el volver a incendiarse. El punto aquí es que el pasado quema, ha quemado, pero no purificantemente, no hay cabida para las aves fénix (Havana representa esta im-posibilidad), sino que se desprende de las costras, amén de la pasión del director por las violencias cutáneas, aquí y en otros fragmentos ya conocidos de sus exposiciones (Videodrome, la más “encarnizada” quizá). El fuego funge entonces como un pathos, no proviene de un agente externo, sino se nos hace creer que emana de las fauces mismas de los desolados dragones que tenemos como protagonistas. Repitentemente, podemos ver como sacan su fuerza desde esos fuegos, que terminan por consumirlos, lenta, dolorosamente, de manera enfermiza y metamórfica, tal y como a Cronenberg ha gustado de contarnos en The Fly y Shivers.

La naturaleza imperial se encuentra retratada en la escenificación misma del espectáculo hollywoodense. Destaca al respecto; la tonalidad sucia de la gama de contrastes entre el amarillo cálido de los exteriores mediterráneo y la significación de los interiores “frigoríficos”, perfectamente encuadrados en torno a la egoplejia mental de Stafford Weiss y la constitución de su recinto-fragmento imperial, que suda por sus paredes de cristal, la jalea real del cosmos del entretenimiento: “mostrar al mundo como y donde vivimos”. Pero cabe decir que, tanto el exterior como este tono, se ven contaminados y polvorientos, y contrastan con dichos interiores, que ante la mínima profanación sanguínea, ya sea sobre sillones de 120 000 dólares o sobre el rostro de un ángel pervertido por toneladas de maquillaje, aduce a calzador la ficticia solemnidad del imperio.

Desde Mapa, Hollywood es una ciudad radioactiva encapsulada, donde quien regresa a ella comienza a recibir los estragos tanto físicos como mentales de la mutación, el rostro de Agatha es la línea argumental de esta historia. Los guantes, ocultan en todo momento la posibilidad de salida, de reivindicación verdadera, que debe ser silenciada en propósito de los gurúes de la autoayuda, cito a Lisa Simpson: “La autoayuda solo ayuda a quien lo escribe, solo son un montón de soluciones obvias.” Escarbar en la obviedad pareciera ser anti-intuitivo para el imperio de lo frívolo, caso concreto, la psicoterapia de Benjie.

La presencia de Agatha resulta invasiva para el Imperio, para su creencia infinita en la frivolidad, para el mecanismo de la decepción a la manera de un artificio u objeto manipulable para mantener lo obvio en público y para el público, pues la decepción se ha convertido para ella en un fin por sí mismo, en una decepción libre de la frivolidad. El imperio amenaza a Agatha con la violencia de vomitarla, no se trata de una expatriación, pues nunca se le permitió apropiarse del mediterráneo como su hogar, tampoco de un aborto, pues menos parece haber sido engendrada en aquella california de la ficción. La retórica es la de la decepción, el emblema del imperio la frivolidad, su manifestación más cicatrizante lo obvio; donde el aspecto gráficamente sarcástico de la frivolidad se emparenta con la línea argumentativa que persigue los estragos en el maquillaje de Agatha, mientras ella va escarbando en las entrañas de lo obvio.

En la retórica de Cronenbeg, Hollywood es esculpido con una mezcla sudor, lágrimas, semen y fluidos vaginales, servidos en un plato de morbo como extensión misma de lo corpóreo; asunto de tratamiento profundo y obsesivo en el contexto de la obra del director. Mapa, nos cuenta otra historia de lo corpóreo de la mano de Cronenberg, que ahora explora la cuestión desde un punto de vista político, desde un lugar donde el cuerpo aparece reducido como algo meramente estratégico, desde la fragilidad misma de la política como un conjunto de prácticas (sexuales y mercadológicas), pues su fin mismo recae en convenciones de naturaleza ficcional, dominio de una reflexión nitzcheana.

Pero la ficción que nos muestra Cronenberg es distinta, no por el hecho de que pertenezca a un fidedigno impulso creador, sino porque su filme pertenece al ámbito un cine atmosférico, dentro del cual los distintos elementos participan de la intención del autor y no viceversa. La palabra Mapa nos sirve para buscar que tanto de Cronenberg hay en todo esto, pero nos guía a otras estrellas del firmamento cinematográfico y a otros momentos destacados, pues no he de negar que se acaba teniendo la sensación de estar frente a Magnolia (pues mientras en la de Anderson la casualidad es el eje articulador, aquí aparece como el pegamento entre cuadros) contada por Cronenberg (es decir desde el cuerpo mediante),ambientada en Gummo, y sin embargo, la apuesta es sugerente, por la atmósfera misma en la que el autor la deja caer y que ha hecho suya con el paso de sus obras.

Hollywood es un recurso para que Cronenberg nos muestre el imperio que se ha construido alrededor del culto a lo obvio, y la convención de la ciudad como su meca, y de cómo la expresión más humana de esta termina siendo la decepción. Mapa no es una historia sobre lo hollywoodense en sentido estricto, y me valgo de la palabra recurso, porque se les usa en todo el metraje. Pero en su interpretación de las cosas; la muerte de un perro, el incesto, la violencia lingüística, dejan de ser clichés dramáticos para formar parte de la intención que tiene entre manos. Quizá lo único verdaderamente chocante sean un conjunto de planos innecesarios que rompen con la carga visualmente emotiva del drama. Hay momentos que le pertenecen a un solo personaje, y en eso me parece que el director ha mostrado poco respeto (el momento cumbre de esto, el ir y venir de planos en el encuentro final Wasikowska-Moore).

Mapa, tiene una paciencia visual entre la calma y la calamidad, sello del trabajo actoral presente. La vorágine irrumpe pero no desestabiliza el espíritu zen que embarga el ritmo del discurso. Y sin embargo es una calma tensa, que no anuncia una tormenta, sino que es el ojo del huracán mismo. La narración se recorta tanto visual, onírica y dialécticamente. No nos estamos inmiscuyendo en asuntos del lenguaje al dividir la cuestión de la narración, sino en el hecho de que la estructura se nos presente entre imágenes, diálogos y sueños. En todo caso, hay una atmósfera que unifica la trinidad, y que irrumpe desde el momento mismo en que la banda sonora anuncia la apertura, y que nos deja entrever que hay algo por venir de lo que Cronenberg se ha apropiado ya.

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