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Evita en la imaginación de Broadway y Hollywood.

por Marcelo Coddou
Artículo publicado el 13/12/2013

Los seres humanos son contradictorios y llenos de matices laberínticos. Raras veces se parecen a lo que se dice de ellos en los musicales de Hollywood o de Broadway
Tomás Eloy Martínez

 

Al promediar los años 90 se produjo un escrutinio de la vida de Eva Perón “tan implacable como incesante” (los calificativos son de Tomás Eloy Martínez). En efecto, la aparición de Santa Evita, la gran novela de TEM, estuvo acompañada de innumerables obras de todo género que la tenían a ella como personaje de atención central. Los más decisivos fueron los musicals de Londres y Broadway y la película de Alan Parker y Madonna. Por ello es que puede resultar de interés revisar lo que el escritor argentino pensara sobre tales creaciones artísticas: reflexionar sobre ello podría, quizás, permitirnos una mejor lectura de su novela. Su autor escribió una serie de artículos sobre el tema entre 1996-1997, que Carmen Perilli, la editora del libro de TEM El sueño argentino, reuniría bajo el acápite “Evita capitana”. La mayoría de ellos tocan, de una u otra manera, la película y el musical.

Pero antes de revisar las conclusiones a que llegara TEM sobre el alcance y validez de esa lectura hollywoodense y broadwayana del mito de Evita, establezcamos sumariamente la “historia” de cómo se gestó la película, quienes intervinieron en esa historia, los pasos que se dieron para darle realización y la acogida que ella tuvo.

Casi inmediatamente después del inicio de la presentación musical en Londres, comenzó a pensarse en la posibilidad de llevarla al cine. Entre las artistas de quienes se hablaba para el papel protagónico, había consenso en que tanto Elaine Page como Patti LuPone eran ideales. Paramount Picture adquirió los derechos en 1981, con Robert Stigwood como co-productor. Inicialmente se pensó ofrecer la dirección a Ken Russel, pero luego se le dejó de lado. De este modo la idea de hacer una película con «Evita» no prosperó hasta que, a mediados de los 80, Madonna decidió que ella quería estar en la cinta y se reunió con Stigwood para hablar del asunto. En 1987-1988 Oliver Stone se involucró y Weintraub Entertainment Group (WEG) adquirió de la Paramount los derechos de filmación. Madonna seguía pensando en la posibilidad de estar en el papel estelar pero, al parecer, en los escasos quince minutos en que se reunió con Oliver Stone, llegaron a la conclusión de que no podrían trabajar juntos.

Hacia 1989 se suponía que Meryl Streep tendría el rol protagónico, pero luego tanto ella como WEG echaron pie atrás. En 1990 Stigwood llegó a un acuerdo con Disney y, a comienzos de junio Tim Rice, Stigwood, Andrew Lloyd Weber, Madonna y altos ejecutivos de Disney se reunieron en Nueva York para discutir el proyecto. Se sabe que el Director Ejecutivo de Disney favorecía tanto la idea de la película como el dar el papel a Madonna. Esta ha contado que ella hizo fuerte campaña porque la película se realizara y hasta mandó su video “Take a Bow”, inspirado por “Evita”, al director Alan Parker, quien quedó muy bien impresionado y aceptó encontrarse con Madonna.

El presupuesto estimado pronto excedió lo que Disney estaba dispuesto a financiar, por lo que el proyecto nuevamente quedó en veremos. Fue en 1993 que Disney decidió intentar nuevamente sacarlo adelante, otra vez con Oliver Stone como director. Se cerró un trato el 10 de diciembre de ese año. En vez de Madonna, fue en Michelle Pfiffer a quien se pensó como la futura “Evita”. La película todavía estaba en manos de Disney y Stone. Este se reunió con el presidente Carlos Menem en el verano del 94. Menem al principio mostró una actitud favorable al proyecto, pero luego decidió que la película no podía ser filmada en la Argentina: un nuevo revés para lo planificado.

A fines de marzo del 95 se reiniciaron, una vez más, las conversaciones. Madonna firmó contrato con Arnold Rifkin, amigo íntimo de Andrew G. Vajna, quien estaba a cargo de la película junto a Robert Stigwood. Esto significó que la película con Madonna pudiera seguir adelante.

Como vemos, fue después de muchos años y con varios directores y artistas propuestas como estrellas, que “Evita” vino finalmente a realizarse. Su costo estimado fue de alrededor de $56 millones. Robert Stigwood, Alan Parker y Andrew G. Vajna serían los productores. El nombre de la compañía productora, CINERGY. Alan Parker su director. A Madonna se agregó Antonio Banderas en el papel de Che Guevara y Jonathan Preyce en el de Perón. Director musical, David Caddick.

A comienzos de 1996 Madonna trató de contactarse con aquellas actrices que antes habían desempeñado el rol de Eva Perón, con el fin de obtener información que pudiera serle útil Recibió intensas lecciones de la guía de voz (voice coach) de Patti LuPonne y Roberta Flack. Patti LuPonne le deseó la mejor de las suertes a Madonna, a quien le dijo que estaba segura que haría un gran papel. Madonna habría comentado: “We Italian chicks stick together”.

Madonna llegó a Buenos Aires el 20 de enero de 1996 para iniciar el rodaje. Su presencia desencadenó un fuerte enfrentamiento público entre los acérrimos fanáticos suyos y los sectores peronistas decididamente opuestos que veían con espanto que fuera ella quien representara a “Santa” Evita. En fecha tan tardía como el 19 de febrero Menem aún no decidía si permitiría que algunas escenas se rodaran en la Casa Rosada. Madonna habló personalmente con él y éste finalmente accedió. Las escenas de la Casa Rosada fueron filmadas el 9 y 10 de marzo, con cientos de extras de la población local. Hacia fines de ese mes, Madonna había logrado obtener una mayor aceptación para que desempeñara el papel de Evita. Después del rodaje en Buenos Aires, éste fue trasladado por seis semanas a Budapest, finalizando la filmación en Londres. El rodaje completo se terminó el sábado 25 de mayo de 1996 y el 14 de junio comenzó el trabajo de editar la película. Una sinopsis de 10 minutos en el Festival de Cannes en junio de 1996, a la que se le bridó una gran acogida, preanunció el éxito que tanto de crítica como de taquilla iba a tener a nivel mundial, desde su mismo estreno en diciembre de ese mismo año. Se estima que las ganancias por su exhibición superaron los $ 160 millones. En enero del 97 ganó tres Golden Globes, incluyendo el de Mejor Actriz para Madonna. En marzo del 97 obtuvo el Oscar por la mejor canción (“You must love me”) y cuatro otras nominaciones (1).

Para TEM lo que hay que agradecerle a esta película es que, al generar un debate −insultos y blasfemias fueron invocados por políticos y jerarcas de la Iglesia argentina desde antes de su misma filmación− “haya revuelto nuestro pasado y que, al revolverlo, nos ayude a enfrentarlo (2)”. Para el autor de Santa Evita −que descreía en el impacto inmediato del arte−, atribuirle a la película una eficacia mayor que a la figura histórica de Eva Perón, constituye un error de apreciación descomunal. Juzgaba él que en las discusiones que suscitaron tanto la película como el musical de Broadway, “Evita ha salido ganando, pero nosotros no”:

la imagen nacional se arrastra malherida en los diarios y los canales de televisión del mundo. Se nos representa como intolerantes, regresivos, algo ridículos. No es un retrato fabricado por la prensa, sino lo que se deduce del modelo que hemos ofrecido.

En otro artículo de la misma serie (de título “Lo que no se perdona”), también fechado en febrero de 1996, en pleno rodaje de la película de Alan Parker, TEM equipararía lo que le sucedió a Evita entre 1947 y 1951 con lo que le estaba pasando a Madonna en Buenos Aires en los días de filmación: de ambas se creó una imagen satánica de sexualidad promiscua y desenfadada. Comentó el escritor que tal imagen “tiene más que ver, sin duda, con el show business que con sus pasiones personales”. A su juicio, el film “es un trabajo, quizás sea un negocio y en el mejor de los casos será una obra de arte menor”. E insistió en que la cantante profesional que es Madonna encarnará a la Evita del musical, no a la de la historia. En raro gesto (3) TEM ensalzaba aquí los aspectos positivos de esta última y la describe como una mujer que aspiraba cambiar para siempre la vida de la gente, alguien que nunca se defendió ni se disculpó de los ataques que sufriera, pues no le importaba que los otros dijeran de ella lo que quisieran; Evita era una persona que se jugaba a sí misma en todo lo que hacía, que defendió a los desamparados, a los “grasitas”, a “los pobres de mi patria” con sacrificio y encono; mujer segura de sí misma, que no hubiera tolerado que otros la defendieran (algo que intentó Madonna con explicaciones que TEM estimaba innecesarias).

El escritor enjuició severamente el film. Hablando de sus flaquezas, aventuró que era difícil “que logre el milagro de transformar la historia (4)”. Y agregaría:

ese prodigio se dio en 1845, cuando Sarmiento construyó un retrato imaginario de Facundo Quiroga más poderoso que el retrato histórico. Pero para llegar tan lejos es preciso cierto genio. Dudo que el triángulo escaleno formado por Alan Parker, Madonna y Antonio Banderas dé para tanto.

Y concluyó: “dentro de pocos años, la transfiguración de Madonna se olvidará y dará paso, otra vez, a la Evita real, a la de siempre”. Afirmación ésta que debe entenderse en este sentido: la Evita “real” a que se refiere, la Evita “de siempre”, es el producto de un imaginario capaz de mitologizar con riqueza y profundidad al personaje histórico. Lo que valoraba TEM era el hecho de que el mundo −ese de las influencias positivas de Hollywood sobre la imaginación y la mitología de tantos países− aspire a recrear a Evita, a los argentinos lejos de empobrecerlos, los enriquece y, parafraseando a Borges que había sostenido “felizmente, no nos debemos a una sola tradición; podemos aspirar a todas”, afirmó:

Somos de todas partes y nuestra cultura se ha alimentado de muchas culturas; es bueno que también algo de nosotros empiece a formar parte de las tradiciones ajenas.

En el ensayo siguiente al que recién apostilláramos, TEM hace un resumen de la historia y del mito de Eva Perón −al que califica de “breviario para el uso de lectores no argentinos (5)”− en el que vuelve a considerar la película de Alan Parker y Madonna, por cuanto ésta había hecho re-aparecer imágenes negras que, según el escritor, empañan la historia de Eva Perón. El ensayo se encarga de matizar en sus puntos más justos, concepciones generalizadas sobre Evita que la película había hecho re-aparecer: que fue una prostitua ambiciosa que sedujo a Perón por mero afán de poder; que su ideología era fascista; que distribuyó a tontas y a locas el dinero ajeno, reteniendo parte de ese dinero para sí.

Si bien este ensayo, como lo puntualizara su autor, constituye un breviario — con todo lo que ello implica de síntesis apretada, imposibilitada de profundización y desarrollo­­­­ –, se ofrece como uno de los escritos más sugerentes de TEM sobre el personaje histórico que sirviera de referente a su figura imaginaria. Su lectura, entonces, es un auxiliar valiosísimo para quien se interese en dilucidar lo que el escritor TEM pensaba sobre quien la había servido de “modelo” en la transfiguración que de él emprendió en su novela. Leamos sus afirmaciones esclarecedoras:

[A Eva Perón] le gustaban las joyas, las pieles, los vestidos de Dior, y podía tener todos los que deseaba sin necesidad de robar arcas ajenas. Cualquiera que haya investigado con seriedad su biografía sabe que no quería el dinero para sí. Lo quería para invertirlo en esa singular forma de beneficencia que ella había inventado y a la que dio un nombre que todavía perdura en Argentina: ayuda social o justicia social.

Con respecto a la campaña antiperonista montada por el gobierno que se estableció después del golpe militar de septiembre de 1955, a tres años de la muerte de Evita, campaña que atribuía a Perón y su mujer todos los males que la Argentina había sufrido, TEM reestablecería ciertas precisiones históricas fundamentales:

Perón había sido elegido presidente dos veces en comicios limpios y su régimen era formalmente democrático. Tanto él como Eva, sin embargo, habían cerrado el camino a toda voz opositora y gobernaban la Argentina con mano de hierro. Las censuras de esa época; los encarcelamientos y ocasionales torturas de adversarios indugeron a que Perón fuera mencionado como «tirano». Este epíteto se ha vuelto sin embargo inofensivo y casi patético después de las atrocidades cometidas por las dictaduras militares que lo sucedieron, sobre todo la de 1976-1983.

En cuanto al supuesto “fascismo” de la pareja gobernante, TEM, tras reconocer que Perón simpatizó con el Eje cuando era coronel y ministro de Guerra (1944-1945), enfatizaría que en esos mismos años Evita “sólo pensaba en retener a su pareja y en sobrevivir. No sólo carecía de toda formación ideológica. También carecía de influencia y de poder, tanto en la casa de Perón como en la vida política de la Argentina”. Una vez convertida en esposa legítima y en Primera Dama, lo que hizo, más allá de sustentarse en una ideología sólida fue, según TEM, “encarnar el mejor papel de su vida”, representándose a sí misma:

ofreció a los pobres las posesiones y ventajas que ella no había conocido −trabajo, escuelas, vacaciones, certificados de matrimonio, viviendas− y se vengó de sus enemigos de clase y de sexo haciéndoles la vida imposible en una Argentina que manejaba a su antojo.

Enfrentando la imagen simple y estereotipada que Hollywood y Broadway habían dado de Evita, TEM sentenció: “estaba lejos de ser una santa, aunque millones de argentinos la veneran como tal. Tampoco era una canalla”. Según podemos concluir en estas breves pero cuidadosas consideraciones a que lo llevaran lo que aprecia como distorsiones esquemáticas de los musicals y el cine, TEM nos proporciona, en apretada síntesis, lo que él mismo se había encargado de cumplir en su gran novela de esos años: ofrecernos un ser humano en toda sus contradicciones y matices laberínticos.


Notas
1. Algunos otros datos puntuales: 84 días duró la filmación; se emplearon más de 400 horas en la grabación de la cinta musical; 4.000 extras fueron contratados para la escena de “Don’t cry for me Argentina”; se usaron 320.000 pies de film, 5.500 trajes, 320 sets; se crearon 39 sombreros para Madonna. La información utilizada para esta parte del estudio fue obtenida de la página WEB “The Official Evita WEB site by Cinergy Pictures”.
2. Vid “La Argentina in fraganti”, en El sueño argentino: 320-323. Cit.: 322. En otro artículo, también in- cluido en este libro, su autor sostiene: “creo que la ópera [de Tim Rice y Andrew Lloyde Weber, en la que se basa la película] ha reinstalado la imagen de Evita en la imaginación del mundo, y sé que esa imagen es conmovedora”, p. 345.
3.  Digo “raro”, en el sentido en que no era frecuente en él, como sabemos, abanderizarse por una de las visiones maniqueas que se tiene de Eva Perón. Lo que solía hacer era procurar una abarcadora de la multifacética imagen que Evita proyectó en su vida
4.  Vid su artículo “Volveré y seré Madonna” también en El sueño argentino: 327-329.
5. Fue publicado por la revista Times en enero de 1997, esto es, a poco del estreno de la película y cuando ésta comenzaba a provocar enorme interés por la figura de Evita
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