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Laberinto del Silencio (2015).

por Mildred Lesmes Guerrero
Artículo publicado el 04/05/2015

Laberinto de Silencio, de Giulio Ricciarelli (2015)

El laberinto de silencio es una oda a la vida, un momento de reflexión, un detenerse frente a nuestro propio cadáver para ver en él la belleza del espíritu que lo habitó.
Todo viene de allá, del cadáver, del silencio, de un lugar lejano, de Auschwitz.
Auschwitz fue solo un campo de detención, solo un lugar donde perecieron y padecieron miles de hombres, mujeres y niños. Auschwitz fue solo un lugar de humillación, de tristeza, de desolación. Auschwitz fue solo un lugar terrible, horrible, según el recuerdo, según la memoria, según los sobrevivientes.
Auschwitz es solo un recuerdo o muchos recuerdos, una imagen que es símbolo y que perece en el tiempo.
Auschwitz fue silencio y cuando no fue silencio ¿qué fue ? Fue vida, fue un triunfo de la vida cuando ya no fue silencio. Auschwitz se convirtió en un lugar de justicia reivindicadora del dolor y del sufrimiento de ellos, de ellos que se quedaron sin voz, de ellos que somos nosotros, deudores de nuestro pasado, como seres humanos, temerosos de nosotros mismos.
Auschwitz fue solo diez millones de nazis y esos idiotas lo anotaron todo.
Fue solo uno de los campos de exterminación alemán durante la segunda guerra mundial, pero esos campos no estaban en Alemania, ni eran campos, allí no se hacía la guerra; allí se tomaban decisiones, se pensaba en soluciones.
Auschwitz fue sólo el lugar del crimen, del crimen de más de un millón de niños, mujeres y hombres en cinco años; fue el lugar de experimentos médicos, de malnutrición, de cámaras de gas, de la extracción de órganos sin anestesia, de la unión corporal de gemelos vivos, de estallar el cráneo de un niño contra el muro para quitarle una manzana, limpiar el fruto y morder su jugosa pulpa mientras la sangre y los sesos ensuciaban el asfalto, fue el lugar de un tal Mengele [1], de un tal Eichmann, y los idiotas lo anotaban todo.
Auschwitz fue sólo uno de los campos de concentración de tantos que se construyeron de acuerdo a las necesidades del momento, ya fuese para albergar homosexuales, testigos de Jehová, judíos, gitanos, de acuerdo a la clase social y al grado de pureza aria; pero por lo que si fue importante este campo fue porque la Shoah,  por la solución final, aquella de matar seis millones de judíos, la cual se dio en sus instalaciones por ser uno de los mejor equipados para tal fin.
Desde luego que esta información no se conocía, nadie sabía de que se trataba y las vejaciones y demás experiencias que en nombre de la ciencia devinieron atrocidades, eran consideradas como parte de las acciones militares propias de la guerra; por lo tanto la pretensión a juzgar a estos hombres era invalida, ellos habían sido héroes de guerra, soldados que cumplían la misión de salvar su patria; y ahora vencidos y humillados no merecían conocer lo sucedido en esos lugares.
Durante 20 años el silencio se convirtió en un pacto tácito que corroía los recuerdos de aquellos que vieron o vi-vieron este episodio de vida nacional. Veinte años en los que Auschwitz fue sólo un campo de concentración de algunos presos políticos. Fue sólo un elemento más de la guerra, un lugar no alemán, polaco, donde no habían alemanes, sólo unos funcionarios, soldados y administradores de la máquina más demencial del siglo XX.
Si embargo, el castigo no es lo importante, hacer pagar no es lo fundamental, volver relato, narrar, existir a partir del Nombrar, volver lenguaje esas imágenes, ese acto, el acto narrativo haría justicia. Contar al pueblo alemán, contarnos a nosotros mismo seres humanos, contarnos nuestras desgracias, así no las comprendamos, así no las entendamos, es darnos el derecho a la explicación, a la expiación y si eso no es posible, a la dignidad de escuchar lo que ellos, nosotros, las víctimas y los victimarios, hicimos durante años en pleno siglo de modernidad deseada, de progreso infinito y de fe en la ciencia.
Auschwitz fue solo uno de los tantos proyectos de ese loco, de ese demente que se hacía llamar Führer y al que millones de hombres amaban con locura, con demencia. La demencia de que una madre mate a su hija, siete días después de haber nacido, por el juramento de Hipócrates que algunos habían hecho.
Auschwitz fue solo la excusa para que un joven procurador se llene de valentía y afronte el pasado de su país y el suyo propio llevando a cabo uno acto de gallardía, de fe en el espíritu humano y en el amor a los hombres.
Esos idiotas que lo anotaron todo le dieron a Radman la posibilidad de juzgarlos y hacerles responsables de la empresa de muerte que lideraron durante la década del 40; esos idiotas que lo anotaron todo nos dieron la oportunidad de darle rostro al sufrimiento, a la ignominia y al dolor más grande como lo es la traición a nosotros mismos como habitantes de este planeta.
El proceso de Frankfurt representa para todos los que lo sabemos, para todos los que nos avergonzamos de lo que en etiqueta aparece como Historia de la Humanidad, una alivio, un acto de confianza, una posibilidad de vida para nuestros hijos, un acto de amor por nosotros mismo, verdugos y victimas.
El proceso de Frankfurt no fue solo un hecho de la historia, un juicio político, ni criminal, fue un momento de reconciliación, de respeto por los relatos de vejación, por las imágenes que se volvieron palabras, para que a través de la narratividad nos curemos, nos vivamos y nos reconstruyamos de las cenizas que algunos barbaros, todos barbaros, infringimos contra las victimas, nosotros victimas, de relatos de progreso, de fe en la ciencia, de veleidad ante la vanidad.
Bauer y su grupo de juristas le devuelven al mundo el mundo, arrancan la vida de la muerte y hacen de tánatos una experiencia de reconstrucción necesaria para el nuevo país.
Mapiripán, Bojayá y otros lugares de dolor, como Libia, Palestina, Somalia, todos presos de una violencia sorda, ciega, ideológica, serán lugares de vida cuando se reconozcan los muertos, cuando la justicia sanadora nos calme el alma y nos permita perdonarnos por tanto y por tan poco. Por lo mucho que hacemos daño, por lo poco que nos deja ver la indiferencia.
Judíos o polacos, soldados o guerrilleros, paramilitares o nazis ¿quiénes somos, quiénes permitimos que habiten nuestro mundo? Sistemática o aleatoria, premeditada o accidentada, nuestra violencia nos aturde porque es más poderosa que nuestra imaginación, porque es más fuerte que nuestra razón, porque es más temeraria que nuestro espíritu.
Presos de una máquina de muerte, presos de venganzas familiares, de códigos de honor, de hacer justicia ciega, de castigar, de hacer pagar, presos de la violencia que detienen unos pocos y ejercemos algunos cuantos sobre otros tantos.
Y los idiotas lo anotamos todo.
Y el cine nos ofrece posibilidades como éstas, posibilidades de conocer y reconocernos como especie única, como la excepción de la especie.

Mildred LESMES
[1] http://www.dailymotion.com/video/xkrvfl_mengele-le-rapport-final-les-dossiers-secrets-du-nazisme_webcam
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