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El maletín que nos espera.

por Ricardo Cuadros
Artículo publicado el 29/10/2007

Hace algunos meses la presidenta de Chile, Michele Bachelet, anunció la creación de un “maletín literario” que será entregado gratuitamente a 400 mil familias de chilenos de escasos recursos. En el maletín irán ejemplares de 49 obras seleccionadas por un jurado que entregó la lista a comienzos de octubre de 2007. Una alumna de periodismo de una universidad chilena me hizo llegar un cuestionario sobre “el maletín literario”. He seleccionado un par de sus preguntas para opinar al respecto.

¿Qué opinión le merece el maletín literario? ¿Cree que fomentará la lectura?
Toda iniciativa a favor de la lectura de buenos libros y revistas merece aprobación. Ahora, a partir de este esfuerzo inicial, sería deseable que el gasto de unos cuantos millones de dólares en regalar libros a los chilenos, pobres y menos pobres, se convirtiera en una acción anual o bianual por ley, con un cambio regular de jurados y por lo tanto de títulos. De esta manera se avanzaría en la formación de bibliotecas particulares, incluso en hogares modestos, lo que a mediano y largo plazo, digamos una o dos generaciones, podría dar como resultado una franja de población más informada y segura de sí misma a través del conocimiento. Pero, si esta acción del maletín literario se reduce a “un gesto” del gobierno de Michele Bachelet para llegar al 2010 con un par de puntos a favor en temas culturales; si el regalo de libros se discontinúa después de esta tanda; si junto con el maletín no se inicia una política firme de incentivo de la lectura, todo quedará reducido a un capítulo más de populismo vergonzante. ¿Cómo incentivar la lectura? Poniendo libros, todo tipo de libros al alcance de los niños y los jóvenes: convertir al libro en un objeto de uso, siempre al alcance de la mano. ¿Cómo se hace eso? En mi opinión invirtiendo dinero, el suficiente dinero estatal en levantar y sostener bibliotecas municipales acogedoras, donde además de libros haya actividad permanente en torno a éstos, digamos conferencias y diálogos entre escritores y lectores, talleres de escritura y lectura, concursos, compras anuales mediante licitación pública para estimular a los editores, visitas guiadas para distintas edades, etc. Una política estatal de creación e incentivo firme de bibliotecas municipales puede transformar totalmente la relación entre la ciudadanía y la cultura, a través de la lectura. La posibilidad de hacer historia con esta iniciativa está en la perseverancia en ella por parte del Estado, y su complementación con medidas fuertes de infraestructura, legislación y financiamiento.

¿Cree usted que las familias pobres, beneficiarias del proyecto, van a valorar la medida cuando tienen otras necesidades primarias?
La cuestión de la clase social está en juego, sin duda. No se puede dar por sentado que “las familias pobres” lleguen a valorar el regalo estatal de un paquete de libros que incluye una novela de Salinger o La metamorfosis de Kafka cuando, como usted dice, “tienen otras necesidades primarias”. Siguiendo el curso de su pregunta, creo que al poner la literatura entre las necesidades primarias de ciudadanos que no pueden acceder a ella en el mercado – un libro nuevo en Chile vale cinco días de salario mínimo – la iniciativa del maletín literario es un factor de cambio importante. Sí, la buena lectura merece un lugar entre las necesidades básicas de la población, y dadas las condiciones del sistema político económico imperante, el Estado hace muy bien en preocuparse de cubrir esa necesidad de la misma manera que se preocupa de entregar educación básica gratuita, generar empleos o pagar jubilaciones a través del INP. La valoración que vayan a hacer de este regalo las familias que lo reciban es algo que está por verse, pero no hay que ser adivino para decir que algunas de ellas se sentirán honradas y dedicarán muchas horas al placer silencioso de la lectura, tal como habrá otras que dejarán sin abrir el diccionario enciclopédico o lo pondrán a la venta en una acera o en internet. La variedad de respuestas posibles al regalo del maletín literario no son muchas y se darán todas: por lo mismo, y más todavía en temporada de elecciones, habrá debate público. Sólo sería lamentable que ese debate causara el olvido de un hecho notable: en un país pobre como Chile, esta iniciativa del cuarto gobierno de La Concertación ha puesto al libro en condición de necesidad básica de la población.

¿Qué le parece que el maletín literario haya sido calificado de “medida inmediatista”?
Creo que “el inmediatismo” más notorio se dio en la selección de títulos que irán en el maletín. En tres reuniones, los trece jurados decidieron lo que será la base de esta modesta biblioteca privada de algunos millones de chilenos. En la lista hay aciertos indiscutibles como Esopo, Antoine de Saint Exupery, Hergé, Daniel Defoe, Kafka, Salinger y García Márquez. Pero también hay do s libritos (supongo que ilustrados) de Tim Burton: uno de ellos podría haber cedido su rincón en el maletín a Jodorowsky-Moebius. Un título de Oscar Wilde podría haber dejado hueco a un Donoso o un Bolaño, que habría servido de contrapeso y complemento a Rivera Letelier y Allende. No logro explicarme la selección de la novela-testimonio El hombre en busca del sentido del fundador de la Logoterapia, Viktor Frankl. Un título de Francisco Coloane bien pudo ser reemplazado por una novela fundamental como La última niebla de María Luisa Bombal. La mitad de los libros son para niños, pero no está Platero y yo , no está el Diario de Ana Frank, y se repiten los hermanos Grimm, Andersen y Perrault. En la selección no hay poesía chilena posterior a Neruda: uno de los títulos nerudianos bien pudo dejar lugar a una antología desde Nicanor Parra hasta Malú Urriola. Elaborar un paquete coherente de 49 títulos es una tarea mayor y por lo mismo requiere tiempo, dedicación, discusión. El alcance nacional de la iniciativa del maletín literario agrega exigencia a la dificultad. La lista debió ser elaborada – puede serlo en los próximos maletines, por eso vale la pena opinar sobre ello – mediante un cruce de consulta pública y consulta de expertos. La consulta pública se puede hacer por televisión, radio, prensa escrita e internet: el ciudadano interesado en el tema repasa la lista de títulos en las distintas secciones (por edad de los lectores, por género literario, por época, etc.) y vota, agrega y tarja. En base a la información de la calle, la consulta de expertos opera según sus propios criterios, en reuniones de selección y descarte hasta ajustar el diafragma sobre el paquete de títulos más idóneo. Estoy seguro que con un método como éste o uno parecido no se repetirán autores y el abanico de lectura será más amplio y completo.   Es importante subrayar que son pocos lo países que invierten algunos millones de dólares en libros para la población que no puede comprarlos en librerías. Pero también es necesario repetir que si el maletín literario queda encapsulado en una operación puntual, de apenas un par de años plazo, y no pone en movimiento energías y dinero estatal para estimular la lectura a largo plazo, quedará en la memoria nacional como uno de los innumerables destellos de generosidad que mueren junto con nacer y se recuerdan como derrota de las buenas intenciones, quizás como limosna políticamente interesada.

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