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Entrevista a la escritora filipina Elizabeth Medina.

por Andrea Gallo
Artículo publicado el 11/08/2008

Resumen: Elizabeth Medina es una filipina residente en Santiago de Chile. Se dedica al estudio de la cultura filipina poniéndola en relación con la tradición cultural hispanoamericana. En la presente entrevista, hablando de sus libros Rizal according to Retana y Sampaguita , nos informa sobre la condición cultural de su país natal, la situación de la lengua española en Filipinas y la relevancia que ésta reviste en la cultura filipina.

Palabras claves: Elizabeth Medina, Literatura filipina, Spanish Filipino Literature, Spanish in the Philippines.

Elizabeth Medina nació en Filipinas en 1954 y hasta 1973 vivió en Quezon City y Makati. A los 19 años emigró con su familia a los Estados Unidos, país en el que residió durante casi diez años viviendo en San Francisco y en Washington (D.C.). En 1983 se estableció en Santiago de Chile, donde se casó con un chileno-alemán, y aquí sigue viviendo y trabajando como intérprete y traductora. Desde 1991 se dedica al estudio de la historia e identidad de Filipinas, intentando ponerlas en relación con la cultura latinoamericana. En 1998 editó Rizal according to Retana: portrait of a hero and a revolution , se trata de una parcial traducción al inglés de la primera biografía, publicada en 1907, sobre el héroe nacional José Rizal. Fue escrita por el insigne filipinista español Wenceslao Emilio Retana y Gamboa entre 1897 y 1906, es una obra maestra de las letras filipinas e increíblemente la mayoría de los filipinos la desconoce por estar escrita en español. En 2006 ha publicado, con una editorial chilena, el libro Sampaguitas en la cordillera. Reencuentros en Chile , texto sobre el tema de la identidad filipina. Sus artículos y ensayos se han publicado en varias páginas web, de entre las que mencionamos “Revista filipina”, y la web-site de la Universidad de Viena. Es autora también de cuentos y poemas.

AG: Su primer libro ha sido la traducción al inglés de la biografía de Rizal, escrita por Retana a principios de 1900. ¿No es curioso que la mejor biografía de un contemporáneo de los hechos no se haya traducido antes? ¿Cuál fue la razón que le animó a este trabajo?

EM: No me lo explico y nunca he recibido ni leído explicación alguna de los estudiosos de la historia filipina. Con lo importante que es el Dr. José Rizal para nuestra historia, era lógico que se tradujera la primera biografía publicada y fuente primaria de todas las biografías que siguieron. Más curioso aún es cómo descubrí la obra: gracias a mi profesora de literatura española mientras revalidaba la secundaria en Santiago a comienzos de los 1990, cuyo gran ídolo era Miguel de Unamuno. Me prestó un libro,Cartas Inéditas de Miguel de Unamuno . En una carta dirigida por Unamuno a un amigo filipino en 1904 había una referencia a una serie de artículos en la revista “Nuestro Tiempo”, escritos por un tal Wenceslao Emilio Retana “sobre cómo perdimos Filipinas” en 1898. Al ser aceptada por la Universidad Católica pedí copias de los artículos a través de la biblioteca de la Católica a la Biblioteca Nacional de Madrid, descubriendo al recibirlas que se trataban de la vida del Dr. Rizal.

Otra curiosidad es que descubrí más adelante que el gran historiógrafo chileno José Toribio Medina era amigo de Retana y, al igual que éste, filipinólogo, dueño de una enorme colección de fuentes antiguas sobre Filipinas. Es considerado el bibliógrafo más importante de los siglos XVI – XVIII de la historia filipina, y Retana del siglo XIX. Lo que queda de esa colección sigue en la Biblioteca Nacional aquí en Santiago. No dudo que Unamuno, Retana y Medina eran amigos. Medina se autoexilió a Madrid después de la guerra civil chilena de 1891, ya que era balmacedista.

Sin embargo, los filipinos no saben nada de Medina, y solo recientemente la figura de Retana empieza a recibir el reconocimiento largamente negado.

Esto, para mí, sabe a discriminación cultural contra el período español de Filipinas. No hay que ser genio para corregirlo, porque efectivamente, la educación recibida por mi generación tenía un fuerte matiz anti-español y anti-castellano, considerando que eran anti-filipino.

Son actitudes que no deberían ser porque la historiografía y la educación sobre la propia historia deberían ser abordados y difundidos con la mayor objetividad posible. La única conclusión a que he llegado, por lo tanto, es que sí ha habido un sesgo anti-español y anti-castellano en la historiografía filipina y en su enseñanza, y que fue producto – inevitable – de la neocolonización de Filipinas por Estados Unidos entre 1898 y 1946, cuyos efectos persisten en el ámbito de la educación hasta el día de hoy. Y que es una tarea importante para nuestros educadores y agentes culturales re-visionar el pasado, eliminando dicho sesgo. La mejor forma de hacerlo en mi opinión es crear nuevos lazos culturales con América Latina, junto con fortalecer aún más nuestras relaciones comerciales.

La razón por la que decidí publicar mi traducción al inglés de la biografía del héroe nacional filipino, escrito por un español, fue aportar al ensanchamiento del horizonte cultural filipino actual. Y hacerlo desde Chile fue perfecto, ya que en realidad fue Chile quien hizo posible mi “descubrimiento”.

AG: Hace año y medio publicaste en Chile, su país de adopción, Sampaguitas en la cordillera , un “libro-mosaico” en el que relata diferentes experiencias: las vicisitudes trágicas de la vida de tu abuelo durante la Segunda Guerra Mundial en Filipinas, su condición de inmigrante, la toma de conciencia de tu identidad nacional, la situación cultural de tu país ¿por qué escribió este libro?

EM: “Libro mosaico” es el término justo. He tenido dos obsesiones en mi vida: el tiempo y el misterio, “el velo”. Al nacer recibimos de nuestros padres un mosaico muy a medio construir y nos toca tomar decisiones sobre cuáles partes de ese mosaico nos dedicaremos a completar, a recrear, a armar con nuestra particular estampa de creador. Las personas para mí solo se convierten en reales cuando logro penetrar el velo de su cotidianidad y “capto” su secreta historia. Entonces todo cae en su lugar y ya no tengo que perder energías en la duda o el desconcierto. Soy una investigadora de lo desconocido en mi propia vida y en mi quehacer como escritora. No me atreví a plantearme escribir “en serio” hasta los 36 y demoré dos años más antes de descubrir “sobre qué” escribir. La historia de mi familia y de mi país que no sólo tienen que ver conmigo como persona, sino también con mi familia chica y mi familia grande – sobre todo, la secreta historia que da las claves para comprender y lograr la paz.

En definitiva lo escribí porque, parafraseando a Julio Cortázar, “lo que hace un escritor, es tener la necesidad imperiosa de comunicar algo”. Necesito comunicar el embrujo con la existencia humana y cómo a veces la vida misma nos entrega las claves cuando descubrimos que tenemos urgencia de comprender lo profundo. La acción del tiempo para iluminar lo oculto y las mil interconexiones entre los destinos; el despertar a la perfecta simetría que subyace algo aparentemente azaroso, sin un sentido más allá de la prosaica lucha por el cobijo, el alimento y la evasión.

AG: En Sampaguitas escribe: «En Chile me vi obligada a asumir mi identidad étnica ya que, por supuesto, no era norteamericana. Durante los años vividos en Estados Unidos había llegado a sentirme norteamericana […] Al radicarme en Chile me di cuenta de que no era norteamericana» ¿Cómo se siente en Chile? ¿Cuál es su relación con este país?

EM: Esas pocas palabras resumen un proceso interno, psicológico y emocional, de desgarro, que me ayudó a comprender el “caos cosmológico” que vive cualquier persona o grupo humano que se ve obligado a renunciar lo propio en aras de la supervivencia. La cultura para mí es la válvula de escape para las tensiones que se acumulan en la psique y que necesitan plasmarse en objetos externos para ayudar a la conciencia a recuperar la homeostasis interna. Si no, simplemente la psique humana no puede mantener su unidad, su coherencia, y se autodestruirá. Cualquier grupo humano que sufre la esclavitud, el despojo, la destrucción de su mundo, del orden cosmológico, queda en una situación de fragmentación y enajenación síquica, además del shock de tener que rearmar su modo de vivir en un entorno ajeno, o radicalmente “enajenizado”. No me refiero al decir esto al cambio que hice al dejar Estados Unidos y venirme a Chile, que fue una libre elección por razones personales positivas (la decisión de unirse a la persona amada trasladándose a su país), sino a la reflexión que sobrevino en el curso de mi proceso de descubrimiento académico de los escritos de autores latinoamericanos sobre la identidad, que es un área de estudio y de reflexión en situación embrionaria en Filipinas, a pesar de que nuestro pasado reciente está más marcado aún por el desgarro y el trauma que el de esta región.

Hoy me siento en casa en Chile y profundamente aceptadora de la realidad, tanto de mi segundo como de mi primer país, pero demoré 20 años antes de poder comprender todo, perdonar todo y aceptar todo. Sería demasiado largo y complejo explicar lo que quiero decir; en síntesis, unir mundos es una tarea titánica para una hormiguita humana, pero creo que todos y cada uno de nosotros de alguna manera estamos llamados a hacer lo mismo, si queremos producir un nuevo mundo de paz y hermandad.

AG: Siempre en Sampaguitas hay afirmaciones originales, pero duras e inequívocas, por ejemplo, defines la guerra filipino-norteamericana (1898-1901) como un «primer Vietnam, donde salió ganador Estados Unidos» ¿Cómo ve la relación colonial que Filipinas sufrió bajo el dominio español en un primer momento, y bajo el norteamericano después, y cuáles son sus efectos en la postura del filipino ante su pasado?

EM: Debo aclarar que mi voz viene de un lugar algo extraño que aparentemente no guarda relación con el pensamiento de los círculos culturales filipinos al interior de la sociedad filipina, y menos aún de los filipinos expatriados en la sociedad norteamericana. Ya he vivido más años en Chile que en Filipinas y los esfuerzos que he hecho para vincularme con los historiadores, poetas, y escritores filipinos han sido en general infructuosos (lo cual es lógico ya que soy un elemento visto como foráneo). Sin embargo me considero una voz auténticamente filipina, y ojalá no peque de soberbia ni de ilusa cuando digo que me siento vivamente conectada y portavoz de los filipinos de fines del siglo XIX, más que con los de hoy. Mi visión es de la verdad histórica acallada que subyace al aparente caos de la situación actual, que comprendo es la lógica consecuencia del desgarro y fragmentación del alma colectiva filipina. No sé si hay otros escritores filipinos que han descrito la guerra fil-norteamericana como “el primer Vietnam” pero para mí resulta una obviedad. Fue la primera guerra de conquista abiertamente librada por Estados Unidos contra una nación que acababa de declararse una República. Hubo más de un millón de muertos, no combatientes en su mayoría. El pueblo filipino hoy casi no tiene recuerdo de esa guerra porque prácticamente no figuró en nuestros libros de historia. Y para el mundo hemos sido un pueblo invisible justamente porque nosotros hemos sido incapaces de correr el velo del desconocimiento. Los relatos de las 500 mil personas masacradas en Nanking, el millón de kurdos y armenios muertos bajo los otomanes en 1915 son conocidos pero nadie sabe de más de un millón de filipinos que dieron sus vidas para repeler la invasión norteamericana de 1898. Es una laguna grave tanto para la conciencia filipina como para la de toda la humanidad.

Creo que antes de la anexión estadounidense, los filipinos habíamos logrado una primera etapa de maduración cultural y política y los estamentos ilustrados de las clases alta y media ya estaban articulados en términos modernos. La base social empezaba a tener nociones de identidad gracias a la labor desarrollada por la generación del Dr. Rizal, y justamente existía el debate entre cuál arma sería más eficaz para lograr un mayor desarrollo civil, económico, político y cultural para los filipinos – la organización política no-violenta, o el camino de la revolución armada. Lamentablemente tanto el tiempo histórico como la configuración de nuestro archipiélago estaban en contra. Las repúblicas latinoamericanas pudieron surgir en conjunto gracias al surgimiento de una clase criolla con una común identidad y un escenario geográfico continental; y Estados Unidos, Inglaterra y Francia acudieron en su ayuda de distintas formas, en distintos momentos. Filipinas fue la hija desdichada del siglo de las luces; llegó muy tarde y con el color de piel equivocado, y Estados Unidos ya se había transformado en un águila hambriento de colonias. Después de la anexión, empezó el descalabro psíquico de los filipinos. Hay que imaginar cómo fue todo eso. Fue, sin ninguna duda desde mi conciencia de hoy, un trance “tétrico” y mortal. Y creo que solo el arte sería capaz de comunicar la escala del horror y desgarro que significó para los filipinos, que se encontraron en un primer momento héroes luchando por la libertad, y ganadores, para de repente encontrarse convertidos en corderos llevados en masa al matadero. La lucha contra los españoles, casi sin armas de fuego, seguido por la guerra de guerrilla contra los norteamericanos, en desventaja aún frente a sus gattling guns , y encontrándose con un nivel de barbarie que no tuvieron los españoles, con el empleo de tácticas estrenadas contra los indígenas de Norte América como la matanza de los búfalos. En Filipinas, un dato no difundido es que hubo una matanza del cebú, el animal de tiro que era y es la base de la agricultura.

Después de la rendición del ejército revolucionario liderado por Aguinaldo, empieza la embestida cultural, económica y política. Y por si esto no fuera suficiente trastorno para la psiquis filipina, nos sobreviene escasos 40 años después, el trauma de la ocupación japonesa. Y con el país en ruinas, Estados Unidos nos otorga la inmediata independencia.

Todo esto es sumamente surrealista, visto con ojos reflexivos y desde la distancia. Pero dentro de Filipinas, es prácticamente imposible de apreciar.

AG: En su último libro cuenta un episodio significativo, de cuando, hace años, en Filipinas visitó la Base Naval de Súbic controlada por los estadounidenses; allí sintió una incontrolable sensación de rabia e humillación, ¿Qué impresión tiene de la relación actual entre Filipinas y Estados Unidos? La política filipina es capaz de afirmar su autonomía ante la superpotencia mundial? Y esa sensación negativa que sintió usted, ¿cree que es algo simplemente personal, o un “malestar” compartido difusamente por la sociedad filipina?

EM: Sencillamente puedo decir que al igual que el dicho de que no se mueve una hoja en la Tierra sin que Dios lo sepa y lo permita, lo mismo ocurre en Filipinas: seguimos total y absolutamente supeditados a los deseos y designios de los Estados Unidos Pero en esto ya no estamos solos; todo el mundo lo está, y con plena conciencia del hecho. No fue así a fines del siglo XIX hasta los 1970.

AG: ¿Cuál es su opinión con respecto al panorama cultural filipino en la actualidad? ¿El intelectual sabe reflexionar sobre los grandes problemas del país? ¿Cuál es su papel? ¿Es capaz de proponer una visión crítica de la realidad?

EM: Estoy tan lejos del “mundo cultural filipino” que no podría dar una respuesta justa. Creo que la juventud está a falta de perspectivas que acerquen el mundo hispanoamericano a su experiencia vital. Todavía los intelectuales filipinos están muy influenciados por el pensamiento académico anglosajón. Últimamente, al empezar a estudiar la historia de Cuba, me he dado cuenta de que es el otro espejo histórico que nos hace falta. Los filipinos necesitamos estudiar y reflexionar sobre la historia de Cuba porque la experiencia cubana como colonia española anexada por Estados Unidos es una fuente potencial riquísima de comprensiones para nosotros.

No me he documentado sobre la historia de Puerto Rico, si tenía en 1898 el mismo grado de desarrollo político-cívico que Cuba, y cuál fue la reacción de los puertorriqueños a la anexión de la isla, si recibieron una garantía análoga a la Resolución Conjunta del Congreso de Estados Unidos que reconoció la independencia de Cuba.

De todas formas, en Cuba los mambises continuaron su lucha contra España junto a los soldados norteamericanos, y si bien después del desarme general de la población el movimiento independentista fue progresivamente asimilada a la etapa de la seudo república, «(l)a batalla por la definitiva independencia nacional… que soñaron cuatro generaciones de cubanos… no estaba de ningún modo perdida. Se hallaba, simplemente, pospuesta» ( Cuba y su historia , de López Civeria et al, 1998).

En Filipinas, en cambio, no hubo reconocimiento de la República filipina y si hubo una guerra de resistencia contra Estados Unidos que duró más de los cuatro años consignados en nuestros libros de historia. Sin embargo, tras la imposición del régimen neocolonial, por razones de micro-identidades en conflicto sobre un territorio más grande y dividido que el de Cuba, y por la falta de una identidad cohesionada y varias generaciones racialmente hermandadas (hermanadas?) e imbuidas con el mismo anhelo de independencia, no pudimos sostener la mística revolucionaria de fines del siglo XIX. Cuba sí pudo y vale la pena estudiar por qué.

AG: En Filipinas se hablan muchas lenguas, además usted se educó en inglés y filipino ¿Por qué, entonces, escribe también en español?

EM: Mi ethos como escritora es servir de puente entre los filipinos y los latinoamericanos. El español es uno de los idiomas filipinos pero se ha difundido la creencia errónea de que los filipinos nunca hablamos el castellano. Por otro lado, en América Latina se difunde hoy por hoy el inglés como un idioma elitista en vez de lo que es: una lengua universal. El contenido y la intención transforman un idioma en un arma para dividir y subyugar. Quiero que nos conozcamos, que corramos los velos, y para eso hay que esgrimir los idiomas como puentes para vincular y enamorar en vez de alienar.

AG: ¿Qué significado tiene para usted valorar y defender la herencia hispánica y la lengua castellana?

EM: Es la vida misma para mi raza, para que logre conciencia de que le pertenece todo el mundo. Conceptúo a mi nación en su actual estado como un niño autista, encerrado en su propio mundo y con urgente necesidad de sentirse perteneciente a la humanidad toda. La cultura y la lengua no son únicamente vehículos de la autoafirmación a ultranza, que las convierte en una prisión, una excluyente ideología. Eso tuvo su papel en otros momentos históricos, pero ya no sirve para el planeta hoy por hoy. Porque es verdad que necesitamos saber quiénes somos, pero al mismo tiempo, debemos saber igualmente que somos todos los pueblos del mundo; somos muchos y a la vez, uno solo .

AG: ¿El mundo intelectual filipino se da cuenta de la importancia de lo hispano en vuestra cultura e historia? ¿Qué espacio tiene un intelectual y escritor que, como tú, utilice el español?

EM: Me atrevo a afirmar que sí, cada vez más. He percibido que la nostalgia cunde en Filipinas, y en las comunidades expatriadas, que hoy dirigen la mirada hacia las imágenes, los textos, las memorias del pasado. Un pintor filipino que ha hecho una labor de titán en esta dirección es el fallecido Santiago Bosé. Realizo mi labor de concienciación más bien en los círculos de filipinos que entablan diálogos en Internet. Me ha costado un mundo hacer entender que no estoy en la “parada” de rendir culto a los llamados “coño boys” (los mestizos de español conocidos por salpicar cada frase con la muletilla). La cultura mestiza hispanofilipina en Filipinas degeneró porque frente a la embestida cultural y política estadounidense se redujo a un club social de la antigua clase terrateniente, una élite sin capacidad regeneradora, sin mística que vive en su propio mundo sin el menor interés en relacionarse con el filipino común. Esta imagen fue leña para la hoguera de lo hispanofilipino, sobre todo después de la Segunda Guerra, que convirtió los últimos reparos populares en adoración hacia los salvadores de Filipinas: MacArthur y los G.I.

AG: ¿Cuál piensa que será el futuro del español en Filipinas? ¿Y cuál debería ser el papel de instituciones como la Academia de la lengua o la Fundación Zóbel, además del papel de España y de Hispanoamérica en la defensa del idioma?

EM: El español tiene futuro en Filipinas si surgen nuevos referentes culturales capaces de revertir el odio y transformar el olvido en amor y rememoración. Las instituciones culturales ya existentes que promueven la cultura y lengua hispana no cumplen el rol de impulsores, más bien intentan conservar lo poco que sigue existiendo. Lo que cambiará la situación de inercia es imponer una nueva inercia, y eso solo lo logrará la irrupción de lo nuevo, de un misil mental que, para penetrar el alma filipina, debe conjugar dos elementos: lo religioso y lo amoroso. En otras palabas: veneración por el verdadero pasado y unión fraterna.

AG: ¿Cuáles son sus futuros proyectos artísticos?

EM: Escribir ficción que recree y explique en términos de vivencia humana, en imágenes evocativas, ese complejo, doloroso y bellísimo pasado que perdimos, con toda su riqueza de interconexiones con las demás naciones que adquirían un naciente sentido de sí mismos, sobre el común escenario del moribundo imperio español. Todavía creo percibir las sombras o las vibraciones de esos mundos en este Chile moderno, y a pesar de que las necesidades cotidianas son un obstáculo que no acierto en superar aún, el embrujo persiste… más tarde que temprano, pero creo que inevitablemente, tendré que plasmarlo en palabras.

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Un comentario

Es un orgullo de los filipinos tener un ecritora filipina como Isabel Medina que tiene mas conocimiento de nuestra Historia como un vinculo cultural a nuestros hermanos hispanicos todo el mundo.

Viva nuestra madre patria ESPAÑA!

Por Ernesto Ramilo Garcia el día 03/01/2020 a las 10:22. Responder #

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