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Enfermedades, trastornos, actitud analógica y artes

por Juan Granados
Artículo publicado el 12/03/2024

Resumen
En este escrito hago un esbozo, en el marco de las filosofías de Mauricio Beuchot y Miguel García-Barón, de la relación que hay entre las enfermedades y los trastornos, como afecciones, con las artes y la disposición que éstas nos enseñan. Y esta disposición, aunque no nos evita ni nos prepara para las cosas que han de pasarnos en la vida, sí nos permite evitar las actitudes extremas ante ellas y así tomar una actitud que aquí se llama analógica.

Palabras clave: enfermedades, trastornos, actitud analógica, artes, maestros exteriores

 

Diseases, disorders, analogical attitude and arts
Abstract
In this writing I make an outline, within the framework of the philosophies of Mauricio Beuchot and Miguel García-Barón, of the relationship between diseases and disorders, as conditions, with the arts and the disposition that they teach us. And this disposition, although it does not prevent us or prepare us for the things that have to happen to us in life, does allow us to avoid extreme attitudes towards them and thus take an attitude that here is called analogical.

Key wrods: diseases, disorders, analogical attitude, arts, external teachers

 

Introducción
Lo que sigue apenas y esboza una relación, la de las enfermedades y los trastornos con las artes y la actitud, que en este caso se califica de analógica con Mauricio Beuchot, con la que se puede recibir la lección de aquello, a los cuales se ha denominado maestros exteriores, en la línea de Miguel García-Baró. Como tal esbozo no se propone más que delinear algunas ideas. Si además suscita la reflexión y el diálogo, qué mejor.

Enfermedades, trastornos, actitud analógica y artes
Hay afecciones que alteran el estado de salud. Las hay físicas y psíquicas. A las primeras se las llama comúnmente enfermedades (Enfermedad viene del latín infirmitas cuyo significado era debilidad o falta de firmeza) y a las segundas, trastornos (Trastorno viene del latín trans “al otro lado” y tornare “girar, tornar, trepanar” y llegó a significar giro a otro lado o en sentido inverso que provoca un desastre o una disfunción). Las enfermedades y los trastornos son causadas por factores genéticos, ambientales, sociales y por el estilo de vida. Implican un conjunto de síntomas y signos objetivos que pueden ser evaluados y diagnosticados científicamente. Es decir, se las puede identificar, diagnosticar y tratar ya sea con medicamentos, ya sea con terapias. Es lo común. A las primeras las trata la medicina, según la especialidad. A las segundas, la psiquiatría y las psicologías.

Entre las enfermedades conocidas por la patología, entendida como la ciencia médica que estudia la salud y la enfermedad humanas, se cuentan, según correspondan a los distintos aparatos del cuerpo humano, las enfermedades o patologías del sistema esquelético, las del sistema articular y las del sistema muscular del aparato locomotor; las de la piel, las uñas y el pelo relativas a la piel; las cardiacas y las vasculares del aparato cardiocirculatorio; las nasales, las infecciosas, las restrictivas, las obstructivas y  las tumorales del aparato respiratorio; las esofágicas, las gástricas, las intestinales, las del hígado y la vesícula biliar y las del páncreas del aparato digestivo; las renales y las de la función urinaria del aparato urinario; las del pene, las de los testículos, las de la próstata, las de la vagina, las del cuello del útero, las del cuerpo del útero, las del ovario y las de las mamas del aparato reproductor masculino y femenino; las convulsivas, las cerebrovasculares, las degenerativas, las demenciantes, los trastornos del movimiento, los tumores cerebrales, las cefaleas, la meningitis y la encefalitis del sistema nervioso; las patologías de los órganos de los cinco sentidos; las enfermedades de las glándulas endócrinas (como el hipotálamo, la hipófisis, la tiroides, el páncreas, etc.) del sistema endócrino; y las alergias, las autoinmunes, los síndromes de autodeficiencia y los tumores del sistema inmonológico (Cardelus et al., s/a).

Entre los trastornos (psicológicos o psiquiátricos) conocidos se encuentran los mentales orgánicos, como la enfermedad de alzheimer, la demencia vascular, la demencia asociada al SIDA, el delirium y el síndrome amnésico orgánico; los del lóbulo temporal y los trastornos psiquiátricos, como la epilepsia, el síndrome de descontrol episódico, la angustia, la depresión, los síntomas psicóticos y la personalidad epiléptica; los relacionados con el abuso de sustancias, como los inducidos por sustancias, el alcoholismo y los dados por el abuso de sustancias; las esquizofrenias, como la paranoide, la desorganizada, la catatónica, la indiferenciada, la postesquizofrénica, la residual y el trastorno esquizoafectivo; los del humor; los de la angustia, como la ansiedad generalizada, los ataques de pánico, las fobias, los TOCs y los trastornos de estrés prostraumático; los somatoformes, como los de somatización, el hipocondriaco, la de disfunción vegetativa somatoforme, los de la piel, los musculoesquelético, las migrañas, etc.; los asociados a disfunciones fisiológicas, como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el insomnio, la hipersomnia, las parasomnias, las disfunciones sexuales, la disfunción orgásmica, la eyaculación precoz, la dispareunia y el vaginismo; los de la personalidad y del comportamiento adulto, como el paranoide, el esquizoide, el disocial, el limítrofe, el histriónico, el obsesivo-compulsivo, el de la personalidad dependiente, el de la personalidad esquizotípica, el narcisismo y la de la personalidad pasivo-agresiva; el retraso mental; los del desarrollo psicológico, como los del habla, el aprendizaje y el desarrollo psicomotor; y los del comportamiento y las emociones de los niños, como los disociales, los hipercinéticos, la angustia de separación, la ansiedad fóbica y el de hipersensibilidad social de la infancia (De la Fuente, 2014).

Aunque con variantes, según el individuo, las enfermedades y los trastornos son, en general, iguales, en el sentido de semejantes, en todos los casos, si no, no habría ciencias médica y psiquiátrica, incluso no tendría caso la psicología. A lo largo de la vida humana, desde el nacimiento, incluso desde antes, hasta la vejez, se suscitan, pues, muchos problemas de salud física y mental, que van desde las enfermedades y los trastornos comunes hasta los graves. La exposición a sustancias tóxicas, la exposición a la contaminación ambiental, de aire o agua, el contacto con microorganismos patógenos, una vida poco saludable, el estrés, la falta de sueño y la predisposición genética a ciertas enfermedades o trastornos los pueden causar. Desde la concepción como durante el desarrollo prenatal ocurren cosas. El parto mismo es un riesgo. El crecimiento humano se ve afectado por varios problemas, ya sean genéticos o ambientales. En la vejez, no se diga, las enfermedades requieren a su propio especialista, ya que las condiciones cambias y la predisposición a las afecciones parece acentuarse. Así pues, desde un resfriado común a una de esas enfermedades, denominadas por los médicos, terminales, desde el estrés hasta una ansiedad crónica o un trastorno compulsivo, las enfermedades anatómico-fisiológicas y los trastornos psicológicos o psiquiátricos son algo que nos pasa.

Todo lo anterior, observándolo con ojos de quien no ve tan sólo problemas a resolverse técnicamente, descubre, y es cosa grave, la miserable condición de los seres humanos, como ya había hecho notar en el siglo XIII el papa Inocencio III (2018) en su De contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae (o “Del desprecio del mundo o de la miseria de la condición humana”). Miseria se entiende como indigencia, debilidad o infortunio. Las enfermedades y los trastornos son infortunios de la vida que nos debilitan y nos colocan en una situación de indigencia, de pobreza física y espiritual, y nos muestran la inevitable o muy segura finitud de la condición humana. A Inocencio III le quedó pendiente su tratado sobre la Dignidad humana y, por ello, fue duramente discutido por, tan solo, Giovanni Pico della Mirandola (2003), quien encontró, y así lo defendió en su Discurso acerca de la dignidad del hombre, que la dignidad humana estaba en la libertad, ya que el ser humano es el único de entre los seres que puede elegir qué ser sin que prime sobre él una necesidad natural o un destino. Ya en el siglo XVII Blaise Pascal (1981) notará también la miseria de los seres humanos, porque son tan frágiles como una caña que se quiebra con la más leve brisa, pero, también, argüirá que su dignidad estará en que piensa y, porque piensa, se da cuenta de su miseria e intenta superarla. Pero no vayamos tan rápido.

¿De qué más damos cuenta del recuento sucinto y nada preciso hecho de enfermedades y trastornos? Pues que somos, los seres humanos, entes que nos enfermamos y trastornamos. Y sí, de ello se ha deducido nuestra miseria. Ahora bien, es cierto, sin embargo, que no es una exclusiva humana. Otros seres vivos también se enferman y trastornan. También su existencia es finita, incluso miserable. Y llegados a este punto es que descubrimos la diferencia. Ser conscientes que estamos enfermos o trastornados y no querer estarlo, es decir, intentar superarlo, sí que es exclusivo de los seres humanos. Por decirlo así, se trata de la conciencia de la conciencia. Esta nota da lugar a repensar la antropología filosófica.

Para una antropología filosófica que vertebre la analogía, por ejemplo y en el caso de la que trabaja Mauricio Beuchot desde la Hermenéutica analógica, la esencia humana es dinámica. Esto significa, en primer lugar, que no es ni historicista ni esencialista. La esencia humana es icónica, en el sentido que daba Peirce al icono, esto es, la de ser un signo intermedio entre el índice y el símbolo, entre lo natural y lo cultural. Y por ello que sea posible definir al ser humano, aunque sea difícil. Y definirlo quiere decir delimitarlo. Y delimitarlo significa que tiene límites, aunque no sea fácil encontrarlos y menos aún aceptarlos. Lo primero a considerar es que el ser humano es, en tanto, icono del universo, un microcosmos. En él se integran las distintas capas de la realidad macrocósmica, a saber, la física, la química, la biológica, la neurofisiológica, la anímica y la espiritual. En el ser humano estas dimensiones confluyen, buscando en él mismo una síntesis (Beuchot, 2009, 104). Ahora bien, en ello ya se notan los límites del ser humano, que son la muerte, la enfermedad, la pobreza, la culpa. Es eso que Karl Jaspers (2000) denominaba “situaciones límite” y que pueden entenderse como situaciones inusuales e irresolubles con las medidas corrientes. Las situaciones límite describen las situaciones humanas en las que se alcanzan, definitiva, inevitable e inmanejablemente, los límites de la propia existencia. Se experimenta lo terrible del sufrimiento, la culpa, el destino, la lucha, la falta de confianza en el mundo, la muerte y la contingencia de la existencia. Son situaciones últimas ineludibles e imposibles de cambiar. Estas situaciones límite permiten ir a una noción nueva de ser humano (Beuchot, 2011, 90, 93). Es decir, el ser humano no sólo se distiende en sus acciones, sino que se encierra en las cosas que le pasan.

¿Qué hemos de hacer con las enfermedades y los trastornos como situaciones límites? Podemos exagerarlos o minimizarlos, esto es, extremar las enfermedades y los trastornos por exceso o por defecto. Esto es, ante ellas, podemos tomar una actitud univocista o una actitud equivocista. La primera es la de la disposición a considerarla como lo peor que pudo pasarnos y a toda costa intentamos desentendernos del mal. Se nos vuelve un castigo y una pena inadmisible. La segunda, apenas y la atiende. Nos descuidamos y no tomamos las medidas pertinentes y correspondientes para recuperar la salud o apenas y nos sentimos bien, abandonamos el tratamiento o la terapia o lo que sea que se haya prescrito. En ningún caso damos el lugar que le corresponde a la enfermedad, cualquiera que sea, y que debe ocupar. Pero puede haber una tercera actitud, más ponderada, que aquí llamaré analógica. La actitud analógica no exagera ni minimiza. Admite la enfermedad, pero no la distorsiona ni por exceso ni por defecto. La admite como debe ser, le corresponde como merece, sin exageraciones univocistas ni menosprecios equivocistas.

Ahora bien, las enfermedades tienen implicaciones formativas. Lo relativo a la formación humana es cosa de la educación y de la filosofía de la educación. Lo que educa forma porque alecciona. Las enfermedades y los trastornos son maestros, que en palabras de Miguel García-Baró (2022) en varias de sus conferencias, son exteriores. Las actitudes univocista y equivocista impiden la lección. La analógica, por su carácter dialógico nos permite dejarnos interpelar por las enfermedades y los trastornos. ¿Sobre qué nos aleccionan las enfermedades y los trastornos que nos pasan y que son como maestros exteriores? Sobre nosotros mismos. Incluso sobre cosas de lo más extrañas a oídos profanos. Que hay enfermedades saludables, como decía Kierkegaard (1982) de la angustia, aunque suene a paradoja, contradicción u oxímoron. Para el danés era saludable, porque hacía salir al ser humano de sí mismo hacia la autenticidad. Así pues, las enfermedades y los trastornos pueden ser vistos como enriquecedoras humillaciones, necesarios abajamientos, aquello con lo cual se encontrarían los límites justos de cada uno (Beuchot, 2004, 81).

¿Y las artes? No sé yo si las artes puedan servir de terapia para quienes las practican con ese fin. No sé tampoco si las artes permiten a los artistas desahogar, también en ese sentido terapéutico, sus penas. Lo que creo es que las artes nos pueden llegar a disponer, que no prepararnos, a los que las recibimos, a los maestros exteriores, entre los cuales he dicho que se encuentran las enfermedades y los trastornos. Y nos pueden disponer, porque las artes son simbólicas. Y lo son, porque conectan una cosa con otra. Ya que el ser humano, en general y en particular, es un microcosmos, esto es, un análogo de la realidad y ésta de aquél, las artes, primeramente simbolizan a su creador, al artista, y, en consecuencia y en segundo lugar, a los seres humanos en general, ya que el o la artista los representa, es decir, se presenta a sí mismo en representación de los otros seres humanos, y lo que a él o a ella le pase es semejante a lo que le pasa o le puede pasar al resto, a los demás. Por eso cada uno es posibilidad humana. Mauricio Beuchot (2011, 2012) sugiere dos ejemplos, el poema “La calle” de Octavio Paz y la pintura “El venado herido” de Frida Kahlo. En el poema el poeta se siente solo, vive la soledad, vaya a donde vaya. La soledad, como trastorno, es cosa experimentada por muchos. El poeta, solo y solitario, nos dispone con sus palabras a la soledad. En la pintura la pintora se pinta a sí misma herida. Representa su dolor. Simboliza su dolor y se hace presente a sí misma como doliente. Los dolores, agudos o crónicos, son cosa de diario. Técnicamente intentamos resolverlos. Pero no es sino con la pintura que conectamos con lo frágil e indefensa que es la vida humana. La pintora, doliente, nos dispone con su obra a los dolores. Ninguno de ellos nos soluciona nada. Tampoco nos prepara a lo que a cada uno puede pasarnos. Sólo nos dispone.

Conclusión
Las enfermedades y los trastornos son cosas que nos pasan. Nadie está exento de su embestida. Descubren, a la vez, la miseria y la dignidad de la humanidad, porque muestran sus límites y sus posibilidades de acción. Porque enfermamos, hemos encontrado, humanamente, fármacos y terapias que han mejorado la vida de muchos. No hay que exagerar, empero, esto último. Así como no nos resulta provechoso extremando el alcance de las enfermedades y los trastornos al concebirlos como lo más malo que pudo ocurrirnos, tampoco aprendemos de ellos si les restamos importancia. Ambas posiciones solo ven problemas que merecen soluciones técnicas. Sin embargo, tenemos límites. Hay enfermedades y trastornos que no se solucionan o que tras, aparentemente solucionarse, vuelven. Y no se solucionan porque, y no puedo evitar la metáfora, hunden sus raíces en lo profundo de la existencia, una existencia limitada, moribunda desde su mismo inicio. Pero también gratuita. Las artes y los artistas han sabido mostrarnos la hostilidad y la hospitalidad de la existencia. Ambas, no sólo una, son inherentes al estar vivos. Y si bien no sabemos con exactitud que nos ha de pasar ni cómo habremos de pasarlo, una buena disposición y una actitud equilibrada, he dicho analógica, puede ser de mucha ayuda.

Juan Granados
Artículo publicado el 12/03/2024

Referencias
Beuchot, M. (2004). Antropología filosófica. Hacia un personalismo analógico-icónico. Salamanca: Fundación Emmanuel Mounier.
Beuchot, M. (2009). Microcosmos. El hombre como compendio del ser. México: Universidad Autónoma de Coahuila.
Beuchot, M. (2011). Manual de filosofía. México: San Pablo.
Beuchot, M. (2012). Belleza y analogía. Introducción a la estética. México: San Pablo
Beuchot, M. (2015). La hermenéutica y el ser humano. México: Paidós.
García-Baró, M. (2022). ““La persona y el fenómeno de la verdad”. Conferencia dictada a distancia para el Instituto Hápax.
Cardelus et al. (s/a). Anatomofisiología y patología básicas. Madrid: MacMillan Profesional.
De la Fuente, R. (2014). La patología mental y su terapéutica I. México: FCE.
Inocencio III (2018). De contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae Libri Tres. Introducción, traducción y notas de Gonzalo Soto-Posada. Cuest. teol. vol.45 no.103 Bogotá, pp. 179-254.
Jaspers, K. (2000). La filosofía. México: FCE.
Kierkegaard, S. (1982). El concepto de angustia. Madrid: Espasa-Calpe.
Pico della Mirandola, G. (2003). Discurso sobre la dignidad del hombre (Trad. Adolfo Ruiz Díaz). México: UNAM (Colección pequeños grandes ensayos).
Pascal, B. (1981). Pensamientos. Madrid: Espasa-Calpe.

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