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Cuatro Lecciones del libro «Adiós a la época contemporánea».

por Alberto Saladino García
Artículo publicado el 22/10/2014

El profesor Zenobio Saldivia Maldonado, de la U. Tecnológica Metropolitana, Santiago de Chile, publicó el presente año 2014, el texto mencionado en el título, con la colaboración de la Universidad Continental de Ciencias e Ingeniería, de Huancayo, Perú, y Bravo y Allende Editores, de Santiago de Chile.

A mediados de este año Zenobio Saldivia Maldonado me comunicó telefónicamente, desde Santiago de Chile, que le habían publicado un nuevo libro, pero no sobre historia de la ciencia, sino sobre filosofía, al cual le dio el sugerente título de Adiós a la época contemporánea. Semanas después llegó a mis manos y lo puse en la lista de mis lecturas prioritarias, de modo que tan luego terminé con la planeación de mis actividades académicas en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México para el ciclo escolar 2014-2015, inicié analíticamente su lectura.

Al avanzar en ella pude darme cuenta que su estudio era producto de una madura reflexión sobre la pertinencia de someter a la crítica epistemológica el uso del sintagma edad contemporánea, como consecuencia de la poca atención reflexiva por parte de historiadores y también de filósofos. Para cubrir ese vacío analítico, Zenobio Saldivia se sumerge en la revisión de un amplio abanico de tópicos, de manera lógica y con criterio cronológico, expuestos en nueve textos breves y sustanciosos.

El contenido del libro resulta sugerente por la materia prima que aporta para profundizar en reflexiones relativas a variedad de cuestiones de filosofía de la historia, por ejemplo, pienso en rubros como el problema de la periodización histórica; la conceptualización de la edad contemporánea; las confusiones en el uso de dicho sintagma y el tema que ampara el título, el fin de la edad contemporánea.

Pasemos revista a las cuatro lecciones desprendidas de su análisis:

1. El Problema de la periodización historiográfica
Justamente, el autor nos introduce asertivamente en su libro con el planteamiento que resulta central al apuntar: “…la categoría que más complejidades presenta para el ejercicio de la reconstrucción histórica, es la denominada: Edad contemporánea o Época contemporánea” (p. 16); sabe que en el proceso de investigación histórica resulta indispensable la recurrencia y uso de las categorías relativas a la división histórica, pues son imposibles de prescindir como “conceptos demarcatorios” (p. 36), los cuales se fundan a partir de la tríada: “-locus-tempus-explanandum”.

El uso de las categorías con las cuales se explican las divisiones temporales encuentran su respaldo en el conocimiento no sólo del tiempo, sino también del lugar, y si bien tienen un carácter convencional, su importancia radica en las más diversas funciones que desempeñan tanto en lo operativo como en sus roles pedagógicos al posibilitar una mayor inteligibilidad de los acontecimientos en virtud de los acotamiento y encuadres cronológico que aportan.

Otra de las virtudes apreciadas por Zenobio Saldivia sobre la periodización lo constituye su inherente delimitación temporal y, a la vez, al concebirlos como eslabones que permiten el diálogo del hombre con los sucesos de otros tiempos. Por eso es recomendable, como una tarea permanente, generar propuestas nuevas o alternativas de reconstrucciones históricas, y de categorías de periodización.

Ciertamente en este estudio hay carencia de sugerencias para identificar el sintagma que sustituya a la edad contemporánea. El autor pudo ensayar la recurrencia de categorías como holoceno -lo totalmente reciente-, o forjar alguno nuevo término con base en la combinación de raíces griegas o latinas. Pero su énfasis es principalmente llamar la atención sobre el problema.

2. Conceptualización de la época contemporánea
Es natural que a lo largo del trabajo se encuentren diversos elementos mediante los cuales sustentar el concepto de época contemporánea, particularmente informaciones para ubicar los acontecimientos que inician con la Revolución Francesa hasta el presente (p. 17); para enfatizar el último trozo del devenir histórico (p. 18), etcétera.

Igualmente, “… alude a un estadio inacabado dentro de la marcha histórica… que se encuentra en pleno desenvolvimiento…”(p. 27); y proporciona fundamentos teóricos como su amparo racionalista y su identificación como el momento en que la humanidad dispone de información basta, lo que tampoco significa que todo mundo pueda acceder a ella, según su decir.

De modo que los usos de la noción edad contemporánea corresponden a los de una categoría conceptualizada como un elemento operativo, instrumento teórico o proceso lógico de petición de principio (p. 19). Claro, enriquece dichas interpretaciones con su definición etimológica: “contemporáneo”: Lt. cum: con, y temporaneus: oportuno, coetáneo, coexistente. (p. 97).

En fin, establece “… la categoría conceptual ‘edad contemporánea’ quedó institucionalizada en el discurso de la historiografía, como el concepto que sirve de título al peculiar hito evolutivo de la marcha histórica que incluye el característico universo de comprensión y extensión que conocemos; esto es el último de los cortes imaginarios que se aplican a la unicidad y al dinamismo de la marcha histórica, y que actualmente sirve como referente para insertar y explicar los últimos acontecimientos propios de las ciencias históricas…” (p. 103).

Como puede apreciarse, la problematización del concepto edad contemporánea es rica e inagotable, por lo que el autor del libro ha hecho un esfuerzo significativo para atenderla y acotar sus usos.

3. Confusiones sobre el uso del sintagma edad contemporánea
El trabajo epistemológico efectuado por Zenobio Saldivia en su estudio le permite poner en evidencia el manejo poco riguroso de tan importante categoría, por ejemplo desde el inicio el uso indistinto entre “edad contemporánea” y “tiempos modernos” (p. 55), donde la voz moderno resulta virtuosa y por su connotación vinculada a las imágenes lleva a diluir las diferencias al emplearse como sinónimos, por obra y gracia de los medios masivos de comunicación y de las nuevas tecnologías.

De modo que la confusión, advierte Zenobio, no sólo corresponde entre la comunidad de historiadores y académica en general, sino en el uso cotidiano por intermediación de los medios de comunicación que sin rigor analítico alguno divulgan como sinónimos de edad moderna los términos moderno, modernidad e incluso posmodernidad, por lo que concluye “… no existe una denominación única para nuestro último periodo histórico”. (p. 92)

Ante ese esclarecimiento epistemológico establece dos razones con las cuales explica su uso erróneo: “… en primer lugar todas las épocas tienen su propia contemporaneidad y en este sentido todos los hombres son contemporáneos con los otros seres humanos de su tiempo y esto vale por tanto para todos los hitos de periodización… Fue el primer error… la contemporaneidad se articula y asienta solo con su tiempo y su contenido sociocultural y político, y por tanto, es imposible que los hombres contemporáneos sigamos siendo biológica, cultural, histórica y políticamente contemporáneos ad infinitum. Este es nuestro segundo error…” (p. 133)

En consecuencia los diversos factores que intervienen en el uso poco riguroso de la expresión edad contemporánea tienen causas de carácter cultural y en este libro se reflexionan algunos de los elementos más importantes, en los cuales ampara el autor el título de su obra Adiós a la edad contemporánea.

4. Fin de la categoría edad contemporánea
El adiós que plantea Zenobio Saldivia a este sintagma lo razona de diversas maneras. Dice, por ejemplo: “… la noción ‘edad contemporánea’, no puede precisar el tiempo final de su propio enmarcamiento; porque por definición su significado es equivalente al último estadio demarcatorio de la historia que permanece abierto en cuanto a sus posibilidades denotativas y connotativas, y porque su límite de cierre temporal, se desplaza conjuntamente con la propia praxis de los sujetos insertos en el periodo”. (p. 35)

Además, señala, el abandono de la categoría edad contemporánea va perdiendo fuerza explicativa lo cual invita a problematizar sus usos, de lo cual se deriva su propuesta: “… El concepto categorial ‘edad contemporánea’ está implícitamente amenazado de abandono… la alusión a una homogeneidad axiológica, o a una cierta unidad de estructura de pensamiento peculiar, propio de una era con un universo de valores más o menos homogéneos, o de un ideario en común subyacente en el plano de las acciones políticas, sociales y culturales ha sido sobrepasado por la propia praxis de nuestro actual periodo…” (pp. 131-132).

Amparado en consultas diversas y eruditas fuentes, sobre todo históricas, las reflexiones del autor del libro resultan del todo pertinentes –por lo cual recomiendo ampliamente su lectura-, aunque no resuelven la cuestión: sólo anuncia –lo cual no es insignificante- la necesidad de poner fin al uso de la expresión edad contemporánea. Las razones epistemológicas que esboza así lo prueban, sólo falta que los hechos lo respalden y que los historiadores, filósofos y científicos sociales generen la nueva categoría con la cual sustituirla.

Me parece que eso será posible si se trabaja para abonar la construcción de una nueva historia, la necesaria elaboración de la primera historia mundial, la cual permitirá salir de la encrucijada en que se encuentra la historia de la cultura occidental. Entonces se podrán ensayar otras formas de escribir y periodizar el pasado de la humanidad. Al tiempo.

Ver entrevista al autor en Conape, canal de TV Mexicana y de Costa Rica en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=6-c3HoqETLE&feature=youtu.be&a
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Requerido.

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