EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


De dos modos de interdisciplinariedad, uno.

por Carlos Eduardo Maldonado
Artículo publicado el 24/09/2017

Resumen
Este artículo discute dos modos de la interdisciplinariedad. Uno, basado en el diálogo de ciencias y disciplinas, y que forma y modifica a la vez a la comunidad académica y la de investigación. Y la otra que consiste en la capacidad de trabajar en dominios diferentes, apropiarse de lenguajes diferentes, en fin, cruzar otras tradiciones por parte de cada investigador. Se sostiene la tesis que de los dos modos de interdisciplinariedad el deseable el segundo. La razón es una metáfora: los grandes en la historia de la ciencia y el pensamiento son aquellos a quienes el mundo les cabe justamente en la cabeza.
Palabras clave:
Ciencia, interdisciplinariedad, complejidad, investigación

I
A todos los Grandes el mundo siempre les ha cabido en la cabeza. No simplemente una parcela de la realidad o un momento del tiempo.

A quienes son más-o-menos inteligentes, les caben en la cabeza numerosos autores, incluso diversos espacios de la geografía y momentos cumbres de la historia. Los eruditos conocen detalles de una cosa y la otra al mismo tiempo que conservan una imagen fresca del cuadro completo, según el caso. Pero sólo a los grandes les cabe el mundo en la cabeza.

Existen, hoy en día, dos modos como es posible que el mundo sea una propiedad en la mente de cada quien. Estos modos llevan el mismo nombre de interdisciplinariedad, pero las dos formas de la misma son perfectamente diferentes.

II
Hablemos primero de la interdisciplinariedad modo uno.

La interdisciplinariedad no es otra cosa, simple y sencillamente, que un modo de pensar y de conocer en términos de síntesis. Y ello en marcado contraste con la “historia oficial” de la humanidad occidental que ha sido la del análisis. Pues bien, cabe identificar, históricamente, cuatro momentos en los que la humanidad ha pensado en términos de síntesis (Maldonado, 2015). De esos momentos, nos encontramos en el cuarto. Hoy podemos y debemos poder pensar en términos de síntesis.

“Interdisciplinaridad” es el nombre más reciente, surgido alrededor de los años 1960s-1970s, en torno a problemas epistemológicos y metodológicos relativos al diálogo, relaciones y complementariedades entre ciencias y disciplinas diferentes.

En este sentido, la interdisciplinariedad surge al mismo tiempo que dos hermanas suyas: la multidisciplinariedad y la transdisciplinariedad; en realidad, dos maneras diferentes, adicionales de abordar un solo y mismo problema, a saber: la insuficiencia de una sola ciencia o disciplina, cualquiera que ella sea, para comprender y explicar el mundo, la realidad y la naturaleza. Una sola ciencia o disciplina: justamente la historia principal de occidente, desde la Grecia antigua hasta nuestros días.

En efecto, en una ocasión se trató de las matemáticas o, más exactamente de la geometría. La geometría fue asumida explícitamente por Platón como la reina de las ciencias, análogamente a como la biología lo será en Aristóteles, sólo que de manera implícita. De forma singular, los romanos elevarán por encima de todas las prácticas y ciencias al derecho, más exactamente, al derecho romano, que establece como fundamento la distinción entre el derecho público y el derecho privado.

Más tarde, será la teología, considerada como scientia magna, la que emerge como la fuente y el destino, al mismo tiempo, de todas las ciencias y disciplinas. Todas las ciencias conducen a Dios y todas las ciencias se derivan del conocimiento de Dios, que es el conocimiento supremo. Hasta nuestros días, las universidades más confesionales seguirán convirtiendo a la teología en el techo del conocimiento, por encima del cual ninguna es posible, y por debajo del cual todas las demás adquieren sentido y significación en función de la teología.

A su manera, la modernidad erige, de un lado, a la física y más exactamente a la mecánica clásica como epítome de la comprensión de la naturaleza y el universo, y de otra parte, al mismo tiempo, a las ciencias hipotético-deductivas. Esta constituye exactamente la primer revolución científica, tal y como ha llegado a ser conocida. Esta historia se complejiza un tanto en el siglo XX cuando emergen la segunda y la tercera revolución científica; esto es, la física cuántica y toda la revolución de la información. En otro plano, se habla, no ilegítimamente, de cuatro revoluciones industriales, siendo la cuarta, actualmente, la síntesis entre la dimensión biológica, la física y la digital.

De esta suerte, la proliferación de ciencias, disciplinas, prácticas y saberes en el curso, primero, de la modernidad y posteriormente, de la historia del siglo XIX, XX y hasta la fecha, impone la necesidad de diálogos, cruces, intersecciones, complementariedades y puestas en común entre diversas disciplinas y ciencias. Al mismo tiempo, en términos sociológicos, asistimos al hecho de que jamás había habido tantos científicos, técnicos, investigadores y académicos, pero al mismo tiempo, escritores, músicos y poetas, por ejemplo, como en nuestra época.

Es así como la interdisciplinariedad surge al mismo tiempo como un problema, y como un método. No in razón un investigador conspicuo (R. García) sostiene que la interdisciplinariedad es el método de la complejidad. Así, las discusiones entre y acerca de inter, trans, y nultidisciplinariedad tienen más de bizantinas que de un asunto sustantivo. Es lo que sucede cuando el lenguaje se encuentra de vacaciones y pretendemos abordar y resolver problemas tan sólo en términos de palabras.

Sin embargo, por sorprendente que sea, la interdisciplinariedad es algo que se encuentra aún lejos de la corriente de pensamiento dominante (mainstream science), la cual sigue siendo eminentemente disciplinaria. Hasta el extremo de que incluso pretende disciplinar la investigación. El mayor de todos los ex-abruptos, por llamarlo de alguna manera.

Subrayemos esto: la interdisciplinariedad permanece aún hoy, cerca de sesenta años después de cuando emergiera y fuera planteada por primera vez, como un llamado heterodoxo, libertario y subversivo – relativamente a la ciencia normal, que es y ha sido siempre la defensora de la disciplinarización: del conocimiento, de la sociedad.

La interdisciplinariedad –esto es, el trabajo paralelo, horizontal y mancomunado, sin hegemonismos ni jerarquías de ningún tipo, entre disciplinas, ciencias prácticas y saberes, constituye todavía, hoy por hoy, un llamado que se sitúa en las fronteras del conocimiento, y que tiene todavía hoy tonos emancipatorios y libertarios. Todo ello frente a los esfuerzos por disciplinar (= domar, adoctrinar) los conocimientos, los grupos y las sociedades.

Para quienes trabajan en esta frontera del conocimiento, la historia mencionada es pan de cada día.

II
Quisiera decirlo de manera franca y directa: la interdisciplinariedad en el modo uno es un honesto, sincero y bien intencionado llamado a superar las jerarquías, los hegemonismos y la unidireccionalidad o univocidad del conocimiento. En este sentido, convocar a distintos métodos, lenguajes, aproximaciones, tradiciones y capacidades científicas y de investigación no es un esfuerzo menor. Lo que sucede después de la convocatoria es algo más complicado, pues consiste en la puesta en común de fortalezas, por así decirlo, con miras a comprender un problema e intentar resolverlo.

En la interdisciplinariedad modo uno, todo depende de las relaciones entre, y las composiciones de, las comunidades académicas y las de investigación, una distinción que no puede darse por dada, en absoluto. Es sabido como estas comunidades pueden tener buenas disposiciones pero que, de manera general, siguen trabajando en términos de parcelas y feudos del conocimiento.

En el modo uno, a la interdisciplinariedad le falta aún un largo trayecto para alcanzar síntesis innovadoras y poder efectivamente romper los marcos de la ciencia normal (Th. Kuhn).

Existe otra interdisciplinariedad, más difícil acaso; llamémosla interdisciplinariedad modo dos. Quiero sostener que esta es la verdadera interdisciplinariedad o pensamiento como síntesis, y es el modo mismo como el mundo puede caberle en la cabeza a cada quien.

La verdadera interdisciplinariedad sucede cuando, digamos, alguien de una formación científica o disciplinar determinada, logra:

a) Ser acogido por parte de una comunidad académica o científica perfectamente diferente, y
b) Publicar –o más generalmente, hablar, exponer- en los medios propios de una comunidad de origen distinto al del académico o investigador del caso.

Esto implica un trabajo denodado de la siguiente manera: debe ser posible aprender otro(s) lenguajes que aquellos en los que originariamente un investigador se ha formado. Correspondientemente, debe ser posible apropiarse del aparato crítico –autores, historia y tradiciones, conceptos, problemas-, de la “nueva” ciencia o disciplina. “Nueva” en términos de formación originaria. En el mismo sentido, debe ser posible haberse apropiado de técnicas y herramientas, y de aspectos técnicos, conceptual o herramentalmente hablando de suerte que no se sea simplemente neófito, sino que se pueda dar cuenta, por ejemplo, del debate histórico, por ejemplo de la heurística o heurísticas de la “otra” ciencia o disciplina y demás.

Pero, aún más radicalmente, debe ser posible que ello suceda de una familia de ciencias a otras, y no simplemente al interior de una misma familia. Así, más exactamente, es un error creer que porque existe trabajo y diálogo entre, digamos, algunas ciencias o disciplinas al interior de las ciencias sociales y humanas, entonces por ello existe interdisciplinariedad. De la misma manera, es un error creer que lo mismo acontece al interior de la familia de las ciencias de la vida o las ciencias de la salud, o bien, en otro plano, al interior de las familia de las ciencias naturales, o exactas o positivas (como se las quiera denominar).

La verdadera interdisciplinariedad sucede entre familias diferentes; esto es, entre las ciencias sociales y humanas, digamos, con las ingenierías, o entre las ciencias de la vida o de la salud y las ciencias computacionales, o entre las ciencias físicas y naturales y las ciencias humanas, por ejemplo. La interdisciplinariedad modo uno es habitualmente cruce de disciplinas o ciencias tan sólo al interior de una familia dada de ciencias o disciplinas. Esto es insuficiente – insuficiente de cara a la resolución de problemas, a la formulación de problemas, en fin, a la comprensión y explicación de la complejidad del mundo y la naturaleza.

Así las cosas, sin ánimos de clasificación, sino, simplemente, a título indicativo, digamos que existen las siguientes familias científicas o disciplinares: las ingenierías, las ciencias humanas, las ciencias sociales, las ciencias de la salud, las ciencias de la vida, las ciencias naturales, las ciencias de la computación. El panorama no pretende aquí ser exhaustivo, sino, subrayar el basamento a partir del cual es posible y tiene sentido la interdisciplinariedad modo dos.

Ahora bien, la indicación arriba mencionada –a) y b)-, no debe ser tomada en un sentido simple o cerrado;  más exactamente, el reto consiste en que ambas condiciones se amplíen a otras ciencias y disciplinas, a otras familias de conocimiento. Cuando alguien logra ser escuchado, primero, y luego también, publicar en espacios originariamente concebidos para ámbitos cerrados (esto eufemísticamente se llama “revistas especializadas de alto impacto” (sic)). Ideal, exhortativamente, debe ser posible que alguien hable y publique en espacios distintos diversos, y cuanto más diversos, tanto mejor.

La comunidad académica y científica, existe al fin y al cabo, y cada vez más, como comunidad de redes. Redes de aprendizaje, redes de cooperación, redes de desarrollo y crecimiento (personal, espiritual, intelectual).

Pues bien, es cuando tiene lugar este segundo modo de interdisciplinariedad cuando se sientan todas las condiciones para que emerjan los grandes; los grandes y no solamente los inteligentes o los eruditos. Aquellos a los que el mundo les cabe en la cabeza.

Ahora bien, cuando aquí hablamos que “debe ser posible”, ello no significa en manera alguna plantearlo como un imperativo o un deber-ser. Kant queda atrás, hace ya mucho tiempo y en más de un sentido. Tocar no toca nada (müssen muss man nichts). Hablo aquí sencillamente de desarrollo humano, desarrollo intelectual, desarrollo espiritual. Por ejemplo, inicialmente, al nivel del individuo; pero pudiera ser análogamente válido también para grupos –amplios y cada vez mas amplios- de individuos.

Debe ser posible, decimos, que una voz logre hacerse escuchar en auditorios diferentes a los habituales en los que alguien se formó originariamente, y cuando más diferentes, mejor. De la misma manera, debe ser posible que alguien logre que sus ideas se publiquen en espacios “especializados” distintos a los que usualmente ha trabajado y se formó. Cuando algo así sucede estamos, por así decirlo, ad portas, de alguien a quien le cabe el mundo en la cabeza.

III
Ahora bien, ¿qué significa propiamente que a alguien el mundo le quepa en la cabeza? G. Frege tiene el mérito de haber sido el primero en mostrarle a la historia que lo que tenemos en la mente no son objetos o cosas, sino conceptos. En eso exactamente consiste su Bregriffschrift (traducido en ocasiones como “Notación conceptual”).

Que el mundo nos quepa en la cabeza significa dos cosas, mínimamente. De un lado, apunta a la capacidad de pensar, pensar originaria y radicalmente, y no ya tan sólo de conocer. Y entonces pensar en términos de síntesis, de grandes cuadros y frescos, de imágenes e intuiciones acabadas, lo más completas posibles, digamos. Y de otra parte, se trata de la capacidad de moverse por geografías diferentes, tiempos disímiles, atmósferas distintas, en fin, entornos y contextos móviles, permeables, difusos. Y entonces poder pensar en cambiar el mundo. Pues sólo a quienes les ha cabido el mundo en su cabeza han soñado con cambiarlo; o hacerlo mejor; en cualquier caso hacerlo distinto a como se recibió.

Y entonces poder ver lo que no se ha visto, pensar lo que no se ha pensado, descubrir lo que no se ha descubierto, inventar lo que no se ha inventado. Y avizorar horizontes y mundos nuevos  y distintos. Por ejemplo, en la forma de comprensiones y explicaciones del mundo y la naturaleza que rompen los cuadros y las cosmovisiones habidas hasta el momento. Que es cuando suceden las revoluciones científicas, o filosóficas, o culturales, por ejemplo.

¿Capacidades? Sí, exactamente en la línea señalada, recientemente por M. Nussbaum. Un concepto de corte eminentemente humanista, y absolutamente distinto a eficiencia, eficacia, destrezas, competencias y habilidades (horribile dicta), que son del resorte cotidiano de la ciencia normal.

IV
Hay dos formas básicas de interdisciplinariedad. Pero como queda dicho, de las dos, mejor una: la que aquí hemos presentado en segundo lugar y que denominamos como del modo dos.

 

Referencias
Maldonado, C. E., (2015) “Pensar la complejidad, pensar como síntesis”, en: Cinta de Moebio, 54, pp. 313-32; disponible en: http://www.cintademoebio.uchile.cl/
Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴