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El giro afectivo en la sociedad: una mirada filosófica desde Miguel de Unamuno.

por Felipe Mujica
Artículo publicado el 06/06/2020

Resumen
La cultura occidental históricamente ha despreciado la dimensión afectiva, errando en la explicación de los asuntos más complejos de la existencia humana. A pesar de ello, destacadas personalidades del entorno filosófico se han posicionado en contra de dicha tradición, como Miguel de Unamuno. En este escrito se realizó una breve reflexión sobre el giro afectivo en la sociedad y la mirada de dicho filósofo español.

Palabras claves: razón, emoción, cultura, ética, filosofía.

 

Introducción
Entrando en la tercera década del siglo XXI d.C., es posible apreciar con mayor claridad el giro afectivo en la cultura occidental. Y esto podría ser sorprendente para algunas personas y para otras no tanto, sino que algo lógico o esperable ante tantas interpretaciones erradas en torno a la esencia del ser humano. La sociedad occidental por mucho tiempo ha gustado calificar lo humano o lo especial de dicha especie, como racional, el ser racional por excelencia dirían algunos. Lo afectivo vendría a ser un agregado que, hasta cierto punto, sería algo bastante primitivo y poco destacable de la condición humana. Como bien explica el filósofo ítalo-alemán von Hildebrand (2009), dicho desprecio a la afectividad quedó bien retratado en la alegoría del carro alado de Platón (el intelecto y la voluntad gobiernan la afectividad). Alegoría que, desde mi punto de vista, tiene cierta razón en cuanto a la importancia de gobernar los malos afectos, pero es poco representativa de la lógica de los buenos afectos y sus alcances en la dirección de la vida humana. Siguiendo la línea de San Agustín, Pascal, Brentano y Scheler, diríamos el ordo amoris o el orden del corazón (Brentano, 2013; Pascal, 1967; San Agustín, 1967; Scheler, 2008, 2010).

A propósito de este orden del corazón y la autonomía de la afectividad, vemos que cada vez las emociones, los sentimientos y los estados de ánimo son reconocidos como importantes en la vida pública, lo que ha llevado a una mayor consideración sobre la relación del mundo psíquico y el mundo social (Vygostky, 1995; Zembylas, 2019). Incluso, cada vez hay más claridad sobre la relación de la afectividad con el ámbito ético del ser humano (Maturana, 2001; Marina, 2005; Mujica, 2018, 2019a, 2019b; Ortega y Gasset, 2018; Scheler, 2001, 2005; Stein, 2004; Unamuno, 1992; von Hildebrand, 2006, 2009). Algunos movimientos que se vislumbran sobre el tema versan sobre la inteligencia emocional, la educación emocional y otros nombres que se han puesto de moda, pero debemos saber que muchas veces esas corrientes reivindicativas carecen de una profunda argumentación del tema, los cuales suelen apoyarse excesivamente en la psicología, en la experiencia no reflexiva y muy poco en reflexiones críticas sobre el tema (Mujica, 2018; Prieto, 2018). Sabemos que esas últimas reflexiones suelen estar presentes en la filosofía, por cierto, el tema de las emociones viene siendo discutido en occidente hace más de dos milenios (Casado y Colomo, 2006). Cabe mencionar que, como bien explicó Zaccagnini (2008), la interpretación de lo afectivo ha estado dominado por concepciones erradas por largo tiempo, de modo que estos movimientos que reivindican la afectividad humana se encontrarán con una gran muralla racionalista que poca simpatía tendrá con ellos, sobre todo, si carecen de un profundo sustento teórico. Afortunadamente, algo de razón llevan estos movimientos, así que su trabajo no será en vano y ayudarán a quebrantar esta sociedad ultra-racionalista que hemos heredado de la ilustración. Un ejemplo bastante sencillo para reflejar la fría sociedad que hemos desarrollado, lo tenemos al comparar la importancia de un poema con un artículo científico o la dignificación social de un artista con un científico, etc. Claro, nuestra sociedad hipócrita también cada cierto tiempo reivindica la importancia del arte y de la poesía, pero en el fondo lo hace casi por obligación.

Con la finalidad de aportar otro grano de arena contra esta sociedad occidental que defiende una hegemonía del ámbito intelectual, analizaré brevemente la mirada del filósofo español Miguel de Unamuno, quien dedicó su talento para denunciar la excesiva importancia que le otorgamos a la razón en comparación de nuestros afectos

Un repaso por los aportes de Unamuno
Partiremos destacando que Unamuno fue un hombre de fe (Narbona, 2017), la cual se fundaba principalmente en la sabiduría de la afectividad humana y no en formulaciones teóricas sobre Dios. Asimismo, su fe no descansó en instituciones o doctrinas religiosas. En este sentido, se refleja la influencia que tuvo de Nietzsche y Kierkegaard, aunque siendo fiel a sus convicciones valoró de forma superior al filósofo danés. Sobre la relación entre ambos, Narbona (2017) nos dice lo siguiente:

Unamuno no se confirmó con imitar al filósofo danés, sino que fue mucho más lejos, postulando una fe que asume y soporta el peso de la duda, sin renunciar a Dios en ningún momento. Al igual que Dostoievski, ante el dilema de elegir entre Cristo y la verdad, escoge a Cristo, pues Él es la vida y la verdad. O, al menos, eso quiere creer heroicamente la voluntad, sedienta de vida, de eternidad (sin página).

Algo muy representativo del pensamiento de Unamuno, es que, como bien explicó Baigorri, Cifuentes, Ortega, Pichel y Trapiello (1995), dicho filósofo español consideró que lo que el ser humano tenía como característica distintiva de las otras especies animales es el sentimiento y no la razón, o sea, que es un animal sentimental o afectivo. Al respecto, Unamuno (1913) señaló lo siguiente:

El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado (p. 7).

El pensamiento de Unamuno coincidiría con la primacía afectiva que existiría en la vida humana planteada por Kierkegaard (2006), Scheler (1966) o von Hildebrand (2009) la cual descansaría en lo más profundo de la existencia, es decir, Dios, teniendo como afecto superior el amor. Sobre dicha primacía afectiva, en el marco de la actividad filosófica como una de las mayores expresiones del intelecto, se refirió de esta forma:

La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez (Unamuno, 1913, pp. 6-7).

Sin duda que Unamuno no estaría muy sorprendido por el giro afectivo que estamos presenciando en la actualidad, porque sería lo más sensato que podría hacer el ser humano, abandonando la arrogancia de creer saberlo todo de forma exhaustiva y el absurdo de no apreciar adecuadamente la afectividad. Tal vez estaría un poco preocupado por la superficialidad con la que algunos entusiastas reivindican la importancia de las emociones, pero tal vez no.

Es evidente que Unamuno, hombre muy sabio, reconoció la importancia de la razón en la vida humana, pero criticó el mal uso de ella, es decir, el orgullo de no reconocer sus límites y aventurarse en opiniones que más que aclarar el panorama intelectual de un tema, lo convierten en un laberinto. A dichos orgullosos pensadores los catalogó de Hidalgos de la razón, ¡cuántos Hidalgos ha habido en nuestra historia! Con respecto a dichos Hidalgos, Baigorri et al. (2006) señalaron que “prácticamente en todas sus obras arremete fuertemente contra ellos limitándose la mayor parte de las veces a hacerles objeto de sus burlas, puesto que intentar refutar sus teorías sería colocarse en un plano racional lo cual no tendría un excesivo sentido” (p. 254). Cabe mencionar, que Unamuno fue consecuente con su manera de entender y experimentar el mundo, ya que además del ensayo, filosofó a través de la poesía y la novela, cosa difícil de entender para un exacerbado racionalista. Por su gran lucidez, considero que Unamuno es una de las mentes más brillantes de los siglos pasados.

Consideraciones finales
Para ir finalizando este breve escrito, mencionaré una anécdota que me sucedió en redes sociales. En una discusión virtual en la plataforma de Instagram sobre un aforismo con un hombre relativamente culto, cuando traté de ilustrarle mi opinión con un ejemplo de un caso hipotético, el me responde literalmente: “es fácil recurrir al argumento emocional para apoyar (…)”. ¿Qué es eso de argumento emocional? ¿Cuándo el pensamiento humano ha prescindido de la afectividad? Esta mirada anti-afectiva es común en las personas que poco han comprendido la importancia de la afectividad en el desarrollo personal y la vida en comunidad. En fin, nos queda mucho trabajo por delante, el gran enemigo es el orgullo humano y uno de los grandes desafíos es transformar la manera en que se educa a las nuevas generaciones. No es posible que aprender matemática sea más importante que aprender virtudes éticas, por ende, que la educación moral. No es posible que los estudiantes pasen tanto tiempo sentados en las escuelas (enfocándose en la dimensión intelectual) y dejen de experimentar en las escuelas (enfocándose en la dimensión afectiva-intelectual-corporal-artística-musical).

 

Referencias bibliográficas
Brentano, F. (2013). El origen del conocimiento moral. Madrid: Tecnos.
Casado, C. y Colomo, R. (2006). Un breve recorrido por la concepción de las emociones en la Filosofía Occidental. A Parte Rei, 47, 1-10.
Kierkegaard, S. (2006). Las obras del amor. Meditaciones cristianas en forma de discursos. Salamanca: Sígueme.
Marina, J. (2005). Precisiones sobre la educación emocional. Revista Interuniversitaria del Profesorado, 54, 27-44.
Maturana, H. (2001). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago: Dolmen.
Mujica, F. (2018). Educar y suscitar emociones en la educación: Análisis crítico de su contribución al desarrollo moral. Ensayos. Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 33(2), 15-27. doi: 10.18239/ensayos.v33i2.1540
Mujica, F. (2019a). Suscitar buenas emociones en la educación formal: Análisis según la ética de Max Scheler. Revista Dilemas Contemporáneos: Educación, Política y Valores, 6(3), 1-15.
Mujica, F. (2019b). Formación emocional con un sentido moral humanista-cristiano: análisis en función del amor. Paulo Freire. Revista de Pedagogía Crítica, 17(21), 126-141.
Narbona, R. (2017). La Fe de Unamuno. Periódico digital “El Cultural”. Recuperado de: https://elcultural.com/la-fe-de-unamuno#:~:text=Ante%20la%20necesidad%20de%20definir,con%20el%20misterio%3B%20mi%20religi%C3%B3n
Ortega y Gasset, J. (2018). Estudios sobre el amor (17ª ed.). Madrid: Edaf.
Pascal, B. (1967). Pensamientos (7a ed.). Madrid: Espasa-Calpe.
Prieto, M. (2018). La psicologización de la educación: implicaciones pedagógicas de la inteligencia emocional y la psicología positiva. Educación XX1, 21(1), 303-320. doi: 10.5944/educXX1.16058
San Agustín. (1979). Obras de San Agustín II. Las confesiones (7ª ed.). Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
Scheler, M. (1966). La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico (3ª ed.). Buenos Aires: Nova.
Scheler, M. (2008). Ordo amoris. Madrid: Caparrós.
Scheler, M. (2010). Amor y conocimiento. Y otros escritos. Madrid: Palabra.
Stein, E. (2004). El problema de la empatía. Madrid: Trotta.
Unamuno, M. (1913). Del sentimiento trágico de la vida. Madrid: Renacimiento.
Unamuno, M. (1992). Amor y Pedagogía. Madrid: Espasa-Calpe.
Von Hildebrand, D. (2006). Moralidad y conocimiento ético de los valores. Madrid: Cristiandad.
Von Hildebrand, D. (2009). El corazón. Madrid: Palabra.
Vygotsky, L. (1995). Pensamiento y lenguaje. Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Bogotá: Fausto.
Zaccagnini, J. (2008). La comprensión de la emoción. Una perspectiva psicológica. En M. Jiménez (Ed.), Educación Emocional y Convivencia en el Aula (pp.31-84). Madrid: Ministerio de Educación, Política Social y Deporte.
Zembylas, M. (2019). Intentos por discernir la compleja imbricación entre emoción y pedagogía: contribuciones del giro afectivo. Propuesta Educativa, 28(51), 15-29.
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