Definición: Un intelectual es alguien que hace de la pintura, la música, la poesía, la filosofía, la literatura, la ciencia, y el arte en general, una forma de vida.
Postulado 1: Todo intelectual que es cooptado por el régimen o el sistema es como una luz de bengala: se enciende rápido, incluso de forma bella, pero se apaga muy pronto.
Postulado 2: El sistema político, económico, ideológico (religioso, por ejemplo) busca atraer hacia sí a tantos y tan buenos intelectuales como sea posible, siempre con un criterio selectivo.
Postulado 3: El intelectual encuentra en el mundo de hoy condiciones difíciles de vida y existe la tendencia cultural a que se convierta en empleado.
Corolario: En tanto que empleado –público o privado- el intelectual ve amenazada su libertad e independencia.
Postulado 4: Alrededor del mundo, el intelectual es perseguido de diversas maneras por su crítica, independencia y libertad, y sólo es acogido ulteriormente gracias a su obra.
Axioma 1: El sistema nada castiga y nada persigue tanto como la libertad, la autonomía y la independencia.
Lema: El sistema se llena la boca hablando de libertad y promoviéndola. Pero ello en realidad es un discurso vacío, y pura ideología.
Axioma 2: El intelectual auténtico es radicalmente independiente, crítico, autónomo y libre.
Axioma 3: La crítica y el debate, la independencia y la autonomía constituyen elementos que pueden favorecer y nutren elementos civilizatorios en las sociedades.
Corolario: Un elemento civilizatorio es todo aquel que contribuye a la elevación, la afirmación y el posibilitamiento del espíritu humano, y la gratificación de la vida.
Teorema (demostración):
Son numerosos los casos, alrededor del mundo en los que diversos artistas, pensadores, académicos, escritores, y científicos han sido ocasionalmente reconocidos gracias a una obra que, incipiente pero de calidad, o sostenida en el tiempo con elevados estándares, han sido tentados por las diversas instancias del poder para que los represente, para jugar el papel de asesores o consultores, y cuando no, incluso para desempeñar el papel de trovadores oficiales o de bufos de ocasión.
Cuando ello ha sucedido (en Francia o en Colombia, en México o en Estados Unidos, en Alemania o en Chile, por ejemplo), estos personajes son agasajados de diversa índole y su ego —que es en realidad su auténtico punto arquimédico— llega a ser manipulado fácilmente. La gran prensa juega aquí un papel destacado.
Ningún intelectual que haya sido cooptado por el régimen ha sobrevivido a una sana evaluación histórica, de tal suerte que si bien en el momento puede haber brillado, ocupado titulares, fotos , páginas y demás, su impronta en la historia de la cultura y la civilización termina por pasar perfectamente desapercibida. Ahora bien, es evidente que su bolsillo se ha podido agrandar de manera significativa, y que su estándar de vida se haya elevado. Pero no es, en perspectiva histórica, nada más que una anécdota; algo menos que una nota de pie de página a un texto central.
La vida de los intelectuales, particularmente en el mundo contemporáneo, puede estar acompañada de diversos reconocimientos. Y los hay de todo tipo. Es lo que, por ejemplo, en el mundo anglosajón se distingue como Prizes y Awards. En otras palabras, premios y reconocimientos que en unos casos implican medallas, premios, trofeos, diplomas, y demás, y en otras ocasiones van acompañadas, adicionalmente, de un reconocimiento económico.
Existen en el mundo diversos circuitos, modos y niveles de estos reconocimientos. Académicos y sociales; políticos y económicos; de género y de obra; momentáneos o estructurales; ocasionales o institucionales, por ejemplo. Correspondientemente, existen también diversos modos de trasmisión, reproducción, ampliación y divulgación de esta clase de premios y distinciones. Entre los grandes medios masivos de comunicación (casas editoriales, noticieros, museos y galerías, y demás) y los medios alternativos de comunicación existe una asimetría notable.
La valía de un intelectual se mide por su coraje moral, intelectual y político, y los tres se encuentran estrechamente entrelazados. La función social, cultural, política y civilizatoria de un intelectual consiste y se funda en su espíritu de crítica, su independencia, su autonomía y libertad radical, todas las cuales no implican necesariamente combatividad y beligerancia, pero sí polémica, reflexión y debate. Estos se llevan a cabo al mismo tiempo en su obra misma tanto como en sus declaraciones y forma de vida.
El intelectual desempeña, para decirlo de manera franca y directa, un papel claramente civilizatorio, en el mejor y al mismo tiempo más fuerte sentido de la palabra, en el desarrollo de los individuos, los grupos, las sociedades y las culturas. En contraste, los grandes hombres de poder usufructúan del momento lo mejor que pueden, pero generalmente no cumplen absolutamente ningún papel civilizatorio. Este tema es altamente sensible y apunta a la crisis y decadencia de las sociedades y, no en última instancia, de la civilización occidental.
A pesar de las tentaciones, a pesar en numerosas ocasiones incluso de las necesidades y las debilidades, es la obligación intelectual y moral del intelectual no claudicar y no dejarse vencer por los atractivos, las tentaciones, los engaños y las voces de sirena de parte del poder. El poder, que es por definición una enfermedad, termina siempre por enfermar a todos los que se acercan a él y sucumben a sus encantos. El poder hace de la inteligencia una banalidad y un artificio de uso o de lujo.
En la capacidad de resistencia del intelectual ante las veleidades del poder –cuya primera cara es siempre económica-, tres factores desempeñan un rol fundamental: la propio biografía del intelectual (por ejemplo su estructura emocional o sexual, su fuerza de temperamento o carácter, sus convicciones, sus sueños, sus compromisos o sus debilidades), su entorno familiar y el entorno social (notablemente los amigos). La personalidad del intelectual puede ser comprendida como el punto de tensión entre el poder y el principio de realidad, de un lado, y los tres factores mencionados, de otra parte.
La inteligencia es (= puede ser comprendida como) una fuerza. Exactamente igual que la fuerza física o el sexo, por ejemplo. Más exactamente, la inteligencia es una forma de energía, y lo dramático o difícil con la energía en general es que una vez generada (acaso podríamos decir: poseída) no se la puede contener: hay que liberarla, ponerla a circular. En este punto es evidente que la inteligencia —muy específicamente la creatividad— se encuentra en un médium que nada tiene que ver con temas como el sentido común, el sentido práctico de la vida, un genérico principio de realidad, y demás. El intelectual, dicho de una forma general, siempre vive en el filo del caos. Y ello puede ser visto —¡es!— tanto un fenómeno positivo como negativo, y la solución final depende de circunstancias, suerte, fortaleza, entorno social y familiar, y aleatoriedad.
Desde Sócrates, el primero, hasta la fecha, los casos de intelectuales —en todo el orden y expresión de la palabra— que han sido perseguidos es enorme. Sin embargo, es claro que tampoco se trata de victimizar esta forma de vida, y simplificar los estudios y casos, pues son igualmente numerosos los casos de intelectuales que, gozando de una gran independencia y radicalidad, lograron y han logrado en la historia una obra significativa que es ejemplo para numerosas sociedades y épocas.
Como quiera que sea, parece evidente una cosa: el poder y las instituciones, el sistema y el régimen se llenan la boca hablando de innovación y de libertad, pero le tienen pánico al cambio, quieren controlar, prever y determinar las transformaciones, y nada les parece tan sospechoso como la independencia, el criterio propio, la autonomía y la crítica radical y fundada. Por el contrario, lo que el sistema y el poder —en todas sus formas, expresiones y niveles— pide, fomenta y reclama es ante todo: lealtad, fidelidad, sentido de pertenencia, en fin, eso: institucionalidad. Los nombres para este tema son variados y profusos.
Nada produce ante el poder tanto recelo como la libertad y es a lo que más teme, conjuntamente con la autonomía, la independencia y la ausencia de predecibilidad. La vida de la inteligencia es la de la crítica y la autodeterminación, la autonomía, y más radicalmente, la autarquía.
Nota final 1: Este texto se funda en un ejercicio de lógica, y puede ser formalizado en caracteres lógicos. Aquí se ha optado por una presentación discursiva.
Nota final 2: La lógica en general —ya se trate de la lógica formal clásica o de las lógicas no-clásicas, trabaja con criterios genéricos. Le corresponde en propiedad a la historia y a la sociología, a la antropología y a la economía, a la filosofía y al ensayo, entre otros, llenar de contenidos las consideraciones de la lógica. Ello conduce al campo, altamente sensible, de los ejemplos, los casos, las excepciones, los nombres, los grupos y las asociaciones, y demás.
Comentar
Critica.cl / subir ▴