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La cultura no es humana.

por Carlos Eduardo Maldonado
Artículo publicado el 27/07/2014

1-. Sobre la cultura

Seamos francos: la división entre cultura y naturaleza: a) es falsa, y b) es de cuño eurocéntrico. De hecho, sus orígenes pueden rastrearse hasta la Biblia, con la distinción entre el ser humano y la naturaleza. Recientes desarrollos en varios frentes, altamente activos, permiten arrojar nuevas y frescas luces sobre el tema. Hoy por hoy existen comunidades académicas, científicas y artísticas serias sobre temas o campos tales como: estudios animales, zoontologías, y varios más que trabajan activamente a partir del expreso reconocimiento de que no hay dos cosas: cultura y naturaleza. Aquí, por razones de espacio quisiera tomar como hilo conductor a la etología.

El concepto de cultura nace en el medium de la antropología, hasta el punto de que ésta se considera a sí misma, durante mucho tiempo y de forma muy prestigiada, como la ciencia de la cultura.

Sin embargo, el concepto, particularmente debido a los grandes medios de comunicación de masas, ha llegado ha ampliarse hasta el punto de que quizás termina no significando nada. Así, notablemente, se llega a hablar de “cultura de la violencia”, “cultura del consumo”, “cultura del narcotráfico” y muchas otras expresiones próximas y semejantes.

Muy recientemente, se han desarrollado incluso estudios culturales de diverso tipo. En estos se incluyen estudios culturales y sociales sobre ciencia y tecnología, estudios sobre género, sobre minorías de toda índole, y nuevos conceptos y metáforas se han acuñado y se emplean de manera regular: “empoderamiento”, “diversidad”, y otros, con metodologías provenientes de la etnografía y la acción-participación, y demás.

En todos estos casos, el mérito grande consiste en que la imagen viril y encefalocéntrica de la cultura, acaso la eurocéntrica misma, han sido cuestionadas de manera radical, y se han ampliado a estudios sobre muchas expresiones y escalas, dimensiones y actividades, discursos y organizaciones que abarcan a comunidades humanas que de forma tradicional jamás fueron consideradas antes. Digámoslo sin ambages: los estudios culturales son políticamente incorrectos.

Sin embargo, la verdad, es que la cultura es bastante más, y bastante diferente, que un fenómeno humano, en cualquiera de sus acepciones y manifestaciones. Emerge, en fechas recientes, una antropología que supera lo meramente humano.

Si la cultura se refiere, en el sentido más amplio e incluyente de la palabra, a las humanidades y las ciencias humanas –y acaso, incluso, eventualmente, no tanto a las ciencias sociales-, entonces la cultura se encuentra en varias otras especies diferentes a la especie humana.

De manera general puede decirse que existen especies en las que el arte está presente, o en las que formas sofisticadas de organización son ampliamente exitosas. Asimismo, cabe afirmar, sin engaño alguno, que existen comportamientos espirituales e incluso religiosos entre muchos animales, tanto como que, las técnicas y las tecnologías no son exclusivamente un patrimonio o un rasgo distintivamente humano.

2-. Formas y expresiones de cultura en la naturaleza

Las hay de muy diverso tipo. La lista puede hacer extensiva y los estudios y la bibliografía sobre las formas y expresiones de la cultura en la naturaleza es cada vez más abundante, y rigurosa.

Hay especies de aves que se comunican en forma de ritornello, literalmente. El ritornello, esa forma hermosa que se encuentra originariamente en los madrigales. Con nombres como Monteverdi o Palestrina, y cuyo auge nos remonta al Renacimiento y al Barroco.

Más generalmente, la música es un arte permanente y transversal en la naturaleza. Sólo que se aprecia mejor en las aves, que son, por definición, especies carismáticas.

Asimismo, sin ambages, se ha observado que las matemáticas están presentes en varias especies. Aves o caballos, por ejemplo. Sólo que se trata de matemáticas diferentes de base diez. Son, notablemente matemáticas de base tres o cuatro, o también matemáticas de base cinco o siete, por ejemplo.

Una bióloga destacada como L. Margulis ha puesto de manifiesto que la tecnología existe ya desde las escalas más básicas de la naturaleza, entre las bacterias, y de ahí en adelante. En verdad, la primera de todas las tecnologías es el lenguaje, y existen formas amplias y complejas de comunicación y lenguaje: quimiotaxis, lenguajes articulados, de baja o de alta sintonía.

En una descripción poética, D. Attenborough observa que entre los elefantes existen comportamientos eminentemente espirituales. Así, por ejemplo, en una ocasión, la manada, dirigida por la hembra del caso, se dirigía a un oasis cercano. De repente, ella recuerda que no muy lejos de allí, hace un tiempo, uno de los miembros de la manada había muerto. Entonces desvían la marcha, llegan al lugar y encuentran los colmillos del extinto elefante. Entonces la elefante jefe lo levanta al cielo, los demás miembros de la manada agachan la cabeza un rato. Después de un instante deposita con delicadeza el colmillo en el suelo y con paso lento se alejan de allí y siguen su camino.

No de manera casual se ha dicho en reiteradas ocasiones en la bibliografía científica que los elefantes exhiben auto-conciencia – la cual, de manera clásica, fue uno de los elementos constitutivos y definitorios de la cultura entre los humanos. (¡Todo un escándalo para un filósofo purista como Hegel!).

Formas de organización altamente políticas y sociales en toda la amplitud y complejidad de la palabra se han observado en diferentes especies. Los casos más evidentes son los himenópteros benéficos, y los insectos sociales como las hormigas y las termitas.

De manera más amplia, existe una forma de inteligencia que se denomina “inteligencia de enjambre” (swarm intelligence), descubierta hace muy poco, y que permite entender que en cardúmenes, manadas, insectos sociales o bandadas de aves, grandes grupos llegan a comportarse como un solo individuo de manera fina y sutil.

Hay especies que incluso tienen técnicas y que las adoptan de su entorno o las crean ellos mismos. Los castores o varios de los primates se destacan en este plano. Acaso el ejemplo más estudiado sea el de los macacos en Japón.

Existen incluso, observados recurrentemente, ritos matrimoniales o de apareamiento con participación del grupo en torno a la pareja. Particularmente entre los ratones han sido descritos estos ritos, pero se los ha extrapolado también a varios mamíferos superiores.

Ahora, ya que mencionamos ritos de apareamiento, es obligatorio hacer referencia que muestras evidentes de homosexualismo –masculino y femenino- han sido observados en varias especies, y que la literatura sobre el tema es creciente y diversa.

 

3-. Técnica, ciencia y tecnología entre los animales

Algún autor ha escrito acerca de la naturaleza humana de las aves, y son serios y obligados los estudios acerca de la altísima complejidad que se observa entre estudiosos de la mirmecología; un nombre obligado al respecto es el de E. O. Wilson. – Pues bien, uno de los rasgos de los que se ufanan los seres humanos es el de su ciencia y tecnología. Esta es, con seguridad, la apología más alta al encefalocentrismo.

Existen, en verdad, estudios consolidados acerca de cómo se evidencia la presencia de matemáticas en las aves y en mamíferos superiores como algunos equinos. Notablemente, las aves tienen matemáticas –aun cuando sean elementales, con base tres, o cinco. Bastará recordar que las matemáticas de los pueblos más antiguos precursores de esta civilización, como los hititas o los sumerios, por ejemplo, tenían matemáticas de base cinco y siete.

Por su parte, lo cual ha sido objeto de secuencias en diversas películas, jocosas o serias, las matemáticas existen también entre los equinos. Algún programa de televisión puede encontrarse incluso en la Internet, al respecto.

Es claro que las ciencias se encuentran estrechamente entrelazadas con las artes, y muy especialmente, con la música. Pues bien, existe un estudio reciente sobre la abundancia de música entre diversas especies animales, que bien vale la pena ser citado por aparte. Se trata de: The Great Animal Orchestra: Finding the Origins of Music in the World’s Wild Places, por B. Krause (2013). En diversos pasajes se vislumbran lianas y puentes, puertas e imbricaciones hacia la técnica, la tecnología y la ciencia entre las especies consideradas.

4-. Espiritualidad animal y ética no-humana

Los elefantes exhiben autoconciencia, ya queda dicho. Ahora bien, de todas las experiencias vitales que se encuentran indisolublemente entrelazadas con la espiritualidad y el cuerpo, está el amor. No cabe la menor duda. El amor nos hace más que humanos, pero al mismo tiempo, nos hunde en nuestra verdadera naturaleza ctónica.

El amor, acaso la más sublime de todas las expresiones, y como dice la gente “de todas las fuerzas”, existe igualmente entre los animales. Una película como Siempre a tu lado (Hachiko), de L. Hallström, de 2009, constituye un testimonio sublime pero desgarrador al respecto. Y la literatura y la poesía está repleta de historias semejantes. Desde la fábula hasta la novela, desde la pintura hasta la música, por ejemplo. También los animales son capaces de morir de amor.

Para no mencionar el homosexualismo entre los animales, un tema que para los más conservadores es abstruso y produce repulsión, y para los amantes de la naturaleza no deja de provocar un cierto arrobamiento. Existen comportamientos, episódicos en unos casos, y estructurales en otros, de diversidad sexual entre los animales. Muy específicamente, el sexo gay tanto como sexo lésbico han quedado registrados, con total naturalidad, sin el más mínimo asomo de violencia, entre mamíferos, superiores e inferiores.

Ahora, es claro que no todas las expresiones culturales existentes entre los humanos existen en los animales. De hecho, desde el punto de vista evolutivo y lógico no hay ningún argumento plausible que haga de aquella afirmación una necesidad. Así, por ejemplo, no sabemos mucho acerca de la cocción de alimentos, y en general la “cultura de mesa”. Pero, de modo inverso, existen muchas expresiones culturales que sí existen en los animales que no necesariamente tienen lugar entre los humanos. Un ejemplo particular: la inteligencia de enjambre. Ya hablaré al respecto, más abajo.

5-. Naturaleza, cultura y cerebro

Los hay de todo tipo. Cerebros enormes como los cefalópodos, a los que se ha comenzado a estudiar y comprender tan sólo muy recientemente; y hay también los cerebros diminutos en volumen pero de gran complejidad estructural y fisiológica, como los ratones y las ratas.

Existen los cerebros inteligentes, como los de los delfines, y cerebros que despliegan formas de comunicación acaso más complejas que las humanas, como es el caso entre la ballenas – las azules, las jorobadas o las blancas.

Están los cerebros maquinantes y astutos, que dan lugar a comportamientos correspondientes, como sucede con los cuervos, para lo cual basta con releer a Lafontaine. Los cuervos, artificiosos y que crean y emplean técnicas, en toda la línea de la palabra.

Y están de lejos, los animales más aseados e higiénicos de todos los conocidos, muy por encima de los perros y los gatos. Son los cerdos, que tienen verdaderos rituales de aseo e higiene como si se tratara de una conciencia sobre el propio cuerpo. Ampliamente superan a los humanos en materia de higiene.

Y sí, muchas especies animales juegan. Esa experiencia que Gadamer denomina como libre y gratuita, y no representacional. El juego auténtico existe en la casi totalidad de las especies observadas: insectos y aves, los mamíferos y los reptiles, las aves y los peces, notablemente, e incluso en esos seres minúsculos que son los rotíferos. El juego es una experiencia intrínseca a la naturaleza; jugar es una exquisitez de la vida, en el instante que se vuelve eterno.

Desde luego que se trata del juego como ese en el que los niños son ellos mismos, antes de que los adultos los normalicen. Esto es, juegos sin reglas, juegos espontáneos y repetitivos, juegos autóctonos. (Los juegos de los adultos, son, comparativamente, bastante más bobos, pues suponen siempre la lectura, el acatamiento y el seguimiento de reglas. Hay que ser adultos para que el juego se vuelva representacional).

Hay ritos matrimoniales, entre los ratones por ejemplo, y también hay ritos de apareamiento. Como quiera que sea, en la naturaleza no todo obedece a explicaciones en términos de economía: ganar o perder, producir y consumir, presa o depredador. Esas son lecturas artificiosas y abierta o tácitamente humanas; transposiciones del ser humano sobre sí mismo. El narciso par excellence.

5-. Breve reconsideración

Estos logros se han alcanzado en poco tiempo. La etología –la ciencia del estudio comparado entre los humanos y los animales- nace apenas a partir de 1973 gracias a los nombres –pioneros- de K. Lorenz, K. Von Frish, y N. Tinbergen. A estos nombres hay que agregar el de I. Eibl-Eibelfeldt pasando por E. O. Wilson, hasta F. De Waals, entre muchos otros. Aquí, sólo he mencionado los autores clásicos, pero la verdad es que hay una pléyade de nuevos autores que se mueven, ampliamente, en esta línea.

Desde los mamíferos superiores, gradualmente, en escala descendiente, hemos venido ganando espacio y profundidad acerca de la comprensión de los animales. Y la gama abarca desde los primates superiores, hasta la fecha, ulteriormente, hasta los himenópteros benéficos o los insectos sociales.

La etología –biología comparada y psicología comportamental comparada- arroja nuevas luces, de una dúplice manera. De un lado, sobre los propios seres humanos, nos pone de manifiesto que no somos más especiales de lo que creemos o creíamos. En este sentido, la etología se inscribe en la línea de lo que B. Mazlich considera como los pensamientos exocéntricos. Según Mazlich, en la historia de la humanidad han sido tres: Galileo, Darwin y Freud. Todos los demás –así: absolutamente todos los demás pensamientos- se caracterizan por ser endocéntricos. Así las cosas, ampliando al propio Mazlich, serían cuatro con la etología.

Y de otra parte, al mismo tiempo, la etología nos enseña a ampliar nuestra comprensión tanto sobre nosotros humanos, como, además y fundamentalmente, sobre el resto de la naturaleza. En unas escalas que son crecientes y cada vez más complejas.

6-. El tema de base, naturalizar la realidad

Una de las ciencias de la complejidad, la inteligencia de enjambre (swarm intelligence), se sitúa exactamente en la línea mencionada en este texto. La inteligencia de enjambre es, en rigor, bastante más que lo que las ciencias sociales humanas han considerado, hasta la fecha, como los problemas de acción colectiva y los problemas de racionalidad colectiva. La inteligencia de enjambre pone de manifiesto que cardúmenes (school fish), manadas (herds), bandadas de pájaros (bird flocks) y los insectos sociales como las hormigas y las termitas tienen un tipo de inteligencia que, en sentido estricto, los seres humanos no tenemos –pero que, exhortativamente, podríamos alcanzar-. Se trata de colectivos animales que se comportan como un solo individuo. Para la filosofía de la mente, para las ciencias cognitivas y para la psicología cognitiva, se trata de retos manifiestamente sugestivos en el orden teórico, epistemológico y ulteriormente práctico. Temas como la conciencia, la mente y la inteligencia.

Asistimos, a un proceso creciente –aunque no precisamente público– de ampliación de la comprensión de la naturaleza. Técnicamente puede decirse que se trata de una auténtica naturalización de la epistemología – por decir lo menos.

La naturalización de la epistemología, un programa que evoca –o convoca- a algún marxismo; por ejemplo y notablemente, al joven K. Marx, algo que el marxismo adusto posterior jamás reconoció ni recuperó plenamente. W. Marx, el último joven de la extinta Escuela de Frankfurt tiene un volumen hermoso en esta dirección.

Asimismo, cabe pensar en W. V. O. Quine, pero con él, es entonces posible hacer referencia a otros autores de la talla de Kripke o Wittgentein, Searle o Dretske, por ejemplo. Un volumen ya clásico en esta dirección puede apreciarse en la prestigiosa Midwest Studies in Philosophy, el volumen XIX correspondiente al año 1994, como uno entre otros referentes posibles.

Existe política entre los animales. Independientemente de si se habla de democracia o dictadura, de jerarquías o de heterarquías – y cualquiera de estas formas pueden encontrarse, sin dificultad, en la bibliografía de los más destacados etólogos del mundo.

De esta suerte, la vieja pregunta, inaugurada por Platón y Aristóteles acaso y ciertamente alimentada por sus escuelas desde la antigüedad hasta la fecha, ya no es por lo específicamente humano. Por el contrario, y más ampliamente, la pregunta se ha transformado en lo común que tenemos los seres humanos y la naturaleza. Los modelos antropocéntricos, antropomórficos y antropológicos se revelan, al cabo, como desuetos y arcaicos, prejuiciados y metafísicos.

Compartimos con la naturaleza mucho, mucho más de lo que creíamos, e incluso bastante más de lo que se ha sostenido en diversos escenarios y ante públicos variados. Decía C. Sagan, en una expresión poética, que con los seres humanos y con la vida, por primera vez, al cabo de miles de millones de años, el universo se observó a sí mismo y fue consciente de sí mismo.

En el plano genético y comportamental, en el plano mental y cultural, compartimos con la naturaleza muchísimo, y las diferencias y matices son pequeños o nimios.

No hay nada qué hacerle: la cultura no es humana. O, de manera cauta, no es exclusiva o principalmente humana. Es una expresión, una forma de vida y una manifestación de la naturaleza misma.

En el marco de la filosofía de la mente, un autor como Th. Nagel se pregunta: “¿Cómo es ser un murciélago?”. Y entre nosotros, sin ambages, Maturana y Varela se introdujeron en “sutilezas” tales como: “¿Cómo es pensar como un río?”.

Las culturas pre-colombinas, muchas de las cuales aún existen y que en Nuestra América, se expresan, notablemente en Aymará y Quechua, aunque otras etnias, culturas y lenguas pueden y deben ser igualmente mencionadas, ya tenían una sabiduría semejante. Se trata de escuchar a la madre tierra (la Pachamama), hablar con los animales como con nosotros mismos –algo que, presumiblemente hacía un sacerdote nacido en el pueblo de Asís, llamado Francisco-, y entender a los árboles y las plantas. La naturaleza entera nos habla. Sólo que en la tradición Occidental nos volvieron mudos, sordos y ciegos ante ella.

Y en el límite, el chamanismo, alrededor del mundo, sencillamente consiste en saber leer los lenguajes y saber leer los signos; y actuar en consecuencia.

La cultura, en todas sus facetas logra, cuando es bien entendida y desarrollada, ponernos ad portas, frente a frente, con la gran sabiduría de la vida. De eso se trata, según parece, el hecho de tener una cultura. La cultura es sinónimo de pluralidad y diversidad en toda la acepción de la palabra. Con todo y el reconocimiento –a todas luces escandaloso- de que ha habido civilizaciones con muy poca o nula cultura. Esas son civilizaciones condenadas a desaparecer y, como decía G. García Márquez, sin una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

No en última instancia, hemos comenzado a pensar y trabajar en términos no ya solamente de cómo piensan y viven los animales, sino, bastante más allá, cómo piensan y viven las plantas, cómo piensan las selvas y los bosques, como piensan los ríos y las aguas; y sí, también, cómo es un pensar geológico. Pero todo esto es el tema de otro texto aparte.

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2 comentarios

Buen dia profesor maldonado, a proposito de su conferencia sobre Bioeconomía, ciencia y lenguaje de hace 2 años le comparto este contenido del documentalista David Malone, sobre teoria del caos y economía https://www.youtube.com/watch?v=qfp5tKeSQAc
un saludo….

Por Luis Evaristo Ardila el día 05/12/2014 a las 12:41. Responder #

Excelente…..

Por Luis Evaristo Ardila el día 04/12/2014 a las 18:51. Responder #

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Requerido.

Requerido.




 


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