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La vigencia de la arqueología del saber a 40 años de la muerte de Michel Foucault: proyecciones, desafíos y perspectivas

por Juan Alegría Licuime
Artículo publicado el 14/05/2024

Resumen
El siguiente trabajo conmemora los 40 años del fallecimiento de Miche Foucault, ocurrido el 25 de junio 1984. Reconocido como uno de los filósofos más influyentes de las últimas décadas y que ha contribuido con su quehacer teórico al desarrollo de las humanidades, las ciencias sociales, los estudios interdisciplinarios, etc. La obra del filósofo ha sido decisiva para comprender nuestro presente y problematizar nuestro devenir. En forma particular, este trabajo se centra en su primera etapa arqueológica, proponiendo como hipótesis de trabajo, que la radicalidad del pensamiento foucaultiano se debe a lo disruptivo de las categorías que encontramos en dicha etapa, como la propia idea de discontinuidad que marca una ruptura con la concepción tradicional de la historia, el progreso y la propia consciencia.

Palabras claves: arqueología, discontinuidad, enunciado, saber

 

Introducción
La producción filosófica de Foucault ha contribuido en las últimas décadas a la valoración de esta disciplina, permitiendo acercamientos desde diferentes espacios y campos al ejercicio reflexivo. Sus publicaciones han influenciado el desarrollo de los estudios culturales; la reformulación del concepto de historia; la crítica a las filosofías del sujeto; el posicionamiento del cuerpo como sitio de lucha política; la deconstrucción de la concepción tradicional del poder; la valoración de la discontinuidad, etc.  Además, sus ideas han sido determinante en la articulación del concepto de “biopolítica”, modalidad de poder que surge a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, que tiene como objetivo no solamente gobernar a los individuos con procedimientos disciplinarios, sino que tal gobernanza se materializa a través del gobierno de las poblaciones, con la ayuda de complejos dispositivos de poder y seguridad. Biopolitíca que Esposito (2006) define como un desenganche de las categorías que conformaron la modernidad: derecho, soberanía, democracia, representación, etc. Fenómeno que a su vez nos habla de la obliteración de las posibilidades transformativas y emancipatorias para el ejercicio de una ciudadanía plena.

La valoración del pensamiento foucaultiano implica remontarse a lo que se ha denominado su etapa arqueológica, caracterizada por el predominio del discurso como soporte de su reflexión y los elementos lingüísticos.  Tal etapa se conforma con los siguientes textos: Historia de la locura en la época clásica (1961), El nacimiento de la clínica (1963), Las palabras y las cosas (1966), y, por cierto, la obra que sintetiza este periodo «La arqueología del saber (1969)».

Al respecto, el método arqueológico de Foucault no pretende restituir una historia de las ideas o buscar ciertas esencialidades en el discurso filosófico o la historia, por el contrario, se trata de encontrar en ciertos recortes históricos –sobre todo en la edad clásica y comienzos del siglo XIX– discontinuidades que permitan interpretar la episteme de cada época, develando los entramados de los  diferentes acontecimientos discursivos que forman tales saberes , como asimismo su regularidad, diferencia y yuxtaposición (Revel, 2008).

A partir de la importancia que tiene su etapa arqueológica, sostenemos como hipótesis, que el potencial crítico de la filosofía Foucaultiana se encuentra en las categorías que emergen en este periodo y principalmente en la “Arqueología del saber” (1969), texto más bien metodológico, donde se destacan las categorías de archivo, a priori histórico, enunciado, etc.; elementos que conforman la base del entramado de su filosofía crítica.

La primacía del lenguaje
Para Dreyfus y Rabinow (2001, pág. 71) el método arqueológico se basa en una teoría del discurso que se desmarca de la fenomenología y el estructuralismo, donde el enunciado es su elemento fundamental. Asimismo, Castro ( 2008) plantea que la primera tarea de la arqueología es negativa, porque su esfuerzo es desprenderse de aquellos soportes tradicionales que han operado como generadores de sentido en Occidente: la historia de las ideas, la literatura, el autor, etc. Aquí, más bien se trata de otorgarle al enunciado la primacía en lo que es la conformación de sentido de mundo, considerando también que los enunciados operan como registros inequívocos de lo dicho en un momento determinado. Por enunciado entenderemos la modalidad de existencia de un conjunto de trazos materiales para referirse a objetos y sujetos, y que deben entrar en relación con otras formulaciones y ser repetible en el tiempo. Por tanto, Foucault entiende el enunciado como un trazo de algo dicho, pero al mismo tiempo es más que una proposición lingüística, frase o un performance verbal. En definitiva, el enunciado se articula sobre la frase o sobre la preposición, pero no se deriva de ellos.

El enunciado no es una locución ni una proposición, tampoco una entidad psicológica o una forma ideal. Además , los enunciados no son solamente actos del habla, sino que para su comprensión se requiere situarlos en un contexto local, con otros actos del habla y en el contraste con otras prácticas que no sean meramente discursivas. Lo que le interesa a Foucault es el índice de positividad material que conllevan los enunciados, su capacidad para atravesar diversos dominios, el aparecer a partir de ciertas reglas de formación y el emerger agrupados bajo un conjunto de signos. Si bien, los enunciados tienen similitud con los actos del habla, Foucault no se interesará por los niveles de interpretación de éstos al modo de Austin ( desde la filosofía del lenguaje ) y los estudios de la pragmática del lenguaje y menos por la interpretación del habla cotidiana. Más bien,  su interés se centra en los discursos serios, es decir la “ciencia”. Ésta se caracteriza por tener reglas de formación, regularidad en el tiempo y sujetos autorizados para hablar.

Propio de la ciencia y su aparecer como discurso es el concepto de “ formación discursiva” que se determina con un conjunto de reglas , enunciados y objetos que responden a un régimen propio de formación , aparición y constitución ( Albano, 2006, pág. 64) En términos estrictos,  la formación discursiva no es una figura inmóvil , sino que tiene un carácter dinámico, pues constantemente se encuentra en relación con otros discursos. Este dinamismo se puede desprender en cuatro direcciones: formación de los objetos, formación de las posiciones subjetivas, formación de los conceptos y formación de las elecciones estratégicas.

Tal recorrido nos lleva al concepto de “prácticas discursivas”, que es un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y en el espacio, que permiten el ejercicio de la función enunciativa; es decir, las posibilidades materiales para que emerja el enunciado. Tal proceso se caracteriza por la inexistencia de un sujeto cognoscente o la actividad racional de un sujeto hablante. Esto último,  es determinante al considerar la producción del saber o el conocimiento, pues el método arqueológico intenta demostrar que ningún pensamiento y ninguna realidad son preeminentes sobre las formaciones discursivas, pues siempre nos encontraremos con la materialidad del lenguaje organizado en discursos (Pérez, 2012, pág. 472). En otras palabras, la arqueología se focaliza en el estudio de lo ya dicho, que metodológicamente emerge en la categoría del “archivo”. Este último, designa un sistema de enunciados posibles de agrupar , bajo un régimen de aparición y emergencia. El archivo se dispone como un conjunto de documentos, registros, datos, memorias, etc., pero es mucho más que la acumulación de documentos, pues más bien es el sistema que indica y rige la aparición de los enunciados (Albano, 2006).

Perspectivas del método arqueológico
Para Castro (1995, pág.15) Foucault es un pensador que oscila entre objetivismo y estructuralismo, con el complemento de periodos de silencio. No obstante, su producción teórica es posible asociarla a tres momentos: arqueología, genealogía y ética. Respecto a la arqueología, es un método de análisis que caracteriza la periodización de sus primeras obras. En lugar de estudiar la historia de las ideas y su evolución, éste concentra su atención en determinados recortes históricos, en especial la edad clásica y el siglo XIX( Revel, 2008, pág. 18). Aquí, se describen saberes locales y su relación con nuevos objetos, que a su vez especifican la configuración de una episteme coherente. Tal episteme tiene que ver con las ciencias humanas, ejemplificadas bajo los campos del lenguaje, vida y trabajo; caracterizaciones que por lo demás nos hablan de las dimensiones de la finitud del sujeto. Además, para Revel (pág. 19) en la arqueología se encuentra a la vez la idea de arché, es decir, el principio o emergencia de los objetos.

La arqueología se ubica al alero de la epistemología francesa y que a su vez se basa en el análisis y exploración de nuevas áreas del conocimiento. En el caso de Canguihem, maestro de Foucault, emprende una crítica radical contra la tradición de la historia de las ciencias, y que a su vez toman como base la idea de un tiempo lineal y homogéneo, donde se van acumulando coherentemente los saberes (Lecourt,1972, pág.71). Por el contrario, la principal categoría de la arqueología es la “discontinuidad”, pues el interés de esta metodología consiste en analizar la multiplicidad de rupturas que dan origen a los saberes (Castro, pág, 91). Su tesis principal es que el objeto al que refiere determinado saber nunca se ofrece como un dato empírico, sino que es resultado de consecuencias, entramados de categorías y discursos que visibilizan los propios enunciados (Pérez, pág. 467). Los objetos no tienen una vida independiente de los sujetos y tampoco están a la espera de una conciencia fundante que los vivifique. Por el contrario, la arqueología sostiene que el objeto de ese saber no tiene otra existencia que la trama discursiva que le antecede. En tal contexto, la idea de a priori histórico es fundamental para comprender el desarrollo de esta problemáticas. Por a priori entendemos lo visible y enunciable que se puede formular en una época (Deleuze, 2013).

La opción de la arqueología por la categoría de la “discontinuidad” implica un cuestionamiento a la epistemológica de la conciencia reflexiva, y con aquello a la historia tradicional de las ideas, con sus respectivas categorías de progreso y continuidad. Esta crítica por lo demás es una impugnación a la idea de una consciencia reflexiva fundada por un sujeto soberano. En resumen, la arqueología es una refutación a la idea tradicional de conocimiento, ejemplificado a través de la siguientes relaciones : consciencia-conocimiento-ciencia. Frente a tal esquema tradicional, la arqueología propone la siguiente articulación: práctica discursiva- saber- ciencia (Pérez, pág. 473).

Radicalidad del método y proyecciones
Según Sabot (2006) la tarea de la arqueología es poner de manifiesto la tabla u orden a partir de la cual el pensamiento se permite operar con clasificaciones y diferencias, siendo “Las palabras y las Cosas” la obra que se interroga por esta cuestión. La arqueología parece dialogar con el criticismo kantiano , preguntándose o haciendo ver las respectivas categorías (unidad, pluralidad, totalidad; realidad, negación, limitación; etc. ) que ordenan la experiencia del mundo. La problemática que subyace en tal cuestión   puede plantearse , según Sabot,  desde la siguiente interrogación ¿es efectivamente el orden un requerimiento para la articulación de todo saber? Una posible respuesta a esta interrogante nos lleva a la consideración de la radicalidad del método arqueológico, pues éste se interesa no por el conocimiento propiamente tal, sino que su tarea es describir la historia de los modos de ser del orden donde se deposita ese conocimiento. Esta tarea es una empresa de una enorme complejidad y gesto disruptivo, posible de asemejar al trabajo de Nietzsche, que con su filosofía plagada de aforismos pone en cuestión la moral y la racionalidad en las sociedades modernas.

Ahora bien, el método arqueológico no estuvo exento de críticas y cuestionamientos.  Es así como Lecourt (1972 ) encuentra desfaces evidentes entre el libro más polémico de Foucault de aquella etapa “Las palabras y las cosas” y “La arqueología del saber”. Cambios en el estilo, abandono de categorías , desaparición del concepto de episteme entre una y otra obra, etc., son parte de los desfaces y puntos que los críticos han manifestado al respecto. Sin embargo, a juicio de Lecourt , la arqueología tiene un alcance y problemática que postula una novedad real y radical ( Lecourt, pág. 98). Centrándose en la problemática del abandono del concepto de episteme, que articula todas las inferencias en Las palabras y las cosas, resulta por lo menos paradójico que la obra que sistematiza todo el periodo arqueológico dejé a un lado tal categoría. Para Lecourt el abandono del concepto de episteme se debe a su asociación con las categorías de tradición , influencia y progreso que el filósofo deseaba desprenderse. Asimismo, el abandono del concepto de historia progresivo que ocurre en la arqueología entronca con la concepción de historia del materialismo histórico, aunque con claras diferencias e interpretaciones. Estas dos concepciones de historia tienen en común la crítica antiantropologista, antihumanista y antiestructuralista. Tales gestos disruptivos de Foucault son fundamentales para pensar su posterior etapa genealógica, donde su crítica se aboca en mostrar como los discursos políticos, científicos, económicos, etc., que han configurado la modernidad están atravesados por relaciones de poder y saber.

Conclusiones
El interés de Foucault por las ciencias o lo que también hemos designado como discursos serios, se debe fundamentalmente al ámbito de verdad que conllevan estos saberes, que se articulan a través de formaciones discursivas que han alcanzado legitimidad a través de un campo de enunciación, una institucionalidad y sujetos con las atribuciones para hablar. La arqueología parte de la constatación de la racionalidad como productora de verdad ( Balbier, 1989). De ahí que la arqueología es una historia de las condiciones históricas de las posibilidades del saber en un orden predeterminado, que a su vez actúa como espacio para la articulaciones de distintos dominios de conocimiento como pueden ser la economía, la gramática o las ciencias naturales. Aquí, el interés de Foucault se concentra en los desfaces o discontinuidades que tienen tales dominios hasta alcanzar su regularidad discursiva. Finalmente, el método arqueológico pone en evidencia la concepción tradicional de la verdad que hace al sujeto sujetable, pues los discursos en su amplia dimensión están dentro de relaciones de poder. En tal perspectiva, la arqueología nos propone como ejercicio reflexivo problematizar nuestro presente, buscando los desfaces o desniveles de los poderes que hoy nos someten a su régimen de verdad.

Juan Alegría Licuime
Artículo publicado el 14/05/2024

Referencias
Albano, S. (2006). Michel Foucault. Ediciones Quadrata.
Balbier, E. Deleuze, G. Dreyfus, H. Frank, M. Glücksmann, A. Lebrun, G. Machado, R. Miller, J-A. Morey, M. Rajchmann, J. Rorty, R. Wahl, F, y otros. ( 1999). Michel Foucault, Filósofo. Editorial Gedisa.
Castro, E. (2004). El vocabulario de Michel Foucault. Edición Universidad Nacional de Quilmes.
Castro, E. ( 2008). Pensar a Foucault. Editorial Biblos.
Deleuze, G.( 2013 ).El saber curso sobre Foucault. Editorial Cactus.
Dreyfus, H y Rabinow, P. (2001). Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Ediciones Nueva Visión.
Esposito, R. ( 2006). Bíos. Amorrortu Editores.
Foucault, M.( 1969). Arqueología del Saber. Siglo Veintiuno Editores.
Lecourt ,D. (1972). Para una crítica de la epistemología. Colección Mínima
Pérez, S. (2012). La crítica metódica de Michel Foucault en De la Garza, T. y Leyva, G ( Eds). Tratado de metodología de las ciencias sociales : perspectivas actuales. Fondo de Cultura Económica.
Revel, J. (2008). El vocabulario de Foucault. Ediciones Atuel.
Sabot, P. (2006). Para leer las palabras y las cosas de Michel Foucault. Ediciones Nueva Visión.

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