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Necesidad del cuerpo vivido para una posible noción de espacio: una aproximación fenomenológica.

por Camilo Matías Quilapán
Artículo publicado el 27/01/2021

Resumen
En el siguiente trabajo se presenta una visión general de las nociones de espacio en Aristóteles y Newton, a fin de mostrar como ambas nociones, aunque finalmente divergentes, suponen en su raíz el cuerpo vivido, en tanto habita el espacio y es centro de orientación, como condición de posibilidad de alguna formulación de lo que sea el espacio, a partir de una aproximación fenomenológica según algunos aportes de Husserl y Merleau-Ponty.

Palabras clave: Aristóteles, Newton, espacio, cuerpo vivido, habitar el espacio, centro de orientación, Husserl, Merleau-Ponty.

 

1. Introducción
Si hay que resaltar autores que han influido en la historia y en el nacimiento de la ciencia exacta, claramente se cuentan entre ellos Aristóteles y Newton. Ambos, cada uno en sus respectivas épocas, fueron el paradigma científico gracias a sus sistemas y nociones bajo las cuales buscaban explicar los fenómenos de la naturaleza.
Respecto a una noción en particular, a saber, el espacio, tanto la postura aristotélica como la newtoniana tienen varios y claros puntos divergentes. De este modo, por ejemplo, podemos decir que, por un lado, Aristóteles concibe el espacio como “medio entre extremos”[1] que, como veremos más adelante, implican a la vez las nociones de lugar, cantidad, ser corpóreo, partes, etc., mientras que Newton, por otro, concibe el espacio como “absoluto”[2], relacionándolo a la vez con lo de “espacio relativo”, movimiento y punto de referencia.

Pues bien, en el presente escrito intentaremos exponer en general, a partir del análisis de las respectivas nociones de espacio, cómo estas suponen necesariamente la vivencia del cuerpo propio como tal, desde una aproximación fenomenológica. Obviamente esto implica un análisis fenoménico del ser corporal en el mundo, respecto del cual profundizaremos en la medida de lo posible mediante dos perspectivas complementarias, a saber, la de Edmund Husserl y Merleau-Ponty.

En Husserl se analizará el concepto del propio cuerpo como centro de orientación[3] y, en Merleau-Ponty, se analizará el concepto del propio cuerpo en tanto habita el espacio[4].

Este análisis nos llevará, en principio, a poder ver cómo tanto en Aristóteles como Newton, sin haber ellos desarrollado el tema del cuerpo vivido (que no era su plano investigativo), sí necesitan, tal vez implícitamente, de por lo menos esta experiencia para poder formular sus respectivas nociones de espacio.

2. Primer obstáculo aparente
Un primer problema parece erguirse frente a la presente investigación. ¿Acaso no se cae en el problema de traslapar enfoques investigativos al querer introducir nociones de fenomenología en sistemas que son, desde otra perspectiva, de filosofía natural?

Pues bien, lo primero es aclarar que aquí no tratamos de introducir nociones de enfoques investigativos de otra índole. Sin necesidad de entrar en juicios respecto a la validez o no de la noción de espacio de Aristóteles o Newton (lo cual es otro trabajo con distinta focalidad filosófica) lo que se busca establecer es que, independiente de los juicios de valor respecto a cada sistema, tanto Aristóteles como Newton necesitaron de la experiencia del cuerpo propio en tanto vivido como principio respecto del cual lograron producir nociones de espacio en sus sistemas.

Adelantando un poco la investigación, por ejemplo, el experimento newtoniano por el cual pudo entender el movimiento particular, por decirlo de algún modo, como relativo, implica un punto de referencia que, finalmente, se remonta a lo que denomina espacio absoluto. Aquí se conjugan dos factores esenciales para nuestra presente investigación, a saber, lo de la necesidad de un punto de referencia y de un observador que, finalmente, es el primerísimo punto de referencia gracias al cual le es posible establecer a otros cuerpos como puntos referenciales, pero, finalmente, siempre en referencia al propio cuerpo del observador.

De este modo, según lo dicho, no se busca tratar críticamente los respectivos contenidos de las nociones de espacio de Aristóteles o Newton a fin de determinar la validez de uno u otro, sino que, más bien, se busca ver que tanto lo de punto cero como lo de habitar el mundo son vivencias primarias del cuerpo propio que posibilitan una posterior formulación de una noción de espacio.

3. El espacio en Aristóteles
Aristóteles define el espacio como un “medio entre extremos”[5]. Ahora bien, para entender tal definición, es necesario comprender primeramente la noción de lugar y, con ella, la de cantidad.

La cantidad es aquella aptitud interna del ser corpóreo en razón de la cual posee cierta distensión de partes, lo que lo hace apto para localizarse en un lugar. Aristóteles distingue entre cantidad discreta y cantidad continua y que, dentro de estas mismas cantidades, hay unas que constan de partes relativas (al término de una parte, continúa la otra) y otras que no poseen esta relación[6]

La cantidad discreta se refiere a un conjunto de cantidades continuas, y así digo que una cantidad discreta son diez hombres, más siendo cada hombre una cantidad continua, mientras que la cantidad continua es, en la concepción aristotélica, un accidente surgido en el ente corpóreo en razón de la materia.  Esta cantidad es el supuesto entitativo de que un cuerpo posea extensión y pueda ocupar un lugar, mas tal extensión no podría ser posible sino en razón de que este cuerpo posea antes una distensión interna. Esto significa que el cuerpo ha de poseer partes ordenadas de tal modo que donde acabe una empiece la otra, dejando así de ser un mero orden posicional de partes (como las mesas en una sala) sino que es un orden en el cual tales partes, siendo diferentes entre sí y manteniéndose su diferencia, poseen relación de continuidad y no mera contigüidad. Esta relación de continuidad unifica la cantidad, en razón de lo cual el sujeto corpóreo es un todo, con partes distintas mas unas continuando a las otras.

La distención de partes de un cuerpo hace posible que este pueda encontrarse localizado. Esto es claro en razón de que, al decir que un cuerpo ocupa un lugar, hacemos referencia tanto a lo localizado como a lo localizante. Ambos han de ser cantidades continuas en contacto por contigüidad, pues ambos son cuerpos distintos con partes distintas en cada uno.

Lo localizante también ha de ser un cuerpo que circunscriba o aloje al cuerpo localizado. Luego, para que justamente algo se encuentre en un lugar, son necesarios dos cuerpos en cuanto que uno localice a otro y que nada de lo localizado esté fuera del lugar ni que en el lugar haya más que lo localizado en él. Así, el lugar se refiere, en cierto modo, a un cuerpo circunscriptivo por relación a un cuerpo circunscrito.

Aristóteles, al definir el espacio, lo hace cuando intenta llegar a la noción propia de lugar[7] En este pasaje deja distinguido el lugar del espacio, de modo que estos son diferentes. Según la definición, el espacio trata de un medio entre extremos. Desglosando en un primer momento esta definición, se ve que lo esencial de este espacio-medida son tres cosas, a saber, los dos extremos y el medio o intervalo entre ambos ¿Esto implica necesariamente que deban ser tales cosas tres cuerpos diferentes? Esto no es necesario. Si lo esencial para que haya espacio-medida son los extremos y el intervalo, estos se dan perfectamente en un solo cuerpo por cuanto que, como se dijo al tratar la cantidad y el lugar, un cuerpo posee una interna difluencia de partes (unas son distintas de las otras) y a la vez una interna fluencia de las mismas (una parte continua a la otra), de modo que estas partes diferentes dentro del mismo cuerpo pueden ser tomadas como extremos mediando, tal vez, otra parte para que se dé el intervalo o distancia para ser medida. Así, existiendo un solo cuerpo, puede hablarse de espacio- medida en cuanto pueden tomarse sus partes como extremos, por ejemplo, que sean extremos la mano y el codo, mediando entre ambos el antebrazo y en razón de los cuales puedo establecer la medida,[8] pero tampoco se debe excluir que debe haber otra cosa que sirva para hacer la medida (una regla por ejemplo) más tal no necesariamente ha de ser un cuerpo extraño al mismo, es decir, puede usarse de instrumento de medida una misma parte del cuerpo (así existen las pulgadas y los codos).  Pero, si antes dijimos que esta relación entre extremos se da en el intelecto, obviamente, si existiera un solo cuerpo, tal cuerpo habría de ser de un racional que estableciera tal espacio-medida respecto de las partes de su propio cuerpo. Entonces, según lo visto y dentro del marco de la presente investigación, hemos de resaltar los conceptos esenciales que implican está cierta “producción” de un concepto de espacio en Aristóteles.

Respecto al término espacio, en tanto medio entre extremos, tales extremos no pueden ser sino partes y el medio puede ser o una parte o un cierto “vacío” entre dos partes tomadas como extremos.  Por otro lado, tales extremos implican una localización, es decir, un encontrarse circunscritos de alguna manera a un cuerpo como localizante y localizado. Entonces, son factores esenciales las partes y la localización que posibilitan la noción de espacio aristotélico y, es de notar, que tanto las partes y la localización no son posibles sin una relación entre ellas.

4. El espacio en Newton

“En cuanto al tiempo, espacio, lugar y movimiento, son de sobra conocidos por todos. Hay que señalar, sin embargo, que el vulgo no concibe estas magnitudes si no es con respecto a lo sensible. De ello se originan ciertos prejuicios para cuya destrucción conviene que las distingamos en absolutas y relativas, verdaderas y aparentes, matemáticas y vulgares.

El espacio absoluto, por su naturaleza y sin relación a cualquier cosa externa, siempre permanece igual e inmóvil; el relativo es cualquier cantidad o dimensión variable de este espacio, que se define por nuestros sentidos según su situación respecto a los cuerpos, espacio que el vulgo toma por el espacio inmóvil: así, una extensión espacial subterránea, aérea o celeste definida por su situación relativa de la tierra. El espacio absoluto y el relativo son el mismo en especie y en magnitud, pero no permanecen siempre el mismo numéricamente. Pues si la Tierra, por ejemplo, se mueve, el espacio de nuestra atmosfera que relativamente y respecto a la Tierra siempre permanece el mismo, ahora será una parte del espacio absoluto por la que pasa el aire, después otra parte y así, desde un punto de vista absoluto, siempre cambiará”[9]

Newton distingue, al igual que Aristóteles, una doble noción respecto de espacio, una que posee el común de la gente, el espacio relativo, y otra que Newton denomina como espacio “absoluto”. Esta distinción viene de una conocida prueba experimental que realizó para señalar que, al referirse al espacio, es necesario un punto de referencia. Este experimento consistió en colgar, en una barra fija por medio de una cuerda, un balde con agua. Luego, retorció la cuerda al máximo y lo soltó. El balde empezó a girar, pero el momento del giro del mismo no coincidió con el del agua, pues esta empezó a girar después. Este giro del agua fue experimentable en cuanto que, pasado unos momentos después del giro del balde, la superficie acuosa tomo forma cóncava. Ahora el agua gira con el balde.  Luego, el balde se detiene, pero el agua continúa su giro. Finalmente, el agua vuelve a su estado de reposo.

Ahora bien, del experimento, según Newton, se sigue que, para distinguir que algo se mueve, es necesario que el punto de referencia respecto del cual se distinga el movimiento de algo ha de ser inmóvil, pues, en principio giró el balde con el agua, de lo cual, el referente, en cuanto inmóvil, pudo distinguir que justamente el cubo con agua se mueve. Pero luego también se detuvo el cubo, mientras que el agua, independiente del movimiento del balde que ya había quedado en reposo, continuó en movimiento, pasando ahora a ser referente el balde. En estas referencias se ubicaría, primeramente, la concepción vulgar de espacio. Luego, ya remontándonos al universo de todos los cuerpos, estos se mueven o tienen la capacidad de ser movidos, mas esto no podría distinguirse si no es en relación a algo que este inmóvil, y como este inmóvil ha de ser el punto de referencia universal, se le denomino “absoluto” e incluso, de su misma inmutabilidad, se le llegó a aplicar ciertos caracteres divinos, como incorruptibilidad, inmaterialidad e incluso llegó a llamarlo cierto “sensorio divino”.[10]

Este espacio absoluto, dice Newton, no es meramente donde se dan los cuerpos, sino donde están los mismos. De aquí que también afirme que lugar es la parte del espacio que un cuerpo ocupa, ya sea relativo o absoluto, mas este siendo fundamento del primero.[11]

Pues bien, nuevamente se repiten, tal vez solo nominalmente, los conceptos de lugar, con ello la localización, además de la relación. Ahora bien, la novedad que llega con Newton es la noción de punto de referencia que, por lo menos de modo explícito, Aristóteles no nombra.

5. Necesidad referencial en las nociones de espacio
En la noción Aristotélica de espacio, a diferencia de la newtoniana, parece en primera instancia no contemplarse el factor del sujeto en tanto observador y conceptualizador del medio entre extremos y del lugar. Pero no hay que confundir el no nombrar cierto factor con el hecho de no contemplarlo o considerarlo. Aristóteles deja bien en claro que siempre es necesario el sentido para cualquier conocimiento como su principio. Dándose el sentido y su actividad, según la noción aristotélica, en un sujeto que posea tales facultades, es claro que la noción de espacio y lugar, que se circunscriben a los entes corpóreos, implican al sujeto que pueda captarlos, en un primer estadio, con los sentidos externos, dado que este es el objeto y el modo de conocer propio y primario del hombre (de ahí que la metafísica, que como tal va más allá de lo físico, la describa como algo más propio de dioses que de hombres)[12].

En el caso de Newton, este es más claro al resaltar un punto de referencia que posibilita captar el movimiento relativo; relativo justamente en tanto que este solo se puede conocer como tal desde un punto de referencia inmóvil en tanto contrapuesto a aquello que se mueve. Esto le permite remontarse a la concepción absoluta del espacio pues, necesitando ahora respecto a la totalidad de los cuerpos un punto de referencia universal, tal punto no es sino lo denominado como espacio absoluto.

Ahora bien, independientemente de aquello en lo que aciertan respecto al espacio una u otra teoría, es evidente que ambos autores requieren en el primer estadio, que es fundamento de los siguientes, un sujeto que capte de uno u otro modo el movimiento de los cuerpos, ya sea como generaciones y corrupciones en Aristóteles, ya como movimientos locales en Newton, y tal captación no es sino de modo primario gracias al propio cuerpo y sus respectivas facultades. De este modo, podemos afirmar que las nociones de espacio aristotélicas o newtonianas, requieren de un sujeto referente que pueda captar, en cierto modo, aquello sobre lo cual teorizan, a saber, el espacio. Obviamente luego, con las implicancias metafísicas y matemáticas, estas nociones captadas en un primer momento se llenan con nuevo contenido que, a diferencia del primer estadio, las hacen diferir radicalmente entre sí. Pero, nuevamente recalcamos, hay una necesidad referencial en ambas nociones de espacio, a saber, la necesidad de un primer punto de referencia que no puede sino ser el propio sujeto. Así, por ejemplo, tanto en Aristóteles como en Newton, no podemos referirnos a un movimiento o una distancia observable sin una primera experimentación de un, por así decirlo, yo estoy acá. De hecho, al decir que algo se encuentra a tal distancia, siempre está, explícita o implícitamente, el hombre como un punto de referencia (la misma ley de medida en años luz tiene de modo implícito la noción de cuanto nos demoraríamos nosotros en llegar a una cierta distancia o lugar si viajáramos a la velocidad de la luz).

Pues bien, si hay un primer momento de captación de esta noción de espacio, tal vez, como ya dijimos, sin aún aquellas construcciones metafísicas o matemáticas, conviene estudiar estas según cómo nos aparecen a nosotros en nuestra subjetividad, entendiendo subjetividad no como un ámbito de mera relatividad y opinión, sino más bien como el plano en el cual se nos manifiestan de modo primigenio, bajo leyes universales, los objetos de conocimiento. Esto significa que corresponde un análisis de estos fenómenos en cuanto fenómenos y que, de hecho, es la fenomenología, según vimos en este punto en tanto necesidad referencial en las nociones de espacio, la que puede responder a esta interrogante mediante un análisis genético[13].

6. El cuerpo vivido
La vida se ha entendido como cierta particularidad y perfección que poseen determinados entes. Ahora bien, esta puede remitirse a un determinado modo de obrar, de constituirse, etc., pero ¿esto agota aquello que se significa con vida? Vida, en su razón fundamental, implica un ser viviente y no de modo meramente extrínseco, sino que, por el contrario, un ser que se experimenta viviendo. Dejando de lado este experimentarse, el concepto de vida queda incompleto, reflejando solo particularidades extrínsecas que solo limitan el alcance del mismo concepto que, en realidad, no es solo un concepto sino una realidad experimentada y percibida y que, en cuanto tal percepción primitiva, es posible luego de ser objetivada.

Ahora bien, este experimentarse es justamente lo que posibilita la descripción de los fenómenos tal cual los vivimos. Pero ¿cuál es la condición bajo la cual es posible tal experimentarse viviendo sino, en perspectiva genética, el propio cuerpo gracias al cual nos experimentamos?  Puede objetarse que hay operaciones solamente intelectuales que no implican al cuerpo. Sin embargo, al momento de admitir que hay operaciones solo intelectuales y que no implican al cuerpo, subyace a esto el hecho de que se admite una unidad entre aquello corporal e intelectual que identificamos en el hombre, independiente de si la respuesta a tal relación sea desde el extremo materialista o del frente intelectualista.

Pues bien, no es sino el cuerpo propio aquello gracias a lo cual podemos decir vivimos en tanto que, justamente, lo experimentamos. ¿Podemos describir un fenómeno de movimiento si antes, de algún modo, no fue captado por este cuerpo que experimenta y se experimenta? ¿Podemos describir algo que, de uno u otro modo, no haya sido vivido en el propio cuerpo, es decir, que al fin y al cabo no se haya dado en un cuerpo vivido? Además, dada la unidad que siempre se proclama en el hombre, ya sea conjugando lo “espiritual” con lo “corpóreo” o reduciendo uno de ellos al otro, y la experiencia cotidiana lo avala, las “vivencias” intelectuales, como entender un argumento, leer una obra, etc., involucran una disposición previa del cuerpo y, más aun, producen ciertos efectos en el cuerpo, ciertas sensaciones viscerales difusas, por ejemplo.

Ahora bien, tomando la noción de espacio, por ejemplo, la de Newton, supuesta la necesidad de un punto de referencia que permita identificar el movimiento, también se supone un sujeto como punto de referencia original que pudo captar el movimiento. Ahora bien, el movimiento, siendo un cierto cambio locativo y, por ende, corporal, no puede captarse sino con el cuerpo, y este captarse no es sino un experimentarse o sentir el cuerpo mismo en una determinada situación.

Ahora bien, el cuerpo no se constituye por el solo sentir “extenso”, por ejemplo, tocar una cierta textura que, dado un roce continuo con mis dedos, estando estos inmóviles (en Newton se necesita un punto de referencia inmóvil), se produzca la sensación sin más, es decir, ser afectados por tal textura sino que, además, se necesita, y de hecho sucede, el sentir la propia sensación, por ejemplo, si toco una capa de hielo, no solamente sentiré la capa de hielo fría sino que, además, he de sentir mis propios dedos fríos[14]. Si analizamos esto último con detención, notaremos que esta sensación interna es, más que mero efecto de aquella primera afección, es condición de la sensación misma. Si solo bastara para la sensación la mera afección, todo cuerpo, por el hecho de ser afectado, sentiría. Sin embargo, paradójicamente, solo sienten aquellos que sienten, es decir, sin aquel sentir interno no podría darse aquel sentir referencial a algo externo. Conforme a esto, puede entenderse lo de que toda objetivación de cosas espaciales se remonta en última instancia a la sensación[15]. Pues bien, este sentir el propio cuerpo y no solamente lo externo a él, siendo lo primero condición de posibilidad de esto último, es lo que denominamos cuerpo vivido.

Ahora bien, respecto al espacio en Newton, que habla explícitamente de punto de referencia, y en Aristóteles, que implica un sujeto experimentando la naturaleza, subyace de algún modo a sus respectivas tesis, el cuerpo vivido pues el experimentar la naturaleza es experimentarse en la naturaleza y el tener un punto de referencia inmóvil, implica un primer referente inmóvil que es un sujeto experimentándose en un determinado lugar; sujetos cuyo experimentarse no sería posible sino por la experimentación del propio cuerpo y en el propio cuerpo.

Pues bien, dándose tal experimentación primera y que claramente influye de modo experiencial, incluso performador, en una futura noción de espacio, se necesita proceder a ver cuáles son los modos de experimentación primarios que influyen directamente en tal posible elaboración. Nos centraremos en dos modos como las más centrales, a saber, la del cuerpo como punto cero y el cuerpo habitando el mundo.

7. El cuerpo como punto cero
En el análisis fenoménico del cuerpo, este se nos presenta de un modo muy particular al analizar un ejemplo muy concreto, a saber, el poder indicar algo. El indicar es un aspecto funcional particular del cuerpo gracias al cual es posible señalar tanto cuerpos externos como el propio. Ahora bien, esto último encierra algo extraño ¿Es posible señalar el propio cuerpo si tanto mi mano y mi dedo son mi cuerpo? El dedo con el cual “indico” no es sino mi cuerpo de modo que, en esta instancia, parece imposible indicarme a mí mismo.  Pero, sin embargo, puedo saber que, aunque el dedo sea mi cuerpo, estoy indicando una parte de mi cuerpo distinta a aquella que indica. Esto necesariamente implica algún medio o condición bajo la cual puedo distinguir tales partes de mi cuerpo, aun cuando sean continuamente una sola cosa, a saber, mi cuerpo[16].

Este reconocer partes del cuerpo y poder indicarlas es posible gracias a lo que Husserl denominó ubiestesias.

En toda experimentación de un cuerpo externo, el cuerpo propio concurre como órgano perceptivo del sujeto experimentante[17], afirma Husserl. Siendo el cuerpo propio un órgano perceptivo del sujeto ¿puede, por otra parte, ser el propio cuerpo un cierto órgano u ocasión por medio del cual se pueda experimentar el propio cuerpo? La respuesta ha de ser necesariamente afirmativa en tanto que es evidente que, frente a toda sensación respecto a algo externo, esto no podría ser posible sin la condición previa de que haya una cierta sensación del propio cuerpo. De este modo, por ejemplo, no podemos sentir una determinada temperatura de un objeto exterior si es que tal temperatura no se da en, por ejemplo, los dedos que están en contacto directo con el objeto externo. De este modo, en toda sensación de algo externo concurre una cierta sensación del propio cuerpo y, justamente, esta sensación del propio cuerpo cuando siente un objeto externo implica las ubiestesias o sensaciones localizadas, y tales sensaciones se pueden diferenciar por los sitios de corporalidad aparente[18], es decir, aquellos sitios del propio cuerpo que se nos presentan afectados por una sensación.

Ahora bien, son estas mismas sensaciones localizadas las que, aunque puedan sentirse sin necesidad de un objeto externo concreto, posibilitan, con ocasión del movimiento, que uno pueda, en cierto modo, indicar el propio cuerpo. Aun así, sigue el problema de que, en última instancia no pueda yo mismo indicar mi propio cuerpo.

Ahora bien, todo indicar requiere un punto de referencia donde tal punto no sea lo indicado, pero si la condición para indicar. El cuerpo propio es, de modo primario, el punto de referencia por excelencia y esto lo manifiesta el hecho de que, aun cuando en sentido estricto no puedo indicar mi propio cuerpo, si puedo indicar otros cuerpos. De hecho, todo acá, allá, a la derecha o izquierda y, aún más, el aquí y ahora, implica necesariamente al cuerpo propio como un punto cero de orientación[19], entendiendo cuerpo propio como vivir el cuerpo, el vivir de tal modo que puedo decir mi cuerpo.

8. El cuerpo habitando el mundo
Husserl aporta en gran medida, gracias a la noción de ubiestesia, que lleva finalmente a la noción del cuerpo vivido como punto cero, un concepto mucho más profundo pero que implica las nociones ya nombradas.

El cuerpo en tanto punto cero posibilita el poder referirme a los objetos externos; posibilita una cierta construcción de la espacialidad en tanto los otros objetos se me presentan ubicados en determinado lugar del horizonte en el cual aparecen, horizonte en el cual el propio cuerpo ocupa un lugar, estando así dentro del mundo pues, para ser un punto de referencia en el mundo, debe de estar en el mundo, pero, justamente, como punto cero.

Merleau-Ponty por su parte, respecto al cogito, ergo sum, da una interpretación particular de aquella máxima cartesiana. Para el autor, el cogito ya no es una mera distinción entre mundo-meditador, ni tampoco un ir a esferas trascendentes desde las cuales se fundamenta la existencia del mundo, sino más bien un ejercicio que tensa la relación sujeto-mundo a fin de manifestar que el Ego es en el mundo[20], y que el yo no puede ser en el mundo y manifestarse relacionado con los objetos extensos si el mismo no es extenso. Ahora bien, este ser extenso, pero a la vez ser un yo en el mundo, implica necesariamente el cuerpo no como cosa, en terminología de Husserl, sino como cuerpo vivido, es decir, como un yo viviendo su cuerpo lo cual implica un experimentarse aquí y ahora, en relación con determinados cuerpos circundantes y, justamente, estos en tanto circundantes y relacionados al cuerpo, no pueden aparecer sino considerando el cuerpo vivido como punto cero.

Ahora bien, siendo el cuerpo punto cero y siendo en el mundo, al aparecer o devenir algo como objeto, este no puede constituirse tal si no hay una fijación del ver pues, justamente, la fijación de un objeto implica ponerlo al margen del campo visual.

La fijación de un objeto implica una estructura o relación objeto-horizonte que no es sino lo denominado como perspectiva la cual puede entenderse como conditio sine qua non de la fijación y, por ende, de la relación del Ego y el mundo cósico[21].

“Ver es entrar en un universo de seres que se muestran, y no se mostrarían si no pudiesen ocultarse unos detrás de los demás o detrás de mí. En otros términos, mirar un objeto, es venir a habitarlo, y desde ahí captar todas las cosas según la cara que al mismo presenten.”[22]

Tanto el que se me muestre un objeto como el que estos se me oculten, implica necesariamente al Yo viviendo el cuerpo y siendo este último punto cero. La perspectiva, que fija un objeto en el horizonte de cosas, posibilita que tal objeto se me muestre, pero, a la vez, implica que otros objetos se me oculten en cierta medida y, aún más, que ciertas caras del objeto fijado no se me muestren. Pero también, por otra parte, aquella cara que no se me muestra actúa como cara para otros objetos y así con todos los demás objetos circundantes, de tal modo que, cuando se me muestra un objeto y se me ocultan otros, esto no implica que tales objetos “ocultos” se cierren al horizonte de perspectiva, sino que más bien siguen abiertos a la fijación y posibilitan que, justamente, el objeto no se presente aislado sino en relación unos con otros, que se presente en tal horizonte de cosas. Por esta razón, el cuerpo en tanto vivido, teniendo su característica fundamental de punto cero, no se agota en esto, sino que, siendo tal característica una condición necesaria, implica el establecerse en relación con el mundo, siendo así el cuerpo el medio y el poder[23] de habitar el mundo, contemplarlo, modificarlo, estudiarlo.

9. La necesidad referencial de las nociones de espacio en tanto suponen el cuerpo vivido
En el punto IV se estableció la necesidad referencial que hay en las nociones de espacio, tanto en Newton como en Aristóteles.

En Aristóteles, respecto a su noción de espacio como medio entre extremos, se implica al cuerpo tanto en sentido cósico como vivido. En sentido cósico, es necesario tener ya dos cuerpos en mutua relación de contigüidad (o un cuerpo cuyas partes, aun siendo continuas, puedan diferenciarse entre sí de tal modo que puedan actuar como extremos y, como tal, ocupen un lugar) a fin de que uno actúe de circunscriptor y el otro sea lo circunscrito, lo cual posibilita hablar de lugar y, justamente, los extremos han de ser en alguna medida “cuerpos” ubicados en determinado lugar y que, por tal localización, pueden establecerse como extremos. Pero, desde el foco del cuerpo vivido, dado que todo conocimiento en Aristóteles parte por la experiencia¸ a la vez que, a la luz del cuerpo como punto cero y como poder o medio por el cual se habita el mundo, la medida entre extremos no puede darse sin un Yo al cual se le presente el horizonte de objetos relacionados entre sí y que, gracias a que puede percibirlos, sentirlos con y en el cuerpo (ubiestesias), es también posible fijarlos y, fijados, poder establecerlos como extremos.

En Newton también se puede ver esta implicancia primigenia del cuerpo tanto en sentido cósico como vivido. Para poder captar el movimiento, se necesita un punto de referencia inmóvil gracias al cual, por contraposición a aquello que se mueve puede, consiguientemente, captarse el movimiento del objeto. Ahora bien, en esta ilustración del movimiento, es claro que los actores de este fenómeno son cuerpos cósicos, uno inmóvil y el otro móvil, por lo menos para el espacio relativo, mientras que, en el espacio absoluto, idea que tal cual la plantea Newton es cuestionable[24], también son necesarios cuerpos que tienen relaciones de distancias entre sí, de modo que la posibilidad de conocimiento del espacio absoluto estriba en que podemos captar, en primera instancia, el espacio relativo. Ahora bien, a pesar de las diferencias con Aristóteles, es evidente que, al hablar Newton de captar el movimiento y de punto de referencia, necesita de modo primigenio el cuerpo propio vivido en tanto primera instancia de inmovilidad y de referencia necesaria para captar un objeto en el horizonte y que se me presenta móvil. Sin el Yo inmóvil frente a aquello que se mueve ¿es posible proyectar una noción de espacio relativo y de espacio absoluto sin el cuerpo vivido? En primer lugar, no podría tener la noción de punto de referencia si yo, con y en mi cuerpo, no soy inicialmente el punto de referencia por el cual puedo relacionarme y referirme a los demás cuerpos cósicos. Podría objetarse que, al hablar de punto de referencia, Newton no se refiere al sujeto que ve el movimiento sino a otro cuerpo inmóvil, sin embargo, también es necesario el cuerpo vivido para poder captar ese cuerpo que servirá de punto de referencia, al igual que sucede con los extremos en Aristóteles.

10. Conclusión
Las primeras captaciones y experiencias del propio cuerpo, es decir, del cuerpo vivido, son necesarias en tanto son nuestro acceso primario al mundo. Ahora bien, dada la constitución del cuerpo vivido, donde no puede haber sensación de objetos externos sin una sensación del propio cuerpo, es decir, no puede haber percepción sin la condición básica y necesaria de la apercepción, podemos afirmar que, en última instancia, toda otra noción, incluyendo la de espacio, necesita de modo genético al cuerpo en tanto que toda elaboración y construcción conceptual implica una cierta valoración del mundo y, como se dijo anteriormente, la relación con el mundo no es sino estar en él, habitarlo, y esto es posible gracias al cuerpo vivido, sumado a esto que es evidente que todo conocimiento comienza con la experiencia y, bajo tal razón, podemos parafrasear cierto “adagio” diciendo que todo conocimiento comienza con el cuerpo vivido.

 

Bibliografía
Aristóteles. Categorías. Traducido por Jorge Mittelmann. Buenos Aires: Losada, 2009.

———. Física. Traducido por Alejandro Vigo. Vol. II. Buenos Aires: Biblos, 1995.

———. Metafísica. Traducido por Tomás Calvo Martínez. Madrid, España: Gredos, 2007.

Husserl, Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenoménica. Traducido por Antonio Zirión Q. Vol. II. III vols. Fondo de Cultura Económica, 2005.

Merleau- Ponty, Maurice. Fenomenología de la percepción. Traducido por Jem Cabanes. Fondo de Cultura Económica, 1975.

Millán- Puelles, Antonio. Fundamentos de Filosofía. Sexta. Madrid, España: Rialp, S. A., 1969.

Newton, Isaac. Óptica, o tratado de las reflexiones, refracciones, inflexiones y colores de la luz. Traducido por Carlos Solís. Madrid, España: Alfaguara, 1977.

———. Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. Traducido por Eloy Rada Garcia. Vol. I. Alianza, 1998.

NOTAS
[1] Aristóteles, Física, 1995, II:211 B7 IV, 4, .
[2] Newton, Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, I:127.
[3] Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenoménica, II:198.
[4] Merleau- Ponty, Fenomenología de la percepción, 156.
[5] Cf. Aristóteles, Física, 1995, II:IV, 4, 211 b7.
[6] Cf. Aristóteles, Categorías, 6, 4b20-5a14.
[7] Aristóteles, Física, 1995, II:IV, 4, 211 b 5–10.
[8] Cf. Millán- Puelles, Fundamentos de Filosofía, 247 voz “cantidad”.
[9] cfr. Newton, Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, I:127 Escolio.
[10] cfr. Newton, Óptica Cuestión 28, libro III.
[11] cfr. Newton, Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, I:128 Escolio.
[12] Aristóteles, Metafísica I, 982 b28- 963 a4.
[13] Aquí genético se entiende en su sentido más elemental y etimológico, no en el sentido de la biología
[14]Se debe tener en cuenta que, al experimentar y sentir el propio cuerpo, no solo se da la respectiva sensación, sino que es un proceso más complejo en tanto implica una especie de “sensación de la sensación”. Es decir, no solo “siento”, sino que “siento que siento”.
[15] Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenoménica, II:53.
[16] La continuidad del cuerpo es aquello en razón de lo cual se puede afirmar la imposibilidad de indicarse a uno mismo.
[17] Husserl, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenoménica, II:184.
[18] Husserl, II:185.
[19] cfr. Husserl, II:88.
[20] cfr. Merleau- Ponty, Fenomenología de la percepción, 13.
[21] cfr. Merleau- Ponty, 88.
[22] Merleau- Ponty, 88.
[23] cfr. Merleau- Ponty, 325.
[24] Espacio absoluto planteado como un gran contenedor de cuerpos.
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