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Ser, Revolución y Moral.

por Carlos Almira Picazo
Artículo publicado el 30/07/2008

Curiosa coincidencia, ¿coincidencia?: la Ciencia y la Política modernas aparecen juntas; Maquiavelo, Hobbes, y el Estado Moderno. Puede que no se haya reflexionado bastante sobre ello. En el momento en que el individuo “se desgaja” del grupo (a efectos de auto conciencia), el saber comienza a parcelar el Mundo, se introduce una Ciencia para cada ámbito de éste (especialización); y los poderosos parcelan sus dominios en Estados con fronteras claras, relativamente estables, y fijas. Curiosa coincidencia.

Sin embargo, el mundo está ante mí como yo mismo: donde la Ciencia ve objetos, yo veo algo que está antes; donde la Ciencia (y la Política, la Economía, ¿el Arte?), ven hechos, yo intuyo un gran misterio: estoy en mí como el mundo, ahí; al fondo de los hechos está la fuerza, (el átomo, la estadística); al fondo del Ser, el sentido. El misterio.

Supongamos por un momento, superada la Modernidad: la Historia no se detendría, sólo cambiaría de pasajeros. Los cambios y lo no cambios tendrían como protagonistas otros pasajeros.

¿Qué podemos hacer con los objetos del mundo (incluidos nosotros mismos)? Manejarlos, escudriñarlos. ¿Pero qué hacer con lo que está ahí, previo a mi saber y a mi actuación? Llamémoslo fenómeno, esencia, misterio, fluir, ¿qué hacer y qué saber admite eso? De los objetos sólo podemos obtener saber y dominio. De la descripción de un hecho no puede extraerse absolutamente ningún valor (Hume).

Una Revolución es un cambio violento. Implica brusquedad. Ahora bien, donde no hay hechos, ¿puede haber cambio? ¿Qué es el cambio? Yo estoy sentado leyendo en un parque; mi hijo de siete años merodea junto a un árbol, buscando por ejemplo la forma de subirse a él; ahora imaginemos que yo, él, el parque, el libro, y el árbol, son hechos, son objetos sólo en la medida en que yo los pongo ahí; lo que está dado como evidente e indiscutible, separado de mí pero inseparable de nosotros, es el fenómeno anterior a cualquier objeto (Husserl); podría llenarse con otro padre leyendo otro libro en otro parque con otro hijo dando vueltas en torno a otro árbol (y de hecho yo hacía otro tanto a los siete años, y mi padre leía en otro parque otro libro, etc); sea lo que fuere eso, el Río de Heráclito o la Esfera de Parménides, queda más acá de toda posibilidad de apropiación, semejante a una malla: de los objetos, el árbol, el niño, el padre, el libro, el parque, pueden ocuparse la Botánica, la Pedagogía, la Psicología, la Teoría Literaria, el Urbanismo, etc. Y pueden hacerlo para bien o para mal.

Revolución Científica: un paradigma de la Física sustituye a otro, y a partir de ahí se abre un mundo de posibilidades. Revolución Política: las relaciones sociales y las formas de vida se ven trastocadas drásticamente. En ambos casos, la penicilina o la bomba atómica; la mejora de los salarios o el Gulag. Pero bueno y malo no se derivan necesariamente de una u otra, no guardan ninguna relación causal, per se, con una u otra. Como cualquier objeto, admiten ambas posibilidades (yo puedo usar la Gioconda para The Original and Only Genuine Forum for people learning to drive and preparing for their driving test in IrelandIn total there are 4 users online :: 1 registered, 0 hidden and 3 guests (based on users active over the past 5 minutes)Most users ever online was 131 on Wed May 16, 2012 10:43 pm Registered users: Yahoo [Bot] Legend: Administrators, Global moderators, Instructors, Newly registered users, Registered usersTo remove above adverts – Join the Forum, – its Free, only takes few minutes and you must be a member before you can post. romperle la cabeza a mi vecino). Todo objeto puede ser usado en un sentido u otro, tal es su esencia. En este sentido puede hablarse, metafóricamente, de la Revolución como un objeto de objetos.

“El darse de las cosas” no es un objeto (ejemplo del parque). Por tanto, no puede ser apropiado, ni aprehendido en el sentido en que las Ciencias particulares aprehenden sus objetos; tampoco puede ser alterado como las relaciones sociales o económicas, o las formas del Estado; no es susceptible de Revolución; carece de cualquier ambivalencia, no sirve para hacer el bien ni el mal; en rigor, sólo sirve para ser vivido. Hay otra diferencia importante: el darse de las cosas, sea lo que sea eso que está ahí, no puede ser otra cosa que lo que es en cada momento: bueno, malo, o indiferente a nuestros asuntos, sólo puede desplegar lo que ya es, el conatus del Mundo (Spinoza). El darse no tiene más opción que su autenticidad.

No así los objetos, objetivaciones, sean éstas personas, cosas, ideas, o acciones concretas. Por ejemplo, en una Revolución: quien quiere cambiar drásticamente su mundo, o su saber del mundo, o su representación artística, procederá como el artesano con sus materiales: hará una cosa a partir de otras; con las obreros hará una huelga; con el telescopio, elaborará una teoría a partir de las observaciones; con los colores, un cuadro… los objetos, si verdaderamente lo son, deberán estar dispuestos en todo momento a ser utilizados en un sentido o en otro, en función de las metas, las circunstancias, y las posibilidades. Y nadie podrá juzgar el resultado “científicamente”, como bueno o malo, sino sólo en el plano práctico: podrá decir, la revolución bolchevique triunfó; la Física de Newton se impuso a los científicos de su tiempo; el Cubismo de Picasso logró muchos adeptos; pero no la revolución bolchevique, la Física de Newton, o el Cubismo de Picasso fueron buenos o malos o ni siquiera indiferentes, en el sentido de auténticos o inauténticos que le damos aquí al darse en su autenticidad.

¿En qué sentido podemos entonces condenar moralmente determinados aspectos de movimientos revolucionarios (entendiendo revolucionario en un sentido no necesariamente utópico)? Por ejemplo, los Procesos de Moscú Estalin, o el ascenso nazi en Alemania. Si negamos con Hume el principio de causalidad, la condena se vuelve problemática: sin embargo, es evidente; basta con ver las imágenes de archivo o con leer ciertos testimonios, para sentir repugnancia. El argumento de Hume sólo funciona si tomamos nuestros elementos de observación como meros objetos. Ni la Ciencia, pues, ni la reflexión histórica, política, etc, nos sirven para esto. ¿De qué sentimos nauseas? ¿Y por qué? Hay algo ahí que no se deja aprehender fácilmente: los cadáveres de los asesinados no son sólo cuerpos, objetos de la Biología, la Anatomía, el Derecho, etc, sino que forman parte de la experiencia de un todo anterior al análisis; se nos dan antes de que podamos hacer otra cosa que ser y vivirlos; y en su inmediatez no podemos ser meras cosas.

La Revolución, utópica o no, queda fuera de esas consideraciones, en el puro terreno de los hechos. Es en este sentido en el que la Historia, como Ciencia y como Acontecer, la aprehende y la sanciona, y la juzga.

Por último, la libertad humana puede contemplarse en el plano de las cosas (entes), y en el del darse (el parque): ser libre es actuar y saber, pero también ser uno mismo en ese darse el mundo. Para Kant, sólo la Razón Práctica accede a este nivel; mientras que la Razón Teórica no puede dar cuenta de lo que las cosas son en sí mismas (el noúmeno), sin caer en la Metafísica, el ser humano, en la medida en que puede actuar por deber, incluso contra sus propios intereses prácticos, tiene un acceso privilegiado y misterioso a lo inefable: por ejemplo, es el único animal que teniendo hambre y comida a su alcance, puede decidir no tocarla; en otros términos, decidir ser un fin en sí mismo, anterior a cualquier cosa.

Pequeña Bibliografía:
HUME, David: Investigación sobre los Principios de la Moral, Madrid, Alianza Editorial, 1993.
HUSSERL, Edmund: La Idea de la Fenomenología, Madrid, F.C.E. 1982.
KANT, Inmanuel: Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Madrid, Espasa Calpe, 1995.
SPINOZA, Baruch: Ética, Madrid, Alianza Editorial, 1999.
STERNHELL, Zeev: El nacimiento de la Ideología Fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994.
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