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Sobre la filosofía académica y la filosofía popular

por Felipe Mujica
Artículo publicado el 08/12/2020

Resumen
Este ensayo contiene una crítica a la filosofía de corte académico que se vive en diferentes instituciones con bastante hegemonía en el poder sociocultural. Por otra parte, realiza una relativa apología a la filosofía popular que tanto daño ha sufrido por su propia esencia más libre, auténtica y peligrosa para el orden establecido.

Palabras claves: filosofía, academia, pueblo, pensamiento crítico, Sócrates

 

Introducción
En esta oportunidad versaré sobre una temática muy transversal del pensamiento humano, teniendo en cuenta ser breve para aburrir lo menos posible al lector o la lectora que no quiere darse mil vueltas antes de llegar al punto central de la discusión. Dicha temática trata sobre las formas de hacer o practicar la filosofía, entendiendo que aquella es una actividad orientada a comprender el mundo en su totalidad (Scheler, 1966; Stein, 2005; von Hildebrand, 2000). Por “su totalidad” no significa que en todo acto filosófico se pretenda dar respuesta a todos los cuestionamientos de la existencia, sino que la respuesta ha de tener un carácter holístico que trascienda cualquier parcelación del saber, es decir, que logre integrar todos los posibles aspectos involucrados en el asunto que se pretende entender. Es cierto también que aquel anhelo de totalidad suele ser frustrado por las propias limitaciones del ser humano, pero, por lo menos, la persona que filosofa requiere tener un mínimo deseo de lograr aquel saber holístico. Es posible que haya personas asociadas a la filosofía que no compartan esta aclaración, lo cual es normal en este ámbito tan acostumbrado a alojar discusiones teóricas.

La filosofía suele tener mucho prestigio a nivel social y por lo mismo muchas personas se han encargado de apoderarse de ella, manteniéndola en grupos de aparente élite intelectual que se mantiene a golpe de reformas tecnocráticas. Esta situación que tiene un carácter global en el mundo occidental ha alejado el saber filosófico de la ciudadanía que se mueve en círculos intelectuales o, en otras palabras, del pueblo. En este contexto, en el siguiente apartado me referiré a dos vías de hacer filosofía, una de corte académico y otra de corte popular, con el fin de ilustrar la fracasada intención de «encarcelar» la filosofía.

Filosofía académica y popular
La filosofía académica es la que sucede en círculos intelectuales institucionalizados, como universidades, fundaciones y todo tipo de organizaciones dedicadas a dicha temática. No puedo negar que aquel camino de hacer filosofía ha sido útil para desarrollar múltiples ideas que han sido de utilidad en muchos aspectos sociales. Pero tampoco puedo negar que responde a una mirada excesivamente tecnocrática e idealista del mundo que ha hecho mucho daño a la concepción de la propia filosofía. Este camino de filosofar académico ha tratado de forjar grandes pensadores y, más actualmente, pensadoras de forma muy forzada y propagandística. Lo forzado se refleja en que mucha gente puede anhelar a estar dentro de un círculo académico de filosofía como algo más importante que el propio filosofar. Esto se traduce en que aquellas personas que entran forzadamente al mundo de la academia filosófica, ha de mantenerse también forzadamente haciendo filosofía y, comúnmente, dándole más importancia a las formas que al fondo de las cuestiones. Esto ha dado vida a una filosofía tecnocrática y tediosa en cuanto a su contenido. Lo anterior, sumado a la propaganda sistemática de aquellos círculos intelectuales y de sus otras instituciones editoriales asociadas, dan una imagen supuestamente representativa de lo que es la filosofía. Pero, evidentemente, la filosofía es mucho más que eso, aunque la gente ingenua en esta temática haya creído que solo se reduce a aquellas instituciones.

Otra vía de hacer filosofía que dista de la académica, sería la que se da en las calles o en la vida pública, que he preferido llamar filosofía popular, debido a que sería más idónea para recibir a la gente que no pretende lograr algún puesto en los círculos intelectuales institucionalizados. Por el contrario, desean participar de aquella actividad intelectual de forma más libre o flexible y auténtica. Cualquier mente entendida en la materia reconocerá que Sócrates, ilustre impulsor de la filosofía occidental, fue un filósofo popular que transmitía en las calles su saber filosófico a sus contemporáneos. La filosofía popular ha sido invisibilizada tras el manto hegemónico de la filosofía académica, de modo que es común que se asocie la filosofía a un perfil de persona que se desempeña necesariamente en un ambiente universitario o afín. De hecho, la mayoría de las personas que suelen ser consideradas filósofas han de tener algún nexo con la universidad. Entonces cabe preguntarnos, ¿es necesario ir a la universidad para hacer filosofía? No, por supuesto. Aceptar aquella premisa absurda nos llevaría a profundizar la crisis de la filosofía y de su desconexión con la sociedad. Muchas personas han continuado la labor de filosofar en la vida cotidiana sin ser reconocidos como filósofas y ese es otro síntoma de la deformación que ha generado la mentalidad academicista o el ambicioso fanatismo académico. Lamentablemente, el saber se ha convertido en un negocio dentro de la estructura social contemporánea, de modo que a muchas personas acomodadas en sus círculos intelectuales de poder no les conviene perder su hegemonía cultural. No obstante, ya han comenzado a perder su poder y el terreno filosófico se está equilibrando, de modo que cada vez habrá más conciencia del valor que tiene la filosofía de un carácter más libre y popular.

Hemos de destacar que la filosofía popular tiene la ventaja de ser menos censurada por la hegemonía cultural, de modo que, indudablemente, tiene bastante potencial para hacer emerger pensamientos originales que respondan a los cuestionamientos en torno al vivir. Es interesante que, por bastante tiempo, antes de las universidades, la humanidad tuvo que progresar bastante con la filosofía popular. Aunque siempre mediada por los poderes culturales, por ejemplo, en la edad media por el de las religiones hegemónicas y las monarquías. En este sentido, el progreso de la democracia y de las repúblicas, han favorecido relativamente la continuidad de la proliferación del saber popular. Aunque, como hemos señalado anteriormente, por bastante tiempo ha sido asfixiado por la academia y sus anhelos de control absoluto del saber. Podemos darnos cuenta que la filosofía popular en las diferentes épocas de la humanidad ha tenido que luchar contra diferentes poderes que la ven como una amenaza ante sus anhelos de manipulación social. Afortunadamente, y como ha de ser por la propia naturaleza de la existencia, siempre ha logrado resistir y mantenerse presente en los vigilados espacios públicos y privados que habita la ciudadanía en los diferentes pueblos. Incluso, no me cabe duda que muchas personas han muerto sin saber que cumplieron el rol social de filósofas. En el orden establecido no existía esa categoría para ellas. Eso ha de cambiar, ya que es necesario rescatar la filosofía de los círculos académicos de poder y derramarla nuevamente en la sociedad, tal y como se hacía en las ágoras de la Antigua Grecia. Precisamente, sin tanta institucionalidad, en aquella época proliferaban los filósofos que vivían su vocación a diario en sus entornos comunitarios.

Consideraciones finales
Si la filosofía académica existe es porque ha de ser necesaria, de modo que en ningún caso creo que debe ser suprimida o evitada por las personas amantes del saber universal. Lo que sí creo, es que debe ser aterrizada e interpretada con todas sus limitaciones y defectos, tal y como se puede hacer con la filosofía popular. Ambos caminos de filosofar tienen debilidades y fortalezas, de modo que una mente crítica ha de evitar idolatrar una y despreciar otra. En este sentido, es necesario que la filosofía académica y popular tengan su espacio reconocido socialmente para pormenorizar sus diferentes saberes. Habrá quienes prefieran la academia y habrá quienes prefieran la calle o los entornos públicos, así como quienes prefieran ambas. Lo importante es trascender la sobrevaloración de la primera y el desprecio de la última. Y quienes debemos contribuir a aquel equilibrio, somos nosotros, los que disfrutamos el pensamiento crítico en diversos entornos académicos y no académicos, y, a su vez, somos también parte de la ciudadanía. No hay mejor forma de promover un equilibrio que vivir dicho equilibrio.

Referencias bibliográficas
Scheler, M. (1966). La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico (3ª ed.). Buenos Aires: Nova.
Stein, E. (2005). Obras completas II. Escritos filosóficos (Etapa fenomenológica: 1915-1920). Burgos: Monte Carmelo.
Von Hildebrand, D. (2000). ¿Qué es filosofía? Madrid: Encuentro.

 

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Un comentario

Buen día. No sé si este sea el medio indicado para hacer la invitación que hago: Luego de muchos años como docente de filosofía y buscando salirme de la burbuja académica, pensé y escribí mi perspectiva racional más amplia, sin citas ni bibliografía, con el interés de darla a conocer e invitar a otros, además de Felipe Mujica, para que la critiquen y me muestren lo que no alcanzo a ver. Es decir, quiero invitar a otros a pensar y a conversar conmigo. El texto tiene cerca de cien páginas. ¿Hay alguien que acepte mi invitación? Gracias

Por Rodrigo Velasco Ortiz el día 16/05/2022 a las 19:19. Responder #

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Requerido.

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