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Postnatal desigual: consagración de la discriminación contra la mujer

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 15/11/2011

Publicado también en elquintopoder.cl
y elmostrador.cl

 

“Nuestro Gobierno va a garantizar los derechos de las madres”, aseveró el Presidente Piñera al referirse al proyecto de ley que otorga un pre y postnatal “más justo” del ya existente, que, en definitiva, está resultando lleno de baches y de enormes agujeros negros, y todos en detrimento de las “madres”.

Y yo pregunto: ¿Por qué sólo a la madre?

El lenguaje es el alma de nuestro pensamiento y, más aún, refleja la estructura cultural en la que vivimos. El proyecto de ley del postnatal ha dejado en evidencia meridiana que el sistema patriarcal es consustancial a nuestra forma de pensar y de plasmar nuestro pensamiento, en este caso en una ley.

El postnatal, qué duda cabe, es uno de los derechos emblemáticos que toda sociedad medianamente desarrollada debiera tener. También es una ordenanza estratégica por cuanto asegura la calidad de vida desde los primeros meses a los ciudadanos del futuro; los que reproducirán y, en el mejor de los casos, mejorarán las condiciones socioeconómicas del país.

Pero este derecho puede convertirse en un impedimento y en un desequilibrio si es desigual, ya que perpetúa la discriminación de la mujer al maximizar los estereotipos sociales y valóricos del rol de madre que la sociedad patriarcal, en grandísima medida, le otorga a la mujer, encerrándola en él.

En efecto, al conceder el postnatal sólo a la mujer-madre, su rol tradicional de madre-esposa-y-dueña-de-casa queda legalizado; y el estereotipo cultural de que es la mujer la responsable total de la crianza, queda así consagrado y sellado para siempre.

Por si alguien no lo sabe aún -y su Excelencia el Presidente de la República, Sebastián Piñera, parece que no, como tampoco los Honorables senadores y diputados, incluyendo a las (pocas, sólo el 12%; otra vergüenza nacional) mujeres senadoras y diputadas- se hace necesario recordarles, como un ejercicio exagerado (pero no tanto), y tragicómico, que la crianza de los/las hijos/as es responsabilidad tanto de la madre como del padre en porciones exacta e indivisiblemente igualitarias; la mujer no queda preñada por “obra y gracia del espíritu santo”, como tuvo el inquietante privilegio la Virgen María, según el dogma religioso. La Edad Media se superó ya hace algún tiempo.

Así pues, si el postnatal en Chile termina siendo de seis meses, debe tener la posibilidad legal de repartirse en:

Seis meses tanto para el padre como para la madre, o sea, en total un año; Tres meses para la madre y tres meses para el padre, si los/las honorables y la Administración Piñera deciden un total de seis meses, y, Seis meses sólo para el padre o sólo para la madre.
Estas tres posibilidades, con igualdad de género, deberían ser decididas por la pareja, dependiendo de su coyuntura privada.

Por cierto, un postnatal igualitario y no sexista como, desgraciadamente, será aprobado, extinguiría la discriminación laboral contra la mujer: el empleador no le podría hacer la deplorable pregunta “¿piensa tener hijos?” sólo a ella; esa pregunta se la tendría que hacer también al hombre, y, por lo demás, se la debería hacer también siempre, independientemente si se pudiera o no acoger al postnatal.

Porque, de una vez por todas, el hombre debe hacerse también responsable de la crianza en la misma medida que ya lo es la madre. El rol tradicional del hombre de sólo proveedor económico de la familia ya está obsoleto, porque, entre otros motivos, cada día son más las mujeres que entran al mercado laboral.

El postnatal es ya igualitario en varios países, entre ellos los escandinavos. Después de un duro y largo debate, su implementación fue lenta y difícil. Que la mujer haya entrado a la esfera pública ya no es motivo de debate. Y lo ha hecho porque es la esfera que tiene todo el prestigio social al estar los hombres sobre representados en ella (no olvidar que vivimos en una sociedad patriarcal, a pesar de los grandes logros en igualdad de género en estos países). Pero el viaje de la esfera pública de los hombres a la doméstica de las mujeres, sin prestigio social, aún no se produce, o se produce a medias.

Los primeros hombres que se acogieron al postnatal en Suecia, por ejemplo, fueron censurados y ridiculizados, en un verdadero mobbing laboral y social. Se tardó 10 años en cambiar el status quo de la esfera doméstica y de la crianza de las/los hijas/os por los hombres-padres, otorgándole a la esfera doméstica un prestigio (casi) igualitario con la esfera pública (¿Se necesita que los hombres entren a la esfera doméstica para que alcance prestigio social? Una interrogante que se debería explorar.)

Lo paradójico de un postnatal desigual, es que -si nos regimos estrictamente por el modelo de sociedad con igualdad de oportunidades tanto para hombres como para mujeres- es una discriminación absoluta contra el hombre: el postnatal desigual le impide, por ley, hacerse cargo y tener la responsabilidad de la crianza de sus propios/as hijos/as en sus primeros meses de vida.

Conclusión: el postnatal desigual que está por aprobar el Parlamento chileno, discrimina a la mujer por cuanto la reduce al rol tradicional de madre que le otorga la sociedad patriarcal, enclaustrándola en la esfera doméstica. Pero también condena al hombre-padre a no tener derecho postnatal expulsándolo de la responsabilidad compartida de la crianza de sus hijos/as, reproduciendo así la represiva y discriminatoria sociedad patriarcal. En este caso contra ellos mismos, los propios sostenedores del patriarcado.

El postnatal en Chile ha conseguido ilustrar a la perfección el inconsciente colectivo inundado con los estereotipos y convenciones culturales del sistema patriarcal. Todo el discurso político en torno a la ley del postnatal ha estado impregnado de sexismo: sólo se habla de la mujer-madre como si este rol fuese innato a la naturaleza humana de la mujer; el hombre-padre no existe en esta ley para la clase política y, me temo, para la mayoría de la sociedad chilena.

Y no podía ser de otra forma. Nuestra cultura es en definitiva la cultura del patriarcado; está en todas nuestras mentes porque es nuestra cultura.

Pero ya va siendo hora de reflexionar más allá de nuestras murallas chinas culturales, y por eso mentales, para poder cambiar e ir eliminando la cultura represiva, repulsiva y antidemocrática del patriarcado.

El postnatal desigual chileno no ayuda a este tan necesario como justo cambio.

Jaime Vieyra-Poseck

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Un comentario

Me parece que al discriminar y ausentar al hombre con el rol de padre conduce a dos errores. Uno, destinar nuevamente a la mujer al rol de madre y mujer doméstica sin reconocer al padre en el mismo rol, y tambien al error repetitivo de que las empresas no vinculen en igualdad de genero a las mujeres por temor a sus ausencia en un eventual embarazo. Al ser posnatal igualitario se balancearia la situacion laboral del hombre y la mujer

Por Luis Muñoz el día 23/08/2011 a las 18:05. Responder #

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