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El cuerpo a través de la cámara: ¿un obstáculo para la comprensión y apreciación de la figura humana?

por Laura Sofia Maldonado
Artículo publicado el 10/12/2018

Bettina-RheimsResumen
Este texto trata el cuerpo desnudo y el cuerpo a través de la imagen. El texto se vale de reconocidos fotógrafos de desnudos como Bettina Rheims y Greg Friedler, además de filósofos como Susan Buck-Morss, sociólogos como Kracauer, artistas como Courbet y autores como Lynda Nead para entender la relación pantalla-sujeto que tanta importancia tiene a la hora de tratar el cuerpo humano en la modernidad.

Palabras clave: corporalidad, sexualidad, fotografía

 

¿Cómo percibimos nuestra propia corporalidad? ¿Cuál es el papel que cumple el objeto técnico, como la cámara, al enfrentarnos al cuerpo humano? ¿Es la puesta en escena del cuerpo un acto de liberación? ¿O es en cambio la representación tecnificada del cuerpo un motivo más para la degradación de las complexiones humanas? ¿Hay emancipación o represión al tomar una cámara y apuntar a un cuerpo desnudo? Enfrentarnos a nuestro cuerpo, a un cuerpo carnal hecho de piel, huesos, nervios, venas y sudor en contraste a una fotografía o a un video es una de las empresas más interesantes en las que puede enfrascarse un individuo del siglo XXI.

El historiador Kenneth Clark en su libro El desnudo establece una división eficaz entre los conceptos de desnudez y los contextos en los que estos deben ser utilizados: “La lengua inglesa, con amplia generosidad, distingue entre el desnudo corporal (the naked) y el desnudo artístico (the nude). La desnudez corporal es aquella en la que nos encontramos desvestidos, despojados de nuestras ropas; por lo que dicha expresión entraña en cierta medida el embarazo que experimentamos la mayoría de nosotros en dicha situación. La palabra nude, el desnudo, no comporta, en su uso culto, ningún matiz incómodo. La imagen vaga que proyecta en nuestro espíritu no es la de un cuerpo encogido e indefenso, sino la de un cuerpo equilibrado, feliz o lleno de confianza: el cuerpo re-formado” (p. 17). ¿Cuál es entonces la aproximación que se suele tener al cuerpo humano, una de vergüenza o una natural en la que se puede entender el cuerpo no solo como un objeto sexualizado sino como un objeto biológico? A partir de una curiosa escena entre dos mujeres que Milán Kundera, el escritor checo escribe en La insoportable levedad del ser revisaremos las diferentes aproximaciones que hay al cuerpo a través de lo técnico:

“Teresa dejó a un lado el sombrero, cogió la cámara y empezó a hacer fotos.
Cuando ya llevaban casi una hora, dijo de repente:
¿No quieres que te fotografíe desnuda?
¿Desnuda? –se rió Sabina.
Sí –repitió Teresa valientemente su proposición.
(…)
Volvió vestida con un albornoz. Teresa cogió la cámara y la apoyó contra la mejilla. Sabina abrió el albornoz ante ella.
La cámara le servía a Teresa simultáneamente como ojo mecánico con el cual observaba a la amante de Tomás y como velo con el cual se cubría la cara ante ella.
(…)
Sabina cogió su cámara y Teresa se desnudó. Estaba ante Sabina desnuda y desarmada. Literalmente desarmada, es decir, sin la cámara con la que hasta hacía un momento se cubría la cara y apuntaba a Sabina como un arma.” (72-74)

En la escena vemos a Teresa fotografiando a Sabina desnuda y luego en un cambio de escenas vemos a Sabina tomándole fotos a Teresa. No obstante, la intimidad que implica la desnudez de las dos mujeres se ve interrumpida a causa de la cámara fotográfica que sirve de “ojo mecánico” y de “velo con el cual se cubría la cara”. Esta incapacidad de enfrentarse al cuerpo mostrada por Teresa que solo puede superarse gracias a un objeto técnico, que cumple el propósito de desnaturalizar el cuerpo tangible y erotizarlo, es sintomático de la modernidad y además revela un conflicto frente a como nos posicionamos frente a algo tan sencillo y natural como el cuerpo humano.

Acercándonos a la curiosa escena escrita por Kundera debemos entender que aunque es parte de una obra literaria no es una escena muy lejana a la realidad, Bettina Rheims, fotógrafa y ex modelo, nos muestra la conflictiva relación que ella tiene con el cuerpo: “Nunca me gustó estar delante de la cámara. Nunca me gustó que la gente me mirara. Si me coloco al otro lado, y utilizo una cámara lo bastante grande, puedo esconderme.” Esta evidente alienación del cuerpo en la que se necesita un refugio para poder contemplar a este o exponerlo con libertad explica la importancia del objeto técnico: la cámara o la pantalla son lugares seguros para la contemplación franca del cuerpo, pero, ¿qué tan real es esta franqueza si se necesita un velo para la apreciación del cuerpo?

Esta desnaturalización del cuerpo, que implica el posicionamiento de una cámara, hace que el desnudo, aunque altamente difundido por medio de fotos, videos, cuadros y demás representaciones artísticas o de entretenimiento, sea aún un tabú o bien una idea abstracta conocida solo a través del encuentro con la pantalla y no con el cuerpo carnal. Respecto a esta falta de contacto directo que hay con el objeto mismo podemos ver por ejemplo en el 2014 en el museo de Orsay a la polémica artista Deborah de Robertis sentada frente al cuadro El origen del mundo de Gustave Courbet mostrando su vagina. Más allá de si su acto fue correcto o inmoral o inservible o quizás incluso ridículo, lo que le importaba a la artista era enfrentar la imagen del sexo femenino ilustrado al sexo femenino carnal, el periodista Juan David Torres comprendió este hecho y pregunta en el artículo “¿Por qué perturba la desnudez? Breve recorrido por la historia del desnudo en el arte” lo que verdaderamente debe llamarnos la atención acerca de la polémica acción de de Robertis: “Si estaba bien mostrar el cuadro de Courbet, ¿por qué no extrapolarlo a la realidad tangible?”

Cabe preguntarnos, llegados a este punto, si es acaso censurable el cuerpo si no se presenta como imagen. Teresa, en el pasaje del libro, sabía que era preferible enfrentarse a la desnudez ajena a través de la cámara y no a través de sus propios ojos. Entran en este punto distintos ejemplos de cómo se expone el cuerpo a través de lo técnico: siendo el más popular y evidente entre ellos la pornografía y en un segundo plano la fotografía de desnudos. ¿Cuál es el papel del cuerpo en estos casos? ¿Se entiende el cuerpo solo como un objeto de arte o un objeto de placer? ¿Es el cuerpo invisibilizado a través de la pantalla, precisamente por ser algo solo aceptado si es expuesto como representación visual y no como objeto real, tridimensional? Si consideramos el papel de la pornografía, resulta curioso ver como el cuerpo se limita a una exposición impúdica y a una experiencia ajena, puramente retinal. El cuerpo es expuesto con todo el detalle posible a través del acercamiento de la cámara y aun así este cuerpo se ve privado de todas las características adicionales que lo componen y lo integran: el único contacto con el cuerpo es visual y por ende todos los demás sentidos son despreciados en este acercamiento a la corporalidad. Por otro lado, debemos tener en cuenta el propósito del porno, que no se limita a la exposición del cuerpo, sino que busca causar placer a través del movimiento. Susan Buck-Morss en su libro Dialéctica de la mirada hace una exploración acerca del espectáculo, y al referirse a las ferias internacionales explica que “las multitudes fueron condicionadas en el principio de la publicidad: «mire, pero no toque»; aprendieron a obtener placer solo del espectáculo” y no es esta una relación muy distinta a la que se presenta frente a un concepto como el porno en el que se genera placer frente al espectáculo externo en el que no hay participación alguna por parte del espectador. No resulta muy distinto entonces el obrero o el niño que se queda frente a las vitrinas contemplando algo que no puede poseer y el sujeto frente a la pantalla participando pasivamente de un espectáculo inalcanzable.

El cuerpo, que como hemos visto, se ha vuelto motivo de placer y de contemplación gracias al objeto técnico, nos presenta un aspecto curioso sobre los sentimientos y las experiencias humanas y es que Hollywood se ha encargado de recordarnos nuestra sensibilidad en un mundo que ha normalizado todo. Las noticias no nos afectan, los sucesos reales que toman lugar a diario se han automatizado en nuestro subconsciente y Hollywood se asegura de que aun somos seres capaces de llorar, reír, amar, sentir miedo y rabia, todo esto a través de un video, una película. Lo mismo logra el porno, causa placer; pero es un placer desasociado a las experiencias sensoriales que deberían ser parte del acto sexual. Se reduce entonces esta experiencia a un espectáculo, en el que “aquel que disfruta de la experiencia” ni siquiera hacer parte de ella y solo contempla “¡mire, pero no toque!”. Debemos entonces revisar lo que Buck-Morss dice acerca de la experiencia sensitiva limitada a una experiencia neurológica en relación a Charles Bell: “[hay] una mímesis sensorial, una respuesta del sistema nervioso a estímulos externos que eran “excesivos” porque lo que absorbía era inintencionalidad, en el sentido de que se resistía a la comprensión intelectual” es decir hay una “convergencia entre la impresión del mundo exterior y la expresión del sentimiento subjetivo”. Todo esto lo expresa Buck-Morss en su libro Estética y anestésica revelando así que “la comprensión benjaminiana de la experiencia moderna es neurológica”, o en otras palabras la experiencia moderna se da a través del objeto técnico como es la cámara o la pantalla y nuestra reacción a este: la experiencia sensorial, emotiva e incluso sexual.

¿Qué implica entonces que la primera aproximación que hay a la sexualidad sea a través de un video? ¿Qué implica que la forma como se muestra el cuerpo humano sea en la forma más alienada, alterada, e irreal posible? Las consecuencias van desde las falsas expectativas que se forman lo jóvenes a las pocas herramientas con las que cuentan a la hora de enfrentarse al cuerpo real y a la experiencia carnal verdadera.

Debemos aquí resaltar el papel del cine pues la pantalla grande no siempre buscó causar las emociones que causa ahora a través de una línea narrativa, recordemos que al principio el cine era un entretenimiento de las clases bajas y apelaba a los placeres: ridiculizaba a la autoridad y presentaba escenas cínicas y eróticas. No obstante se “moralizo” el cine y se condenaron las practicas bajas en los salones de cine para volverlo un entretenimiento familiar. Claro esta, sin embargo, que “al representar el pecado, el cine no puede evitar cierta excitación del deseo, cierto compromiso del mirar con la escena que se quiere condenar” explica Machado, y esto hace que la industria fílmica busque ocultar estas escenas degradantes a plena vista “el cine había sido inocente, feliz y sucio. Va a volverse fetichista y frio. La suciedad no desaparece, se interioriza, se da en el mirar, esto es, en el régimen del deseo” (Bonitzer, 1982, p. 49). Este deseo que empieza a definir como se presenta el espectáculo, demuestra también una pérdida de identidad, pues el cuerpo es lo único que tiene relevancia en el performance; no hay sino que ver a las tiller-girls, como lo explica Kracauer, para ver que estas bailarinas son precisamente una fórmula de placer en la cual los espectadores se sienten maravillados por los movimientos precisos de sus cuerpos: importa el conjunto de ellas y no el concepto la mujer en su individualidad. Por su lado, el cuerpo visto a través del objeto técnico se enfoca en el cuerpo sin la mujer detrás de este por lo cual también se presenta una pérdida de identidad. Lynda Nead, en su ensayo Theorizing the female nude explica que: “the transformation of the female body into the female nude is thus an act of regulation; of the female body and the potentially wayward viewer whose wandering eye is disciplined by the conventions and protocols of art[1]” vemos así la poca importancia que se le da a la personalidad de la mujer en comparación a su cuerpo, que es el peligro al que videos y fotografías de desnudos se enfrenta: despojar al cuerpo de su esencia para convertirlo en un objeto cuyo único valor recae en sí mismo.

¿Cómo se relaciona la pantalla y el individuo? ¿Cómo se relaciona el cuerpo y el objeto técnico? Veamos ahora las fotografías de desnudo. Para Greg Friedler, creador de Pilar, n.° 11, 1999, las fotografías pueden caer en el error ya previamente mencionado de que “el “desnudo” no representa a la persona, sino un ideal o nuestros propios patrones de belleza”. ¿Es entonces el cuerpo solo una representación de un ideal estético sin personalidad o identidad alguna? La fotografía generalmente busca, a través del ojo mecánico, mostrar el cuerpo en toda su crudeza – o en su veracidad si se quiere –, es decir en lo que el cuerpo es; sin embargo, a veces la fotografía puede caer en peligro de minimizar toda la corporalidad y sus implicaciones y convertirla tan solo en una imagen vacía. Frente a esto Philippe Pache, otro fotógrafo de desnudos, dice que para él “un buen desnudo es aquel donde la desnudez no es en lo primero que piensas. No me gusta contemplar desnudos donde solo ves que la modelo es bella”, explicando así que el cuerpo debe trascender sus propósitos eróticos, simplistas y superficiales. John Rankin, autor de Nudes y Sofasosexy entre otros libros, lo dice de forma muy clara cuando afirma que “me encanta ver mujeres en posiciones de poder. Yo no veo el desnudo fotográfico como una forma de voyeurismo. Es una cuestión de privilegio, no de control”. El voyeurismo, recordemos, es la excitación sexual que sucede a través de la contemplación. Contemplación que como mencionamos anteriormente no esta muy lejos de asemejarse a la contemplación de la mercancía que nos muestra Buck-Morss.

¿Qué implica que el cuerpo sea apreciado de manera virtual? ¿Por qué no acercarnos al cuerpo por medio del cuerpo mismo? ¿Del cuerpo propio y del cuerpo ajeno sin la intervención de la cámara? La exploración del cuerpo, como lo dice Freud en Tres ensayos sobre sexualidad empieza con la escopofilia (scopophilia) o contemplación del cuerpo, sin embargo no debe estancarse en este punto. La aproximación al cuerpo que se produce por medio de la fotografía, el video o cualquier trabajo audiovisual puede caer en el peligro que Laura Mulvey trata en su ensayo Visual pleasure and narrative cinema al decir que el enfrentamiento indirecto del cuerpo crea y expresa: “…among other things, the position of the spectators in the cinema is blatantly one of repression of their exhibitionism and projection of the repressed desire onto the performer[2]”.

El desnudo ha sido tema de muchas obras artísticas a través de la historia, algunas sutiles como La Venus del espejo la obra de Velázquez y otras más explícitas como la ya mencionada obra de Courbet El origen del mundo asímismo el cuerpo también ha sido motivo de esculturas clásicas como el David de Miguel Ángel entre muchos otros. ¿Cuándo debemos entonces cuestionar la representación del cuerpo? ¿Acaso el objeto técnico previene al cuerpo de ser admirado como una obra de arte? Guido Argentini otro fotógrafo de desnudos explica que “el desnudo fotográfico es probablemente el tema más difícil de todos, pero por esa misma razón también es el más estimulante. Es un desafío constante. Es un paseo por la cuerda floja que exige un andar seguro, pues se corre el riesgo de caer en la pornografía o de pecar de banalidad”. Quizás es la erotización del cuerpo el que causa que éste a través de la cámara se convierta en un insumo ambiguo, pues la hipocresía social en la que el sexo es algo ampliamente conocido pero también ampliamente ocultado convierte la intimidad en espectáculo, el cuerpo en objeto y la experiencia íntima en experiencia compartida.

Debemos no obstante aclarar que la erotización no ha de ser comprendido como algo negativo o como un aspecto represivo frente a la corporalidad. Barbara Bordnick, fotógrafa de desnudos comenta que: “fotografiar flores es exactamente lo mismo que fotografiar desnudos. Son paisajes increíblemente sensuales. Cuando los fotografío es como si los estuviera sintiendo, tocando.” Esta fascinación por sentir el cuerpo a través de la imagen o del video, se contrapone a la imagen o al video que impiden que se presente el cuerpo como algo orgánico y algo natural. El ojo mecánico es a veces una aproximación a la corporalidad, pero es también un escudo frente a la desnudez plena como vimos que ocurría con Teresa en el pasaje del libro y con Rheims. ¿Qué implica esta incapacidad de aceptar el cuerpo, con toda su naturalidad, sin objeto protector de por medio? ¿No podemos enfrentarnos al cuerpo en toda su expresividad?

Para algunas personas la exposición del cuerpo es sinónimo de libertad, es liberación sexual, es autonomía y es apropiación del cuerpo. Para otras personas la exposición del cuerpo es degradante y por ello mismo implica que es un fenómeno por medio del cual la vulnerabilidad se visibiliza. A las mujeres musulmanas las tildan de mujeres reprimidas tan solo por el uso del hijab o de la burka ¿en qué momento se dijo que libertad era mostrar piel? ¿en qué momento se estableció que entregar el cuerpo al ojo de la cámara era un paso hacia la aceptación de las relaciones sexuales? O por el contrario ¿cómo ha contribuido el objeto técnico al encuentro íntimo de una persona con su propia corporalidad? Y por otro lado ¿por qué se ha de unir el concepto de “cuerpo” al de libertad o represión o sexualidad o aceptación? ¿por qué no puede existir el cuerpo tan solo como cuerpo sin acepciones culturales? ¿Ha sido nuestro ojo educado para percibir el cuerpo humano ya no como un cuerpo sino como un objeto sexual?

Quizás lo verdaderamente polémico de esta discusión sea que gracias al objeto técnico ya no hay una aproximación hacia la corporalidad y la sexualidad que no haya ido tomada de la mano de una experiencia neurológica-sensorial limitada en una primera instancia; que la comprensión natural que se da hacia el cuerpo no fuera, primeramente, con el cuerpo mismo sino con insumos externos bidimensionales. Todo la fetichización del cuerpo que se desarrolla entonces por medio de la cámara hace que en realidad se niegue la apreciación directa con el cuerpo, que se niegue la posibilidad de una exploración personal propia no condicionada por la industria del entretenimiento.

Enfrentarnos a nuestra propia corporalidad y sentir esa autoidentificación tan esencial para el ego cuando somos pequeños y luego para nuestras relaciones personales cuando grandes, es un proceso en el que se inmiscuye el arte, las industrias de entretenimiento, las posturas ideológicas culturales, las consideraciones éticas, el tabú ampliamente difundido y la misma autoconciencia del individuo en cuestión, Clark lo establece en El desnudo de la siguiente manera: “Los griegos perfeccionaron el desnudo a fin de que el hombre pudiese sentirse como un dios; y en cierto modo, ésta es aún su función, pues aunque ya no suponemos que Dios es como un hombre hermoso, todavía sentimos cerca la divinidad en esos destellos de autoidentificación que experimentamos cuando, a través de nuestro cuerpo, nos parece tener conciencia de un orden universal” (p. 355). Si, teniendo en cuenta lo que dice Clark, el cuerpo nos permite, efectivamente, “tener conciencia de un orden universal” no es un asunto del que deba tratarse superficialmente.

Por lo tanto debemos establecer que la foto es una herramienta útil para acercarnos al cuerpo humano siempre y cuando se pueda entender que esta foto es solo un recorte de la realidad y no la abarca ni la reemplaza. El video es, asimismo, un camino posible para comprender la corporalidad y sus movimientos. El objeto técnico permite tanto una liberación como una represión del cuerpo y lo importante es no entender a la cámara como “un arma” o como “un velo” como es utilizado por Teresa, sino como uno de los muchas caminos disponibles para la apreciación del cuerpo; cuerpo que debe ser discutido, entendido y desarrollado sin los tapujos comúnmente unidos a los temas de la corporalidad; abiertamente, decididamente, con el lenguaje preciso y los elementos necesarios; debemos evitar el rubor del pudor hipócrita y acercarnos, así sea en un cuadro, en un libro, en una escultura, en una fotografía, en un video o en la realidad palpable a la naturalidad del cuerpo en todo su esplendor.

 

Bibliografía:

  • Kundera M., (1985), La insoportable levedad del ser. Barcelona: Tusquets
  • Machado, A., (2015), Pre-cine y post-cine en diálogo con los nuevos medios digitales. Buenos Aires: la marca editora
  • Márquez I., (2015), Una genealogía de la pantalla, del cine al teléfono móvil. Barcelona: Editorial Anagrama
  • Buck-Morss S., (2015), Walter Benjamin, escritor revolucionario. Buenos Aires: la marca editora
  • Buck-Morss S., (1989), Dialéctica de la mirada, Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes. Madrid: la bolsa de la medusa
  • Clark K., (1981), El desnudo, un estudio de la forma ideal. Madrid: Alianza editorial
  • Savatier T., (2006), El origen del mundo, historia de un cuadro de Gustave Courbet Asturias: Éditions Bartillat
  • Editado por Amelia Jones., (2003), The feminism and visual culture reader. New York: Routledge
  • Lasala A., (2007), Desnudo, grandes fotógrafos del mundo. Madrid: Electa
  • Muthesius A., Néret G., (1998), El erotismo en el arte. Múnich: Taschen
  • Kracauer S., (2009), La fotografía y otros ensayos: el ornamento de la masa 1. Madrid: Gedisa
  • Torres Duarte J. D., (2014), ¿Por qué perturba la desnudez? Breve recorrido por la historia del desnudo en el arte. Bogotá: el espectador

 

NOTAS
[1] “La transformación del cuerpo de la mujer en la mujer desnuda es, por lo tanto, un acto de regulación; del cuerpo de la mujer y del espectador potencialmente rebelde, cuyo ojo errante se encuentra disciplinado por las convenciones y protocolos propios del arte” (traducción, LM).
[2] “…entre otras cosas, la posición de los espectadores en el cine es lapidariamente de represión en su propio exhibicionismo y proyección del deseo reprimido hacia el actor o actriz” (traducción, LM).

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Un comentario

Best Sister Ever

eres la mejor escritora que esta revista tendrá

sigue así

cachorrito

Por Santiago Maldonado el día 10/12/2018 a las 18:12. Responder #

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Requerido.

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