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El general Pedro Saavedra: de personaje histórico a la leyenda en la memoria de Zumpahuacán

por Azucena Vásquez
Artículo publicado el 11/06/2025

Introducción
La Revolución Mexicana y la guerra cristera[i] en México configuraron personajes que después se volvieron leyendas, mismos que hasta el día de hoy protagonizan relatos tradicionales en comunidades del sur del Estado de México.
Agradecemos al Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología por el apoyo para la realización y publicación de este artículo que deriva de una investigación aún en curso.

La configuración y permanencia actual en la tradición oral de Zumpahuacán del general Pedro Saavedra, asesinado en 1933, en gran medida se debe al carácter legendario con el que ha sido investido. Se le han atribuido algunas características que rebasan la verisimilitud con la que la historiografía describe a un personaje.

En el presente artículo la propuesta es observar como la tradición oral lo moldea y guarda enmarcado en una serie de valores morales atrayendo su figura hacia el ámbito de lo legendario. El general desde muy joven participó en la revolución mexicana (1910-1920) y en la Guerra Cristera (1926-1929) ambos periodos de lucha armada dejaron una estela de violencia y horror que marcaron generaciones. Los protagonistas de estas gestas, congraciados en la historia patria, ya sea como héroes o antihéroes aparecieron con frecuencia investidos con la figura del caudillo rebelde como la del saqueador abusivo.

El general Saavedra, habitante originario de la comunidad de San Gaspar en el municipio de Zumpahuacán, ha permanecido en la memoria comunitaria local como un personaje poderoso, malévolo y abusivo, a raíz de esto se le han atribuido características que dejan entrever que pactó con el diablo.

Zumpahuacán, ubicado en el Estado de México cuenta con una población aproximada de 16 000 habitantes, 98.53% católica y sólo el .03% habla un alengua indígena y con una fuerte tendencia a migrar hacia EE. UU. De su superficie de 201.54 km. El 33.85% está dedicada a la agricultura y el 5.85% se usa como pastizal. Además, el 32.97% es selva baja y el 26.6% de bosque. La mayor parte de la población se dedica a la agricultura y a la ganadería y cuenta con múltiples asentamientos de población.

La vida campesina predomina, y hubo un cierto aislamiento con respecto a las urbes desarrolladas, situación que propició la permanencia de una herencia tradicional, visible en la forma y ritmo de la vida, además de las ideas colectivas referentes al catolicismo popular, valores y preceptos morales, creencias en torno a lo sobrenatural.

La tradición en el municipio mantiene viva una nutrida narrativa oral y por ende una memoria colectiva. La preservación de esta forma de reproducción de la memoria colectiva que acoge diferentes personajes situaciones y lugares comunes, conforman un corpus particular cuyo estudio es reelevante para analizar aspectos de la comunidad como herencia histórica, social, religiosa y de imaginarios colectivos. Una de las manifestaciones de la memoria de Zumpahuacán es la narrativa oral en torno al general Pedro Saavedra.

Con respecto al valor de los relatos, el punto de partida es el hecho de que constituyen una forma de conocimiento articulado como mito, leyenda, además por ser tradicionales los elementos o personajes que contienen se entregan de una generación a la siguiente. Además, contienen valiosos elementos culturales que expresan una idiosincrasia colectiva particular que permanece en el tiempo:

alude fundamentalmente a un conjunto de saberes vernáculos, a la memoria cultural propia de la comunidad o, dicho con otras palabras, los relatos pueden ser vistos como un testimonio de su paso por el tiempo. Y, en tanto a acción cultural o “práctica comunitaria”, son una respuesta a un entorno cultural de vertiginosos procesos globalizadores inducidos de manera muy importante por las tecnologías de la comunicación. (Urdapilleta: 2023, 43)

Así, la narrativa oral en Zumpahuacán se mantiene viva porque se transmite y se adapta por cada generación al nuevo entorno cultural: “lo que persiste de un pasado en el presente donde la tradición es transmitida y permanece operante y aceptada por quienes la reciben y a su vez la transmiten al correr de las generaciones” (Bonte:1961,432). Justamente porque se ha ido modificando, transformando, cuando el emisor suma o resta elementos sin que esto afecte al acto de transmisión.

La relevancia de la preservación de la narrativa oral en torno al general Saavedra radica en que muestra una base de los valores culturales, morales, o dicho de otra manera, de un sistema de creencias que soporta la memoria colectiva y le da forma. Como se adelantó, el general Saavedra vivió en el convulso periodo histórico local y mexicano que inició en 1910 y terminó en 1929. En estos años la comunidad de Zumpahuacán, debido a su ubicación geográfica y límites territoriales, participó de una forma u otra en la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera, en particular con el zapatismo. Este movimiento revolucionario dejó en la tradición narrativa el recuerdo indeleble de violencia y saqueo, aunque también  hay corridos, personajes legendarios y hechos de guerra.

En varios poblados del Estado de Morelos, colindante con Zumpahuacán, se fraguó una insurrección armada en 1910 encabezada por Emiliano Zapata quien construyó un importante ejército cuya causa fue la justicia agraria, esgrimiendo el lema “la tierra es de quien la trabaja”. John Womack indica en su conferencia “¡Zapata vive!” (2016) que ningún movimiento agrarista tuvo tanta presencia, continuidad y resonancia en el país como este:

el movimiento más radical por la justicia no sólo agraria, sino nacional porque no sólo se trata del Plan de Ayala con su énfasis en la injusticia y en la necesidad de hacer justicia agraria sino toda la lucha zapatista hasta 1914 donde hacían nuevos programas nacionales y en la convención de Aguascalientes ya tenían programa de justicia para los obreros (El Colegio de México, 2016, 7 min35s).

Castro Domingo apunta que el zapatismo influenció a los Zumpahuaqueños en un escenario distinto ya que las haciendas no representaron lo mismo que en Morelos, ni había habido un despojo masivo de tierra a los campesinos:

En Zumpahuacán, donde las haciendas eran inexistentes, la población se identificó con las causas zapatistas y de hecho algunos se les unieron. Lo más interesante fue que los zumpahuaqueños se incorporaron a los grupos zapatistas, aunque no les importaba la lucha por la tierra. En efecto, no anhelaban la tierra porque nunca había sido un bien limitado en el municipio. (Castro:2003,286)

Sin embargo, el paso de los zapatistas por el municipio no era bien visto en distintos poblados que podrían ser saqueados y secuestradas sus mujeres:

Después de tantos temores por parte de las autoridades de Zumpahuacán, el 23 de agosto un grupo de zapatistas atacó y asaltó la cabecera municipal, pero un día después las fuerzas del subteniente Sánchez salieron de El Zapote para resguardar el centro de Zumpahuacán. Días más tarde un grupo de zapatistas se reconcentró en el Platanar y en el Ahuacate, en los límites con Malinalco. El 18 de diciembre, el presidente municipal de Zumpahuacán recibió un oficio donde se le informaba que en San Andrés un grupo de más de cien zapatistas había asaltado a los lugareños, no sin antes cometer toda clase de abusos (Castro:2003,278).

El robo y el saqueo se convirtieron en una forma de vida para grupos revolucionarios. Castro hace referencia al general Pedro Saavedra cuyo nombre consta en un documento en el que se informaba que “el presidente municipal de Zumpahuacán dando a conocer la parte rendida por el auxiliar de San Gaspar, comunica sobre un asalto a comerciantes del estado de Morelos en un punto denominado la Trinchera por bandoleros encabezados por Pedro Saavedra” (Castro:2003,283). Castro afirma que Saavedra llegó a tener grandes riquezas robando y saqueando, característica que comparte e identifica al personaje en los relatos orales (Castro:2003,284).

Pero la violencia no cesó en Zumpahuacán: seis años después de finalizada la Revolución, comenzó, otra etapa muy violenta, la Guerra Cristera. Fue un conflicto entre la Iglesia Católica y el Estado, suscitado por la Ley Calles de 1926, que pretendía terminar con lo que le parecía el fanatismo religioso. Los seguidores de la Iglesia Católica consideraron esta reforma como una declaración de guerra: “los católicos militantes laicos, fundaron en ese momento una organización […] la Liga Nacional de Defensa de las Libertades Religiosas, pero rápidamente se transforma en una organización de combate”. (Meyer, 2021) A este segmento armado se le llamó “cristero” y fue combatido principalmente por el ejército federal. En Zumpahuacán:

Al iniciarse la década de los veinte, el municipio alcanzó una relativa estabilidad, aunque en las inmediaciones había grupos armados que mantenían una actividad marginal y tenían poco apoyo del pueblo. No obstante, al iniciarse el conflicto entre la iglesia católica y el Estado mexicano se reactivó la participación de los zumpahuaqueños “para hacer valer la ley de dios en la tierra”. En este evento, además, se presentó una ruptura entre los habitantes del municipio: unos apoyaron las causas del gobierno y otros la defensa de las libertades religiosas. (Castro:2003,186)

La guerra hizo estragos en las comunidades de Zumpahuacán que se desplazaron forzadamente para resguardarse del peligro que significaban las fuerzas armadas beligerantes. En este turbio momento social participó el general Saavedra, que combatió posiblemente del lado del ejército federal. Mas no hay certeza en la memoria de quienes guardaron la memoria de los hechos, pero la demonización de su conducta puede ser un indicativo de esa perspectiva.

Luego de esta breve contextualización del momento que vivió Saavedra como figura histórica, pues no hay casi datos sobre su participación efectiva en los hechos documentados, retomaré al personaje a partir de los relatos recogidos en trabajo de campo desde enero a abril de 2025. Inicio el planteamiento del estudio agrupando los relatos en torno al personaje estableciendo tres núcleos temáticos: a) Saavedra y el diablo, b) Saavedra y sus riquezas y c) el final del general Saavedra. Por supuesto estos núcleos no están desconectados entre sí: los une la maldad del general.

Los narradores, pese a los muchos años transcurridos de los hechos narrados, recibieron de los mayores relatos acerca de la maldad y la crueldad de los participantes de las insurrecciones armadas y de las habilidades en la batalla de algunos como el general Saavedra. Con frecuencia la explicación de su conducta fue atribuida a una relación con el diablo, dando pie a una peculiar legendarización del personaje. La población de Zumpahuacán, mayormente católica, no dejó atrás la influencia de las fuerzas que se contraponen al bien, esto es la figura del diablo. La figura del diablo y sus carácterísticas, situaciones y efectos que puede tener, alimentaron el imaginario colectivo que modeló la configuración de la memoria del general Saavedra.

Como es bien sabido, el diablo es protagonista de una gran parte de la narrativa oral tradicional. Es una entidad que alberga todo el mal y es la fuerza responsable de los sucesos desafortunados del diario vivir además de ser el autor de la corrupción del alma al seducir o tentar a los humanos con poder, riquezas y habilidades extraordinarias.

En Zumpahuacán se le asume como un ser o presencia completamente real. Los encuentros con él, las descripciones en cuanto a apariencia física son comunes y han mantenido caracteres constantes como garras, pezuñas, pelos y cuernos, en cuanto a elementos zoomorfos y en otras, el diablo también se presenta en forma de hombres o mujeres, incluso en forma de niños. En resumen, estas características están apegadas al catolicismo popular.

Es adecuado resaltar algunas características constantes en los relatos en cuanto a situaciones, tópicos de ubicación y personajes en los que el diablo se hace presente. Aurelio González asevera que en los relatos orales en los que tiene presencia esta figura hay una “condición diabólica” en la que personas o las almas de las personas pueden quedar sujetas al control de dicho ente:

Punto nuclear de lo que consideramos como “la condición diabólica” puede ser la relación que guardan los seres del transmundo, o configuraciones fantasmagóricas que tienen esta condición, con los seres humanos, relación que implica que las almas de estos hombres y mujeres quedan de una u otra forma al control del personaje en cuestión (González:2021,2).

Al general Saavedra, en los relatos tradicionales, se le recuerda por sus malas acciones, así como por sus “poderes” inexplicables. Por estas razones se considera que estuvo al servicio del “Malo” o del “Amigo”, que es la manera en la que nombran al diablo.

Uno de los relatos que se analizarán en este trabajo se encuentra en Como que me agrada hablar pa macizar la palabra (Urdapilleta:2023) y losentre losaavedra y el diablo guardián”, “Se lo llevaba el diablo”, “Los dominios de Saavedra”, “Las cuevas de Saavedra”, “Almas encadenadas”, “Las trincheras” y “El honor de haber matado a Saavedra”, fueron compilados en el trabajo de campo realizado en varias comunidades de Zumpahuacán entre enero y abril de 2025 con narradores cuya edad oscila entre los 40 y los 86 años. Algunos de ellos señalan con gran orgullo que sus antepasados participaron en la Revolución o que conocieron al general Saavedra.

a) Saavedra y el diablo
El pacto con el diablo en los relatos de tradición oral inicia con la necesidad del pactante, que debido a que se encuentra desesperado, ya sea por falta de salud o por carencias o ambiciones crematísticas, lo invoca para obtener beneficios, pero a cambio, lo retribuye con su alma. En los relatos sobre el general Saavedra la explicación de sus habilidades, su maldad, el poder que alcanzó y lo difícil que resultó terminar con su vida es a partir de un pacto con el diablo: “Cuentan algunas personas de mayor edad que en los tiempos de la Revolución, el general Saavedra era un personaje de mucha historia, de mucha procedencia. Él contaba con cierta cantidad de gente; no daban números exactos porque nunca los contaban”[1] (Urdapilleta:2021,221)

Entre las habilidades sobrenaturales, característica de los personajes legendarios relacionados con aspectos diabólicos Francisco Pichardo, campesino y ganadero habitante de El Tamarindo, en “Saavedra y el diablo guardián” señala que en una región cercana a donde el general vivió y construyó uno de sus tantos potreros:

Si él estaba por ejemplo como orita, aquí lo miraban, pero decían ¿Cómo dice que estaba aquí si ya robó en tal parte? O sea que él… Un ejemplo, si estamos platicando aquí lo estaba viendo, vían que está platicando dice:

–Oye, Saavedra, te andan buscando
–¿Quién me busca?
–¡El gobierno!
–Realmente nunca me van a encontrar, ya saben que el Vale, Él, si hay algo fuerte, ya me saca – dice. Por eso estoy aquí con ustedes.
–¿Tons nunca te van a agarrar?
–Nunca me van a agarrar.

En este relato se puede observar que el general menciona quien lo cuidaba y que era capaz de desaparecer cuando sabía que el rumbo de la batalla no estaba a su favor. El pacto diabólico es referido una vez más como la causa de su poder e imposibilidad de ser apresado o asesinado como se aprecia en “Se lo llevaba el diablo”[2]:

No es porque lo vi, yo ollí pláticas de los viejitos anteriores que el general Saavedra en aquel tiempo cuando estuvo actuando él, pues… sí era, era canijo pues, era canijo. Estaba según empautado con el diablo, ¡seguro! porque nunca le podían hacer algo, cuando había algún enfrentamiento no le podían hacer nada, caiban los falleros, pero cuando vía que ya los compañeros que ya iban perdiendo los convertía. Por ahí, por ahí nomás rodeaban una piedra, se los tragaba la tierra, se los comía. Cuando quieren ver ya van lejos, pero los convertía en algo, a sus achichintles.

El liderazgo del general y las habilidades incluso de desaparecer o estar en dos lugares al mismo tiempo, se explican a partir del poder otorgado por el “Amigo”.

B) Saavedra y sus riquezas
El dominio territorial de Saavedra en el municipio de Zumpahuacán y lugares aledaños está en los relatos que refieren a su poder, a la posesión de tierras y potreros que se extendía desde Morelos y hasta Guerrero. No hay documentos de posesión que respalden estos datos, pero para el legendario personaje era posible, como narra un relator de San Gaspar, que prefirió el anonimato, en “Los dominios de Saavedra”:

Saavedra es el que mandaba todo, el general aquí, de San Gaspar hasta Jiutepec, Morelos. Controlaba toda esa parte de Guerrero. Todas esas familias son hijos… ora de que entró, allá con las señoras… y allá tiene terrenos todavía. En Cuernavaca hay otra familia de los Saavedras. En Cocoyotla, Morelos, está otra familia de Saavedras… Pues fue haciendo chamacos. Mujer que le gustaba, mujer que la abusaba.

Se trata entonces de un militar rebelde convertido en ganadero y dueño de una buena extensión de tierra que también era temido porque le era fácil asesinar y atropellar a quien sea con frialdad. He aquí un episodio:

Ese corral tiene su historia. Él mandó a hacer ese corral y ya agarraba los toros que quería y si pasaba un señor: “¡Ey!, usted va a montar ese toro y si no, cuerda”. Y lo tenía que hacer a fuerza. Y su caballo, estaría empautado, también brincaba arriba y bailaba arriba del corral y dice: “si se cae una pinche piedra, el que la puso en esa parte ahí quedaba”. No se tenía que mover ni una piedra, tenía que pasar, intacto, el corral. Hacía sus toros y el que lo revolcaba ahí quedaba y el que la libraba, pues ya salía, contento. Él lo que hacía era diversión, matazón y riquezas. Cosechaba 10 toneladas de maíz, la mitad pa allá y la mitad pa ca. Abusaba de su poder y pues como tenía buenas armas … El campesino pues era sonsito, dijera mi papá, mi difunto papá, pues no, no la hacía. Mi papá nació en el 46 y ya estaba ese general.

El narrador afirma, además, que no sólo Saavedra estaba empautado, sino también su caballo, que bailaba sobre el muro de piedras del corral. Su cruel gusto y la falta de límites en el ejercicio de un poder sin límites sobre los otros es una constante del personaje.

c) Tesoros enterrados
El tesoro enterrado constituye un tópico en los relatos orales. En el caso del periodo que va de la Revolución y Cristiada con frecuencia hay relatos de que   las personas “enterraban” u ocultaban el dinero, documentos y metales preciosos para mantenerlos a salvo. Actualmente en Zumpahuacán existe la creencia de que hay personas que han encontrado tales “tesoros”.  Pero además se cree que quien los desentierra debe hacer un canje o pacto pues están vigilados. Hay un “encargado” de hacerlo: es un alma, que pide algo a quien lo encuentra y puede ser desde el alma de quien lo encuentra hasta un algún familiar suyo. Se supone que los tesoros de Saavedra están en cuevas. Desde la tradición oral las cuevas son tópicos de ubicación; se relacionan con la oscuridad y la conexión con el inframundo y un lugar escabroso donde habitan fuerzas malignas. (González:2021,3) La maldad de Saavedra es referida y resaltada por Francisco Pichardo, Filemón Nieto y los narradores anónimos para quienes al general le era fácil asesinar a los que sabían dónde había sido ocultado su fortuna como relata Francisco Pichardo en “Las cuevas de Saavedra”:

Mire, ahí está una cueva. En aquel tiempo fue del general Saavedra… Muchos la han querido explorar pero yo creo está bien apoderada[3]porque no permiten sacar nada. Una vez un viejito, no se si sería el viejito o sería el chamuco, el Amigo, que me llega, viejecito, con un machote[4] pero machísimo grandote y que me dice:

–¿Qué estás haciendo aquí, amigo? Ira, vete y saca ese dinero.
Antes abajo era un plano, era puro huizache y arriba nacía agua, pero entrábamos por una vereda y ahí está una cueva -dice:
–Se van a ir con la finta de que el dinero está hacia arriba y el dinero está así en una piedra grandotota.

Y así como me dijo, así estaba. Así como está de larga, a lo ancho y cuadrada y para menearla se necesitan como unos dieciocho hombres, y eran los que llevaba [Saavedra] para cuando guardaron ese tesoro, Y que les pregunta ese general:

–Amigos, ¿quién de ustedes ya se cansó?, levanten la mano, pa que descansen.
Los pobrecitos creían que los iban a dejar allí que descansaran. Ahí los dejó muertos, y esos son los que cuidan el tesoro. Para llegar y ir a sacar ese tesoro se necesita pasar por esos esqueletos. ¿Quién tiene ese valor? Está bien oscurísimo, de alto tiene como ocho metros y adentro está oscurísimo. Yo mero jui pero no me atreví a hacer nada. Miré la piedra y jui con otros tres.
–Son ocho barriles de oro y ocho de pura plata -que dijo el viejito.

Él fue del tiempo de la Revolución. Ora ya está grande y no sé si sería el mero viejito o sería mera visión. Pero machonón que traía.

Explica el narrador los tesoros enterrados u ocultos en cuevas despiertan la curiosidad y la tentación, pero hay obstáculos para localizarlos. Varios narradores afirman que el de Saavedra está empautado; esto es, que el general realizó un acuerdo con el diablo para custodiarlo, de ahí que esté protegido por almas guardianas. Por otro lado, pero en la misma tesitura, Ángel Torrejón en “Almas encadenadas” también señala que es posible encontrar dinero, pero pactando con el diablo. Más hay un castigo para los, en apariencia, afortunados empautados:

Aquí el señor que encontró los barriles, encontró más, pero dicen que lo tienen encadenado allá en las grutas. Yo creo se empautó de tanto dinero que sacó, se la pasaba asoleando el dinero.  Yo pienso que ahí han de estar todos los malillas, ha de estar Saavedra, todos los adinerados… allá en las grutas de Cacahuamilpa. Hay un señor que siempre me dice: –“hermanito yo sé dónde hay dinero”. Yo no he querido ir, a lo mejor ni es cierto… dice que es por allá, por Las Joyas.

Ángel Torrejón apunta que las almas de los “adinerados” (en general todos los adinerados lo son porque han encontrado tesoros) están sufriendo una condena ya en el espacio terrestre, aunque su tiempo sea distinto.  Esto es porque si alguien encuentra un tesoro empautado, el alma que cuida el tesoro, pide, a cambio, el alma de alguien o algunos de los seres queridos del descubridor. En otros casos las ánimas piden que le ofrezcan misas para poder descansar.

c) El final del general Saavedra
Quienes pactan con el diablo, en general, tienen un final trágico: los alcanza la enfermedad que trataron de evadir, la ruina económica o la muerte. En el caso de Saavedra, el final de su vida se debió a un asesinato, pero se precisan algunos detalles en los que el bien y el mal tienen un papel fundamental. Esto es, que sólo el poder de Dios podía terminar con tal maldad, como se explica en “El general Pedro Saavedra” relato de Pablo Margarito Mérida

Entonces se celebró misa, para recibirlo. Salieron hasta fuera a recibirlo con la cruz alta, ciriales, el incienso, su agua bendita. Y él padre hizo que él cargara al niño para que pudiera entrar, porque si no, no entraba. Entonces le hizo que cargara al niño y ya lo llevaba en sus brazos, y que lo empezaron a hacer la reverencia allí, del exorcismo para que pudiera entrar. Entonces que cuando eso empezó, que pues él veía pa todos lados, como una cosa que desesperaba, como que quisiera huir de ahí. Y sí, fue avanzando y ya en el transcurso del trayecto para el templo, que ya se iba como arrepintiendo y ya no quería seguir; entonces el padre le volvió a hacer la misma ceremonia allá afuera, lo de darle alrededor de él con el sahumerio, el incensario y el agua bendita y le rezaba de exorcismo, y así se fue avanzando. Entonces cuando llegó al centro del templo ya no podía, ya estaba desesperado, y es allí donde dicen que el padre le volvió a rezar todo lo del exorcismo y le volvió a hacer todas las reverencias. Es cuando dicen que se oyó un trueno, pero así, profundo, como si se hubiera rasgado la tierra. (Urdapilleta:2023,221)

Otros elementos propios de lo divino se hicieron presentes y de esta manera, al recibir la oración del padre y el haber entrado a un lugar sagrado, le habrían quitado los poderes del pacto con el diablo en “El general Saavedra”, relato de Pablo Margarito Mérida:

Y de allí, de eso, pues se despidió él, se jue con su gente, pero su gente se estaba resguardando por todos lados; había gente regada porque sabían que de un momento a otro les podía caer el ejército o el gobierno. Y ya no sucedió nada ese día y se jue. Exclusivamente al tercer día hubo un enfrentamiento y quiso hacer lo mismo que antes hacía con su caballo: pasearse entre medio de las tropas, entre medio de las balaceras. Y ya no, ya según ya no tenía el apoyo del Mal porque ya en ese día fue cuando lo alcanzó una bala y es cuando él murió, el general Saavedra. (Urdapilleta:2023,221)

En el relato anónimo de “Las Trincheras” también se hace referencia al desenlace del personaje:

Cuentan que en San Gaspar robó demasiado tanto en armas. A donde apuntaba le pegaba y era muy difícil que lo mataran. Él, por decir, apuntaba a cien metros y lo quebraba. El que lo quería matar, tenía que ser uno muy bueno pa quebrarlo y a traición lo agarraron, supuestamente en su caballo.

La traición hacia el general se puede interpretar como que un hombre lo asesinó tendiéndole una emboscada, sin embargo, esa traición no es detallada. Para Francisco Pichardo es importante reconocerse como familiares de los ultimadores de Saavedra; lo ven como un acto honroso y de renombre. También destaca la intervención divina para vencer al mal. Pero en el mismo relato hay otras suposiciones como que Saavedra fue conducido a un hospital de la Ciudad de México, situación que resulta casi imposible en ese tiempo. En este sentido se puede observar la transformación y adaptación de la tradición a la temporalidad en la que se relata en “El honor de haber matado a Saavedra”, por Francisco Pichardo:

A una tía que se llamaba Pascuala que le dice mi papá y un hermano:
–Tía, préstame las carabinas, Saavedra ya viene, dice que nos va a matar. Ya nomás nosotros quedamos ya nomás dos hermanos, mi tío que anda por allá por Guerrero, ya nomás somos tres.
–Yo no les doy nada, son muy jóvenes, ya no desperdicien su vida, ya pórtense bien. Ese hombre… no van a poder ustedes con él… Bueno, mocosos tercos y necios no les voy a dar las carabinas, pero tengan nomás esta escopeta cuata.[5]

 Les dio la escopeta cuata y no les dio mucho parque, nomás les dio un puñito de postas y casquillos. Y dice que la calma que tuvieron, que iba pasando un venadote y que le tiran al venado y que lo matan. Tuvieron la calma de quitarle las postas al venado. querían cargar bien, de postas, la escopeta. Y dice que cuando que se dan cuenta que ya venía Saavedra en el camino:

–Hermano, dice, ¿le tiras tú o le tiro yo?
–Tú pegas mejor que yo.
– Mejor tú tírale, cabrón, yo te cubro las espaldas. Conforme lo vea que ya lo tumbaste le brinco a su carabina.

Pues estaban bien ágiles ellos. Le dio en el mero corazón y su teniente se echa a correr, pensando que era una buena arma, mientras que al general mi tío le arrebata la 45[6] y mi jefe la carabina y le brincan al caballo pues estaban ágiles, el caballo pues ahí estaba oliendo a su dueño que ya estaba muerto. Y se le pegan con el caballo [al teniente] y no logró escaparse. Félix era mi tío, Félix Pichardo.

Una vez más, la dicotomía del bien contra el mal está presente en este relato ya que, por un lado, los hermanos matan en defensa propia y un martes santo con postas “curadas”, es decir, bendecidas por la tía. Además, están las creencias a los poderes o dones sobrenaturales otorgados por el diablo a Saavedra, como la posibilidad del regreso de la muerte:

–Miren hijos, las balas que les di van curadas, porque siento y presiento que ustedes van a hacer algo con esa escopeta.

Le dio la corazonada y ya así fue. Ella pensaba: “ya mataron al Saavedra, yo no les di arma buena”. Lo mataron un martes santo. Toda la semana lo tuvieron [pensando] que según iba a resucitar como Cristo ¿Cuándo?, ¡Qué va a resucitar!

Conclusiones
El resguardo, promoción, vivificación, documentación y rescate de la narrativa popular tradicional es indispensable para la salvaguarda de sabiduría tradicional propia de las comunidades pues a través de esta conservación no sólo se resguardan las narraciones sino que representa un compleja estructura que entreteje ideas religiosas, cosmogonía e historia para que así, se pueda tener un panorama más rico y nutrido de análisis de su función y variadas directrices que conforman a la cultura.

La narrativa popular tradicional, al ser reconocida como un elemento diferenciador y propio de una comunidad, le brinda y reafirma un sentido de pertenencia y una noción de hogar a sus miembros y genera un sentido de identidad comunitaria.

Las ideas correspondientes a los episodios de horror causados por conflictos armados en Zumpahuacán, generaron relatos que mediante la comunicación y permanencia de estos, transmiten a las nuevas generaciones la forma en la que la comunidad atravesó por ese oscuro pasaje generando antecedentes históricos y datos que permiten profundizar en diversas concepciones desde perspectivas humanas y sensibles.

Los conflictos bélicos generaron ideas comunitarias en correspondencia con lo sobrenatural presente y constante en la configuración de personajes emblemáticos, héroes, antihéroes y la figura del bandido abusivo que han trascendido a través del tiempo en la historia y la idiosincrasia popular de Zumpahuacán.

El protagonismo del diablo en la tradición narrativa oral tradicional vehicula el estudio de la perspectiva religiosa de las comunidades permitiendo la profundidad y una examinación seria para ampliar las diversas perspectivas de su presencia en la tradición oral de México y América Latina.

Azucena Vásquez
Artículo publicado el 11/06/2025

Bibliografía
Castro Domingo Pablo (2003). Chayotes, burros y machetes, Zinacantepec, El Colegio mexiquense AC.
El Colegio de México. (23 de noviembre de 2016). ¡Zapata vive! Coloquio sobre la memoria zapatista por John Womack [Video]. Youtube. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=-De069kOuZU
González Pérez, Aurelio, “Diablos: sus máscaras, mensajeros y disfraces en la literatura tradicional de México.” Conferencia Magistral en el 4° congreso Internacional “Diablos, brujas y otros entes sobrenaturales y fantásticos de la literatura tradicional (virtual), San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 26-31 de abril de 2021.
Molina Fuentes Mariana Guadalupe, (2014) “El conflicto Cristero en México: el otro lado de la Revolución” en Itinerantes Revista de Historia y Religión 4, Tucumán, Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, pp. 163-188.
Para entender la Noticia MX. (3 de abril de 2021) La Guerra de los Cristeros [Video]
Bonte, Pierre e Izard, Michel (directores) (1991), Dictionare de l’ethologie et de l’ antropologie. Paris. Press Universitaires de France.
UNESCO, El texto de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. Disponible en  https://ich.unesco.org/es/convenci%C3%B3n
Urdapilleta Muñoz, Marco y Mendiola Mérida, Marlén (compiladores) (2023), Como que me agrada hablar pa macizar la palabra. Toluca, UAEMéx.
[1] Relato de Pablo Margarito Mérida Bernal
[2] Relato de Francisco Filimón Nieto Montes de 82 años
[3] La palabra “apoderada” es también adjetivo cuyo significado como “poderoso” o “de mucho poder”, según el DEL, se encuentra en desuso.
[4] Un mulo grande.
[5] La escopeta cuata es una escopeta calibre 16 o 20 que tiene la particularidad de tener dos cañones juntos y dos gatillos.
[6] Pistola calibre 45.
[i] La Guerra Cristera fue un conflicto bélico en México que se desarrolló entre 1926 y 1929, principalmente en el Bajío. El conflicto fue una respuesta de los católicos, conocidos como cristeros, al gobierno anticlerical de Plutarco Elías Calles, especialmente a la Ley Calles que restringía la influencia de la Iglesia. El clero y la jerarquía católica participaron abiertamente en la guerra.

 

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