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Anotaciones para el «Tierno narrador» y la obra de Olga Tokarczuk

por Critica.cl
Artículo publicado el 14/10/2022

tierno-narradorPara una lectura del Tierno narrador (Al Fragor, 2021) de la autora polaca, Olga Tokarczuk; libro que recoge su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura 2018.

Título: Tierno narrador
Autora: Olga Tokarczuk
Ilustración: Luis Romanque
Edición: Al Fragor Ediciones / Colección Párrafos 1
Formato: 15 x 21 cm
Páginas: 80
Tiraje: 500
Isbn 978-956-9317-04-0
Inscripción DDI 2021-A-6194
Santiago / Valparaíso
Diciembre 2021
https://alfragor.cl/

 

El discurso pronunciado por Olga Tokarczuk para la aceptación del Premio Nobel de Literatura 2018, nos ofrece una lectura lúcida para nuestro tiempo, sensible y a la vez sagaz en la contemplación del mundo y el espacio universal de la cultura, y sintetiza peregrinamente su mirada sobre una tierna narrativa, convirtiendo sus palabras en un potente llamado a humanizar el arte, la vida y las formas de nuestras narrativas.
Junto con desentrañar el oficio de la narrativa a través de una sensibilidad acogedora, Olga expone los problemas del mundo contemporáneo sin complacencias proponiendo al lector una suerte de ejercicio de su propia experiencia.

Pese a que la tuberculosis lo tenía debilitado, el joven Chopin componía sus últimas piezas musicales en París, y mientras se preparaba para la muerte, encomendó a sus cercanos que le quitaran el corazón antes de ser enterrado. El genio romántico que reposa hoy en el cementerio de Père Lachaise, como tantos extranjeros notables, había fallecido el 17 de octubre de 1849 sin volver a su país de origen, quedando su precioso cuerpo ahí detenido; Polonia ya no existía como la había conocido en su niñez. Sin duda el corazón de Chopin no habría resistido una travesía a Varsovia, pero Ludwika, quien lo acompañó en sus últimos días, se hizo cargo de cumplir el macabro deseo, y tras los funerales en La Madeleine emprende el regreso a casa llevando consigo, escondido bajo el miriñaque, el corazón de su hermano. «Cuando los gendarmes prusianos les mandaron apearse del carruaje en la frontera a fin de comprobar meticulosamente que las mujeres no intentasen introducir en la Polonia rusa algo que pudiese alentar las ridículas aspiraciones de liberación nacional de los polacos, obviamente no encontraron nada. Escoltado por varios carruajes, el corazón de Chopin llegó a la capital».

Así puede leerse en uno de los «vuelos» de Los errantes, el libro con que Olga Tokarczuk encumbra la narrativa a un peregrinaje desbordante sobre las zonas limítrofes de la cultura. Al inglés fue traducido como Flights y efectivamente, entre vuelos y escalas, el viaje instala una experiencia perpetua, una condición. La constante travesía del sentido –sino del corazón– se lleva a cabo en el acto humano y no en la perspectiva que no tiene nunca cumplimiento. La variabilidad en la traducción de Bieguni a las diferentes lenguas, ilustra efectivamente la volatilidad del sentido y del estar yendo. Al destino se llega caminando, podría decir Tokarczuk, y a la literatura, traspasándola y abriéndose camino en la historia de ese peregrinaje. Los bieguni podrían ser una secta eslava que resistía asentarse en favor de una vida en constante desplazamiento, y su elección como título, es la clave metafórica para entender el vagabundaje, tanto narrativo como forma en que se despliega la vida en la obra de Olga Tokarczuk.

Tal vez paradojas beligerantes del presente, la experiencia del tránsito de una cultura a otra nos ha dejado literalmente con el corazón en la mano, cruzando fronteras para ir, volver o huir; tan solo aguardar hasta ser rescatado, como le aconteció al médico del rey: el clímax del viaje de Juan II Casimiro se da en el abandono del botanista escocés William Davisson en algún lugar próximo a Leópolis; su majestad debía retomar la ruta «sin mí». En la fascinante historia de Los niños verdes, Tokarczuk recoge esta travesía del siglo XVII entre Lituania y Ucrania; pese a todo, Davisson fue rescatado y enviado a salvo a Varsovia.

Lo que hay, junto al peregrinaje, es una narrativa transitoria para la que el presente es una mera circunstancia del tiempo. Olga Tokarczuk escribe «sobre el abedul derribado» en la poesía de Wisława Szymborska, sobre la inhumanidad, y de cómo la literatura se hace parte del deterioro. El 2018 el Nobel de Literatura fue suspendido a raíz de las investigaciones de abuso sexual y corrupción en miembros de la Academia Sueca. Tras el bochorno, la ceremonia del 2019 incluyó dos premios sucesivos, ese año para Peter Handke y el anterior para Olga Tokarczuk; quizá dos caras de la literatura reunidas por las buenas costumbres. El discurso de Olga puso en cuestión las narrativas, la unidad y la paridad de la historia de nosotros mismos, a través del elemento imperturbable de la ternura, atendiendo a la profundidad de la naturaleza humana como un hecho tangible. El sentido de la cordialidad permite mirar detenidamente a los demás y a uno mismo en el destino común compartido entre todos. Ella posee la serenidad para decirnos que «la ternura es la forma más modesta del amor», y precisamente en esta definición se inscribe la historia y el testimonio de Ludwika rescatando el corazón de su hermano.

La idea del prójimo en literatura está vinculada intrínsecamente al lector, en él se resuelven las otredades del narrador; sin embargo en los registros discursivos esto es más decisivo, puesto que el autor nos habla a los ojos, y le oímos mirando los suyos. Esto es un acto cordial, es casi un saludo extendido, le da temple a las palabras: Olga estaba leyendo para nosotros; el escrito lo había titulado Tierno narrador, no para referirse a ella, sino para entender la narrativa en tanto solidaridad entre nuestras ficciones y la historia en que se enmarcan. Más que una tradición, se observa un devenir, un curso de acciones y voluntades que configuran un mundo improbable; en algún punto, Tokarczuk plantea un malestar y nos comparte sino un cierto estupor, una mirada acogedora del conflicto.

Desde hace un mes en Breslavia, la Fundación que lleva su nombre acoge a refugiados ucranianos que llegan a Polonia huyendo de la guerra; en su discurso había ya advertido el tono irresponsable de nuestra frivolidad: «“en algún lugar”, por “algún tiempo”, se lleva a cabo “alguna clase de guerra”». Faltaba que se precipitaran sus advertencias y se convirtieran en realidad los miedos bien cultivados. Volver a leer estas palabras de Tokarczuk hoy día, junto con percibirlas más patentes, reorienta el espíritu que las anima y cobra cuerpo una realidad compartida entre lo monstruoso y la ternura.

La edición en Chile del Tierno narrador también surgió de un viaje pasajero en el que peregrinaba yo por primera vez en tierras de la Baja Silesia. Olga había recibido hacía pocos días el Premio Nobel de Literatura «por una imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida», y el discurso de su recepción fue transmitido en vivo en las plazas de las principales ciudades polacas; su Nobel Lecture se transformó en la voz de todos, y todos se reconocieron en ella. También fui tocado por esas palabras; pese a todo, tras la cordillera de los sueños, la resonancia de su voz podía hablarnos en el oído como un romance sencillo, amoroso, entre nuestro país y el reino de Casimiro –la experiencia del destierro y la acogida nos parecen semejantes.

Es difícil eludir la sensibilidad de lo pasajero; lo que permanece es el intangible sobre las manos de Olga. Pero ella lo ha tocado, y lo deja ir con nosotros devolviéndonos nuestra humanidad, aunque vencida, en pie, caminando, yendo más allá de sí misma para encontrarse con aquello que aún desconoce y que no ha visto, pero que hemos vislumbrado juntos.

Manuel Sanfuentes
Valparaíso, abril 2022

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