Gastón Soublette en la memoria

Siete años tendrá este recuerdo. Una tarde de abril, sería, Theodoro Elssaca me llamó, para invitarme a cenar con Gastón Soublette. Fuimos a buscarle a su departamento en Providencia.

Surgió su imponente figura. Vestido con el característico poncho indígena, la cabellera blanca sobre los hombros, sus ojos, penetrantes y amables, junto a la media sonrisa comprensiva; eran el gesto pausado del hombre sabio. Su mano estrechó la mía, como si fuese el ademán de la primera fraternidad.

En el auto, me acomodé en el asiento trasero; delante él y Theo a su lado, conduciendo. Hablaron de la vejez y su hermanastra, la experiencia… Sí, porque no siempre van juntas ni parecen de la misma estirpe para confluir, como se espera, en la sabiduría.

Metí baza y dije: «Experiencia, así llaman los viejos a la suma de sus fracasos».
Gastón Soublette preguntó: «¿Es tuya esa frase?»
«No -respondí-, es una sentencia de Vicente Huidobro.
Me alargó entonces una pequeña libreta, diciéndome: «Escríbemela aquí, por favor, está muy buena…»

Ya era nonagenario, pero no había perdido esos dos atributos de la inteligencia longeva: el humor y la curiosidad.

Gastón Soublette ha vuelto a descansar sobre las raíces del árbol que tanto amaba, bajo cuya sombra sólo dialogará con el silencio.

Edmundo Moure
25 de mayo, 2025

Ver documental en https://elviejodelponcho.cl/