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La belleza de lo horrendo en la estética de los románticos

por Pilar Llada
Artículo publicado el 13/11/2022

Resumen
En este ensayo se examina la evolución de lo que se ha considerado como bello desde el mundo clásico hasta el Romanticismo, momento en el que el concepto de belleza sufrió una notable transformación y que sirvió para asentar las bases de una nueva forma de estética y sensibilidad artística.

Palabras clave
Belleza, deleite, horrendo, Romanticismo, dolor, sufrimiento.

 

Sabemos que la manera en que percibimos la belleza está determinada tanto por el ideario colectivo como por las modas y los paradigmas culturales imperantes en cada época. Sin embargo, solemos considerar que la belleza es un concepto subjetivo e inherente a cada individuo, que decide qué le parece o no bello al margen de las normas establecidas por la cultura. Si echamos la vista atrás, observamos que los estereotipos de belleza se han basado principalmente en creencias sociales y culturales, que han ido transformándose a lo largo de los siglos y de maneras diversas en función de los paradigmas prevalentes de cada sociedad.

Ya en la antigua Grecia, Platón definió la belleza como un criterio objetivo que no cambiaba con el paso del tiempo, basada en la razón, la proporción y la simetría y al margen de los gustos y preferencias de cada individuo. Para Aristóteles, sin embargo, el individuo era el que decidía lo que le resultaba o no bello a tenor de la cultura y la época a la que se pertenecía, pero sin regirse por los estándares de perfección. Este concepto de belleza aristotélica, fundamentado en el sentimiento y en la percepción emotiva de cada individuo, fue en parte compartido por el ideal de belleza adoptado por los escritores y artistas románticos.

Con Kant, vamos a dejar atrás el concepto de belleza clásico para pasar a una interpretación de lo bello visto desde la óptica del idealismo romántico. Para el filósofo alemán «la belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa», así es como los románticos van a interpretar la belleza. De ahí en adelante, la belleza no será ya percibida como un atributo del objeto, sino un «juicio» (en el sentido kantiano) del sujeto. Así, el concepto de lo «bello» ahora no estará supeditado a la armonía de las formas ni a los estándares de belleza griego, sino a la estética enfocada en la crítica del arte, en donde lo que de verdad importa es cómo el artista interpreta y expresa la belleza, y no en si algo es bello per se. La belleza no es un atributo del objeto, sino un «juicio» del sujeto: «Se podía, por lo tanto, extraer belleza y poesía también de las materias que en general se habían considerado innobles y repugnantes». (Praz, 1999: 70)

Con este nuevo planteamiento de la estética, los románticos defenderán un nuevo ideal de belleza basado en la libertad y en las emociones, rompiendo de esta manera con los cánones establecidos de lo considerado bello hasta ese momento. De ahí que los escritores románticos asimilen la belleza a través de la emoción de los sentidos que les produce la contemplación de la estética de lo horrendo y que, a su vez, supuso una ruptura con los modelos clásicos y el nacimiento de la literatura y la sensibilidad contemporánea:

Con el romanticismo, como sabemos, nace la literatura contemporánea y con él, también, la sensibilidad del hombre de hoy, con todo el bagaje de posturas idealistas y materialistas. El escritor romántico encumbra su subjetividad dejando de lado a la razón, con sus proyectos colectivos y su ideología del progreso. Como fenómeno espiritual omnicomprensivo, irracional y apasionado, el Romanticismo nos remite a la posibilidad de hablar de la psicología de los románticos de toda condición estética, desde los escritores, hasta los pintores, pasando por los autores de teatro o los compositores de música. Para todos ellos, la vida parecía ser un problema insoluble, un enigma en cuyo desciframiento se comprometía la existencia entera. La violenta exaltación del yo, el ansia de libertad individual y política, moral y sentimental, alentó una suerte de angustia metafísica ante la cual solamente parecía tener cabida la huida hacia delante o hacia atrás: una huida hacia paisajes exóticos, cargados de estética decadente, paisajes que, en cierto modo, constituían el reflejo del atormentado mundo interior que, en general, estaba en contradicción con la gris realidad. (Pacheco, Juan Antonio y Vera Saura, Carmelo, 1997: 9-10)

Este gusto de los románticos por la estética de lo horrendo (como motivo de gozo e inspiración) transformó el concepto de belleza y, lo considerado hasta entonces como horrendo e inaceptable en el canon de la estética clásica, pasó a ser entendido como un elemento más de la propia belleza: «El descubrimiento del horror, como fuente de deleite y belleza, terminó por actuar sobre el mismo concepto de belleza: lo horrendo pasó a ser, en lugar de una categoría de lo bello, uno de los elementos propios de la belleza.» (Praz, 1999: 69)

Si bien la belleza de lo horrendo no es un fenómeno exclusivo del Romanticismo fue en este periodo donde alcanzó su máximo apogeo: «La belleza de lo horrendo no puede considerarse un descubrimiento del siglo XVIII aun cuando solo entonces esa idea logró alcanzar su plena conciencia.» (Praz, 1999: 69)

Además de este cambio en la percepción de la belleza, surge también una nueva manera de concebir el dolor y el sufrimiento como una forma más de hallar el placer. Este giro hacia lo sentimental y lo erótico es importante para comprender, por qué los románticos experimentan con el dolor una satisfacción que les permite ahondar más en sus propios sentimientos y emociones, como fuente de inspiración: «cuanto más triste y dolorosa es, más la saborean». (Praz, 1999: 68)

Conclusión
Por debajo de esta nueva sensibilidad está la idea (y el sentimiento) capital de la libertad para el romántico (lo que, para sus oponentes, será libertinaje). Lo cierto es que en el cultivo de esta nueva sensibilidad hay mucho de enfrentamiento a la represión sentimental y sexual burguesa de la época. Es importante también, como emblema de este placer morboso, la figura del libertino sádico y su víctima, tanto si es una inocente que suplica como si es alguien que se entrega con un placer masoquista.

Como contrapartida genérica del libertino, se encuentra la figura de la femme fatale o la «vampiresa», que seduce al hombre para su perdición. Muy posiblemente, esta figura es una de las manifestaciones del temor que provoca en el hombre el comienzo de autoafirmación de las mujeres en cuanto a los derechos sobre su cuerpo y su sexualidad. Otra figura importante es la del decadente (por ejemplo, Charles Baudelaire), excitado por la imperfección, por la enfermedad y por la corrupción. También es importante y reveladora de la nueva sensibilidad la relación entre religión, crueldad y voluptuosidad que describe muy bien Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949): la mártir parece más deseable cuanto más agudo es su dolor y más cerca de la muerte; la mártir también parece disfrutar al mismo tiempo que sufre y justamente en la medida en que sufre.

Otro aspecto interesante a señalar es el gran peso del incesto en el Romanticismo y sus derivaciones, en cuanto a sentimiento y práctica turbias, contrarias a las leyes humanas y, quizá, a las naturales. Vistos los asuntos que trata el ensayo «La belleza medusea» hoy día, se percibe que lo que entonces se presentaba como algo novedoso y extraordinario hoy ya es algo conocido y, en buena parte, asimilado (no digo que aceptado) por buena parte de la sociedad.

Pilar Llada

 
Bibliografía
D’ANGELO, Paolo (1999): La estética del Romanticismo, Madrid, Visor.
KANT, Immanuel (1919): Lo bello y lo sublime: ensayo de estética y moral, Madrid, Calpe.
Pacheco, Juan Antonio y Vera Saura (1997): Romanticismo europeo. Historia, poética e influencias, Sevilla, Universidad de Sevilla, Carmelo eds.
Praz, Mario (1999): La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, Barcelona, El Acantilado.
SCheck, Daniel Omar (2013): «Lo sublime y la reunificación del sujeto a partir del sentimiento: La estética más allá de las restricciones de lo bello», Signos Filosóficos, vol.15 no.29.
TOLLINCHI, Esteban (1989): Romanticismo y modernidad. Ideas fundamentales de la cultura del siglo XIX, 2 vols., Universidad de Puerto Rico. Río Piedras.
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