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Símbolos de la escena: disertación comparativa del ballet clásico “El lago de los cisnes” de Marius Petipa y la puesta en escena contemporánea de Mathew Bourne.

por Cristóbal Ramírez
Artículo publicado el 10/07/2020

lagodeloscisnesResumen
¿Qué relación guardan dos coreografías cuyo punto de convergencia es la música, un poco tal vez la historia y otro poco tal vez la danza? A primera vista, se nos antoja, ninguna. Ambas coreografías serían completamente distintas; pero afinando el ojo se descubre que las dos poseen una relación simbólica tremenda con los sentimientos humanos. Las metáforas aluden a un parecido entre ellas, y tal vez la segunda sea una especie de homenaje o en el peor de los casos una reconceptualización o reapropiación de la otra. Proponemos aquí un análisis breve y comparativo entre ambas, asumir que esta relación entre coreografías es de tipo simbólico y que para corroborar que la hay es necesario apuntar a ciertos elementos que participan en ambos eventos tales como la figura de los personajes y la intencionalidad de los mismos. Ante esto trataremos de asentar nuestras ideas con referencias periodísticas que nos interesan y apuntalan las perspectivas del creador, del ejecutante y a saber, el coreógrafo.

Palabras clave: Danza, Ballet, Signo, Símbolo

 

Abstract
What is the relationship between two choreographies whose point of convergence is music, perhaps a little history and a little perhaps dance? At first glance, we fancy none. Both choreographies would be completely different; but by sharpening the eye it is discovered that the two have a tremendous symbolic relationship with human feelings. The metaphors allude to a similarity between them, and perhaps the second is a kind of homage or in the worst case a reconceptualization or reappropriation of the other. We propose here a brief and comparative analysis between the two, assuming that this relationship between choreographies is symbolic and that to corroborate that there is one it is necessary to point to certain elements that participate in both events such as the figure of the characters and the intentionality of the themselves. Given this, we will try to establish our ideas with journalistic references that interest us and underpin the perspectives of the creator, the performer and, specifically, the choreographer.
Key words: Dance, Ballet, Sign, Symbol

 

Introducción
Si bien es cierto que la semiótica se encarga del estudio de signos y significados en la literatura, en lo visual, en las metáforas etc, y también la usamos para entender el porqué de un color rojo en un semáforo o en la publicidad de un anuncio espectacular junto con todo lo que ello implique; ésta nueva “rama o ciencia” del estudio nos ha llevado a afirmar que todo, absolutamente todo lo que vemos y oímos es un signo poseedor de un significado y posible a tener una interpretación, por lo que funcionaría como símbolo.

Desarrollo
En el teatro y la danza; el cuerpo, la iluminación, el vestuario, la utilería, se convierten en elementos de un mundo claramente exponencial, por el hecho de ser mostrados en un escenario que a manera de lupa, es fabricado e imaginado por la concepción del director, coreógrafo y la interpretación de los actores y bailarines, a este fenómeno se aúna también nuevos estudios que proponen una visión estética del espectáculo promoviendo en el espectador una reacción, un efecto y no solo como respuesta al evento mostrado, ¿porque se va a una función de teatro o porque se va a ver danza?, ¿para que se va?, sino como una nueva semiótica de éstos eventos escénicos que posibiliten producción y recepción en el público, una excitación sensorial capaz de ser entendida con las consecuencias que este acto lleva y que insisto, amplia el espectro de posibilidades a la hora de fusionar y posibilitar nuevas vías de creación e interpretación en lugar de establecer delgadas líneas que impiden una nueva contemporaneidad en las artes escénicas.

También deseo exponer que la vanguardia en escena es pensar en esta nueva afectación del publico, que sin lugar a dudas genera una relación instantánea, no solo porque el acto de actuar o bailar es presente y se realiza en ese tiempo, sino porque el solo hecho de suponer una boca escena como una enorme “ventana abierta” comparte junto con ese espectador una complicidad que lo hace partícipe, decodificador y cómplice del acto artístico, no solo porque tanto artista y espectador están en una ficción sino porque la ficción de ambos va a acabar cuando el telón caiga y se cierre.

La semiótica escénica propone que seamos capaces de cambiar valores en acciones y momentos de la obra (teatro y danza), puesta en escena o coreografía que causen ciertas sensaciones en el espectador, generar nuevas convenciones escénicas en la manipulación de signos que vienen implícitos en la obra ya sea sustituyendo los objetos o los mismos signos de éste y no solo sacar a los objetos de su cotidianidad para volverlos siniestros, pragmáticos, enigmáticos o simbólicos, sino hacerlo con un claro propósito. Significar por medio del placer o el gusto que la puesta me ocasiona pero hacerlo orgánico con valor y significado sería uno de lso objetivos del presente escrito y ante tal hecho quiero hablar de una coreografía llevada a escena que me convenció por la propuesta que hacia a nivel de sustitución de signos, “El lago de los Cisnes” en una versión “Homoerótica” como el mismo creador ha dicho que es su visión de este famoso ballet (M. Bourne. “La versión del Lago de los Cisnes, People and arts chanel).

Pero sin duda, el gran éxito de Bourne y AMP ha sido The Swan Lake. La repercusión de esta coreografía ha sido enorme al punto de convertirse en una referencia de la danza europea de nuestros días[1].

Si bien es cierto que Bourne hace un gran juego con los signos implícitos, en este ballet, logra con los cuerpos de éstos bailarines y con su físico alterado a manera de lenguaje corporal hechos cisnes, un nuevo contexto del ballet original, manipula, sino es que seduce de manera consiente al espectador, construyendo y transmitiendo un diálogo que si bien ya existía antes como referente clásico en la danza, insinúa un nuevo concepto, abre un nuevo canal de comunicación que prioriza sobre una particular visión de este ballet.

El aspecto más llamativo de Swan Lake es que los cisnes son bailarines muy musculados. Bourne explica que buscaba «representar la naturaleza más violenta de los cisne”. Este cambio de sexo permitió crear una coreografía nueva e imágenes nuevas. Creo además que deseaba hacer experimentos con el reino masculino y crear algo hermoso y lírico para bailarines, sin necesidad de emascularlos de ninguna forma. Consideraba importante que los cisnes tuvieran una presencia muy masculina sin ningún deje de afeminamiento ni amaneramiento. Quería además que las escenas de cisnes tuvieran una carga sexual y fueran sensuales y audaces, pero sin la jactancia ni los mohínes machistas que caracterizan a muchas coreografías creadas para bailarines”[2].

La danza es un claro ejemplo de posibilidades semióticas, desde el simple hecho que la música es interpretada por movimientos, nos obliga a una semiotización, a tratar de entender, decodificar en el espectador el significante y pese a que se articula una gran contradicción porque aparentemente el bailarín no sufre con las ejecuciones, los brincos, los giros o la coreografía misma, los ensayos que duran meses, los esguinces y desgarres que en los músculos puedan sufrir, hay una sustitución que tiene que ver con la intensidad del dolor, en una paradoja de cansancio, sufrimiento y adrenalina por citar lo regular en la vida de un bailarín, además del constante uso de las zapatillas, de los pies de la bailarina clásica que antes de la función han sido previamente torturados por unas puntas que hacen que su uso sea solo para hacer más estética la línea de la pierna, “elevarla del piso” hacerla mas suave y grácil como cisne; que no exista más que la ficción hecha por el movimiento seductor de la danza, hacerlo parecer fácil, supongo, también sustituye signos y valores reales de la técnica dancística, pero ésa disertación ocupará otro momento.

Considero además, que con esta puesta el coreógrafo entro en un especie de juego simulacral y de apropiación casi universal del amor; la mera sustitución de los sexos en la ya tan conocida imagen de una bailarina clásica haciendo “la muerte del cisne” permitió el despunte de nuevas ideas coreográficas y replanteamiento de otros personajes que en las versiones clásicas pasaban desapercibidos por la ejecución de quien hiciera el papel de Odeth, -Odile y marcara referentes en la historia de la danza…

El doble personaje de Odette/Odile estuvo a cargo de Legnani, quien tuvo oportunidad de demostrar su brillante técnica e intenso dramatismo, al implantar en el Pas de deux de “El Cisne Negro” el uso de los dinámicos treinta y dos fouettés (giros sobre una pierna, impulsándose con la otra), que hicieron historia, y que, hasta el presente, son el patrón usado por el público para medir el virtuosismo de la bailarina[3].

Así pues creo que de ésta manera el personaje del príncipe se potencializa de una manera hiperbólica en los signos de su propia persona ya no de su sexo sino de un humano con deseos ocultos desde pequeño, si bien es cierto también que la historia o trama principal gira en torno a este personaje y no en torno al cisne, como sería de suponer por el título del ballet, Bourne permite al espectador reír o llorar según sea su significante, prioriza el valor de la emoción causada por la música, generada en el espectador, teatralizando lo intangible de la danza pero al mismo tiempo haciéndolo verosímil de manera cautivadora al espectador.

En realidad lo que interesa a Bourne es crear un arquetipo de Príncipe cuya «personalidad adolece de defectos fundamentales que le suscitan dificultades para desempeñar el papel para el que está destinado a causa del vacío emocional en el centro de su desdichada existencia.” El Príncipe es el protagonista de Swan Lake por eso Bourne nos informa en el primer acto de su infancia poblada de terrores nocturnos de los que le protege su amigo invisible, el Cisne. El mismo Cisne que lo acogerá entre sus alas como a un niño, cuando la muerte resuelva su desesperación y soledad, y finalmente el Príncipe consuma su deseo de ser abrazado, esa pulsión afectiva que obnubila o aturde la maduración erótica del Príncipe adolescente[4].

Es en el intercambio de signos donde las vivencias de Bourne, como creador y coreógrafo hacen la suma de planos con significados generando un concepto con un mensaje claro y planos significantes a nivel de producción escénica, luz, vestuario, movimiento y la puesta en general, logrando efectos favorecedores de la escena, de lo que se ve a nivel dancístico y concepción escenográfica, así como de la música clásica.

También deseo hacer mención que en la danza la ejecución va más allá de un texto o guía dramática, el hecho de mostrar cuerpos en movimiento de tal o cual forma ya es “per se” un signo escénico que significa y motiva; la forma de una coreografía angulada desde otra perspectiva, el estado anímico o interpretativo del bailarín haciendo el personaje, el personaje mismo, ente inexistente pero a la vez signo tangible visual, hace que aunque nosotros seamos quienes definamos aquello que instituye el signo no podamos sino caer seducidos en la estética de lo que el mismo signo representa, aunque en el caso del “El lago de los cisnes” en ambas versiones, la clásica y la contemporánea de Mathew Bourne, la música sea la misma, eso permite sustancializar los signos para poder conceptualizarlos de otra manera, portando signos que accionen y que logren una transformación de pensamiento metafórico partiendo de un nivel ocular, generando un nuevo imaginario en el espectador.

En la presente dupla de fotografías se muestra el segundo acto de “El lago de los cisnes” con los diferentes enfoques, que si bien es cierto el primero es fundado en personajes “tipo” que ya todos conocemos, creo que Bourne aprovecha a su favor ese signo universal que de la bailarina clásica tenemos y hace su propio arquetipo de personaje, simbolista tal vez, onírico quizá, pero sin lugar a dudas es la misma realidad con distintas perspectivas, no arbitrariamente elegida pero que promueve a la vez la búsqueda de una estética de la existencia misma de todos los personajes de esta propuesta escénica y del significante final en los espectadores.

Y estos cisnes-hombres son los preferidos en el reciente universo de versiones «masculinizantes» de «El lago de los cisnes». Porque son auténticos, claros y esenciales: De la misma manera que hay cisnes hembras y machos. Bourne, con la concepción viril que les insufla, crea un nuevo signo del cisne en la danza, esta vez masculino. El femenino –y loado sea, de otra parte– es el de la obra de Petipa e Ivanov, coreógrafos originales. Lejos de ser grotesco este nuevo signo, es bello y poderoso, por la gestualidad y la adecuación coreográfica a su imagen que supo hallar Bourne[5].

Cierto es que este ballet tiene una gran seducción como fuerza, como secreto explícito en el discurso, como nueva posibilidad en la creación coreográfica, de personajes y en la dancística; también posee esa oscilación en el carácter de la obra que permite el juego con la historia, con el espectador con la sensualidad apenas obscena en un fenómeno de carácter irreversible, llena de opciones, en la simulación, en la potenciación de la pantalla tamiz. Lo erótico es seducción visual hacia el espectador que hace se quede con muchas dudas y especule con sus propias ansias y explicaciones de aquello que no alcanzó a ver y desde su perspectiva llene este fenómeno dancístico de nuevos significantes.

Y una última pregunta: ¿no hubiese sido este “Lago” con un cisne-hombre como ideal inalcanzable y peligroso, el que Tchaicovski habría preferido ver?, Tchaicovski compuso el «Lago» tras el fracaso de su matrimonio. Sublimó su sexualidad –cuya represión lo llevó al suicido, que no murió accidentalmente de cólera– no solamente en la partitura, sino en el propio libreto original de «El lago de los cisnes», al que mucho contribuyó.

Hoy, estas mistificaciones no son necesarias. No obstante, la fuerza de ese ideal amoroso, sea de un sexo u otro, sigue intacta…[6]

Conclusión
En estos días, como en los días de creación de Mathew Bourne o Marius Petipa; el deseo, el amor, el erotismo, la ansiedad y hasta la locura vuelta magia, está en ése gesto simbólico vuelto roce, palabra, olor, intencionalidad, vestuario y sobretodo ejecución dancística, coreográfica y simbólica que nos permite disfrutar ambos ballets y elegir el que más represente para ése otro elemento o ente donde se depositan objetivos y metas finales llamado espectador.

 

Notas
[1] www.danzahoy.com/lagodeloscisnes
[2] www.mundoclasico.com/lagodeloscisnes
[3] www.danzaballet.com
[4] www.mundoclasico.com/lagodeloscisnes
[5] www.danzahoy.com/lagodeloscisnes
[6] www.cubistamagazine.com
Videos en línea: www.Youtube.com/mathew bourne/ El lago de los cisnes.
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