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Andrea Jeftanovic. No aceptes caramelos de extraños.

por Sara Sánchez Nistal
Artículo publicado el 17/09/2020

Resumen
No aceptes caramelos de extraños es el cuento que da nombre al libro que lo acoge. A través de su análisis, pretendemos acercarnos a la voz de la autora, que es en realidad la voz que refleja el panorama literario actual de su país: Chile. Con esta historia nos plantearemos dónde está el límite entre la realidad y la ficción, pero también entre lo global y lo propio.

Palabras clave: literatura, Chile, cuento, moral, infancia, fronteras

 

1. Introducción: autor y obra
La literatura hispanoamericana va mucho más allá de sus límites, de hecho, como apunta la autora chilena Andrea Jeftanovic: “la literatura es siempre un diálogo fronterizo”. Su obra ha conseguido unir, y a la vez destruir, las fronteras, y demostrar que, en efecto, la literatura es un viaje que no entiende de espacios geográficos.

No aceptes caramelos de extraños, es una recopilación de cuentos que se publicó por primera vez en España en 2011, aunque ya había sido acogido en Chile y otros países de Latinoamérica en ediciones anteriores. El libro en su conjunto, aun estando compuesto por diversos y variados cuentos, recoge una clara línea común que nos permite ubicarlos dentro de la misma dimensión temática: la familia, la infancia, el origen, la historia, el pasado, la sexualidad en descubrimiento o en conflicto con sus personajes… Todo ello nos lleva a los escondites más profundos de la psicología humana, ese espacio incómodo y confuso en el que muchas veces no nos atrevemos a entrar pero que observamos, cautivamente, desde fuera. Elementos que parecen contradictorios o irreconciliables se unen en la obra de Andrea Jeftanovic en un mismo plano: la intimidad y la historia cultural, la necesidad de ser hijo antes que la responsabilidad de ser padre, el amor familiar que traspasa sutilmente el tabú del incesto y la eterna necesidad de vivir en el pasado, en el recuerdo, para poder entender lo ocurrido en el presente. De este modo nos introducimos a leer sus historias, que podrían ser las de todos o las de cualquiera, pero que nos hacen preguntarnos, finalmente: “¿Qué es lo prohibido?: «La sociedad no prohíbe más que lo que ella misma suscita».” (Lévi-Strauss)

2. Desarrollo: «No aceptes caramelos de extraños»
El cuento que pretendemos analizar presta su título para dar nombre a la obra completa, o viceversa: “no aceptes caramelos de extraños”. Ya el dicho en concreto nos adentra en el plano de la infancia, de la oralidad, del cuidado materno, de esa advertencia que supone casi un rito de despedida. Esta historia se apodera de esta frase popular y a la vez universal, dicha de madres a hijos, para convertirlo en una historia tremendamente íntima y dolorosa, pero especialmente personal. Lo tradicional y lo propio se aúnan en una única trama: “En Santiago desaparecen muchos niños cada día, doblan la esquina y no se les ve más, caminan a la escuela y nunca regresan, cruzan a la casa del vecino y se pierden en el trayecto” (p. 128).

Si bien se trata de una temática universal, la historia esconde en su trasfondo un mensaje político y social propio, nunca desarraigado de su propio contexto, de su propio pasado: el fracaso estatal, el abuso del poder, la necesidad social, la ineficacia del sistema y la impotencia individual. Sin embargo, lo genérico se vuelve táctil y concreto cuando nos adentramos a conocer la desaparición de Antonia y la desesperación de una madre que repite incansable y obsesiva esa última frase, una última frase que se dice siempre con inercia y cautela, pero sin ser realmente consciente del poder y del peso de su significado: “Te lo dije tantas veces: «No aceptes caramelos de extraños»” (p. 129).

La advertencia de los caramelos nos adentra en una repetición obsesiva que construye la estructura interna del cuento: esa frase aparece al final de cada párrafo, cierra cada brecha temporal, llegando a componer su propio ritmo poético: un estribillo, un mantra que parece destinado a repetirse hasta que sea suficiente o hasta que, finalmente, Antonia aparezca por la puerta, pero “Antonia no ha dejado huellas, ni una pista que hable de su último recorrido.” (p. 129).

Además de esa estructura poética que consigue atormentarnos también a nosotros como lectores, recorremos con la narradora constantemente las calles de Santiago, recreamos el posible trayecto de Antonia. Pero la ciudad se presenta como un espacio inmenso, en parte hostil en parte realista, es el punto de contacto con la realidad; en definitiva, una ciudad que se proyecta a sí misma pero que también nos muestra la identidad de sus individuos, aunque no queramos verla: “Santiago es la ciudad espejo, la ciudad pantalla. A veces pienso que es una ciudad narcisa que necesita mirarse a sí misma, tal vez con excesiva complacencia.” (p. 129). Parece que lo externo se enfrenta a lo interno: mientras la ciudad es adversa, presente, raptora, secuestradora de niños; lo interno materializa, por el contrario, la somnolencia, el pasado, la esperanza, el recuerdo retenido, que no se escapa, que se encierra en una habitación para permanecer, de algún modo, inmortal. Desde que Antonia desaparece la brecha temporal también es difusa, a veces estática, parece contar en negativo, desde el pasado, lo que ocurrió frente a todo lo que ya no ocurrirá: la figura de un marido que se fue y un cumpleaños que está detenido en el tiempo. La construcción de la trama, por tanto, está difuminada, no tiene límites concretos y Antonia, paralela a la realidad nos hace preguntarnos: ¿quién es ella en ese espacio propio, en ese espacio atemporal, allí donde se juntan lo que es y lo que debería ser?

“[…] tú deberías estar conmigo, pero estoy empujando la puerta sola y estoy sentada frente a la máquina de coser callada, ni un fulgor de sopera ni del candelabro me devuelve tu compañía” (p. 134).

Este plano hipotético abre una brecha ante nosotros: ¿estamos ante la realidad, o sumidos en una ensoñación permanente? La autora nos acerca a lo inquietante desde otro punto de vista: desde la frustración, lo insinuado; pretende aproximarnos a la verdad desde un nuevo prisma: desde la incertidumbre, la ambivalencia. Su estilo no es sólo tremendamente poético, simbólico y visual, sino que juega con los contrastes y genera imágenes alejadas del plano real. La interpretación del lector es libre, sin apegos, mostrando que la literatura no es más que otro núcleo de tensión sin resolver, quizá incluso sin respuesta definida. De este modo, la trama del cuento, que parecía resuelta, se vuelve finalmente contra nosotros para quedar sumida en un gran interrogante: ¿es Antonia la que está detrás de ese sonido de bisagras?

“Ensayo infinitas carreras con tus bototos desde el baño hasta la entrada del cuarto. Por si vuelves. O por si alguna vez abro la puerta y en realidad nunca te has ido. Respiro hondo. Hay un sonido más allá del metal de las bisagras girando en la madera”. (p.138)

Sara Sánchez Nistal

 

BIBLIOGRAFÍA

Casa de América (2015, octubre 2). No aceptes caramelos de extraños [archivo de vídeo]. Extraído de: https://www.casamerica.es/index.php/literatura/no-aceptes-caramelos-de-extranos

Lada Ferreras, U., Arias-Cachero, A. La literatura hispanoamericana más allá de sus fronteras. Cervantes Virtual. Extraído de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-literatura-hispanoamericana-mas-alla-de-sus-fronteras/html/1b4c5527-4dc4-4f78-9ff2-548c0d6750b9_12.html

Santos, C. (2015) No aceptes caramelos de extraños. El cultural. Extraído de: https://elcultural.com/No-aceptes-caramelos-de-extranos

Vicente, D. (2015) No aceptes caramelos de extraños. Estandarte. La crítica recomienda. Extraído de: https://www.estandarte.com/critica/no-aceptes-caramelos-de-extraos-de-andrea-jeftanovic_256.html

 

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