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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Después del Toque (de queda)

por Carlos Ortúzar
Artículo publicado el 15/10/1997

Prólogo del libro de cuentos titulado Después del Toque, de Adolfo Pardo, auto publicado e impreso a mimeógrafo por el autor el 4 de mayo de 1979, que inauguro la serie “Cuadernos Marginales” de Talleres del Mar. Colectivo que en la época alcanzó alguna notoriedad en el medio cultural santiaguino, conformado por Jaime Valenzuela, Carlos Ortúzar y el mismo Adolfo Pardo.

Hace algún tiempo, apareció en la sección cultural de un diario de Santiago, la opinión de un crítico afirmando que no existía “el testimonio de los escritores que han vivido la trascendental década del 70, en nuestra patria”.
Se refería, por supuesto, a la narrativa, ya que la poesía ha tenido siempre aquí un valor excepcional.
Está afirmación no me parece enteramente correcta. El diario La Tercera, acaba de llevar a efecto un concurso de cuentos, recibiendo cerca de seis mil narraciones.
¿Se puede entonces hablar de apagón cultural? Me parece que no. Se trata más bien de una política oficial y oficiosa respecto al arte. Por un lado, el Estado, sobre todo a través del Ministerio de Educación, promueve y especialmente difunde una cultura oficial que se caracteriza por su inmovilismo, por aparecer confinada y mostrada en lugares poco adecuados, con el efecto de anular el valor actuante que el hecho cultural debe tener.
Por otra parte, aparece un esquema creado y perfeccionado en los Estados Unidos, que consiste en que las instituciones del mercado de capitales, con activos extraordinariamente grandes y susceptibles de tributar en igual medida, destinan una parte de sus utilidades a la promoción de la cultura.
El resultado de tales iniciativas es cuanto menos complejo de evaluar; no lo es tanto, sin embargo, el efecto que dichas medidas provocan en los artistas mismos, que ven como la atomización de la esfera cultural conlleva la desaparición de los canales de comunicación con los otros artistas y con la sociedad toda, que pasa a representársele como personal, subjetiva, y por lo tanto limitada.

En el caso concreto de la literatura se suman a los inconvenientes señalados: los altos precios de publicación, el impuesto de los libros, y una crítica que insiste en considerar como válida una literatura elitista, donde un docena de nombres se manosean hasta el mal gusto.

La realidad social es inseparable de sus propios productos; no existe sino en la totalidad histórica de estos productos suyos, que con respecto a dicha realidad no son cosas exteriores ni accesorias. Son cosas que no sólo expresan la realidad humana, sino que a su vez la crean.
Es decir, la literatura, las artes en general, han constituido desde los orígenes de la humanidad una instancia de la realidad.
Los seres humanos, al hacer una obra de arte, están creando la realidad concreta.
Si alguien quiere saber qué es el Renacimiento, observa una obra de arte de este período; o sea que, Leonardo da Vinci no sólo es un artista de ese tiempo; él Es el Renacimiento.

Antes de Violeta Parra, la única música folklórica que conocíamos los chilenos eran las tonadas de Los Cuatro Huasos y sus imitadores.
Bastó una paciente labor de investigación en lugares no habituales y su posterior difusión, para que todo un vigoroso movimiento musical se derramara por Latinoamérica y el mundo, dando la razón a quienes pensamos que un movimiento cultural trascendente debe siempre tener un origen popular, en el mejor sentido del término.

Este es el sentido de la publicación de estos  CUADERNOS MARGINALES, que pretenden proporcionar un medio de difusión barato y accesible a los miles de autores que por razones ya explicadas no tienen acceso a publicación.
Creemos con esto contribuimos a la instauración de una verdadera literatura nacional.

Los cinco cuentos de Adolfo Pardo que aparecen en este ejemplar, sirven a esta intención.
A Pardo le interesan esos pequeños gestos cotidianos, esas pequeñas cosas que a diario ocurren al hombre.
Se atreve a describir gestos y personajes “banales”, y con esta intención construye un mundo que es ni más ni menos que el nuestro.
Al hacerlo, emprende un camino tan válido como la revelación que, del mundo burgués en Francia, hace Proust.
Estos personajes tienen derecho a una vida literaria.
Con admirable honestidad, el autor utiliza un lenguaje que por sí solo describe las situaciones argumentales y se adecuan a los ambientes que describe.
Por este camino, Adolfo Pardo desmiente a nuestro crítico, entregándonos un genuino testimonio de nuestro tiempo.

Carlos Ortúzar
Santiago, 11 de Mayo de 1979

Artículo publicado en Crítica el 15/10/1997

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