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El imaginario en Sombras contra el muro de Manuel Rojas y sus respectivos cruces entre sujeto, comunidad y marginalidad

por Emilio Corales Moreno
Artículo publicado el 31/10/2022

 Este ensayo es producto del trabajo realizado como tesista y ayudante de investigación del Fondecyt n 11180295 “El horizonte de lo propio. Formaciones del canon narrativo chileno de la primera mitad del siglo XX”, Investigador Responsable Juan José Adriasola.

 

Resumen
El siguiente ensayo analiza la construcción del imaginario en la novela Sombras contra el muro, del escritor chileno Manuel Rojas, a partir de un lectura decolonial y periférica. A partir de esto, nos detendremos en los respectivos cruces que identificamos en la obra, entre sujeto, comunidad y marginalidad, para establecer los lazos colectivos e indicios de una sociedad alternativa, en un contexto urbano de capitalismo moderno de la primera mitad del siglo XX en Chile.

Palabras y nombres clave
Imaginario, sujeto, comunidad, marginalidad, lazo colectivo, decolonial, clase, heterogeneidad, conventillo, periferia, sociedad, estética, proyecto político, siglo XX

 

Desarrollo
Durante las primeras décadas del Siglo XX, la narrativa chilena se volvió una parte importante de las discusiones que respectan al cuerpo y las lógicas de poder que se insertan en él. Ese es el caso de la novela Sombras contra el muro de Manuel Rojas, donde se desarrollan elementos bajo la fuerte impronta de un imaginario local que antagoniza con el imaginario dominante de su época, conducida por directrices de un capitalismo moderno, en tanto modelo hegemónico. Asimismo, está la dimensión decolonial del imaginario en la novela, la que nos permite leer la intersección entre sujeto, comunidad y marginalidad desplegada en el relato. Es por esto que en la obra se sintetizan el lugar donde Manuel Rojas escribe, como también el desarrollo intersubjetivo del mismo, construyendo así un discurso de época con los diferentes intersticios que se hacen presente en el desarrollo.

Los ejes fundamentales en torno a los que se elabora este imaginario están determinados por el sentido comunitario y la redefinición de una cultura propia. Es ahí donde surge la construcción de un modelo de sociedad diferente. La novela permite representar el ambiente popular, con los conventillos y los sujetos que los habitan, junto a las problemáticas comunitarias más características. De esta manera, se busca elaborar un lugar de enunciación desde una posición marginal, que establece un espacio de intersección entre la ficción y el proyecto político que la enmarca, a la vez que se enriquece a partir de ella. Es ahí, en esa intersección, donde la comunidad, el imaginario social y los cuestionamientos a las lógicas coloniales heredadas se van haciendo espacio. A su vez, se remite la importancia del anarquismo, pero no como lineamiento ideológico en el que milita el autor -que por cierto es relevante y podría ser desarrollado en otro trabajo-. Sino que más bien, como algo que se conecta con la avanzada estética del imaginario de la novela.

Dentro del conjunto de la tetralogía de Aniceto Hevia se nos presenta un sujeto político que, si bien no es homogéneo, tiene capacidad de introducir elementos de vanguardia, marcado también por una realidad y un ambiente de pobreza urbana. El cruce de este sujeto con la comunidad es a partir de los lazos afectivos, pues el propio Aniceto va estableciendo vínculos con los compañeros que comparte un horizonte político y un capital cultural. Fernando Moreno, plantea que se establecen “motivaciones, actitudes, movimientos, proyectos, aspiraciones, tentativas, sueños, pertenecen al ámbito de lo artístico y lo literario y a sus diferentes maneras de aproximación y concreción” (216). En ese sentido, los cruces ya mencionados dan cuenta de un interés por parte de Aniceto, y del propio Manuel Rojas, por componer un imaginario en conjunto a un colectivo unido por su composición de clase, pensamiento político e intereses en común.

El principal cruce que deriva del sujeto popular y la experiencia material que lo atraviesa se conecta con las expectativas y condiciones de posibilidad que entrega la novela. Según Cristian Montes, entre otras aproximaciones críticas, este elemento es relevante en el autor, en tanto es “resultado de la interacción del individuo con su entorno, su historia y los modos de producción económicos, mentales y culturales que desarrolla su sociedad” (108). De esta forma, se representa la experiencia de la marginalidad reorientando su sentido, ya no como subproducto negado de los procesos de modernización, sino como un lugar de enunciación. pues aborda la realidad del mundo popular sin recurrir a la apropiación de una voz ajena, porque el propio autor habla desde la herida misma de la pobreza. Dicha experiencia se puede graficar en la siguiente escena de la novela.

Lo central dentro de la propuesta aborda del imaginario de la novela es la capacidad de un ser humano de salirse de un “yo” y tomar el discurso de un “otro” (165), como lo aborda Cornelius Castoriadis, llevándolo a redefinir la comunidad y comprender la importancia del valor colectivo. A partir de esto es que define al imaginario como: “La verdad propia del sujeto es siempre participación en una verdad que le supera, que crea raíces y que lo arraiga finalmente en la sociedad y en la historia, incluso en el momento en el que el sujeto realiza su autonomía”. Cuestión que para los efectos de Manuel Rojas en el libro es la formación de una sociedad alternativa, que se va configurando a partir de su relación de los sujetos con su entorno y su condición social.

En el desarrollo de la obra, a partir de los giros argumentales que reconstruye el propio Aniceto Hevia, vemos que surge la idea de una nueva relación de carácter consciente propuesta de la propuesta del imaginario de Castoriadis, bajo una fuerte esencia en Rojas que contribuye en trasfondo humano que se da en cada estructura y reordenamiento comunitario. Esto es clave si entendemos que Sombras contra el muro te inserta en un mundo en que la comunidad busca la opción de construir algo genuino, bajo un sueño político y escenario idílico, el cual se plasme un proceso colectivo de se resignifiquen tradiciones, impulsen otro tipo de convenciones sociales y el inicio de una nueva forma de sociedad que más adelante veremos los resultados que tuvo cuando se intentó implementar.

Los tres ejes que se desarrolla en conjunto dentro de la obra -sujeto, comunidad y marginalidad- se encuentran en constante evolución, pues ponen en la palestra sus variantes históricas y geográficas. Al respecto, tomamos diferentes definiciones teóricas: por una de estas son nociones de “centro” y “periferia”[1], cuya puesta en escena, a partir distribución de la ciudad, es representativa de dos modelos en cuestión, siendo el primero el europeo dominante y el segundo el territorio colonizado. Este lugar de periferia, o de grupos tribales, como también mencionaría Gayatri Spivak, apela al carácter subaleterno de quienes habitan la comunidad, a partir de los diferentes mecanismos de dominación del capitalismo, en su etapa más moderna y de avanzada, por sobre los países colonizados.

El imaginario de Sombras contra el muro es muy fuerte a la hora de graficar cuestiones de la pobreza urbana dentro del país, con el desarrollo de una intersubjetividad que salen a la palestra a lo largo de la obra. Un ejemplo de esto es la siguiente parte: “Trabajan en silencio cada uno entregado a sus recuerdos, divagaciones, los brazos duros de frío y las manos ardientes de soda cáustica” (138). La importancia de este extracto está en que combina el escenario de obreros industriales en la capital con las diversas historias que se presentan en la escena, haciendo mención de algo que no se agota únicamente en representación de la clase obrera en su conjunto. Dicha heterogeneidad es clave para adentrarse en el mundo popular del que Rojas escribe y es parte, pues no encuentra un desarrollo unívoco dentro de la trama. De alguna manera, todas las historias constituyen una identidad y la experiencia anterior al trabajo tiene mucha importancia a la hora de configurar lo comunitario.

El lazo colectivo de la obra es un espacio de convivencia de los sujetos marginales, de los que ya bien hemos hablado a lo largo de esta trama. El desarrollo de los personajes en la novela da cuenta de un lugar de la experiencia del Tercer mundo, según la propuesta de Literatura menor de Deleuze y Guattari. Esto que visto en el abstracto suena como una cuestión exótica, corresponde en verdad al plano político más puro de Manuel Rojas, con una creación que responde a contradicciones históricas y múltiples identidades dentro de la misma clase explotada de la que forma parte. Es por esto que Sombras contra el muro es una experiencia de este lugar, con el conventillo funcionando como representación de esa experiencia.

La novela nos muestra identidades que no son fijas, dentro de un conventillo y una ciudad que representa ese contexto de modernidad y de ordenamiento eurocéntrico de la sociedad. Por su parte, la articulación que Aniceto tiene con sus compañeros es un círculo donde encuentran esos enclaves de miseria en la vida cotidiana, a partir de su realidad social y su capital cultural, poniéndose al servicio del horizonte político al que aspiran. Esto cumple con esa “función de enunciación colectiva e incluso revolucionaria”[2]. De ahí que viene el énfasis en diferentes subjetividades que van desde el lenguaje hasta la forma de organización, las que, en lo concreto, determinan buena parte de cómo se construye comunidad dentro de la novela.

A partir de esto mismo que identificamos una fuerte personificación del sincretismo cultural en los personajes, quienes tienen sintonía con una cultura global, pero a la vez encarnan un profundo arraigo en su conventillo, es lo que permite volver a remitirse al lenguaje del tercer mundo dentro de la novela. Tal es el caso de ciertos nombres como el de Bakunin de las Mercedes Montero Tureiplán -hijo pequeño de Serrano y Blanca, con quienes Aniceto comparte algunos pasajes de la novela-, cuyo nombre condensa el anarquismo cosmopolita, la devoción popular y un apellido mapuche. Es ahí donde toman fuerza los Simbolismos, propios de una cultura y un arraigo popular que es capaz de implementar sus propios términos con el fin de romper con los que han sido impuestos por un imaginario dominante. Esto lleva a que la comunidad participe de la novela también comienza a debatir en torno a una nueva vida, pero con el constante balance entre las expectativas y lo real.

Parte de esta tensión queda representada en narraciones del propio Aniceto Hevia, quien suele orientar buena parte de las concepciones del propio Rojas a lo largo del tiempo: “había caído una especie de ensueño: entre las ideas anarquistas, los aspirantes a bandidos y los aspirantes a intelectuales, casi no se daban cuenta de lo que ocurría a su alrededor” (67). De esta manera se establece un retrato político a nivel colectivo, en donde buena parte de la comunidad comienza a tener fisuras con la propia matriz ideológica de la novela, ya sea por diferencias en su praxis o en las proyecciones políticas.

Aniceto Hevia representa un cierto desencanto de algunas prácticas algunos de sus colegas ácratas, al tomar distancia por ejemplo del uso de armas, la violencia y la delincuencia como forma de conseguir algo. Esto en ningún caso era una condena taxativa, sino más bien una opción política propia por tomar distancia.

Otros seres, al lado de ellos, por las calles, en toda la ciudad, van, vienen, viven al mismo tiempo, otras cosas, otros hechos, otros sentimientos, todos al mismo tiempo, imposible detenerse, soñando, con hambre, con sueño, con ganas de comer, de dormir, de acostarse con una mujer, de bañarse, de ponerse calzoncillos limpios, otra camisa, de ganar más dinero, de comprar esto o aquello, enfermos de tanto comer o tontos de tanto dormir, algunos con ganas de matar, otros con deseos de llorar (Rojas 93).

Lo anterior es relevante, más allá de los cuestionamientos ideológicos, porque define buena parte del camino a seguir del imaginario en la novela y la opción política que el propio Rojas encontró en él. Lo mismo ocurre con las condiciones materiales dentro del conventillo mismo.

Parte de las dificultades que hemos afrontado con este análisis fue la mirada en retrospectiva que Rojas fue haciendo de la representación estética de esta novela, pues estaba lejos de ser una representación cabal del proyecto político de la época con un cause ascendente, ni mucho menos una añoranza. Según Ignacio Álvarez: “La adhesión de Rojas a la marcha de la modernidad chilena del siglo XX será cada vez menos evidente a partir de la década del 50, por otro lado, irá progresivamente predominando una mirada crítica de ese proceso” (211). Esto pues lo ponemos la novela de la tetralogía en su conjunto dentro de una perspectiva histórica, según lo señalado por la recepción crítica que ha venido teniendo esta novela y la tetralogía en su conjunto.

Sombras contra el muro es una obra que evoca a un tiempo pasado, cuya mirada en retrospectiva logra dilucidar aquel proceso de desencanto, pues estaba analizando con su visión de aquel entonces, muchas de las ideas y principios con lo que cargaba durante su juventud. Podemos inferir que fue un largo proceso de Manuel Rojas con esta novela ya que configura al imaginario que en su momento le tocó habitar, pero también logra tomar plena consciencia de cuándo este entra en crisis. La reconstrucción que Rojas hace del imaginario, entrega pistas de lo que vino para más adelante y de cómo fue evolucionando su pensamiento a partir de los hechos acaecidos.

La representación de la pobreza con la que Manuel Rojas trabaja, aborda todos los planos simbólicos del imaginario en la novela. Una de sus fortaleces es que el lugar político desde el que escribe escapa de cualquier análisis idílico que solo aborde la potencialidad revolucionaria del entorno, pues Rojas deja en evidencia la degradación material de su entorno, como lo podemos ver en el siguiente fragmento con la experiencia alimentaria:

Es también una comida pobre y también fea: porotos, cochayuyo, papas, luche, lechuga, una carne que según Filín es cortada del mismo culo del diablo, fideos, un pan amarillento, café, leche, pero Aniceto y Filín saben que ese es el color y el sabor y el aspecto de la pobreza; están acostumbrados a ella y no pueden exigir más (130).

Aquí podemos ver una descripción de Aniceto del plano simbólico de la pobreza, como lo es la mala alimentación dentro del conventillo, graficando al máximo la condición de miseria que cruza toda la trama.

La salud y el deterioro humano que cruza toda la obra también incide en el colapso del imaginario, a partir de la resignación hacia la muerte y la normalización de la misma dentro de la comunidad. Un suceso muy representativo es la muerte de Serrano y toda la escena de su entierro. En aquel momento, Blanca, su viuda, respondía a las condolencias que recibía en un tono casi displicente y por la necesidad de cumplir. Ella, al contarle los motivos del deceso a uno de los asistentes del funeral, recibe como respuesta: “Muere mucha gente de enfermedades al corazón” (143), mirando así a la muerte como algo cotidiano en una realidad con expectativas de vida cada vez más reducidas.

Con Lorena Ubilla reconocemos otro factor importante del desmembramiento político del imaginario en la novela, cuando el espacio carcelario -que cruza toda la tetralogía de vida de Aniceto Hevia-, como “un dispositivo de degradación humana” (236). Este elemento es importante, entendiendo la cárcel como un espacio con una profunda impronta colonial, no solo por ser un dispositivo aleccionador dentro de cada Estado-Nación moderno, sino que también porque opera como un lugar donde se juntan muchas otras experiencias marcadas por el maltrato y la poca higiene, demostrando que es un espacio con fines punitivos hacia las clases populares. Estos elementos dan a conocer otra parte del engranaje autoritario en reacción a los idearios políticos de la comunidad en la novela.

Finalmente, vemos que todo el proceso determinado por Manuel Rojas en esta novela, es la de un proyecto político que queda inconcluso, cuya trascendencia se encuentra a nivel en que las ideas, los simbolismos y el resignificado de ciertos lugares constituyan ese lazo comunitario tan especial para la formación política de Aniceto. Sin embargo, no termina por dar solución a problemas más estructurales del mismo entorno social del conventillo. De alguna manera, Rojas deja entrever desde su mirada en retrospectiva, con cierto desencanto de lo que fue el periodo de la modernidad, que es donde se ambienta la novela, más aún con el curso histórico que dicho proceso tuvo. A su vez, hay mucho distanciamiento ideológico con el anarquismo. Así como en Sombras contra el muro tiene desencuentros de índole más moral con otros anarquistas, tales como en el uso de armas o en conseguir algún objetivo a través de delitos comunes.

Pese a lo anterior, sería errado pensar en que el imaginario terminó fracasando. De hecho, el final de la novela dista mucho de aquello. Los pasajes que se incluyen en la narración son claros en decir que sí se logró construir una identidad auto determinada, cuya centralidad se ubicaba dentro de la comunidad de oficios y dan cuenta de un proceso social que supo instalar ciertos temas. Asimismo, podemos comprender mucho más esos rangos distintivos del Chile de la primera mitad del siglo XX, que le entregaban una potencialidad a la dimensión político social de la obra. Pero la experiencia vital dentro de lo que la novela pretendía representar, entraba en una etapa crítica y se fue desenvolviendo cada vez de manera más adversa.

A partir de la idea del proyecto de sociedad del imaginario en la novela, en tanto anteposición al modelo dominante, Manuel Rojas dio cuenta de un momento en que se estaban levantando ilusiones de constituir una sociedad ideal. El debate político y la matriz ideológica de la novela también aportan a esta lectura, que busca conducir un proceso ascendente dentro de la comunidad, sin desconocer las complejidades propias del entorno del conventillo, ligadas a la carencia material y a la pobreza. Es por esto que se plantea la hipótesis de que Sombras contra el muro se articula como dispositivo político de su época, pero cuyo proyecto queda inconcluso en el desarrollo.

 

Bibliografía
  • Álvarez, Ignacio. “El vínculo social en Hijo de ladrón: su inscripción nacional y la cuestión de la mirada.” Revista Chilena de Literatura (2021): 197-213.
  • Deleuze, Gilles y Félix Guattari. “¿Qué es una literatura menor?” en Kafka, por una literatura menor. México DF: Ediciones Era, 2001.
  • Montes, Cristián. “Lanchas en la bahía de Manuel Rojas: una apelación a la autenticidad existencial.” Barros, María José y Pía Gutiérrez (eds.). Manuel Rojas. Una oscura y radiante vida. Nuevas lecturas y aproximaciones críticas. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2020. 105-115.
  • Moreno, Fernando. “Sombras contra el muro: lectura, escritura, literatura.” Anales (2021): 213-220.
  • Quijano, Aníbal. “Colonialidad del poder y clasificación social”. Castro Gómez, Santiago y Grosfoguel, Ramón (eds.). El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2007, 93-126.
  • Rojas, Manuel. De la poesía a la revolución. Santiago de Chile: Ediciones Ercilla, 1938.
  • Sombras contra el muro. Santiago de Chile: Zig-Zag, S.A., 2012.
  • Spivak, Gayatri. “Puede hablar el sujeto subalterno”. 1998.
  • Ubilla, Lorena. “Fronteras legales y laborales: delincuentes urbanos, experiencias carcelarias y orden policial en Hijo de ladrón.” Revista Chilena de Literatura (2021): 215-240.
Notas
[1]
Quijano, Aníbal. “Colonialidad del poder y clasificación social”. Castro Gómez, Santiago y Grosfoguel, Ramón (eds.). El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2007, 121
[2] Delezue y Guattari, 30

 

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