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El Tercer Reich: desencaje del género diario de vida y conformación de un sujeto escritural sin horizonte de sentido.

por Felipe Christian Zúñiga
Artículo publicado el 05/10/2012

Por todas las evidencias estamos
en el mundo para no hacer nada
Emil Michel Cioran


 

El Tercer Reich de Roberto Bolaño, escrita en 1989 y publicada póstumamente el año 2010, es una novela heteróclita, que estriba sobre el diario de vida de Udo Berger, un funcionario de la compañía Stuttgard y aficionado a los Wargames (1), en especial a uno denominado con el título de la obra. Éste consiste en ser un juego de tablero y fichas en las que se asumen roles que simulan los ejércitos de la Segunda Guerra Mundial. En este artículo trataré de cómo el diario de vida, como género literario dentro de la tradición chilena, es subvertido, configurándose un texto que no manifiesta ninguna finalidad ni reflexión de la realidad que permita la construcción y reconstrucción de un Yo con un horizonte de sentido. Lo anterior se fundamenta mediante tres aspectos que desencajan el género en cuestión: en primer lugar, el narrador centra su escritura en la búsqueda de una variante para revolucionar las formas de jugar, quedando lo íntimo en un plano irrelevante; en segundo lugar, los sucesos de La Segunda Guerra Mundial son evocados desde la perspectiva de lo lúdico, erosionándose el sentido político de pertenencia a una continuidad histórica; y por último, el diarista representa la vida con el mismo nivel de irrealidad que los wargames, generándose una difuminación de los límites entre la realidad y la ficción. Bajo este panorama de decadencia metafísica, es cimentada una concepción de la vida como un juego intrascendente e improductivo. El creador del diario se anula a sí mismo, abandonando su principal afán (los Wargames), lo que provoca la transgresión de los lineamientos estructurales del diario íntimo como categoría literaria.

Introducción

En este artículo se tratará un aspecto obviado de la novela póstuma El Tercer Reich. El foco central de la exégesis será la subversión de los elementos tradicionales del diario íntimo como género literario en Chile. Los aspectos que posibilitan lo anterior se irán desarrollando en cuatro apartados, que si bien son de tópicos disímiles, contribuyen a erigir el propósito fundamental de la interpretación: la construcción de un diario de vida que subvierte el género, puesto que el sujeto escritural, Udo Berger, configura una representación de la realidad marcada por el sin sentido, la desesperanza y el vacío metafísico inexorable. El narrador queda paralizado, pues ya no es necesario un autoconocimiento y una búsqueda, por lo que su vida pierde rotundamente un horizonte de sentido.

Mediante el análisis conformado en los tres apartados, se quiere dilucidar cómo Berger comienza un proceso de distanciamiento con respecto a los otros y a sus alicientes iniciales (los Wargames), transformándose en un personaje que pierde su coherencia, quedando sólo como un portador de un nombre que se despoja de todos sus anhelos, y que sucumbe como una sustancia física que se desliza en el vacío sin ningún propósito ni nada que registrar. En la primera parte se indicará una sucinta especificación teórica del género literario diario de vida. En el segundo apartado, se quiere dar cuenta de los rasgos que perfilan a Berger como sujeto posmoderno, de afanes ególatras y de escasas interacciones sociales. Con respecto a su diario íntimo, el autor reflexiona acerca de su proceso de escritura y de las finalidades que se propone en un determinado retazo. Lo interesante de estas metas escriturales, y que subvierten el género, son que están subordinadas al juego El Tercer Reich , vale decir, aquellas giran en torno al proyecto de mejorar las estrategias para revolucionar las formas de jugar. Para ello, el diarista-narrador propone registrar sus avances en aquel soporte textual. Se parte de la base de que el diario de vida es un género que implica la búsqueda de un autoconocimiento y de una verdad, como quedará fundamentado posteriormente con la bibliografía pertinente. Sin embargo, el quiebre de este rasgo es explícito, puesto que, en un primer momento, todas las reflexiones del autor convergen en perfeccionar sus habilidades en el juego, y no en el mundo que lo circunda, y los sujetos que lo componen, los cuales son pensados, desde la mirada del enunciador, como instancias baladíes. En una tercera etapa (capítulo) de la exégesis, se quiere manifestar la idea de que Berger no reflexiona de los sucesos políticos que representa en su juego. El autor del diario representa el bando de los nazis, y no genera ninguna cavilación ligada a los sucesos que vivió su país ni a la ideología que emula. Así, se quiebra y subvierte el rasgo del diario íntimo que consiste en considerar que el diarista conforma una visión-versión de la historia, puesto que no es ajeno a los procesos políticos, como ha sido develado en la tradición del género en Chile. Si bien Udo tiene un conocimiento de los acontecimientos históricos que simula en su juego, no delibera ningún posicionamiento político en torno a éstos. Por ello, su postura es amnésica, posmoderna y está desencantado de los grandes metarrelatos que daban una coherencia social y unían a las personas bajo determinadas formas de entender la sociedad. En el último capítulo, se analizará un punto de inflexión, el cual se manifiesta cuando el autor pierde el entusiasmo por el juego, alejándose de esta actividad y de los otros sujetos avezados a dicha praxis. Quedará sumido en un mundo absurdo e intrascendente, asemejado a los juegos y destinado inexorablemente a la omnipresencia de la muerte, que neutraliza toda gran jugada, dejando todo relegado al olvido perenne. El autor del diario toma conciencia del sin sentido del mundo y del Wargame en el cual es campeón y especialista. Se desplazará por el mundo sin ningún horizonte ni afán, como una partícula de las que se descubrieron en el movimiento brownoideo. Estos desplazamientos fueron revelados por el escosés Robert Brown en 1827, explicitando que eran el movimiento caótico de partículas ultramicoscópicas en un líquido. Estos movimientos son representados en Berger, pues al final de su diario, tiene movimientos azarosos, carente de todo significado y finalidad. De ahí que termine abruptamente su texto, ya que no hay nada más que relatar. Lo que siguen son errancias sin significación. Por lo tanto, el diario como categoría literaria se subvierte, debido a que se anulan los rasgos que conciernen al intento de desentrañar una verdad, un sentido o autoconocimiento.

1- El diario íntimo como género literario

Como se ha señalado, se quiere dar cuenta de cómo se subvierten los elementos fundamentales del diario íntimo en El Tercer Reich. Antes de tal propósito, resulta ineludible dispensar una idea acerca de este género en relación al contexto en que emergió. Leonidas Morales indica respecto al asunto que:

“Los orígenes del diario íntimo parecieran estar asociados, en Europa, a determinadas    prácticas de vida cotidiana operadas por la Reforma y la Contrarreforma. Se trata de prácticas de racionalidad religiosa, comunes tanto en aquellos centros eclesiásticos reformados más estrictos, como asimismo en los medios de religiosidad católica moderna liderada por los jesuitas, que introducen, dice Max Weber, la costumbre de llevar un libro  con la cuenta de los pecados, tentaciones y logros de cada día […]” (2)

En sus comienzos, el diario se insertaba dentro del ámbito de lo privado, por lo que este objeto textual no estaba inserto en un proceso público de circulación ni se consideraba objeto literario. Siguiendo los planteamientos de Picard se podría señalar que el:

“[…] proceso por el cual el diario pasó a ser utilizado literariamente tuvo lugar en dos etapas. La primera tuvo lugar cuando, en la primera mitad del siglo XIX, se publicaron diarios de viajeros y de personajes famosos del pasado más reciente –como Byron,  Constant, Vigny-. Cuando, de este modo, el público se hubo acostumbrado a leer diarios, y a leerlos a gusto, tuvo lugar la segunda etapa, que consistió en la aparición de diarios escritos con la intención de que fueran publicados” (3)

En esta primera etapa, se publica el diario de Byron en 1830, del mismo modo, los editores comenzaron a publicar el diario de Constant y Vigny, sin el consentimiento de éstos, cuando fallecían. Con respecto a la segunda etapa del proceso, cabe señalar que:

“La primera edición in extenso de los diarios de Amiel, en 1890, supuso por fin el primer precedente de un diario escrito para ser publicado. A él siguieron muchos, desde André Gide hasta Peter Handke. El paso del status privado del diario a su status público es un acontecimiento importante, tanto desde el punto de vista de la historia de las formas literarias como del de la ontología de la Literatura. Lo que por definición era a-literatura toma ahora el rasgo y la función de la obra literaria. La escritura en forma de diario, que  por su naturaleza misma niega la comunicación intersubjetiva, entra ahora en la comunicación literaria.” (4)

La escritura del diario como género literario se inscribe como discurso subjetivo en el que se tiende a la recopilación de fragmentos para la integración de un Yo ficticio. Con respecto a la diseminación del status ficticio en el diario de vida podemos señalar que:

“La primera novela escrita en forma de diario es Le peintre de Saltzbourg (1803) de    Charles Nodier. Cuando el diario pasa a ser una técnica de la narración ficcional, una de las formas de la novela en primera persona- junto con las memorias y la novela epistolar-,             sus propiedades- fragmentariedad, incoherencia, etc.- adquiere un status semiótico distinto: se convierten en elementos y medios de expresión en el seno de la estructura de una obra” (5)

Charles Nodier fue un escritor francés que se sitúa dentro del Romanticismo. Haciendo alusión a dicho movimiento, Leonidas morales indica que:

“[…] el diario íntimo se instala de manera estable entre los géneros de la literatura europea moderna a partir del siglo XVIII, sobre todo con el Romanticismo y su giro hacia la subjetividad. Han sido principalmente literatos y artistas quienes desde entonces lo han   cultivado, aportando páginas insustituibles sobre la personalidad, el pensamiento y el proceso de producción de la obra del autor, o sobre particularidades del contexto cultural en que se forma y actúa” (6)

En el marco de la tradición chilena del “diario íntimo”, se puede referir que:

“[…] aparece en las primeras décadas del siglo XX. Quienes comienzan a escribirlo son mujeres: Lily Iñiguez y Teresa Wilms. Ambas mueren jóvenes, y en Europa: una a los 24 años, de tuberculosis, y otra a los 28, suicidada” (Morales 112)

Los registros del Diario de Iñiguez, escritos en francés, se encuadran dentro del segmento temporal que va desde abril de 1913 hasta el año de su deceso, 1926. En cuanto al sujeto escritural y al contenido de su texto, se puede aseverar que:

“[…] vive en medio en un medio de objetos y gustos refinados. Los viajes y el placer de vivir, muy en estilo de la “Belle époque”, marcan los ritmos cotidianos que la palabra Diario retiene, sólo amenazados por la sombra de la revolución marxista, que la diarista condena desde su refugio burgués y elitista. Su intimidad no conoce las sequedades de la conciencia insatisfecha, o los desajustes perturbadores del sentimiento […]” (Morales 112)

En cuanto a la otra precursora, su producción relativa al género fue publicada en la revista argentina Nosotros el día de su suicidio en París en el año 1921. Estas ocho páginas publicadas son suficientes para dar cuenta de:

“[…] una existencia muy distinta a la de Lily Iñiguez. No hay aquí a la vista ningún contexto familiar: ni rutina ni la nitidez de los objetos domésticos para apoyar la mirada. Lo que leemos es un Diario de la soledad, de lenguaje alucinado y emotividad deshidratada” (Morales 113)

Estas dos mujeres no son consideradas de tanta importancia en cuanto al desarrollo y profundización del género. Este lugar le concierne a Luis Oyarzún, puesto que:

“[…] saca al género del mundo clauso de sus predecesoras (el de un orden doméstico y social cerrado sobre sí mismo, y el de una conciencia fantasmalizada, sin suelo real al que articularse), y lo abre a la profusión de los estímulos de la vida cotidiana contemporánea. Comienza su Diario hacia fines de la década del 30. No lo interrumpe sino un día antes de morir en 1972 […]” (Morales 113)

En el Diario de Luis Oyarzún se pueden desglosar los elementos constituyentes que se le atribuyen al género. Éste está constituido por la imbricación de tres elementos: el tiempo, la intimidad y la identidad personal. La concatenación de estos factores permite configurar un tipo de texto centrado en el desvelamiento de un sujeto escritural ficticio, vale decir, y en palabras de Leonidas Morales, en la creación de:

“[…] la crónica de una conciencia «íntima»: interior, emocionada, libre en su movimiento, sometida a sus propios límites. Una conciencia que se interroga en  silencio y busca, obstinada, su verdad como una verdad del hombre” (7)

Los lineamientos anteriores dan cuenta de los elementos de la construcción de la identidad del sujeto bajo el matiz de la intimidad. Sumado a los aspectos de la construcción de la identidad, se agrega el carácter temporal que supone esta tipología literaria, pues es una escritura dependiente:

“[…] del calendario, de los estímulos de cada día. La misma dependencia trabaja también en contra de su unidad, siendo un género afectado evidentemente por la fragmentariedad.  En definitiva: la suya es escritura parasitaria, residual, condenada a la dispersión” (8)

Esta difuminación del sujeto en el tiempo se intenta detener escribiéndose a sí mismo y re-escribiéndose constantemente. Se escribe el día a día para recordar a sí mismo una identidad, para escapar del silencio, dice Blanchot (9), y por lo tanto para preservarse. A pesar de la complejidad que entraña el género, es posible reconocer el afán de memoria y conciencia de la situación política como un componente trascendental.

Hernán Valdés, heredero del espíritu referencial de Luis Oyarzún, se abre en el campo de la literatura con su obra Tejas verdes. En aquella obra, configurada como diario de vida, se dá cuenta de un enunciador que vivenció hechos históricos traumáticos durante el Golpe de Estado. El sujeto protagonista es sometido a todo tipo de vejaciones y torturas, entendidas como prácticas de poder sistemática. De modo que el enununciador es sumergido dentro de procesos de agresión de diversa índole, en los cuales se intenta subordinar su cuerpo y, paralelamente, disciplinar y alienar su conciencia. Bajo este matiz de tortura, se conforma un esquema narrativo que conlleva una crítica a este tipo de mecanismos de alienación y manipulación hegemónicas.

2- El diario íntimo: libro de estrategias de un wargame o anulación de la intimidad.

Resulta fundamental indicar que, en este segundo apartado, sólo se analizará al diarista en relación con los otros personajes, y con la motivación que lo impulsa a una escritura que subvierte los rasgos canónicos del diario de vida como género literario, ya que ésta se focaliza en al análisis de un juego, quedando el mundo social relegado a un segundo plano, o más bien, a una sucesión de hechos cotidianos que carecen de toda importancia y que, en su conjunto, no significan nada. Nos resulta relevante dar cuenta de qué tipo de interacciones sociales despliega en el transcurso de los días, ya que se genera una inflexión en la novela: en una primera etapa, el Udo Berger tiene relaciones sociales gratas y deseadas sólo con su novia Ingeborg, con Frau Else y algunos personajes que guardan relación con los Wargames; en una segunda etapa, el protagonista se aleja de todos los antes aludidos, quedando “solo” en un tablero vacío, sin ningún horizonte de sentido que guíe sus pasos a una nueva jugada. En este apartado sólo se profundizará la primera etapa referida, en la cual se configura un diario de vida despersonalizado, pues sólo funciona como una plataforma que sirve para rastrear y reflexionar acerca de los hallazgos relativos al Wargame, produciéndose una escisión con respecto a la intimidad y al carácter cogitabundo que funcionan como elementos fundamentales en el género que es desencajado.

En El Tercer Reich se transgrede un elemento de significativa importancia en la configuración del diario íntimo: el carácter de búsqueda y autoconocimiento que supone la construcción de la identidad en un contexto de intimidad. En una primera instancia, Udo Berger aparenta tener proceso escritural con unos designios acotados:

“Creo que Conrad tiene razón, la práctica cotidiana, obligatoria o casi obligatoria, de consignar en un diario las ideas y acontecimientos de cada día, sirve para que un virtual autodidacta como yo aprenda a reflexionar, ejercite la memoria enfocando las imágenes con cuidado y no al desgaire, y sobre todo cuide algunos aspectos de su sensibilidad que, creyéndose ya hechos del todo, son sólo semillas que pueden o no germinar en un carácter. El propósito, inicial del diario, no obstante, obedece a fines muchos más prácticos: ejercitar mi prosa para que en adelante los giros imperfectos y una sintaxis defectuosa no desborden los hallazgos que puedan ofrecer mis artículos, publicado en un número cada vez mayor de revistas especializadas y que últimamente han sido objeto de variadas críticas […]” (pp. 19, 20).

Sumado a lo anterior el narrador señala que: “nunca está demás tener un lugar en donde consignar los hechos del día y ordenar las ideas sueltas para futuros trabajos, que es precisamente lo que pienso hacer” (22). Berger se plantea aquellas finalidades en sus vacaciones en España, específicamente, en Costa Brava, cuando se instala en el Hotel del Mar con su novia Ingeborg. Además, el protagonista tiene el propósito férreo de trabajar en el hotel en que se hospeda, solicitando para ello una mesa con ciertas características para poder practicar sus jugadas con el tablero del wargame, y registrar sus logros en su diario íntimo. En un comienzo, los camareros y trabajadores del hotel tienen dificultad para encontrar una mesa de las proporciones impuestas por el veraneante. Su voz narrativa despliega su obsesión por el trabajo que intenta perfeccionar:

“Utilizando el tono más persuasivo expliqué a la señorita Nuria que para mi trabajo, sí,    yo en vacaciones trabajaba, era absolutamente imprescindible la mesa, pero no la que ya había, las mesas standard que, suponía, tenían todas las habitaciones del hotel, sino una mesa más alta y sobre todo más larga, si no era mucho pedir” (23).

Si bien las finalidades planteadas anteriormente obedecen a trazar un horizonte de sentido de autoconocimiento, éste se ve fracturado con los diversos registros acumulados en su soporte textual. Este quiebre se manifiesta bajo dos modalidades: un alejamiento social (perdida voluntaria de contemplar un mundo social banal) y una escritura centrada en la descripción de tácticas de un juego de estrategia. Es evidente que el contacto con el otro es un factor relevante para la construcción de una identidad consistente e introspectiva. Sin embargo, el narrador representa gran parte de las interacciones con los otros como acciones insustanciales, por lo que prefiere estar al borde de lo social, y sólo proyectar sus reflexiones en descubrir la nueva variante del Wargame que indaga para la posterior escritura de un artículo especializado. Por ello, la reflexión inscrita en el diario se genera en torno al juego de estrategia, y no de los acontecimientos que experimenta el narrador en su vida íntima. Berger, asiduamente reflexiona en torno la nueva variante que anhela sistematizar:

“(Aspectos generales del turno de primavera, 1940. Francia mantiene el frente clásico sobre la hilera de hexágonos 24 y una segunda línea de contención en la hilera 23. De los catorce cuerpos de infantería que para entonces deben estar en el teatro europeo, doce de ellos, por lo menos, deben cubrir los hexágonos Q24, P24, 024, N24, M24, L24, Q23,      M23.” (96).

La cita anterior da cuenta del ardid que planifica Udo para invadir Francia, considerando su posicionamiento de alemán dentro de la dinámica del juego. Con respecto a lo anteriormente enunciado, cabe señalar que el narrador se configura como un personaje posmoderno. Esto se debe porque su vida no gira en torno al otro, sino a sí mismo. En esta soledad e individualismo, se sustrae de toda conexión significativa con el “otro”, es decir, con el mundo social. El personaje de este relato, para decirlo en términos de Lipovetsky (10), deambula en pos de sí mismo como Narciso desorientado. La búsqueda es planteada en términos completamente autorreferenciales. La motivación que lo impulsa, pues, no es un reconocimiento del otro, sino de sí mismo. En este sentido, lo único que dá coherencia y proyección de sentido a la existencia de Berger son los descubrimientos de las variantes y jugadas del Wargame. Bajo este contexto, el diarista tiene que desentrañar una nueva variante del juego, puesto que tiene que publicar un ensayo, terminadas sus vacaciones. Al erosionarse el sentimiento de pertenencia social, situación que se prolonga en el futuro, el Yo se desprende de cualquier compromiso externo, desarrollando lo que Jünger llamó «segunda conciencia» (11) y se convierte en un Narciso angustiado por la condena a vagar en pos de sí mismo. Enmarcada la idea anterior en la novela, Berger estaría deambulando en las reglas del juego en que es especialista, sin embargo el regocijo que esto generaba al principio del relato es aparente, porque comenzaría a eclosionar en él una sensación de soledad y fracaso, que es aplacado sólo por la compañía de otros especialistas en los wargames:

“De pronto, sin causa aparente, he pensado que estoy solo. Que Conrad y Rex Douglas (a quien únicamente conozco de forma epistolar) son mis amigos. El resto es vacío y oscuridad. Llamadas que nadie contesta. Plantas» (p. 117).

La cita anterior se presenta como un cimiento importante para aseverar que Berger no quiere desarrollarse en contacto con la otredad, salvo las personas cuyos intereses convergen con los suyos. Cabe recordar que los deseos del narrador tienen una inflexión inesperada, lo que significa que éste pierde lentamente el interés por los juegos a partir de determinado segmento de la novela.

Por otra parte, en el relato existe una cantidad prolífica de pistas que desvelan un rechazo a interactuar con el otro, generándose redes que vinculan este ensimismamiento en diferentes días del diario para proyectar el mundo social como un absurdo. Un caso ejemplar de este individualismo soterrado lo podemos notar cuando Ingeborg, novia del protagonista, conoce a dos alemanes en la discoteca Antiguo Egipto. Ella se los presenta a Udo, reflejando éste una transversal indiferencia que al comienzo no es explícita:

“Karl – aunque prefiere que lo llamen Charly – y Hanna son de Oberhausen; ella trabaja de secretaria en la empresa donde él es mecánico; los dos tienen veinticinco años. Hanna está divorciada. Tiene un niño de tres años y piensa cazarse con Charly apenas pueda;  todo lo anterior se lo dijo a Ingeborg en los lavados y ésta me lo contó al volver al hotel. A Charly le gusta el fútbol, el deporte en general, y el windsurf: ha traído su tabla de la   que dice maravillas, desde Oberhausen; en un aparte, mientras Ingeborg y Hanna estaban en la pista, preguntó cuál era mi deporte favorito. Le dije que me gustaba correr. Correr solo” (p. 27).

En el último retazo de la cita queda patente que el narrador gusta de actividades autoreferenciales, quedando desconectado con la otredad, puesto que plantea que gusta “correr solo”. En otra ocasión la voz narrativa del diarista profundiza en este abismo que existe entre él y los otros cuando cena acompañado de su novia y la pareja de alemanes:

“Hemos cenado, con Hanna y Charly, en un restaurante chino de la zona de los campings. Cuando Charly comenzaba a emborracharse nos marchamos. En realidad, una tarde      irrelevante […] En cuanto a mí, puedo decir que comí en silencio, con la mente puesta en  otro lugar” (p. 42).

Es evidente que el narrador-protagonista tiene centrada su atención en el proceso de gestación de un ardid revolucionario para el Wargame. Se podría señalar que el rostro de los otros sujetos se desforman o alcanzan a tener una consistencia enclenque, debido a que el mismo enunciador opta por no crear lazos sociales en un mundo que pareciera serle insustancial e indigno de ser pensado.

Por otra parte, Ingeborg, la novia de Udo, se podría considerar como un personaje que juega un rol trivial en el relato, puesto que, a pesar de que en un comienzo el diarista afirma amarla desaforadamente, posteriormente termina sintiéndose solo o bien acompañado sólo de sus amigos interesados en el juego, los cuales también abandona. De modo que el sujeto que enuncia el diario termina rompiendo con su novia, y se produce un alejamiento cada vez más abismal entre ambos. En lo que concierne al Lobo y el Cordero, podríamos señalar que sólo son unos españoles que se dedican a tener una vida bohemia e insustancial, que Berger deja entrever en diversos fragmentos de su texto privado. En cuanto a Frau Else (esposa del dueño del Hotel del Mar), podríamos suponer que ejerce un atractivo en Udo. Éste siempre intenta encontrar una ocasión para platicar con ella. Alexis Candía (2011) señala que:

“entre Udo y Frau Else se produce un vínculo erótico que, muy en la línea de corrupción   del ilinx, tiene que ver con el deseo de Borger por vencer la resistencia de la mujer   alemana y lograr llevarla a la cama. Frau Else asume el juego que mantiene con Udo: “Lo nuestro es sólo un juego, Udo, y me parece que va siendo la hora de terminarlo. Puede resultar tan obsesivo como el que juegas con el Quemado (Bolaño, El Tercer Reich 220)” (12)

Sin embargo, aquel juego fracasa, Borger retorna a su país y olvida inexorablemente sus encuentros furtivos con Frau Else, así como también desiste de la idea de seguir cortejándola.

Los fragmentos citados anteriormente dan cuenta de que Berger no afianza relaciones profundas con los otros. Las únicas personas que lo ligan al mundo social (hasta cierta parte de la novela) son los expertos en los complejos Wargames En esta instancia se describirán a estos personajes y se acotará el tipo de vínculo que Berger construye y luego relativiza. Dentro de este grupo tenemos a Conrad, un importante amigo del protagonista que lo introdujo e instruyó (junto con otros conocidos que no son relevantes en el relato y en la vida del protagonista) en este absorbente mundo de los juegos:

“[…] nos ha obsequiado con muchas de las mejores variantes de algunas campañas, amén de infinidad de trabajos analíticos, históricos, metodológicos, e inclusive simples introducciones y reseñas sobre nuevos juegos” (p. 36).

Además, el autor ha consignado en su diario que Conrad ha sido un aliciente para que se profesionalice:

“[…] ha sido él quien me ha alentado a escribir en publicaciones de mayor tiraje e incluso quien ha insistido y me ha convencido para que se semiprofesionalizara. Los primeros   contactos con Front Line, Jeux de Simulation, Stockade, Casus Belli, The General, etcétera, se los debo a él” (p. 37).

Otra amistad que suscitó interés fue el Quemado. Este silencioso y misterioso personaje comienza a cobrar relevancia parsimoniosamente. En un comienzo sólo es descrito como un sujeto enigmático, que provoca curiosidad por las contundentes quemaduras que posee parte sustancial de su anatomía, incluyendo su semblante. Éste fue contemplado, en un primer momento, en la playa, lugar en que trabajaba alquilando patines que guardaba juntos entre sí, formando una especie de chabola. Después de una frívola fiesta, Udo se dirige con su novia y sus conocidos (Hanna, Charly, el Lobo y el Cordero) a tomar café a un bar denominado Rincón de los Andaluces. En este espacio nauseabundo, el Lobo y el Cordero presentan al Quemado, generándose la primera interacción comunicativa:

“- Aquí, Ingeborg, Hanna, Charly y Udo, unos amigos alemanes.
-Aquí, nuestro colega el Quemado.

Traduje para Hanna la presentación.” (p. 59)

En días posteriores, Udo comienza gradualmente a interactuar con el Quemado. En una instancia conversan en la playa, desplegándose de a poco un acercamiento y cierta confianza:

“Mi conversación con el Quemado giró al principio sobre temas tales como si alguna vez le habían robado un patín, si el trabajo era duro […] Las respuestas, bastantes escuetas, fueron las siguientes: dos veces le robaron un patín […]” (p. 78)

Como se expresa en la cita, se comienza a establecer un acercamiento entre aquellos personajes, y éste comienza a ser significativo para Udo, pues comunica su profesión, indicando que es un escritor especializado en los Wargames, aludiendo a todas las actividades derivadas de dichos tableros con fichas hexagonales (revistas, competiciones, los clubes locales, etc.). El Quemado muestra interés en lo expuesto por el diarista, por lo que este último se confiesa a sí mismo haber encontrado un oyente grato: “[…] escogí al interlocutor más singular de cuantos pude hallar” (p. 81). Es patente que aquellos lazos sociales son enclenques en el sentido de lo político. Sólo se generan redes de competencia, en las cuales cada individuo busca la victoria, el placer y la realización por la configuración de estratagemas refinadas.

Recapitulando, Berger es un personaje que escribe un diario de vida que tiene unas finalidades específicas, las cuales consisten en: analizar las eventos que le circundan en su vida cotidiana, mejorar su redacción para la publicación de artículos especializados y reflexionar acerca de la nueva variante para El Tercer Reich, puesto que publicará un artículo que revolucionará las maneras de jugar. Antes tales finalidades, el narrador se desliga de la otredad, no tiene una rica vida social, no genera una reflexión suscitada por los acontecimientos sociales en los cuales se ve inmerso. Bajo esta lógica, podríamos señalar que los otros personajes no encuadran en sus proyectos, por lo que quedan excluidos. Sólo establece lazos sociales con personas que tienen el mismo entusiasmo por los Wargames, aunque dicho sentimiento se torna, posteriormente, en algo evanescente. Hasta ciertos días puntuales del diario íntimo, se va desvelando que Berger tiene un afán individualista en la que:

“su pasión enfermiza por los juegos de guerra vemos no sólo la necesidad de poder y control, sino también el afán (que en realidad no es más que un gesto ególatra) de enmendar los errores de la historia […] De cualquier modo, el wargame que lo obsesiona y titula la novela no hay armas atómicas, por lo que el estallido final – en el tablero, así como en esta narrativa – se hace imposible, y frente a ello sólo queda seguir jugando” (13)

Frente al fragmento anterior, se puede argüir que este anhelo del personaje es completamente hedonista, conformándose un sujeto desvinculado de los procesos históricos y de la realidad social que le rodea en su vida cotidiana. Sin embargo, la pasión por los juegos sucumbe en la vida de Udo. Este aspecto se profundizará en el apartado cuarto. Hasta cierto segmento del diario, la vida íntima de Udo se conforma sólo por el interés por los Wargames y todo lo vinculado a dicha praxis. El centro de su escritura reside en relatar las jugadas y estrategias nuevas del juego. Por lo tanto, se disociaría el rasgo del género íntimo, que consiste en relatar: “[…] una conciencia que se interroga en silencio y busca, obstinada, su verdad como una verdad del hombre” (14). Los contornos del creador del diario íntimo forman a un individuo: “Obsesionado sólo por sí mismo, al acecho de su realización personal y de su equilibrio […]” (15) Los esfuerzos escriturales de Berger sólo convergen en la sistematización de la nueva estrategia, reflejo de un egocentrismo descabellado que lo sitúa al margen de lo social, en una incesante búsqueda de realización y diversión. Esto conlleva a la disociación de los rasgos del diario de vida, porque más que un texto íntimo, se establece un manual de estrategias para El Tercer Reich, que funcionaria como aquellas revistas o artículos en las que un especialista sugiere ciertas opciones plausibles para salir victorioso en un partida. En cuanto al registro del mundo social, parece ser un acervo de situaciones de veraneo nimias e insustanciales, donde realmente no acaece nada importante y sólo servirían para engrosar innecesariamente el diario con una escritura parasitaria. Lo único que refleja una progresión temática son los asuntos relacionados con el juego y los jugadores.

3- La Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva hedonista: el juego y la desvinculación de los discursos políticos

Desde otra perspectiva, podemos señalar que en la novela se configura un personaje que no reflexiona acerca de los procesos históricos de su país, por lo tanto, se pierde el carácter auto-reflexivo, escindiéndose el sujeto protagonista de la memoria histórica. Bajo esta óptica, Udo Berger asume, en el contexto del juego, roles en los cuales representa el ejército nazi. Y, por consiguiente, el proceso histórico representado en el tablero sólo es contemplado desde la perspectiva del juego, es decir, desde las estrategias posibles con las fichas hexagonales, sin importar la carga ideológica que subyace en los bandos militares simulados. Un ejemplo concreto de lo anterior, consiste en el mismo hecho de que Berger escribe un artículo para una revista especializada. Y el contenido de su artículo consiste en encontrar una nueva estrategia, es decir, en revolucionar las maneras de jugar, como el mismo protagonista señala al Quemado:

“-¿Cómo va tu juego?

-Perfecto. Viento en popa. Destrozaré todos los esquemas.

-¿Todos los esquemas?

-Sí, todas las viejas maneras de jugar. Con mi sistema el juego deberá replantearse” (p. 114).

Dentro de esta misma lógica de pérdida del horizonte histórico, el escritor rememora en su diario un importante campeonato de Wargames, en el cual participó y salió victorioso. Uno de los contrincantes era Heimito Gerhardt, un hombre de sesentaicinco años, el más viejo aficionado a estos juegos de tablero en Alemania. El diarista deja entrever la curiosidad que tuvo por este jugador, el cual era muy respetado por su amigo Conrad:

“Un día le pregunté por qué respetaba tanto a Heimito. Me respondió que lo consideraba un hombre de hierro. Eso era todo. Hierro oxidado, dijo luego con una sonrisa, pero hierro al fin y al cabo. Pensé que se refería al pasado militar de Heimito y así lo hice saber. No, dijo Conrad, me refiero a su valor para jugar. Los viejos suelen pasar las horas mirando la televisión o paseando con sus mujeres.” (p. 39).

En el contexto de la novela, se vislumbra en los personajes la importancia del juego sobre el pasado histórico (la memoria) y la reflexión en torno a éste. Este carácter amnésico y posmoderno de la novela queda explícito cuando el narrador confiesa lo que sucedió después de haber derrotado a Heimito:

“Después de la partida Heimito invitó a unos cuantos a su casa. Su mujer preparó bocadillos y cervezas y la velada, que se prolongó a altas horas de la noche, fue agradable y llena de pintorescas anécdotas. Heimito había servido en la 352 División de Infantería, 915 Regimiento, 2. Batallón, pero, según afirmó, su general no supo maniobrar tan bien como lo había hecho yo en la fichas que lo representaban en el juego.” (p. 40).

El fragmento citado permite dar cuenta de que ex militar está totalmente desconectado de los sucesos políticos acaecidos en La Segunda Guerra Mundial. Existe una evocación de datos históricos en función del juego y no en función de la relevancia de este proceso histórico en la sociedad. Y, dentro de los parámetros de lo lúdico, tampoco existe nada trascendente después de dicha actividad competitiva, puesto que los personajes terminan comiendo y bebiendo en el contexto de una situación cotidiana donde no hay grandes ganadores y perdedores, ni se deliberan posturas políticas. No existe un diálogo en que se trate seriamente las consecuencias de la guerra en la sociedad, así como tampoco se percibe una conciencia de lo que significa asumir una ideología (simulada en los juegos) que dejó profundas huellas de dolor a muchas generaciones. Heimito, el viejo jugador, participó en el 352 Batallón de Infantería del ejército alemán (Wehrmacht), el cual combatió en el frente de Europa Occidental. Sin lugar a dudas, se puede señalar que su sórdido pasado nazi no suscita ninguna reflexión de su parte ni de parte de las otras voces narrativas. Por consiguiente, se delinea a un personaje con una estéril visión del fenómeno histórico, ya que sólo evoca a su general y señala que Udo Berger maniobra mejor (dentro de la simulación del juego). Es patente que el matiz de justicia social es totalmente erradicado del discurso de los sujetos implicados, ya que todo gira en torno al juego y el pasado mismo es deshecho a partir desde esta perspectiva. Los personajes le sustraen la seriedad al “asunto histórico”, pues éste se configura desde la perspectiva de la entretención y del afán por vencer mediante estrategias cada vez más intrincadas. Por lo tanto, se fractura una de las premisas del diario de vida como género literario, puesto que el diarista no se cuestiona los sucesos vivenciados en la realidad social. Leonidas Morales señala con respecto al diario íntimo que la conciencia del diarista no está ajena a las vicisitudes históricas, y se busca una verdad:

“[…] pero no lo hace en el solipsismo de una subjetividad cerrada sobre sí misma, sino   en la relación viva, como protagonista o testigo, con la realidad cotidiana y cultural del mundo contemporáneo” (16)

No está la presencia reflexiva sobre hechos históricos importantes, que han calado profundamente en las personas; así, como tampoco se habla de justicia ni de mejorar las condiciones de ésta en los tiempos venideros. En el contexto de la literatura chilena, Morales hace la siguiente acotación respecto al diario íntimo:

“Interesante sería, en el campo de la hipótesis, estudiar al diario íntimo y la autobiografía como discursos periféricos, de margen, elaborados en un espacio de ruptura y resistencia.  Tal vez fuera posible construir así un cuadro donde los géneros de intimidad se ordenarían de acuerdo al modo en que sus discursos responden a las estrategias del poder,   plegándolas a ellas o quebrándolas” (17)

La novela testimonial, como discurso de resistencia a ciertas prácticas políticas, surgió en la mitad de la década de los setenta en Chile. Ésta era concebida como documento necesario para dejar constancia de las atrocidades del momento que se vivía durante el período de la dictadura. Esta modalidad discursiva influyó claramente en la literatura de ficción, reflejándose en Tejas verdes de Hernán Valdés, quien se sirvió del género literario “diario de vida”. Sin embargo, en la novela analizada, se presenta un descompromiso con respecto a las ideologías políticas, además no está centrada en el espacio de Chile, puesto que la novelística de Bolaño tiene un carácter cosmopolita. En lo que concierne a los discursos políticos, la visión de Bolaño estaría trazada desde sus primeros versos y planteamientos teóricos en el Primer manifiesto infrarrealista. En el manifiesto se amaga un tema siempre presente la literatura de Bolaño. Este contenido concierne acerca del fracaso de las utopías, como es expresado en la cita siguiente: «soñábamos con la utopía y nos despertamos gritando (18). En concordancia con lo anterior, tenemos a un sujeto narrador totalmente escindido del metarrelato del héroe de la libertad (utopías sociales), término acuñado por Lyotard (19). Este discurso tiene la función de legitimar el saber político, pero en el contexto de la posmodernidad ha sido profundamente cuestionado. Además, el metarrelato tiene por sujeto a la humanidad como héroe de la libertad, y “no recibe su legitimidad de sí mismo, sino del pueblo” (20). Con respecto a esta legitimidad, Lyotard señala en La condición posmoderna que:

“el pueblo está en debate consigo mismo acerca de lo que es justo e injusto de la misma manera que la comunidad de ilustrados sobre lo que es verdadero y falso; acumula las leyes civiles como acumula las leyes científicas; perfecciona las reglas de su consenso por disposiciones constitucionales […]” (p. 60).

Este relato de las libertades da cuenta de que el Estado toma directamente a su cargo la formación del pueblo bajo el nombre de nación y su encadenamiento por la vía del progreso social. Es explícito que el metarrelato descrito se presenta con severas fisuras en el narrador, puesto que éste jamás alude al concepto de justicia, y no piensa (en su condición de Alemán) en mejorar la sociedad de la cual forma parte. En este sentido, Berger sólo quiere perfeccionar sus estrategias de jugada, sin nunca aludir críticamente a su rol en representación de los nazis. De modo que, no está preocupado por el “otro”, pues éste ya es trivial, sin rostro, como sucede cuando comenta acerca de Hanna, Charly, el Lobo, el Cordero y otros sujetos sociales con los que, efímeramente, se ve inmerso.

A raíz de lo anteriormente descrito, es explícito que el “diario de vida” considerado como género literario, ha sido subvertido, puesto que uno de sus rasgos constituyentes se difumina. Esta modalidad textual tiene como atributo un carácter autoreflexivo, mediante el cual es posible tomar un posicionamiento con respecto a las vicisitudes históricas. Sin embargo, en la novela interpretada, se configuran personajes, y una voz narrativa, totalmente imposibilitados de cimentar una postura política. Berger reflejaría el espíritu posmoderno en el que:

“[…] vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por nuestras tradiciones y nuestra posteridad: el sentido histórico ha sido olvidado de la misma manera que los valores y las  instituciones sociales” (21)

4-El desencanto: hastío por el juego y vacío irrevocable.

Berger experimenta un proceso de degradación inexorable. Abandona el único aliciente que le daba cierta coherencia a su existir errático. En los últimos registros de su diario comienza a borronear su identidad, quedando casi como un fantasma carente de toda voluntad. Con respecto a la desintegración de la identidad del diarista, es pertinente señalar los lineamientos de Flores:

“Esta imprecisión de los personajes que están allí en el texto junto a la visión múltiple de los múltiples personajes lleva a pensar que en el fondo no hay protagonistas y que es una manera de elaborar narrativamente un concepto y tema caro a la postmodernidad: la disolución del sujeto” (22)

Este proceso de descomposición del sujeto escritural se despliega en determinado segmento de la diégesis. Se manifiesta un giro inesperado, puesto que el Quemado se transforma en contrincante de Berger, quien representaría al ejército nazi. Ambos deliberan emprender una partida en el Hotel del Mar. En varias ocasiones el “Quemado” se enfrenta con Udo, en el mismo hotel donde éste es huésped. En un comienzo, se siente confiado de poseer una inminente victoria, sin embargo, el contrincante comienza a perfeccionar sus estrategias, a documentarse acerca de las reglas e, incluso, comienza a ser asesorado por el dueño del Hotel (esposo de Frau Else), lo que provoca un inesperado cambio. El tablero se despliega cada vez en un clima de mayor tensión, puesto que Berger comienza a sentirse apabullado por el dueño del Hotel del Mar, quien declara entrar furtivamente a su habitación para conocer la posición de el Quemado y aconsejarlo. Además, de una inexorable derrota, Berger es amedrentado por las declaraciones del propietario, el cual refiere que el Quemado entenderá la victoria, en un arranque de alienación, como una venganza hacia los nazis, es decir, en un juicio. En el siguiente fragmento de la novela es explícito lo antes señalado, cuando platican Berger y la autoridad del hotel:

-El juego termina con Victoria Decisiva, Victoria Táctica, Victoria Marginal o Empate,  no con juicios ni estupideces de ese tipo-Recité

-Ay, amigo, en las pesadillas de ese pobre muchacho el juicio es tal vez el acto más  importante del juego, el único por lo que vale la pena pasarse tantas horas jugando. ¡Colgar a los nazis!

Me estiré los dedos de la mano derecha hasta escuchar el sonido de cada uno de los huesos.

-Es un juego de estrategia –susurré-, de alta estrategia, ¿qué clase de locura está usted diciendo? (p. 325).

Lo que podría considerarse un acontecimiento relevante, es realmente un acontecimiento banal. Berger pierde, y después de aquello no acaece nada. No hay tribunal, justicia y sólo queda el vacío:

“El juego se acaba, las cuadrículas del tablero han sido agotadas, no hay jugadas posibles. Se descuidó Turquía, cae Berlín. Los pliegues se han agotado, asistimos al sacrificio del vencido. Sin embargo, no hay sacrificio, ni venganza nazi, ni justicia. Sólo lluvia, oscuridad y una pequeña luz al interior de la estructura de embarcaciones del Quemado. Udo, lanzado dentro, espera con terror el desenlace de su derrota, un desenlace que nunca llega. El vencedor sólo espera sentado bajo la lluvia que inunda la playa. Todo se termina con un adiós en la lejanía y la entrega del juego en una bolsa a modo de ofrenda para el vencedor” (23)

Después de este encuentro que simulaba un acaecimiento importante, se genera una especie de abismo, en el cual, después de las posibilidades combinatorias que ofrece el tablero no hay nada. Udo Berger, se ha preguntado por el afán que persigue con el juego, y se ha confesado a sí mismo que no existe una finalidad. Terminada la partida, Berger se dirige a Alemania y continua con poco entusiasmo sus actividades relacionadas con los juegos. Este desinterés es descomunal si consideramos el siguiente extracto de su diario: “!En el Congreso se estaba jugando un Tercer Reich y yo ni siquiera me había acercado a dar una vuelta por el perímetro de los juegos! (p. 359). Se puede constatar que el diarista ha tomado conciencia del vacío que entraña ese tipo de juegos. Y aquel abismo, luego lo asemeja a la vida misma si consideramos la siguiente declaración que realiza a su amigo Conrad:

Hoy, después de un largo paseo a pie, le dije a Conrad que bien pensado y en resumidas cuentas todos nosotros éramos como fantasmas que pertenecían a un Estado Mayor fantasma ejercitándose continuamente sobre tableros de Wargames. Las maniobras a escala. ¿Te acuerdas de Von Seeckt? Parecemos sus oficiales, burladores de la legalidad, sombras que juegan con sombras” (p. 356)

Considerando el siguiente fragmento, podríamos argüir que la vida misma es contemplada como un juego de rol sin ninguna finalidad trascendental. En otras palabras, la vida humana es equiparada a movimientos y estrategias que no generan ningún ganador ni perdedor. Después de la jugada no hay nada, y esto es extrapolable a las acciones humanas, las cuales están destinadas al fracaso. Se deduce, por lo tanto, que el diarista representa la vida como una ficción que tiene los mismos atributos que los juegos. Alexis Candia cita en su obra El paraíso infernal” en la narrativa de Bolaño (2011) al sociólogo francés Caillois, quien delimita los rasgos constituyentes que conforman lo lúdico en su obra Teoría del juego (1958):

1-      libre: a la cual el jugador no podría obligarse sin que el juego pierda en seguida su naturaleza de diversión atractiva y alegre;

2- separada: circunscrita en límites de espacio y tiempo precisos y fijados de antemano;

3-      incierta: cuyo desarrollo no podría determinarse, ni conocerse previamente el resultado, pues cierta latitud en la necesidad de inventar debe obligatoriamente dejarse a la iniciativa del jugador;

4-      improductiva: que no crea bienes, ni riqueza, ni elemento nuevo de ninguna clase; y salvo desplazamiento de propiedad en el seno de círculo de jugadores, acaba en una situación identical a la del comienzo de la partida;

5-      reglamentada: sometidas a convenciones que suspendas las leyes ordinarias y que instauran momentáneamente una legislación nueva, que es la única que cuenta;

6-      ficticia: acompañada de una conciencia específica de realidad segunda o de franca irrealidad con respecto a la vida corriente. (21-22)” (p. 264).

El aspecto subversivo de la novela radica en que el diarista configura una concepción de la realidad equiparada a los juegos. En este sentido, y considerando el fragmento anteriormente citado, la vida en sí misma es una invención ficticia e irreal. No hay un referente de mundo objetivo. Un atributo de los juegos es su improductividad, el cual, dentro de la lógica de novela, es adjudicado a la vida misma. En este sentido, la existencia no posee ninguna finalidad pragmática (riquezas, bienes) y, las praxis humanas, al igual que las estrategias de un jugador avezado, acaban en una situación idéntica a la del comienzo de la partida (o acción de la vida); es decir, terminan en nada. Esto es explícito cuando el diarista platica con el “Quemado”:

“-La verdad es que no hay nada, Quemado. ¿Tú entiendes compromiso por obligación?
-No, para mí es un pacto.
-Pues, no tenemos ninguna clase de pacto, solo estamos jugando un juego, nada más.” (p.288).

A partir de la confesión anterior, se puede constatar que el diarista conforma una representación del mundo metafísicamente decadente. La vida, al ser identificada con los juegos de estrategia, pasa a convertirse en un cúmulo de acciones (estrategias) que no tienen ninguna finalidad trascendental ni pragmática. Es sólo un desplazamiento carente de todo sentido, pero que “divierte” o “consuela”.

Por otra parte, no hay una separación entre mundo objetivo (conocido) y mundo inventado (ficticio). Eugenio Trias, ya da cuenta de la metafísica kantiana como la “imposible ciencia límite sobre el límite: meditación que puede, en rigor ser llamada metafísica” (24). De algún modo, el autor, trata de señalar que la episteme moderna de Kant ha intentado delimitar el mundo objetivo-real (lo que puede ser conocido) de lo que no puede ser conocido (ideas problemas). El mismo autor da cuenta de que esta metafísica pretende ver la diferencia entre pensar y conocer, ya que:

“Hay para Kant cosas y objetos que pueden y deben ser pensados, pero no hay modo humano alguno de conocerlos. Sobre estos asuntos puede formarse la razón ideas […] sobre las cuales cabe aventurar preguntas radicales y hipotéticas respuestas […] Un hiato irremediable separa a dichas ideas límites acerca del límite de las realidades ignotas […]”(25)

Como constata Trías en la cita, esas ideas-problema son las que producen la diferencia entre lo que puede ser pensado y lo que puede ser objeto de conocimiento científico, y esa diferencia, nos “exige trazar la línea o límite que define el cerco de lo que puede ser conocido y aquel más allá” (26) en el que emergen “un surtido de ideas-problemas y de preguntas radicales (respecto al mundo externo, a nosotros mismos, al fundamento último de toda cosa […])” (27). Y dentro de esta misma lógica, podríamos aseverar que Udo Berger genera una dinámica en que el mundo objetivo (lo que es objeto de conocimiento) y las ideas del más allá (lo que no puede ser conocido, los juicios) presentan el mismo nivel de irrealidad y ficción que los juegos, puesto que toda actividad humana y la realidad en su constitución global está cimentada bajo los rasgos de lo lúdico. Lo anterior posibilita que emerja un diarista que no tiene referentes objetivos en el mundo o bien no hace una dicotomía entre mundo real/ ficción (juego). Este sistema binario se ve quebrado, pasando todo a un plano intrascendente y sin referentes. Con respecto a los referentes objetivos, Jean Baudrillard señala en Cultura y simulacro (2008) que: “La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo sin origen ni realidad: lo hiperreal” (p. 9). De esta forma, se configura el mundo sin ningún referente ni verdad, como señala el mismo autor: “En este espacio cuya curvatura ya no es lo de lo real, ni de la verdad, la era de la simulación se abre, pues con la liquidación de todos los referentes […]” (p. 11). Bajo el prisma de la ideas anteriormente citadas, se puede establecer que, en la obra indagada, Berger consigue dar cuenta de una configuración de mundo sin referentes, es decir, un mundo cuya arquitectura es la de los juegos (ficción e irrealidad), si consideramos el siguiente extracto: “[…] y en resumidas cuentas todos nosotros éramos como fantasmas que pertenecían a un Estado Mayor fantasma ejercitándose continuamente sobre tableros de Wargames […]” (p. 356). En consecuencia, para el diarista la vida es un tablero de juegos, un modelo ficticio, sin referentes, origen y realidad. Podría equipararse a una simulación, la cual según Baudrillard: “vuelve a cuestionar la diferencia de lo “verdadero” y de lo “falso”, de lo “real” y de lo “imaginario” (28), y que, además: “[…] parte del principio de equivalencia, de la negación radical del signo como valor, parte del signo como reversión y eliminación de toda referencia” (29).

En el comienzo de la novela, Berger desvela entusiasmo y regocijo con la posibilidad de ir perfeccionando sus conocimientos y estrategias en lo que concierne al mundo de los juegos de simulación de guerras. Alexis Candia cita a Caillois, el cual refiere en su Teoría del juego cuatro categorías de lo lúdico, y una de estas categorías se denomina agôn, en la cual:

“[…] lo lúdico aparece como una competición, vale decir, como un combate donde se crea artificialmente la igualdad de oportunidades para que los antagonistas se enfrenten en condiciones ideales […]” (282) y, además, el ejercicio del agôn implica: “[…] una preparación apropiada, esfuerzos asiduos y voluntad de vencer. Implica disciplina y perseverancia […] El agôn se presenta como la forma pura del mérito personal, y sirve para manifestarlo […])” (30)

Bajo los lineamientos de la novela, se puede aseverar que Berger pierde aquel entusiasmo individualista y va tomando conciencia de la futilidad y el vacío que impregna el juego en el cual es campeón. Como refiere Candía:

“[…] Berger enfrenta una doble derrota- tanto con la partida con el “Quemado” como con su relación con Frau Else- que lo situa en el sendero tradicional de los personajes bolañianos: el fracaso” (31)

Este fracaso, no sólo se vislumbra por la conciencia del sin sentido que entraña el juego que practica, pues también se atisba en una desaforada conciencia de la muerte y difuminación que anula los actos humanos protagónicos y trascendentes, por lo que todo deviene en un desecho irrelevante. Esto queda aseverado en una pesadilla, en la cual el narrador juega con el Quemado cerca del mar. El tablero se encontraba en un parapeto y Berger estaba perdiendo irrevocablemente en una noche gélida. El nivel del agua comenzaba a ascender lentamente, situación que angustiaba al narrador:

“El agua era negra y impedía que moviera los brazos y las piernas de tal modo que no    podia reorganizar mis fichas en el mapa ni echar a correr detrás del Quemado. El dado, blanco como la luna, estaba con el 1 dado vuelta hacia arriba […] Pronto el agua arrebató el tablero del parapeto y éste, junto con los force pool y las fichas, comenzó a flotar y a alejarse de mí. ¿Hacia dónde irían? […] La fichas, más de quinientas, boyarían juntas los primeros minutos, luego inevitablemente se separarían, hasta perderse en el fondo del mar; el mapa y los force pool, más grandes, ofrecerían mayor resistencia e incluso cabía la posibilidad de que el oleaje los varara en un roquerío donde se pudrirían apaciblemente. Con el agua hasta el cuello pensé que al fin y al cabo sólo se trataba de trozos de cartón” (p. 297).

El narrador toma conciencia de que aquellas figuras del tablero son sólo cartón que se difumina en el agua, lo que simboliza la muerte y la dispersión. De modo que las acciones humanas están condenadas a la misma lógica de fracaso: a ser sólo acciones de cartón que se deshacen bajo el oleaje irreversible e inexorable de la aniquilación. En la producción escritural bolañesca el océano está asociado el fin, a la desaparición absoluta. Patricia Poblete relaciona el Apocalipsis bíblico con la representación simbólica del mundo subacuático en El Tercer Reich:

“Los textos bíblicos subrayaron la condición abismal del océano, llamándolo “infierno de hielo”, y situaron en él- simbólicamente, por supuesto- el reducto del Leviatán y de la muerte; por eso, entre otras razones, en el nuevo mundo el mar desaparece […]. En El Tercer Reich prima esta visión negativa del mar, que aparece como un monstruo amenazante, “dispuesto a saltar sobre el Paseo Marítimo en cualquier momento” (2010: 244) […]” (32)

Este tipo de configuración del mundo, determinada por la omnipresencia de la muerte, ya está inscrita en el título de la novela póstuma 2666, el cual está tomado de un fragmento en apariencia insignificante de otra novela suya, Amuleto, que a su vez es un relato dilatado de un capítulo de Los detectives salvajes:

“La (Colonia) Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (pp.76-77).

Atendiendo a la cita, es posible entender el mundo de Berger como la Colonia Guerrero, vale decir, como una interminable sucesión de tumbas donde no se conservarán los restos pútridos de la historia, ni las grandes partidas realizadas en los Wargames a partir de la descripción de este mundo como cementerio. Es explícito, a raíz de lo anterior, que se presenta un quiebre con la categoría literaria diario de vida. Leonidas Morales señala que el diarista tiene la intención de desentrañar una verdad: “pero no lo hace en el solipsismo de una subjetividad cerrada sobre sí misma […]” (p. 85). Si nos atenemos al mundo erigido por Berger, nos percatamos que sus registros desvelan a un sujeto escritural que comienza a perder gradualmente el contacto con los otros, hasta llegar a un nivel irremediable, en que se encuentra solo y sin proyecciones sobre un tablero en que ya no tiene sentido seguir jugando. Con el transcurso de los días, registrados e hilvanados cronológicamente, es posible dilucidar en Berger una pérdida casi absoluta en relación al mundo y los otros. Más que un personaje con roles y un discurso consistente de la vida y de las circunstancias que lo envuelven, tenemos a un fracasado que ya no posee un horizonte de sentido que dé coherencia a su actuar. Con respecto a esta clase de personajes, Blas Matamoro constata: “Aún el aspecto exterior del personaje pierde su unidad antropológica y referencial, tornándose animalesco, invisible o mero portador de una inicial a guisa de nombre” (33). Ante la omnipresencia de la muerte no cabe ninguna esperanza, el desenlace es la borradura. Es por esta razón que Udo deja de confeccionar artículos especializados y de jugar partidas, ya que no tiene sentido buscar mejores estrategias y acrecentar sus destrezas. Todo lo que se busca y encuentra en el juego de la vida está condenado a la muerte. Por tanto, “buscar” mejores estrategias no tendría sentido en un mundo contemplado desde aquella perspectiva nihilista y decadente. Al respecto Espinosa señala en su artículo acerca de 2666 que:

“[…] para bolaño lo indeterminado es la vida y la determinación es la muerte. Todo aquello que se territorializa, que se fija, muere […] Hallar es igual a muerte. Todo lo que se encuentra, muere o está muerto. Tal como los cadáveres encontrados en Santa Teresa” (34)

Por consiguiente, queda anulado el rasgo que se le concede al diario íntimo como la representación de: “Una conciencia que se interroga en silencio y busca, obstinada, su verdad como una verdad del hombre” (Morales 85). Estamos ante un diarista que ya no busca nada, pues perdió de forma radical una directriz motivacional que oriente sus pasos, ante un mundo destinado a la desaparición. Frente a este panorama desolador, ya no es importante registrar los acontecimientos cotidianos ni tiene sentido revolucionar las maneras de jugar el wargame El Tercer Reich. Además, diario termina abruptamente, sin ningún indicio de que su creador galvanice su antiguo interés por el mundo de los juegos de estrategia.

 

NOTAS
1. Bolaño confesó su adicción por los juegos de estrategia en una entrevista realizada por Fernando Villagrán en el programa Off the record: “Soy un buen jugador de juegos de estrategia. Pero de juegos difíciles. Por ejemplo, hacer que Napoléon triunfe en Waterloo. Son juegos de horas, terribles, que te enganchan y convierten en un vicioso” (Andres Braithwaite, Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales. Pág. 105.)
2. Morales, Leonidas, La escritura de al lado. Géneros referenciales. Chile. Editorial Cuarto Propio. 2001. Pág, 109, quien cita a Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México, Premiá, 1991, pág, 77
3. Picard, Hans. “El diario como género entre lo íntimo y lo público”. (2006) Recuperado el 15-09-2012 en http://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=18429 Pág. 117
4. Ibid. Pág. 118.
5. Ibid. Pág. 119.
6. Morales, Leonidas, La escritura de al lado. Géneros referenciales. Chile. Editorial Cuarto Propio. 2001. Pág, 109.
7. Ibid. Pág. 85.
8. Ibid. Pág. 116.
9. Blanchot, Maurice: “El diario íntimo y el relato”. Revista de Occidente No. 182-183 (3 de septiembre 2012).
10. Lipovetsky, G. La era del vacío. Barcelona, Anagrama. 1996.
11. Jünger, E. Acerca del nihilismo. Barcelona, Paidós. 1994.
12. Candia, Alexis. El paraíso infernal en la narrativa de Bolaño. Chile. Editorial Cuarto Propio. 2011. Pág. 284.
13. Poblete, Patricia. “Bolaño: otra vuelta de tuerca”. Chile. Editorial Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 2010. Pág. 29.
14. Morales, Leonidas, La escritura de al lado. Géneros referenciales… Op. Cit. Pág. 85.
15. Lipovetsky, Gilles. La era del vacío… Op. Cit. Pág. 57.
16. Morales, Leonidas. La escritura de al lado. Géneros referenciales… Op. Cit. Pág. 85.
17. Morales, Leonidas. La escritura de al lado. Géneros referenciales… Op. Cit. Pág. 110.
Atendiendo a la cita, sería necesario elaborar otro estudio en que se contraste la literatura chilena de mediados de los setenta y contrastarla con la producción escritural de Bolaño (El Tercer Reich y Detectives salvajes), para dar cuenta de las posturas con respecto a temas políticos, de poder y la memoria, inscritos en el diario de vida como género literario. Bajo este procedimiento, se podría indicar que Bolaño difiere rotundamente en aspectos estéticos e ideológicos con respecto a los escritores de generaciones anteriores, los cuales están afiliados a ciertos posicionamientos políticos. Este quiebre se manifiesta en el desencaje que hace Bolaño con respecto al género, pues erige una perspectiva no mesiánica y desencantada de los grandes discursos utópicos, los cuales entran en una red de cuestionamiento.
18. El Manifiesto infrarrealista está disponible [en línea] en www.infrarrealismo.com consultado el 6 de septiembre del 2012.
19. Lyotard La condición posmoderna…Op. Cit.
20. Ibid. Pág. 64.
21. Lipovetsky, Gilles. La era del vacío… Op. Cit. Pág. 51.
22. Flores, María. “Notas sobre los detectives salvajes”. En Manzoni, Celina, ed. Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia. Buenos Aires Corregidor. 2002. Págs 91-96. Cita en pág. 93
23. Peñaloza, Pablo Roberto Bolaño El Tercer Reich Aisthesis no.50 Santiago dic. 2011. 284-289. Pág. 289
24. Trias, Eugenio. Los límites del mundo. Barcelona. Ariel. 1985. Pág. 64
25. Ibid. Pág. 58
26. Ibid. Pág. 59
27. Ibid. Pág. 59
28. Baudrillard, Jean .Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairós. 2008. Pág. 12
29. Ibid. Pág. 17
30. Candía, Alexis. “El paraíso infernal en la narrativa de Roberto Bolaño… Op. Cit. Pág. 282
31. Ibid. Pág. 284.
32. Poblete, Patricia. Bolaño: otra vuelta de tuerca. Chile. Editorial Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 2010. Pág. 73.
33. Matamoro, Blas. “Historia, mito y personaje”. En Cuadernos Hispanoamericanos 467. Mayo 1989. Págs.41-86. Cita en pág. 51.
34. Espinosa, Patricia “Secreto y simulacro en 2666 de Roberto Bolaño”. Revista Estudios Filológicos. 41 (2006). Págs. 71-79. Cita en pág. 78.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
-Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairós. 2008.
-Blanchot, Maurice. “El diario íntimo y el relato” en Revista de Occidente No. 182-183 (Septiembre 2012).
– Bolaño, Roberto. Amuleto. Barcelona. Anagrama. 1999.
– Bolaño, Roberto. El Tercer Reich. Barcelona. Anagrama 2010.
-Braithwaite, Andres. Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas. Santiago. Ediciones Universidad Diego Portales. 2011.
-Candía, Alexis. El paraíso infernal en la narrativa de Bolaño. Chile. Editorial Cuarto Propio. 2011.
-Espinosa, Patricia. “Secreto y simulacro en 2666 de Roberto Bolaño”. Revista Estudios Filológicos 41 (2006): 71-79
-Jünger, E. Acerca del nihilismo. Barcelona. Paidós. 1994.
-Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Barcelona. Anagrama. 1996.
-Lyotard, Jean-Francoise. La condición postmoderna: informe sobre el saber. Madrid. Cátedra.1984.
-Manzoni, Celina, ed. Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia. Buenos Aires. Corregidor. 2002.
– Matamoro, Blas. “Historia, mito y personaje”. Cuadernos Hispanoamericanos. 467 (1989): 41-86
-Morales, Leonidas. La escritura de al lado. Géneros referenciales. Chile. Editorial Cuarto Propio. 2001.
-Peñaloza, Pablo. Roberto Bolaño El Tercer Reich Aisthesis no.50 Santiago dic. 2011, 284-289
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-Picard, Hans. “El diario como género entre lo íntimo y lo público”. (2006). Recuperado el 15-09-2012 en http://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=18429
-Trias, Eugenio. Los límites del mundo. Barcelona. Ariel. 1985.
-El Manifiesto infrarrealista. [en línea]. [consulta: 16 de septiembre 2012]. Disponible en www.infrarrealismo.com
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