EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La desintegración formal y argumental en la narrativa chilena de postgolpe: Lemebel y Fuguet.

por Nicolás Abadie
Artículo publicado el 11/03/2012

En colaboración con Romina Grana
Prof. y Lic. en Letras Modernas. (Universidad Nacional de Córdoba).
Doctoranda en Letras Modernas con tesis finalizada.
Ex-becaria CONICET.
Área de especialización: lingüística.

 

La producción literaria a partir de los años 80 en la narrativa chilena se presenta como un campo de compleja exploración y aprehensión [1].
La diferencia etaria entre los autores, la diversidad de formatos textuales, la pluralidad de voces que circulan en las obras y la hipertrofia de sentidos que se movilizan en los textos corroboran la emergencia de obras de difícil clasificación genérica y organización argumental novedosa.
En este sentido, conviene tener en cuenta que entendemos por ‘nueva narrativa chilena’ las producciones escritas a partir de la década del 80 hasta fines de los 90 -según Cánovas (en C. Olivares, compilador, 1997) [2] autores nacidos entre 1950/1964, o según Marcelo Vargas, que nacieron a partir de 1948- que participan de la recomposición de un campo literario que había sufrido las agresiones propias de la dictadura. Estas producciones tienen el común denominador de ser narraciones de tinte realistas ubicadas en un espacio-tiempo reconocible. En ellas se parte de la realidad para fracturarla y reorganizarla en una visión personal donde, paradójicamente, se cuestiona el mundo representado. Además, se vislumbra una búsqueda de temáticas propias que es imposible deslindar de la compleja red de connotaciones ético-políticas que componen la memoria colectiva que se intenta recuperar.

Ante este panorama heteróclito, es necesario segmentar y seleccionar a priori algunos ejes que consideramos problemáticos para abordar los textos de Lemebel y Fuguet; estos son:
1-la deconstrucción del género crónica;
2-los lugares del decir;
3-las huellas que revelan los textos de la coyuntura político-social.

A- Loco afán. Crónicas de sidario (Pedro Lemebel, 1996)

Definiciones:
a) Loco, ca: adj. Que ha perdido la razón.//2.De poco juicio, disparatado e imprudente.//8.f. Hombre homosexual.//9.Mujer informal y ligera en sus relaciones con los hombres.//10. Prostituta.

b) Afán: trabajo solícito, excesivo, congojoso.// Trabajo corporal como el de los jornaleros.// Fatiga, penalidad, apuro.// Solicitud, empeño, pretensión, deseo, anhelo vehemente.// Prisa, diligencia, premura.

c) Crónica: lat. chronica, //1. [libro] en que se refieren los sucesos por orden del tiempo. F: historia en que se observa el orden de los tiempos. //2. Artículo periodístico o información radiofónica o televisiva sobre temas de actualidad.

d) Sidario: (Acrón. de síndrome de inmunodeficienciaadquirida) Med.
Enfermedad viral consistente en la ausencia de respuesta inmunológica.

Entonces, del cruce de estos conceptos, emergen las siguientes posibilidades combinatorias: *deseo homosexual; *trabajo disparatado y de poco juicio; *trabajo corporal de un hombre homosexual; *tarea corporal de quien ha perdido el juicio; *trabajo congojoso del homosexual; *empeño, premura por decir objetivamente aquello que tiene que ver con la enfermedad del organismo social o biológico.

Las Crónicas de Lemebel representan, para el Chile de postgolpe, la espontaneidad y la efectividad de un relato en el que se desencadena la palabra contrainstitucional de unos sujetos sociales que no han sido dichos por el discurso institucional.

Como hemos advertido, la palabra crónica, o mejor aún, el género crónica, es un tipo de relato que sigue el orden temporal en la exposición de hechos que son más o menos contemporáneos al momento de la puesta en marcha del dispositivo de enunciación. Es decir que, en algún sentido, podemos tomar la noción de tiempo histórico tal como la entiende Barthes (1984) cuando habla de la cercanía temporal entre el tiempo de la materia narrada y el tiempo-papel, que es el de la escritura.

Para el autor, lo contado es su propia historia. Es la propia experiencia la que le permite como enunciador anclar este relato (en apariencia objetivo) en un mundo de subjetividades que se pretenden tematizar. En este sentido, los casos de prolepsis funcionan a modo de anticipación, como expresión de una crisis yoica en la que este tipo textual adquiere matices testimoniales en virtud de que la reminiscencia y la nostalgia son las propias del homosexual, desde cuya óptica se cuenta.

La crónica es un tipo textual que pertenece al género doxológico. Su carácter fuertemente aleccionador puede observarse en la utilización de la tercera persona y de muchos recursos de impersonalidad que, en la reconstitución lineal de los acontecimientos, ponen de manifiesto una búsqueda de objetividad.

Este relato ´objetivo´ que trae a la escena a los diferentes, a los homosexuales, a los vulnerables no hace sino dar cuenta de la sistematicidad de la violencia que fue ejercida desde los estamentos de poder.

Lemebel trasviste el género y le pone una investidura nueva en la que se vislumbra que el interés por contar no sólo está dirigido a dar cuenta fiel de lo que le pasa a la Chumilou o a Loba de Mar, sino también a los diferentes por enfermos, por homosexuales, por disidentes. La palabra recuperada por las Crónicas es la verdad de esta ningunidad, de estos álguienes que fueron callados y silenciados por las exigencias del autoritarismo. La crónica se convierte así en una herramienta que permite reubicar en el ámbito de lo social esta contrahegemonía (ver R. Williams, 1997:129) que pretende hacer hablar al silencio, reconocer las desigualdades y aceptar las diferencias [3].

Si acordamos entonces que las Crónicas intentan recuperar la voz de esta realidad de los sujetos travestis, podemos argumentar que los principales lugares donde se va a operar para producir el efecto de verosímil son, al nivel de la superficie textual, actores, tiempo y espacio; estas últimas categorías de importante significación pues contribuyen a anclar el texto en el extra-texto.

El programa narrativo que concierne al enunciador está vinculado con la publicación de un saber ya que todas las competencias para decir le son atribuidas por la experiencia personal, y esta es una importante fuente de legitimidad para hacer creer que lo que dice es verdadero. Así, la relación enunciador-enunciatario guarda cierto grado de asimetría debido a que este último o no tiene todo el saber o sabe menos o sabe erróneamente. Por tanto, la crónica se nos presenta con una fuerte intencionalidad pedagógica que tiende a garantizar que la circulación del saber por referencia al extra-texto o por el juego de relaciones intra-textuales es coherente.

En cuanto al dispositivo de enunciación actualizado en este texto, se puede decir que es el panóptico coliza [4] el que media las intervenciones que se hacen en los niveles: a) de la materia narrada, b) de la palabra del enunciador y c) de los lugares que se prevén para la escucha.

A partir de lo antedicho, cabe decir que la materia narrada retoma la problemática homosexual desde múltiples aristas: los avatares de la prostitución, las consecuencias que deja en el cuerpo la acción de la enfermedad, los deseos, gustos, la vestimenta, las experiencias y pretensiones del gay:

´…la Chumillou…Jugándoselas todas en la esquina del maraqueo sodomita, peleando a navajazos su territorio prostibular…La Chumillou era brava decían las otras travestis…Por eso, el aguijón sidoso la eligió como carnada de su pesca milagrosa. Por trágatelas todas, por comenunca, por incansable cachera de la luna monetaria. Por golosa no se fijó que en la cartera ya no le quedaban condones…’ (Lemebel, 1996:18)

En cuanto al lugar del enunciador, la voz que organiza el enunciado es la de la propia experiencia, la de la auto-biografía como un espacio de saber conocido y aceptado. De los signos de la destinación, se puede decir que a pesar de que están prácticamente ausentes, se puede prever un protodestinatario gay, un antidestinatario ´chilenos´, y un lector empírico que se quiere captar por el acto mismo de escritura [5].

En las Crónicas el lenguaje es un instrumento de mediación a través del cual la realidad de los sujetos travestis puede ser captada. La palabra del enunciador es la palabra vinculada al deseo, al erotismo, a la libido, a la lujuria; pero también es una palabra ligada a la denuncia y al reclamo.

Todo en las Crónicas es anal, fálico, sexual; nada hay de omisión o sugerencia, todo es explícito y se inscribe en el marco de un proceso de identificación en el que el homosexual funciona como agente de cruce y su discursivización es la ´propia voz de toda reivindicación´ (Barthes, 1984:194).

Por otra parte, debemos considerar que todo sentido producido tiene una dimensión significante a nivel social. Por tanto, las condiciones de producción que regulan los discursos sociales pueden ser relevadas a través de las huellas que el enunciador deja en los enunciados.

Las Crónicas de Sidario simbolizan la irrupción en un espacio contrainstitucional, contraparlamentario y contraintelectual de una palabra virósica, contagiosa y corrosiva.

La topicalización del sida funciona como métafora del cuerpo corrupto y se convierte en una denuncia social virulenta: es la metáfora del cuerpo biológico extendida al cuerpo social chileno.

Con este texto, se propone una lectura del ´travestismo´ como estrategia para horadar las exigencias del autoritarismo, para cuestionar los estamentos de poder. El autor echa mano a un sistema de aprovechamiento de formas, acciones y giros eróticos, obscenos y soeces cuyo alcance es polémico.

Para culminar, la violencia se pone de manifiesto en el texto de Lemebel en la utilización del espacio público del ‘lenguaje’ para volcarla sobre una materia escriptoria que sufre también la violencia del trazo sobre el papel: es la fuerza de la mano corrompiendo el papel. Así, la escritura se convierte en un acto reivindicatorio de una parte de historia resquebrajada que algunos ningunos del Chile de postgolpe quieren empezar a mostrar.

B) Por favor, rebobinar la novela de Fuguet corregida, aumentada y publicada en 1998 funciona en nuestro análisis como uno de los modelos paradigmáticos de una de las tendencias de la nueva narrativa chilena por lo que tiene de representativa de las ‘contradicciones existenciales e ideológicas de una comunidad nacional en crisis’ (Cánovas en Olivares, pág. 26).

Desde su composición misma se establece un pacto de lectura con el lector que lo obliga a poner en marcha una competencia especial. Esta tiene que ver con la asimilación constante y permanente de las significaciones que circulan dentro de una sociedad gobernada por la presencia de los medios audios visuales. En este sentido, el texto se (des) organiza y (re) compone en función de la experimentación libre con distintos discursos sociales, tipos y géneros literarios propios de diversos ámbitos, como el periodismo en sus más variados formatos, el cine, el videoclip e incluso el discurso literario tradicional.

Ocho voces van narrando distintas historias que, en apariencia inconexa, reflejan el desconcierto y la alineación de una generación que tropieza ante la falta de modelos y patrones identitarios. Inmersos en una modernidad caótica, ante ‘un presente que agobia y que no vislumbra ningún futuro’ (Fuguet, 1998:36), queda una única salida que es poner ‘marcha atrás’, rebobinar e internarse en el pasado para esclarecer lo que hoy se les presenta oscuro y enredado. Ante esta hipertrofia de estímulos e informaciones el lector deberá ir estableciendo vínculos entre los personajes que adquieren más relevancia en función de su experiencia de vida que en términos del rol actancial que cumplen.

Esta visión poscolonial y contaminada por la globalización que propone Fuguet motivó en la crítica diversas reacciones. Más allá de tomar partido y discutir cuestiones que escapan al tema que nos ocupa, la novela puede ser considerada como una gran crónica de nuestro tiempo que se encarga de mostrar la disociación de una generación que se esfuerza por encontrar vínculos identitarios en un mundo cada vez más desconcertante, complejo e irreal.

La complejidad que manifiesta la novela en su superficie textual y argumental dificulta su clasificación genérica. Nos encontramos con una forma que escapa de la imagen de la crónica tradicional pero que no deja de emparentarse con ella. La organización de los contenidos sobre un criterio temporal, la descripción detallada de los hechos y el sistema de conceptos que selecciona el cronista son características que en la obra recrean la atmósfera de vértigo, velocidad y enajenación de la que venimos hablando.

La progresión lineal da paso a una sucesión de flashes y estampas en el eje de las simultaneidades que se entretejen desde su propia fragmentariedad y que se transforman en recuerdo y experiencias del enunciador de la enunciación enunciada. El relato avanza vertiginosamente. Los blancos tipográficos funcionan como ‘saltos’ secuenciales que resquebrajan el desarrollo cronológico —y lógico— de los acontecimientos. Las prolepsis que funcionan a modo de anticipación quieren dar cuenta, al igual que en las Crónicas de Lemebel, de la crisis yoica de un sujeto enajenado por la sociedad de consumo en la que ‘cuando uno no ama, compra’ (Fuguet. 1998:95).

Ahora bien, las valoraciones del enunciador están presentes de manera constante en el límite que se establece entre la descripción de un aquí –el Chile en el que se desenvuelven los personajes- marcado por el atraso y la enajenación y un allí –el culto a la imagen y al progreso de los Estados Unidos- superficial y tecnocrático. La crítica de la que es víctima Fuguet es precisamente esta ideología colonial que domina la descripción que hace de la sociedad chilena pero quizás su acierto mayor es erigir un espacio alternativo que le permita reducir y suprimir la identidad colonizada en un realismo virtual en el que no se oponen los términos de la polaridad, sino que son cuestionados y relativizados de manera permanente[6].

En la emergencia de ese espacio otro, parecen cobrar sentido los protagonistas como miembros de una generación que tensiona los universos culturales de origen para dar con una identidad híbrida, plural que comparte sus rasgos pero que no se resuelve en ninguno de ellos. En esta generación impera el dominio de la imagen y los vínculos parentales y afectivos se resuelven como tratos comerciales. No es casual que dentro de la nueva narrativa chilena la imagen del padre sea disfórica y sujeta a críticas, que primen los falsos estereotipos y no haya modelos a seguir.

El acto escriturario otorga identidad al sujeto de la enunciación enunciada. Pero a diferencia de las Crónicas de Lemebel, la identificación viene dada por el reconocimiento masivo. En este sentido, se ponen en crisis el ser y el parecer desde una posición mercantilista en donde el texto no acaba de trastocar ni socavar plenamente el sistema literario.

El autor logra una caricatura de la literatura en la que circulan los más diversos discursos sociales, a través de un texto focalizado desde varias perspectivas y que funciona como una muestra rápida y simultánea de la cultura chilena, siguiendo la estructura del zapping o del videoclip. La enunciación da la sensación de dejarse llevar por la inercia del presente. La pretensión de objetividad del género crónica se transparenta en la hipertrofia de estímulos propios de la vida posmoderna. La linealidad da paso a la simultaneidad. Los personajes funcionan como ejemplos de una operación previa de visualización panorámica.

Cánovas destaca que en la novelística nueva hay una mirada ‘ética sobre la otredad que está sostenida por un sentimiento escéptico de la vida y simultáneamente por el ímpetu trascendental de recuperar una mirada prístina sobre la vida y el sujeto histórico que la anima’ (en Olivares, pág.25). Los personajes de Fuguet son huérfanos y andan sin un rumbo puesto que la necesidad de realizarse experiencialmente está supeditada al reconocimiento público y la posterior inserción en un mercado que regula el gusto e imprime el modelo. Por lo tanto, la crisis de este sujeto se resuelve en la desmembración de un sistema que lo obliga a disociar entre aceptación o fracaso, entre inclusión o filiación.

Conclusión:
Para cerrar esta exposición queremos dejar sentado que los dos autores trabajados dan cuenta de una realidad dispar en la circulación de la producción literaria chilena.

La escritura propuesta por Lemebel sintetiza la búsqueda del establecimiento de un juego de estructura múltiple el que quepa la noción de otredad. El autor propone la resemantización de la diferencia mediante la convivencia de reglas del lenguaje, de estructuras sociales concomitantes que nombran los espacios silenciados. Este sistema en el que cohabitan las políticas del olvido –mecanismo frecuentemente ejercitado por los países que han sufrido dictaduras violentas- es desarticulado, desmembrado por un gesto firme cuya voluntad es hacer ver, recuperar la memoria, participar del recuerdo.

Lemebel resignifica la diferencia focalizando en los aspectos más siniestros de la realidad que viven y padecen los sujetos homosexuales. A su vez, propone una nueva semiología del orden y del desorden: convierte su escritura en una mirada desobediente e irreductible acerca de una tendencia narrativa que ya no sirve, que ya no va. El panóptico coliza se convierte así en una propuesta estética que resquebraja los límites del pudor y el decoro y cuyo alcance es polémico. Entendemos con Bajtín (2002) que ´polémico´ es un término que está asociado a la noción de polifonía, de superposición de voces que circulan en los textos que no son otras que las de los sujetos comprometidos en ese juego. Estas zonas dialécticas recuperan el discurso minoritario de este nuevo lugar común que es el mundo gay.

Fuguet en cambio, propone un panóptico en el que confluyen la parodia, el pastiche, la hibridación en los niveles narrativos. Su obra es reflejo de una tendencia novelística en la que se intenta reflejar la heteroglosia y la complejidad de las formas discursivas múltiples y variadas que caracterizan el desarrollo de una ‘generación post todo’. Este autor es parte de una política de mercado que no remueve los cimientos de las estéticas literarias tradicionales. Fuguet se acomoda a las negociaciones editoriales y logra dar cohesión a una propuesta transgresora en cuanto a lo ornamental y decorativo – en el manejo del video clip y las técnicas audiovisuales- pero no propone como Lemebel una estética nueva, emergente, disidente.

Para culminar, las dos propuestas literarias sometidas a análisis, novedosas, lúcidas y singularmente atractivas no hacen sino mostrar dos aristas de una producción simbólica del Chile de postgolpe resquebrajada y movediza.

 

Bibliografía
Fuentes:
FUGUET, A. 1998. Por favor rebobinar. Alfaguara. Bs.As.
LEMEBEL, P.1996. Loco afán. Crónicas de Sidario. LOM Ediciones. Chile.
Bibliografía consultada:
BARTHES, R. 2001. S/Z. Siglo XXI. México
BAJTIN, M. 2002. Estética de la creación verbal. Siglo XXI. Bs.As.
BOURDIEU, P. 2003. Campo de poder, campo intelectual. Editorial Quadrata. Bs.As.
OLIVARES, C. 1997. Nueva narrativa chilena. LOM. Santiago de Chile
WILLIAMS, R. 1997. Marxismo y literatura. Ediciones Península. Barcelona.

 

Notas _________
[1] En términos de Bourdieu (2003:119) los campos son ´espacios estructurados de posiciones (o de puestos) cuyas propiedades dependen de su posición en dichos espacios y pueden analizarse en forma independiente de las características de sus ocupantes –en parte determinados por ellas-‘.
[2] Consúltese el texto editado por Carlos Olivares Nueva narrativa chilena, LOM. Santiago. 1997.
[3] Si entendemos que ´la definición tradicional de ‘hegemonía’ es la de dirección política o dominación, especialmente en las relaciones políticas entre los Estados´, entonces, lo contrahegemónico es lo opuesto a las tendencias dominantes que se imparten desde los estamentos de poder.
[4] Término que Lemebel recupera de la lunfardía chilena. Se utiliza para referir a las relaciones anales que se practican en el mundo gay.
[5] Esta categorización acerca de los posibles enunciatarios que prevé el enunciado fue propuesta por la Dra. Miriam Pino en el Seminario ´Las narrativas del Cono Sur luego de los golpes de Estado 1970-1990’ que se dictó como curso de Extensión de la FFyH de la UNC desde mayo a julio del año 2002.
[6] Esta idea será retomada en las conclusiones.
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