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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Las estrategias escriturales de Pedro Lemebel. Comentario sobre el libro «De perlas y cicatrices».

por Raquel Olea
Artículo publicado el 16/11/1998

En De perlas y cicatrices tercer libro de Pedro Lemebel, el autor cumple el mandato que desde los escritos de conquista ordena al género de la crónica, ser fiel a la verdad: «no debe el cronista dejar de hacer su oficio», dice, desde esos tiempos el cronista De Herrera para marcar su diferencia con esos otros, los serviles y aduladores del poder. Oficio al que Lemebel ha otorgado propiedad de tono y estilo en su forma de producir una escritura que habla la actualidad. Circunscrita al ámbito de lo urbano en su primer libro, al de la enfermedad en el segundo y al «cancionero» de la historia en De perlas y Cicatrices. (Cancionero era el nombre del microprograma radial «donde este puñado de crónicas se hicieron públicas en el goteo oral de su musicalizado relato « dice Lemebel en el prólogo). Actualidad procesada por una escritura que en su particular textura de trabajo en el lenguaje, articula, escenas tráficos y aconteceres de los 25 años últimos. De perlas y cicatrices nombra la materia de este libro. La aparente contradicción de estas palabras, las yuxtapone en una figura de aposición que hace que la segunda palabra cicatrices, caracterice, comente o explique a la primera. Crónicas de cicatrices explicadas por perlas. Pero tanto una como otra palabra, la perla y la cicatriz son producto de la misma operación defensiva de un cuerpo, produciendo con ella el efecto de una marca que quedará allí para siempre. Resultado de una daño en el cuerpo, la perla y la cicatriz, perpetúan lo imborrable. Ambas son indicio. Signo. Santo y seña de una intervención extraña, huella encubierta de otra historia.

Perlas y cicatrices de escritura que Pedro Lemebel organiza en ocho capítulos. Los cuatro primeros «sombrío fosforecer» «dulce veleidad» «de misses top, reinas lagartijas y otras acuarelas» y «sufro al pensar» pasan la lista a nombres y situaciones que se cierran en el capítulo «Relicario», intermedio visual en la lectura que reproduce imágenes perpetuadas por la fotografía de Alvaro Hoppe, las que exhiben escenas tomadas en las calles de Santiago. Los capítulos que re-abren la lectura después de Relicario «río Rebelde» ,»quiltra lunera» relamido frenesí» y «soberbia calamidad, verde perejil» escriben escenas urbanas, situaciones vividas por las calles; la escritura ejerce el tráfico de los acontecimientos, el llevar y traer de un lugar a otro, el paseo de la escritura por los barrios, las poblaciones, las plazas de Santiago. Lemebel junta nombres, personajes, situaciones que las estratificaciones urbanas nunca juntarían. Las figuras de antítesis, de aposición de juego de contradicción funcionan como operación permanente de las crónicas de Lemebel. La forma de titularlas ejerce una política de hilado que añade algo al nombre al repetir la misma operación de insistencia en posponer a su título una cita musical, una frase explicativa, que condensa alguno de los sentidos propuestos por el texto, trazando un itinerario de lectura. La escritura se construye como ficción verosímil sobre personajes y situaciones ya conocidas, las que seguimos viendo y oyendo todos los días en la televisión, pero también sobre los otros, los que dejamos de ver para siempre. La secuencia alterna nombres perlados de los medios, la cultura y el éxito, con los otros, los clausurados de la historia oficial, los olvidados.

«CRONICAS PROBADAS»
En sus libros anteriores, La esquina es mi corazón, Loco afán, Lemebel recopiló -no todos- pero si algunos textos ya publicados en periódicos o revistas (Página abierta. Punto final. La Nación). De perlas y Cicatrices reincide en este gesto de dar a conocer textos ya conocidos, de hacerlos transitar de un medio a otro de la revista, del aislamiento de la página periodística al libro para configurar un cuerpo textual por una operación de acumulación. En esta oportunidad la totalidad del libro está constituido por «crónicas radiales», como se indica en portada.( no en el título) La mención del origen pone en juego el doblez de registros que organiza este libro, oralidad y escritura como dos formas y situaciones comunicativas que operan efectos distintos. 71 crónica que fueron escritas para ser hablados día a día como parte de la programación habitual de Radio Tierra. De perlas y cicatrices constituye la lectura de una escritura que ya fue hablada, ya oralizada en el registro de la voz de Lemebel. Como él escribe, «el gorgoreo de la emoción, el telón de fondo pintado por bolereados, rockeados o valseados contagios, se dispersó en el aire radial que aspiraron los oyentes». Entre la lectura y la escritura de estas crónicas media una audiencia. Por lo tanto la materia de este libro ya ha sido oída, ya dicha, ya sabida, ya está en el aire. Ya escuchadas, estas crónicas han tenido su efecto en el registro de «el adelanto panfleteado» de una oralidad procedente de una escritura que en su anticipo ya las había fijado. Dispersadas en el aire, ingresadas hoy a la circulación del mercado de los libros, prueban otro circuito con ese doble rango, determinado por el habla y su especifica forma de transmisión por la palabra que la forma y la deforma y por la publicación que la sanciona en la adscripción al género de la crónica. (A)probadas y sancionadas por una audiencia fiel, De perlas y cicatrices ,ingresa al circuito comercial de los libros con el recorrido de una palabra que (re)prueba la construcción de su público lector según las leyes de mercado.

«LA NOVELA DE CHILE»
El cronista inicia el texto con un epígrafe que modela la escritura en la enunciación de su ley «golpe con golpe yo pago, beso con beso devuelvo, esa es la ley del amor que yo aprendí, que yo aprendí» (canta Lucho Barrios), ley que no se atiene a normativas e institucionalidades literarias sino que enuncia una política escritural del sentimiento. En su propia ley, la escritura de Lemebel empieza por cualquier parte, por el entremedio, «todo ocurre en el entremedio « dice Deleuze, poniendo en escena variados recursos para iniciar cada nuevo texto en estado de incerteza. A veces una pregunta indirecta abre la escritura a un relato impreciso, «Y por qué otra cosa sino por ventear la lengua en el cotorreo del domingo « se inici la crónica «Un domingo de feria libre», en otras, la pregunta se vuelve sospecha, como en «El test antidoping» donde dice, «Será que para el Estado los ciudadanos siempre seremos cabros chicos» o en otros momentos la pregunta ironiza la reflexión que da inicio al relato, «quizás porque la realeza nunca anidó en estos peladeros»; señalando estrategias de escritura que van sopesando un texto que se vuelve sobre su propia palabra como test, ensayo que prueba lo que escribe para sancionarlo segun su subjetividad de cronista. Lemebel trabaja insistentemente la operación de repetir el gesto que pone en acto una memoria que no es ni pura nostalgia, ni regocijo en el recuerdo, sino producción que revisa, pasa revista, cobra cuentas a espacios culturales, personajes y situaciones públicas que han encubierto su deuda pendiente con la historia, desde los tiempos de la dictadura militar. Implacable en su política del sentimiento, Lemebel los exhibe todos, uno sobre otro, rabia sobre tristeza, sobre impotencia, sobre reclamo, sobre humillación, construyendo su política del texto en el re-sentimiento de una escritura que cobra la cuenta por el lado de los perdedores. Resentimiento en Lemebel como política textual que transmuta en goce de la escritura el sentimiento de impotencia que le producen las inferiorizaciones a que le somete una sociedad que ubica lo gay, lo pobre, en el lugar de una minoría sin lugar en la distribución de bienes, en el festín de los consensos que denuncia. Escritura (re)sentida, en su producción de significaciones sociales, (re)cargada en su retórica engolosinada de adjetivaciones, sinonimias y usos desplazados de las sintácticas convencionales. Traficando información soterrada, enterrada en el callejeo de los saberes intrigantes, -copucheos, pelambres, corre ve y diles- intransitables en los circuitos oficiales, Lemebel hurga, desoculta e ingresa sin maquillaje en «esa faz agredida de una página de la novela de Chile» como escribe en «Los cinco minutos te hacen florecer» Carmen Gloria Quintana o «una página quemada en la feria del libro». La escritura de Lemebel escarba su materia donde la perla y la cicatriz operan como huella que el tiempo ha recubierto. Desde su especifico lugar Lemebel se autoriza a hablar esa otra parte de la historia. De perlas y cicatrices cuentea y saca cuentas con el presente, ficcionalizado en un lenguaje que construye su estrategia política en la insistencia, la reiteración, la multiplicidad, que concita en la escritura otros dobleces de género, femenino, sentimental, policial, juvenil, histórico, popular; géneros con los que el boom de la «Nueva narrativa» no ha podido contar la historia, tampoco escribir la «novela de Chile». El género de la crónica nos muestra en las estrategias escriturales de Lemebel que una y otra, novela e historia se hacen (a) pedazos. En la ficción de su lenguaje Lemebel trama una y otra en hechos y relatos desperdigados. La lectura que construye se levanta contra las retóricas oficiales que han intentado hacerlo sólo «de perlas».

Raquel Olea. Noviembre 1998

 

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