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Lo peor de Alberto Fuguet y de Álbaro Bisama.

por César Valdebenito
Artículo publicado el 28/10/2008

¿Cómo un escritor “escritor” puede pensar de forma tan corrupta, poco seria, llena de patetismo y mentirosa? La respuesta la dieron Alberto Fuguet y Álvaro Bisama en sus respectivas columnas del domingo de la Revista de Libros de El Mercurio. Hace un tiempo, los dos escribieron sendas columnas defendiendo, desde sus maltrechas trincheras, El Maletín Literario. El lector, al final de cada columna, no sabe si los disparates de Bisama son más reprochables que los disparates de Fuguet o viceversa. Y entonces llegan estos dos señoritos. Que se creen: ¡Los señoritos Fortíssimos! Llegan para interpretar con tal brío lo del maletín Literario, con ese ritmo y alarde que aseguran que noquean. Pero yo tengo el alma sin afeitar, y siempre al borde de un precipicio y les empiezo a dar. ¿Qué nos dice Fuguet? Parte afirmando que no le interesa participar en el debate nacional y, a reglón seguido, escribe esta columna a página completa en el diario de mayor circulación del país justificándose por todos los flancos. Dice que en otra época tenía serios reparos con el Maletín, pero que al ser llamado por teléfono por un ángel del poder, se le iluminó la sesera y cambió de opinión, es decir en un santiamén al farsante se le ocurrieron unas cuantas excelentes razones para aceptar de buen gusto la nominación. El lo justifica de muchas formas, pero nunca menciona el suculento billete que se le pagó, es interesante porque ¡nunca ningún jurado lo menciona! Y Fuguet recalca que antes de ser designado “…era, desde luego, como buen escritor, muy escéptico”, esas fueron las palabras. Y comienza con las mentiras de siempre y la farsa: “que se me ocurrió que si todos iban a decir que no, ¿quién diría que sí?”. ¿Qué razonamiento más hueco e incomparable?, y así damos inicio a la invocación del cliché y al comienzo de la trivialización de la experiencia del Maletín Literario, sin embargo lo que resulta inverosímil es la solemnidad y la sensación de autoridad que tiene el “escritor” al expresarlo. Le quiero aclarar a Fuguet que veinte escritores aceptaron de muy buen agrado y le puedo revelar que podemos encontrar más de cien que aceptarían y con muchas más codicia, alegría y patriotismo que él. ¿Cómo tan básica y cómica su argumentación? La verdad es la verdad. Estas son las espantosas irregularidades que definen los asuntos humanos. Y luego afirma, taxativamente, que no se arrepiente. Cómo si alguien fuera a pensar que se arrepiente, eso solo se condice con el nivel de su calaña, sin más, simple y llanamente. Así de claro. Luego explica que no cree que las familias modestas y pobres salgan a vender los libros regalados. ¿En qué mundo vive el lacayo Fuguet? ¿Cuando un ser humano tiene hambre está pensando en leer? Lo que explica lo mal escritor que es, no conoce el alma humana, no conoce los oscuros recovecos del ser humano, solo los vive con todos sus vicios, ya que es un escritor vicioso, viciado. Y así, suma y sigue. En cambio, ¿qué nos señala Bisama? Me da pudor dejarlo en vergüenza. Bisama parte atacando a la escritora Marta Blanco, diciendo que se comporta como el profesor Banderas porque la escritora asegura que un niño de 7, 8 o 9 años no va a ser capaz de entender libros como Cien Años de Soledad. Según Bisama, el niño, va a hacer capaz. Me gustaría que Bisama me diera el nombre de un solo niño que posea la capacidad de hacerlo. Bisama se habrá preguntado si a esa edad al niño le interesa leer semejante historia, EN LA CUAL LA MITAD DE LAS PALABRAS NO LAS VA A ENTENDER. Me refiero a eso y a nada más que eso y lo digo literalmente. Si Bisama cree que un niño va a estar con un diccionario buscando cientos y cientos de palabras que no sabe el significado, si el energúmeno de Bisama cree eso, es porque Bisama es un estúpido redomado hasta los tuétanos. Y eso, Bisama, no es subestimar a la gente ni su capacidad lectora, ya que no es gente cualquiera; SON NIÑOS DE ESCASOS RECURSOS. Y entonces, Bisama trata a Marta Blanco de pequeño profesor Banderas (y quiero aclarar que ella no es santo de mi devoción, todo lo contrario la encuentro una pésima escritora), pero, ante esto, debo aclarar que Bisama debe ser el mono que parió al tal Banderas. Y es a ese tipo de vocinglero al que le da tribuna El Mercurio. Es claro, Bisama no parece un tipo que va a tocar el piano sino, más bien, el operario de mudanzas que va a llevárselo o que está tocando la flauta en esta fiesta.

Estoy seguro que los ideadores del Maletín son unas personas sencillas, hechizados por una idea fantástica que les era imposible llevar a cabo de una manera racional, pero por la que estaban entusiastamente dispuestos a sacrificarlo todo: la claridad, la buena voluntad, incluso su propia cordura. Ya que esa idea fantástica implicaba otras fuerzas, unas fuerzas en constante movimiento, la complicada red oculta de intereses extendida hasta el límite, la batalla constante para obtener ventajas, la subyugación que no cesa, la ironía, la bufonada, las colisiones y las colusiones entre facciones, la jerga taimada de la moralidad, el déspota benigno que es la convención, la conveniencia, la inestable ilusión de la inestabilidad. Y vuelvo a preguntar ¿se necesitan veinte escritores y toda esa burocracia pagada para elegir ese empobrecido maletín literario?

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Requerido.

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