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Narraciones personales y metanarrativa en Diez mujeres
de Marcela Serrano

por Ivonne Cuadra
Artículo publicado el 10/04/2014

Marcela Serrano es una de las escritoras chilenas más importantes de la generación de 1990. Entre sus obras destacan las novelas Nosotras que nos queremos tanto (1991), Para que no me olvides (1993), Antigua vida mía (1995), El albergue de las mujeres tristes (1997), Nuestra Señora de la Soledad (1999), Lo que está en mi corazón (2001), La llorona (2008) y Diez mul (“Las Metanarrativas”).jeres (2011). Serrano se considera una escritora comprometida con la causa feminista, algo evidente a través de toda su obra.

La novela Diez mujeres gira alrededor de diez narraciones enmarcadas por un pequeño capítulo introductorio y un epílogo. Natasha, una terapeuta ruso-argentina radicada en Chile, cita a nueve de sus pacientes mujeres en una casa a las afueras de Santiago para compartir sus experiencias. Este hecho marca la estructura de la novela ya que estas nueve narraciones son en primera persona, mientras que la décima es la historia de la propia Natasha, contada por su asistente. Son mujeres comprendidas en edades entre los 19 y los 75 años que sólo parecen tener en común el seguir un tratamiento con la misma terapeuta. Estas mujeres pertenecen a diferentes clases sociales, niveles de educación, orígenes, condición sexual y profesión, hecho que se evidencia tanto en las situaciones que cuentan como en el lenguaje que cada una de ellas emplea. Las narraciones dan cuenta de los eventos más importantes en la vida de cada una de ellas que, de alguna manera, se refleja en la depresión que experimentan por la soledad, la incertidumbre, la inseguridad, el miedo y la angustia, entre otras causas. Se tocan problemáticas relacionadas con la situación de la mujer en los roles de madre, hija y esposa, así como otros temas como la tercera edad, el lesbianismo, la pobreza, la maternidad y el abuso sexual. Los relatos, a su vez, van conformando la historia chilena de la segunda mitad del siglo XX al presente y también en ellos se evocan muchos acontecimientos internacionales, como la guerra de Vietnam, el nazismo y la emigración de los judíos, así como conflictos de actualidad como la franja de Gaza y el problema entre palestinos e israelíes.

Serrano ha afirmado que el origen de Diez mujeres se remonta a su primera novela, Nosotras que nos queremos tanto, en la que surge la idea de contar la historia de cuatro mujeres muy diferentes entre sí. En ambos casos, el proceso y el resultado son similares ya que se trata de relatos de mujeres aparentemente muy diferentes cuyas historias revelan puntos en común que tienen que ver con su género. Lo cierto es que antes de esta última novela, Serrano ya había retomado, en parte, la idea de su primera novela en El albergue de las mujeres tristes. Aquí también se representan diferentes mujeres marcadas por varias secciones que agrupan a las «esotéricas», «proletas», «intelectuales», «VIP», y las «bellas durmientes». Las diferentes cabañas, en el contexto de la novela, sólo representan una división geográfica y se insiste a través del texto en la idea de la hermandad entre todas estas mujeres. De hecho, Serrano, también ha afirmado que escribe Diez mujeres para probar un planteamiento que había hecho en su primera novela por pura intuición, algo que para ella se convierte en certeza veinte años después: que todas las mujeres tienen la misma historia que contar (Revista Digital Cabal). No obstante, al referirse a esta novela afirma: «Los tiempos están tan duros, el mundo está tan feo que correspondía más que fueran pacientes alrededor de una psiquiatra que amigas instaladas frente a un lago de vacaciones contando historias» (EFE “Marcela Serrano”).

Serrano reconoce la influencia que tuvo en ella el psicoanálisis al pensar en la estructura de la novela (EFE “Marcela Serrano”). De hecho, la psicoterapeuta, Natasha, pone en práctica una combinación entre terapia individual y terapia de grupo, método que muchos terapeutas sugieren (Biagini et al. 2005: 53). La sesión grupal, que sirve como marco estructural de la novela, facilita la exposición de estas historias, o narrativas personales, que van conformando la identidad de cada una de estas mujeres. Para D. McAdams, una historia personal es como cualquier otra historia, en el sentido de que tienen un argumento, un narrador, un escenario, un tema y una audiencia. La diferencia es que este tipo de narración parte de la propia experiencia. Las personas construyen una identidad al organizar sus experiencias en una especie de historia de su vida que le da un sentido de unidad y de propósito (2001:101). Por su parte, Marta Campillo Rodríguez, siguiendo las teorías de Michael White y David Epston, afirma:

Las historias que las personas tienen de su vida determinan el significado que dan a su experiencia. El proceso de transformación de la experiencia en historia es necesario para asignar sentido a la vida y para darle coherencia, continuidad y propósito. No solo las historias que las personas tienen de su vida determinan el significado que se le da a la experiencia; sino también su historia señala a qué aspectos de su vida hay que enfocarnos. La narrativa no concentra toda la vida, pero sí la organiza y le da significado. (1996: 195)

Una de las funciones de las narrativas personales, por tanto, es entender las experiencias personales y organizar estas experiencias para dar sentido y dirección a la vida (Botella 1997: 192). Al mismo tiempo, estos episodios están integrados a una serie de convicciones éticas y morales del individuo que determina el significado que se le da a cada experiencia. Por otro lado, también son el reflejo de experiencias colectivas. Para Donald E. Polkinghorne, los eventos que afectan a la familia, incluso a la nación, forman parte de estas narraciones personales y la importancia de estos eventos no sólo se determina por el efecto que tiene sobre la persona en cuestión, sino también por el impacto que ha tenido en los demás que han jugado un papel en la construcción de la identidad personal (1991: 146). La propia Juana, una de las pacientes, lo reconoce en su historia cuando dice: “Mis males no son míos, pero me matan igual. Me pregunto cómo es posible que el dolor apriete así cuando ninguno de sus nudos los he hecho yo” (Serrano 2011: 77).

La terapia grupal funciona, precisamente, para establecer conexiones entre lo personal y lo social, lo privado y lo público, entre el yo y un “otro” que, a su vez, contribuye a conformar la noción del sujeto. Luis Botella lo explica en los siguientes términos:

Según los enfoques narrativos de la identidad, las narrativas personales se validan o invalidan por medio del contexto social en el que tienen lugar. Es decir, las narrativas personales requieren que los demás jueguen un rol significativo… De hecho, la naturaleza de la validación social requiere la cualificación personal de los demás como agentes validadores y, por tanto, se convierte en una forma de experiencia personal indirecta (1997: 192).

Evidentemente, aquí se está hablando de una experiencia grupal donde la interacción entre sus miembros facilita el intercambio, el aporte y la comprensión de la experiencia de los demás y el papel social que cada uno juega en la experiencia que el otro narra. Para Botella, Pacheco y Herrero, “el self fragmentado, bajo una concepción posmoderna, es producto de la co-construcción y negociación de narrativas en un contexto interpersonal”, constituyendo así la psicoterapia “un proceso conversacional de reconstrucción de narrativas” (1999: 15). En la novela de Serrano, sin embargo, la función de la historia personal no parece tener un propósito más allá del hecho de narrarla, de exponerla ante los demás, perdiendo así una parte esencial del proceso.

Los relatos comienzan con el de Francisca, que es la que más tiempo lleva en terapia. Francisca es una arquitecta de 42 años y está intentando, con la ayuda de Natasha, de superar el trauma que ha dejado en ella la relación de amor-odio con su madre. La madre siempre prefirió a su hermano y tras la muerte de éste termina abandonando definitivamente a la familia para convertirse en una homeless en New York. Esto provoca altos y bajos en Francisca quien se debate a veces entre la culpabilidad y el resentimiento, algo que la deja paralizada. Le sigue el relato de Mané que es la mayor del grupo. A los setenta y cinco años, Mané vive de una pequeña pensión y de sus recuerdos de cuando era una artista de teatro en compañía de su esposo fallecido años atrás. Mané se siente afectada emocionalmente no sólo de su situación económica, sino también por la soledad y del deterioro físico que trae la vejez. Juana es también una mujer pobre, de treinta y siete años y madre soltera, como su propia madre, que dice estar en la terapia para poder estar fuerte para ayudar a su hija que ha sido diagnosticada con trastorno bipolar. Juana también tiene que cuidar de su madre que ha sufrido un derrame cerebral que la deja invalida. Simona, al contrario de Juana, es una socióloga de sesentaiún años que se define a sí misma como una feminista de izquierda, a pesar de reconocer que es elitista. Es de clase alta y esto le ha facilitado el no tener que depender de ningún hombre. Está divorciada de su segundo esposo y vive sola, por propia elección, en un pueblo cerca del mar. Simona, de alguna manera, con su relato, marca parte de la historia del feminismo chileno.

La historia de Layla se inserta dentro de la problemática entre palestinos e israelíes en la franja de Gaza. Es una periodista de segunda generación árabe en Chile. Es alcohólica e intenta superar el trauma de una violación por parte de tres soldados israelíes mientras visitaba a familiares de la región. Producto de la violación nace su hijo, cuyos ojos claros le recuerdan ese momento y le impiden quererlo y ejercer su rol de madre como quisiera. La historia de Luisa está más unida a la historia de Chile. Ella es una campesina pobre de 67 años y sobreviviente de cáncer de seno, que se traslada del sur a Santiago para servir en una familia. Se casa con Carlos, un obrero de izquierda, quien desaparece dos meses después del golpe militar de Pinochet. Luisa no tiene a nadie en quien confiar su situación y pasa todos los años hasta la llegada de la democracia esperando al esposo. Finalmente, les cuenta a sus hijos, que ahora residen en Suecia, la verdad sobre su padre como parte de su terapia de recuperación. Guadalupe, con diecinueve años, es la más joven del grupo. Es de clase alta y estudia informática para diseñar sus propios juegos y quizás convertirse en millonaria. Es lesbiana y no parece tener ningún problema con su sexualidad pero en la terapia acepta tener a veces miedo al rechazo. Andrea, por su parte, no solo es aceptada por todos, sino que es considerada una triunfadora. Tiene cuarenta y tres años, es periodista y trabaja en la televisión. Esto crea una imagen de mujer fuerte, exitosa, poderosa y bella que muchas veces asume como su propia identidad, sin embargo, también crea en ella cambios de humor y dudas existenciales. El relato de Ana Rosa es uno de los más fuertes porque está asociado al abuso sexual de una menor por parte de un familiar cercano. Ahora, a la edad de 31 años, Ana Rosa es una mujer insegura, que se siente culpable por todo, incluso por la muerte de sus padres en un accidente, cuando ella tenía quince años. Esto hace que se tenga que quedarse a cargo de su hermano menor y con la sensación de que nadie nunca la ha protegido a ella porque es la culpable de todo lo que le pasa. La terapeuta, Natasha, es la décima mujer, no obstante, a diferencia de las otras, ella no cuenta su historia en primera persona, sino que lo hace su asistenta. Natasha es de una familia judía de origen ruso que logra emigrar a Argentina ayudada por una señora rusa de clase alta con quien el padre de Natasha tuvo una hija cinco años atrás. Natasha ha pasado gran parte de su vida con la obsesión de encontrar a esa medio hermana, Hanna, hasta que lo logra. Hanna vive en Vietnam a donde al parecer Natasha se dirige para estar con ella en sus últimos momentos. La novela termina con una especie de epílogo en el cual Natasha ve partir a sus nueve pacientes.

A pesar de que Serrano incorpora historias de mujeres de diferentes orígenes, condición social y orientación sexual, la experiencia de terapia grupal se pierde por el hecho de que se presentan desconectadas. No hay un intercambio de la experiencia, por tanto, no hay un cuestionamiento sobre la posible complicidad o responsabilidad que algunas de ellas puedan tener con el sistema que oprime a otras. Las narraciones personales se diluyen en un denominador común. La propia Serrano reconoce este hecho cuando afirma: “En la novela yo traté de tocar el tema de que cada una de estas mujeres tiene una ´camisa de fuerza´ que es su rol. Las mujeres somos primero madres, esposas, hijas, hermanas… y luego persona. Esa es la ´camisa de fuerza´ de nuestro género” (López “Marcela Serrano”). Las experiencias e historias personales en esta novela parecen estar al servicio de la construcción, como en anteriores novelas de Serrano, de grandes metanarrativas que, al final, se erigen como verdades universales y esencialistas acerca de la condición de la mujer.

La metanarrativa es “una historia más allá de la historia, que es capaz de abarcar otros `pequeños relatos´ en su interior, dentro de esquemas abarcadores, totalizadores, trascendentes o universalizadores” (Galiano “Las metanarrativas”). El feminismo esencialista es un ejemplo de metarrativa. Para Jean-François Lyotard, la metanarrativa es un fenómeno de la modernidad, de ahí que al referirse a la posmodernidad declare que ésta consiste en la incredulidad con respecto a los metarrelatos (1987: 4). La perspectiva posmoderna ve la metanarrativa como una historia totalizadora que unifica (y, al mismo tiempo, excluye) las experiencias personales dentro de una supuesta verdad universal.

Zayda Sierra y Andrés Klaus Runge sostienen que el feminismo esencialista ha sido cuestionado dentro del propio movimiento feminista por universalizar la experiencia ignorando factores como la raza, la clase y el hecho de ignorar que el mismo género es una construcción social. De acuerdo con ellos, el feminismo esencialista proclama “la diferencia esencial de las mujeres frente a los hombres, arraigada en la biología y en la historia, y la superioridad moral/cultural de la feminidad como modo de vida” (2003: 9). El concepto de género basado en la diferencia sexual obstaculiza una crítica adecuada ya que no sólo distorsiona aspectos diferenciadores como la clase o la raza entre hombres y mujeres, sino entre las propias mujeres (Donaldson 1992: 33). La posibilidad de que no exista una identidad universal, ha sido bien acogida por muchos representantes de grupos minoritarios que han visto en la posición esencialista una manera de ignorar las diferencias dentro de un grupo en particular. Para Liliana Galiano, la teoría feminista posmoderna necesariamente tiene que ser no universalista y al respecto dice:

Cuando su objeto de estudio atravesara fronteras culturales y temporales, su modo de atención debería ser comparativo en lugar de universalizador, y atento a los cambios y contrastes en lugar de a las leyes abarcadoras. Finalmente, la teoría feminista posmoderna dejaría de lado la idea de un sujeto de historia. Reemplazaría las nociones unitarias de mujer e identidad genérica femenina por conceptos de identidad social que fueran plurales y de construcción compleja, y en los cuales el género fuera solamente un hilo relevante entre otros, conceptos que prestaran atención a la clase, la raza, la etnicidad, la edad y la orientación sexual (“Las Metanarrativas”).

Para otros críticos es casi imposible cualquier tipo de acercamiento que no termine por convertirse en una gran narrativa. Es evidente que cualquier discusión que involucre acontecimientos sociales y colectivos necesita usar elementos metanarrativos, sin embargo, éstos siempre deben ser vistos por la relación que guardan con los mecanismos de poder.

La novela de Serrano se puede ubicar dentro de la gran narrativa feminista de la diferencia sexual. Si bien es cierto que el artificio de la terapia grupal facilita el dar voz a todas estas mujeres tan diferentes, al final el lector tiene la impresión de que no ha sido suficiente ya que no hay un intercambio, comparación o cuestionamiento entre estas historias personales y las fuerzas históricas y sociales que las sustentan y que las hacen diferentes unas de otras.

La mayoría de las novelas de Serrano también se construyen creando universos femeninos donde no hay una problematización de la clase social o la raza, sino más bien la creación de un espacio utópico, de «hermandad», donde se universalizan todos los asuntos femeninos, vistos desde la posición privilegiada de la clase media alta. Esto refleja muchos de los conflictos que tradicionalmente se han presentado dentro del movimiento feminista chileno. Mientras que muchas mujeres de clase media y media alta han abogado por una discusión de la clase subordinada al género, las mujeres de clase baja han manifestado su oposición a este tipo de agenda (Dandavati 1996: 65).

Simona, una de las mujeres que participa en la terapia, se reconoce como feminista y en su narración personal cita textos clásicos del feminismo blanco norteamericano y francés. Simona se reconoce como una persona elitista y agrega: “La mía es una historia muy trillada. Niña-bien-rebelde.abandona.clase-social-para-hacer-la-revolucion” (Serrano 2011: 123). Simona, al contar su historia, teoriza acerca de por qué las mujeres ocupan una posición subordinada y también narra parte del movimiento feminista chileno. Simona parece vivir de la nostalgia del pasado, de la lucha de las mujeres, etc., pero no del presente en el que viven y narran sus propias compañeras de terapia:

Tengo sesenta y un años, estudié Sociología en la Universidad Católica, soy una persona de izquierdas y he pasado más de la mitad de mi vida luchando por la igualdad de derechos de la mujer, por el respeto a su diversidad. Participé de los primeros grupos que se juntaron en este país para discutir y analizar y escribir y publicar sobre el tema. Se podría decir que ese fue el verdadero nacimiento del Women Lib en Chile, aunque alguna historiadora me lo discuta. Antes hubo movimientos de mujeres que fueron lentamente construyendo una voluntad determinada, pero nosotras fuimos las primeras en enfrentar y estudiar la teoría de género como tal. Fuimos casi unas descastadas, así nos miraban cuando introdujimos la palabra feminismo en nuestro entorno… el mundo aún no se globalizaba y nosotras aprendimos de las norteamericanas y de las europeas cuando ellas ya habían avanzado varias etapas en su propia lucha. Leímos a Betty Friedan cuando La mística de la feminidad era un libro manoseado y subrayado mil veces en los otros continentes (Serrano 2011: 115-116).

El relato de Simona parece contener la propuesta general de la novela. Para Simona, el verdadero feminismo está basado en la diferencia de género e, incluso, parece privilegiar un feminismo más teórico que práctico. El feminismo chileno, en general, se ha caracterizado por la poca radicalidad de su agenda y por las divisiones internas dentro del movimiento (principalmente, por la clase y la afiliación política) aunque hay momentos claves en su historia que muestran cierta unidad como, por ejemplo, en el sufragio y el fin de la dictadura de Pinochet. No obstante, según el reporte, hecho por Alicia Frohmann y Teresa Valdés, sobre el movimiento bajo la democracia, lo que prevalece es la conformación de grupos sociales y políticos con diferentes orientaciones, propósitos y enfoques. Ellas apuntan, sin embargo, que a pesar de esta variedad y dispersión todos los grupos y organizaciones tienen como base común las preocupaciones relacionadas con el género. Según este informe el movimiento debe trabajar en dos áreas: en la articulación interna del movimiento y en una agenda social que, sin perder su autonomía y especificidad, contenga una modificación de las relaciones de género y de poder (1993: 46-47). La narración de Simona (y la obra en su totalidad), no obstante, parece ignorar la necesidad de mirar las relaciones de género dentro de una problemática más compleja, no como una categoría aislada que ignora sus contradicciones internas. La propia Serrano, en un ensayo, explícitamente alude a la opresión de la mujer basada en el género, cuando afirma:

Aunque se diversifique la anécdota, aunque su padre a ella [la mujer pobre] la golpeó y el mío no me golpeó a mí, aunque ella tuvo una comida diaria y yo tres, aunque ella fue a la escuela descalza y yo tuve zapatos, -agradeciendo a la vida diez veces, cien veces, mil veces esos zapatos- ella y yo somos al fin la misma cosa, ella y yo tenemos el mismo cuento a narrar… (1997: 1).

Las palabras de Serrano encierran una propuesta esencialista y totalizadora de la opresión de la mujer basada solo en la diferencia sexual. A pesar de que en su novela se incorporan narraciones personales de mujeres de diferentes sectores, razas, orientación sexual y condición social, estas narraciones no compiten entre sí, sino que sólo son piezas que conforman una gran narrativa feminista que asume la experiencia individual como universal. En ese sentido, no hay mucha diferencia en el método y planteamiento entre Nosotras que nos queremos tanto, la primera novela de Serrano, y Diez mujeres

Ivonne Cuadra
Artículo publicado el 10/04/2014

Obras citadas
Biagini Alarcón, Marcela, Mario Torruco Salcedo & Belinda Carrasco Fernández: “Apego al tratamiento psicoterapéutico grupal en pacientes con trastorno límite de la personalidad”, Salud Mental, 2005, 28.1, 52-60.
Botella, Luis (1997): “Reconstrucción narrativa y ciclo vital: una aproximación desde la psicoterapia constructivista”. Personalidad, procesos cognitivos y psicoterapia: un enfoque constructivista. Eds. Jesús García Martínez, Miguel Garrido Fernández y Luis Rodríguez Franco. Editorial Fundamentos, Madrid. 181-201.
Botella, Luis, Meritxell Pacheco y Olga Herrero, “Pensamiento posmoderno constructivo y psicoterapia”, Revista de Psicoterapia, 1999, 10.37, 5-28.
EFE. “Marcela Serrano advierte a las mujeres que mantengan los ojos muy abiertos”, Cultura y Espectáculos, <http://www.emol.com/noticias/magazine/2011/09/19/504005/marcela-serrano-advierte-a-las-mujeres-que-mantengan-los-ojos-muy-abiertos.html>, 19 de septiembre de 2011, 2 de marzo de 2013.
Campillo Rodríguez, Marta, “La narrativa como alternativa psicoterapéutica”, Revista del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología, 1996, 1.1, 193-208.
Dandavati, Annie G. (1996): The Women’s Movement and the Transition to Democracy in Chile. Peter Lang, New York.
Donalson, Laura (1992): Decolonizing Feminisms: Race, Gender and Empire-Building, The University of North Carolina Press, Chapel Hill and London.
Frohmann, Alicia & Teresa Valdés (1993): Democracy in the Country and in the Home: The Women’s Movement in Chile, Programa Chile Serie Estudios Sociales. Santiago de Chile.
Galiano, Lilianam “Las Metanarrativas en las obras de William Shakespeare”, El Portal Educativo del Estado Argentino, <http://portal.educ.ar/debates/eid/lengua/lenguas-extranjeras/las-metanarrativas-en-las-obra.php>, 11-11-2007, 14 de enero de 2013.
López, José, “Marcela Serrano: las mujeres estamos todavía amarradas, hemos salido perdiendo”, Revista de Cultura, <http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/marcela-serrano-escritoras-chilenas 0_588541348.html>, 10-11-11, 20 de enero de 2013.
Lyotard, Jean-François (1987): La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Trad. Mariano Antolín Rato, Cátedra, Madrid.
“Marcela Serrano: portavoz literaria del mundo femenino”, Revista Digital Cabal, <http://www.revistacabal.coop/marcela-serrano-portavoz-literaria-del-mundo-femenino>, n.d., 24 de febrero 2013.
McAdams, Dan, “The psychology of life stories”, Review of General Psychology, 2001, 5.2, 100-122.
Polkinghorne, Donald E., “Narrative and Self-Concepts”, Journal of Narrative and Life History, 1991, 1, 2-3, 135-153.
“Marcela Serrano: portavoz literaria del mundo femenino”, Revista Digital Cabal, Edición 163, <http://www.revistacabal.coop/marcela-serrano-portavoz-literaria-del-mundo-femenino>, n.d., 23 de febrero de 2013.
Serrano, Marcela (2011): Diez mujeres, Alfaguara, USA.
—. “¿Y de ellas…qué?”, Fidamérica, Santiago de Chile, 1-2.
Sierra, Zayda y Andrés Klaus Runge (2003): «Un recorrido por las diversas corrientes y epistemologías feministas.» Simposio Internacional: Hacia un nuevo contrato social en ciencia y tecnología, Colombia, 1-64.

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