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Prisionero de la luz. La poesía de Germán Carrasco.

por Alfonso Medrano
Artículo publicado el 21/07/2018

Resumen
DESPIOJAR EL LENGUAJE, sacarse los ácaros del alma o dejar la vida enmarcada en la hoja para que ésta no se nos pase de largo. Tareas que parecen ser los motivos fundamentales que se propone Germán Carrasco en su poesía, o por lo menos, es la sensación que deja bajo sus propias palabras después de conocer su obra.

Conceptos claves
German Carrasco, luz, sombra, impresionismo, percepción.

 

DESPIOJAR EL LENGUAJE, sacarse los ácaros del alma o dejar la vida enmarcada en la hoja para que ésta no se nos pase de largo. Tareas que parecen ser los motivos fundamentales que se propone Germán Carrasco en su poesía, o por lo menos, es la sensación que deja bajo sus propias palabras después de conocer su obra.

Sus primeros poemas, se sitúan en el sector norte de la ciudad de Santiago, cerca del cementerio general, por las calles de la villa o población “Nueva Quillahue”, según nos refiere esa biografía ambulante que vislumbra su poesía. ¿Dónde queda Nueva Quillahue? ¿En Independencia o en Recoleta? ¿En las calles de alguna capital latinoamericana o sólo en los recuerdos de Julián, su otro yo literario? al buscar esta villa sus pasajes se esconden o se arrancan para dejarnos sin una respuesta geográfica concreta que podamos localizar puntualmente. Como sea, Nueva Quillahue existe para rescatar la experiencia poética de lo que significa habitar una megalópolis pre/pos-moderna, que no sólo es masa mediatizada sino también (y en disputa con ese amplificado discurso) bajo pueblo que sobrevive gracias a la creatividad, la sabiduría de la natura y la virtud de su gente.

Integrando su historia, intereses y tiempo, Germán Carrasco expone un canto que se inicia con Brindis (1994), la cual llega a ser impresa al obtener el tercer premio en el concurso de poesía para obras inéditas convocado por el departamento técnico de investigación de la Universidad de Chile, tres años más tarde, su carrera como escritor se hace lugar en el circuito literario gracias a La Insidia del Sol Sobre las Cosas (Premio Jorge Teillier 1997). Versos luminosos, irregulares y melódicamente arrítmicos, que nos despertaron gran curiosidad desde su título en adelante. Poemas en donde la luz aparece como un astro que engaña y agrede.

Prisionero de la luz (Matta, Lucifer y otros)
Estás dentro de un compacto
de latigazos permanentes de luz
acosado, enmarañado en las rejas del lenguaje
gozando la tortura de la luz

Sin poder descifrar con claridad los mensajes que encierra este libro, sus versos contienen algo de la estética impresionista. Por un lado, su intento de plasmar la luz o la impresión visual que ésta genera de manera única y fugaz sobre el instante. Por el otro, versos interrumpidos por un sin fin de paréntesis y voces de algún narrador entrometido que, al igual que el pincelazo fragmentario del impresionismo, logra configurar un todo amarrado, único y vibrante a partir de un conjunto de expresiones fragmentarias.

La sentencia del sol como un ser insidioso, también contiene una cuota de la experiencia oriental y otro tanto del pensamiento de Nietzche. En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra (Tanizaki). En cuanto a la filosofía del pensador alemán, éste nos dice que “la hierba crece de noche” y el movimiento que se da bajo la luz es temporizado sólo por nuestra conciencia, repleta de ilusiones e imágenes que confunden y nublan nuestra visión de las cosas.

Pero a pesar de este engaño solapado al que nos somete el insidioso sol, a pesar de la tortura de luz, la fisonomía del rayo y el destello del relámpago siempre se perciben antes que el estruendoso trueno. La luz viaja un millón de veces más rápido que el sonido, la vista precede al oído y ese anticipo de la energía que emiten los cuerpos se repite en la percepción del mundo que poetisa el autor.

De esta manera, la poesía de Carrasco no tendría lugar ni objeto si no es gracias al material que sus ojos perciben y registran, sentido que en su trabajo tiene mayor relevancia que el oído, o mejor dicho, el ojo parece ser un órgano que escucha, un cuerpo que mira por todos sus poros, visión periférica que junto a su estilo culto-callejero bien pudieran estar dibujando a la ciudad de Santiago su fisonomía poética actual (Rojo). Para el poeta, la poesía consiste en mirar, en encuadrar la realidad cotidiana para que no se nos pase de largo la vida (…) se mira con la mente, y la aventura de la percepción es un ejercicio supremo, femenino (Carrasco). Sus ojos nos dicen lo que ven y en esa música se oye el significado y se siente la total absorción del hombre en su acto.

El ejercicio poético consiste en captar un momento de la vida, ver a la persona o al objeto tal como son, y encerrar en las letras que lo recrean una emoción, emoción que luego se transforma en energía. La presencia y la acción de esa imagen llenarán por completo el momento, otorgándole contenido y sustancia al poema reafirmándose así la clásica idea de que, sin visión, no hay obra.

Una poesía activa que se logra hundir en el flujo del devenir temporal para conectarse con la multiplicidad de sucesos que acontecen simultáneamente en la superficie del presente, acciones, sucesos y voces que chocan y se intercambian (Power). Una poesía que respeta la integridad de las cosas, su identidad e individualidad, dejando al objeto hablar por sí mismo, sin colmarlo de asociaciones, una poesía que confía en el significado y sonido de cada palabra, posicionando al lenguaje como el protagonista.

Con mayor o menor grado de certeza, lo cierto es que Carrasco ha logrado relacionar su acto de escribir con el mundo en que vive, recogiendo y animando los ritmos urbanos en una especie de energía que transmite, suelda y unifica los puntos de reunión de las acciones, editadas y recortadas en reiteradas ocasiones, poemas que se tejen y desarman una y otra vez. Modo de composición del poeta, cuyos poemas están formados de partes, como la experiencia lo está de una diversidad de instantes. Un trabajo que pone a las cosas en movimiento y logra vislumbrar el movimiento perpetuo de las cosas, una poesía que es parte de lo que se dice actualmente, que se preocupa y esmera por su sonido y originalidad, un arte que no describe, sino que incide, consciente siempre de la obsolescencia de su ejercicio y su permanencia. 

 

Referencias
German Carrasco, PUBLICADO en: The Clinic, Mal de ojo, marzo de 2013
Gabriela Mistra, TALA, Ediciones UDP, 2010.
Kevin Power, Una Poética Activa, Poesía estadounidense del siglo XX, Ed. UDP, 2009
Ginor Rojo, PUBLICADO en: Revista Mapocho, Dirección de Bibliotecas y Museos, mayo de 2002
Junichiro Tanizaki, El Elogió de la Sombra. 1933, Tokio, Japón

 

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