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A quien quisiere saber … La construcción del “curioso lector” en los relatos de viajes del siglo XVI.

por María Jesús Benites
Artículo publicado el 08/11/2012

“Oiga ahora sumariamente esta otra navegación y después que la haya oído juzgue si es de más estimarse y espantar”.
Gonzalo Fernández de Oviedo
Carta al Cardenal Bembo Santo Domingo el 20 de enero de 1543

 

Los relatos de viajes del Siglo XVI conjugan la tradición medieval, un nuevo conocimiento del mundo y la descripción de lugares asombrosos o insospechados. La mención y construcción progresiva de un lector en los textos empuja los límites y acrecienta las posibilidades de estudio de este tipo de escritura. La materia textual oscila entre tramos que sólo transmiten de manera objetiva información y aquellos que refieren circunstancias asombrosas, como en los libros de viajes medievales donde la mirabilia era uno de los cuatro elementos centrales de su estructura.

Cuando hablo de relato de viaje lo defino, en primer término por oposición a las relaciones geográficas, texto pragmático y taxonómico que anula toda representación de ese sujeto que recorre, mira y escribe. Incluyo tanto documentos que responden a un pedido oficial de escritura como los que surgen de la propia necesidad de referir las peripecias y que poseen una marcada identidad narrativa. Converge en ellos, no sólo el carácter informativo destinado a un posible marco oficial de circulación, sino también el contexto particular que refieren: empresas marítimas de exploración y colonización a los espacios límites del imperio, aquellos que no poseen una configuración geográfica definitiva, en este caso particular el estrecho de Magallanes y el Río Amazonas.

Mi interés radica en indagar los límites y posibilidades de esta categoría. Autores como Fernández de Oviedo y Toribio de Ortiguera no solo proyectan la imagen de un lector “oficial”, inscripto en un espacio autorizado de lectura (el Consejo de Indias por ejemplo) sino que apelan a un lector ajeno a la burocracia colonial, “interesado” como lo llama Oviedo, “discreto” como apela Ortiguera pero siempre ávido por atravesar, aunque más no sea con la lectura, el mare tenebrosum. Resulta sorprendente pensar la celeridad que domina los procesos de publicacion, circulación y apropiación de los textos que narran los viajes de descubrimieno y conquista y que rápidamente, muchas veces sin la autorización de los propios autores, llegan a la imprenta y su contenido es de dominio público.

El “testimonio maestro” de las escrituras de Ortiguera y Oviedo es la Relación de Fray Gaspar de Carvajal quien participa entre 1541 – 1542 del viaje de descubrimiento encabezado por Francisco de Orellana. En el texto la presencia amenazante y opresiva del entorno es el elemento dominante. Carvajal se vuelca hacia lo narrativo dosificando temporalmente el discurrir de la navegación hasta alcanzar el punto culminante del relato: el encuentro con las mujeres guerreras (las amazonas), las noticias y detalles que sobre ellas les brindan los indígenas … las posibles riquezas que ocultan. Un hallazgo de estas características justifica la tarea escrituraria.

Si bien Orellana pertenece a las huestes que buscan el soñado país de la canela con Gonzalo Pizarro su intervención en la empresa quedará asociada, por diversas circunstancias, a la traición. Desde la segunda mitad del siglo XVI la búsqueda del Dorado y a las expediciones por el Amazonas se inicia con este relato diferido de un viaje inaugural signado por los infortunios. Esas relecturas de los sucesos que refiere Carvajal pueden analizarse como un proceso discursivo que tiene como objetivo común desmontar y reconstruir dos episodios significativos de la travesía: la supuesta traición del capitán y sus hombres y el enfrentamiento con unas mujeres guerreras y extremadamente ricas que habitan una selva casi impenetrable. Pero también es un proceso que vincula el análisis textual con el estudio del contexto político y social en el Virreinato del Perú, realidad que se rebela atravesada por disputas internas, sublevaciones sangrientas y un número considerable de españoles marginados y abrumados por la desilusión.

El cronista oficial Gonzalo Fernández de Oviedo revisa ese viaje originario por el Río. La “Relación del famossisimo e muy poderoso río llamado el Marañon” integra la ambiciosa Historia General de Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo editada por primera vez en 1896 pero que cuyo contenido transciende cuando se publica la carta dirigida al Cardenal Bembo. Ya desde el título se advierte el tono grandilocuente del cronista, quien estuvo en contacto con Carvajal en Santo Domingo en diciembre de 1542. Ahora bien, escribir sobre un suceso referido con anterioridad implica un acto previo de lectura, quien reescribe se apropia de un relato ya sea para ampliarlo, corregirlo, reelaborarlo. En el corpus propuesto, el “relato maestro” de Carvajal funda una tradición de sucesivas lecturas surcadas por una ambivalencia: la convención de lo verídico –referencial propia de las producciones historiográficas frente al ingreso del acontecimiento maravilloso.

El texto de Oviedo es, en apariencia, una declaración de Carvajal quien en primera persona refiere, respetando la cronología, los mismos sucesos de su propio relato de viaje. Pero Fernández Oviedo no se encasilla en el papel de mero transcriptor – Editor de la palabra de otro. Entre ambas escrituras se establecen lo que podemos denominar “vínculos textuales”: la escritura del cronista está sujeta a la palabra de Carvajal, así como la de éste queda sujetada, presa y superada, me atrevería a decir, por la de Oviedo. La escritura se encarga de reflejar esta operación doble de “vinculaciones textuales” y reelabora un mismo acontecimiento. Entiendo este acto, partiendo de una idea de Roger Chartier, como de “sedimentación” en tanto acopio interpretativo (1).

El relato se inicia con una justificativo que expone el propósito de la escritura: el cronista se representa como una voz autorizada que al escribir rescata del “olvido” un hecho notable para inscribirlo en la “memoria” porque “no cumpliría yo con mi consciencia, dexando de dar esta particular noticia” (p. 1). Estas aseveraciones inaugurales brindan al texto además un tono reinvidicatorio y jurídico que contribuye a legitimar el lugar de saber que ocupa el autor. La escritura se liga de esta manera a un sistema institucional que articula y determina el discurso.

Es en esta suerte de prólogo donde despliega su formación letrada, mencionando autores como Tito Livio y haciendo referencia a citas eruditas. Anticipa las mediaciones, no explicitadas, que ejercerá sobre el relato del religioso. Queda clara su posición de historiador que se parangona, apelando al recurso de la falsa modestia, con aquellos que “necesidad tovieron de ser informados de quien pudo testificar de vista lo que ellos con elegantes letras e pulido estilo sacaron a luz” (p. 1). Esta idea de relatos y reescrituras que se encadenan incita a pensar una vez más en límites y tensiones dentro de la categoría relato de viajes. En la escritura de Fernández de Oviedo es evidente que el contenido y entramado del texto no sólo responde a una necesidad interna o administrativa sino que también (y este es el giro que intento darle a mi investigación) tiene presente las expectativas de un lector espontáneo y ansioso por conocer las peripecias de algunos españoles en territorios ignotos y en busca de tesoros inalcanzables. En proyección a ese otro lector promete un texto basado en fuentes fidedignas, rescatadas de un testigo de vista y en una experiencia propia que evitará el ser engañado ya que si bien reconoce “no lo he podido ver todo por mi persona” ha viajado y recorrido territorios desconocidos. Así Oviedo, ajeno al espacio limitado y limitante del barco presenta, en oposición al descolorido relato de Carvajal, una mirada del entorno geográfico vivaz y de intenso carácter descriptivo – visual que no desestima la introducción del elemento asombroso.

El cronista no cuestiona la presencia de mujeres fabulosas, no refuerza ni atempera la versión del fraile, eso sí realiza correcciones y advierte al lector: “E podrá parecer grand novedad al lector que viere esta mi relacion, digo para mi descargo que yo hablo lo que ví ” y agrega: “Y entre nosotros las llamamos amazonas impropriamente; porque amazona quiere decir en lengua griega sin teta; e las que propriamente se llamaron amazonas quemánbanles la teta derecha, porque no tuviessen impedimento para tirar con el arco, como más largo lo escribe Justino. Más aquestas, de quien aquí tractamos, aunque usan el arco no se cortan la teta ni se la queman e por tanto no pueden ser llamadas amazonas” (p. 55).

Blanca López Marcial ha estudiado cómo el relato de esas ”novedades” sobre el Nuevo Mundo y en particular los infortunios padecidos en busca de ciudades fabulosas como El Dorado o los viajes por el Río Amazonas despertaron avidez en el viejo continente. Ejemplo concreto de ese innegable interés es la publicación de Navegaciones y viajes (Venecia, 1556) de Giovanni Ramusio quien reúne textos paradigmáticos sobre viajes por el Nuevo Mundo, y en cuya compilación se incluye la versión en italiano de la Sumaria Relación.

Escrita entre los años 1581 y 1586 la Jornada del Río Marañon, con todo lo acaecido en ella y otras cosas notables dignas de ser sabidas, acaecidas en las indias occidentales del entonces Alcalde de Quito Toribio de Ortiguera es un texto dirigido a Felipe III con la intención de referir la desafortunada incursión del melancólico Pedro de Úrsua por el Río: “Y si mi torpe lengua y manera de proceder en esta pequeña obra no diere tanto sabor cuanto yo deseo, recíbase la voluntad como de quien la ha deseado guisar al gusto y paladar de todos…” Este pedido, extensivo a “todos”, no me resulta indiferente porque explicita un vínculo concreto entre la escritura, un lector (primero Felipe III) y un autor, marca concreta de que los sucesos narrados supusieron también un proceso interpretativo.

Pero además Ortiguera escribe para un “discreto lector” con quien se disculpa porque “a muncho se atreve el día de hoy el que se pone a escribir donde hay tantos, tan buenos, agudos y delicados juicios y entendimientos: pero como la materia sea cosa nueva y muy nueva en tierras tan remotas y apartadas de nuestra España, por haber acaecido en estas partes de las Indias donde faltan escriptores y personas curiosas que quieran saber e inquirir semejantes cosas” . Ortiguera es un autor que se inscribe y hace ostentación de un poder no sólo porque dirige su texto a un príncipe y futuro rey sino porque además apela a que su escritura trascienda y se resignifique en la lectura. Así promete a este lector “discreto” casi cómplice un texto en el que se verán crueldades, pasiones y casos de muncha lástima y compasión”.

Ante la lectura de esta cita resulta inevitable cuestionar, o desafiar nuevamente, la inclusión directa del relato de viajes dentro de los parámetros del discurso historiográfico. Si bien en Oviedo y Ortiguera está presente la conciencia de la escritura como actividad disciplinar sujeta a reglas y normas impuestas (2) observo operaciones textuales (manejo de la tensión narrativa, descripción de los personajes, uso de adjetivaciones, apelación a citas erudita, dosificaciones temporales, recreación dramática de los diálogos, escenificación de los sucesos sobresalientes) que presionan esas fronteras de los preceptivas. Pero además ambos dan cuenta en sus textos, al reelaborar con diversos matices y extensión el viaje de Orellanda, de su propio rol como lectores.

Son dos entonces las problemáticas entrelazadas, tan brevemente en esta exposición: los límites y tensiones dentro de la categoría “relato de viajes” y las representaciones de la figura del “lector” que proyectan los textos. Un lector que se afianza en la escritura, que mientras lee se siente interpelado … es el encuentro con un autor que trata de responder al horizonte de sus expectativas.

Nuevas preguntas surgen entonces: ¿Es posible considerar al relato de viaje del Siglo XVI como una suerte de “desmparado retórico”? ¿La presencia de un lector ajeno a los circuitos administrativos presiona, mientras avanza el proceso de conquista y colonización del Nuevo Mundo, los límites del discurso historiográfico?

El desafío que espera es el de seguir pensando zonas del corpus como resultado de “lecturas sedimentadas” (Roger Chartier) donde adquiere relevancia la presencia del “autor”, una presencia que creo permite cuestionar esos límites y esas tensiones dentro del género. Será por esto que las amazonas pueden convivir en el espacio textual con expedicionarios ansiosos por encontrar no sólo nuevas rutas de navegación sino también ciudades de oro, plata y canela. Esos matices enriquecen el ejercicio de una escritura cuya primera y clara intención no es otra que la de trascender a la dimensión del libro.

 

Notas
[1]) La propuesta de proceso de sedimentación es deudora de la lectura de una conferencia pronunciada por Roger Chartier en 1999 en la Universidad de Monterrey: “Las revoluciones de la lectura Siglos XV –XX”.
2) González Echevarría (2000) ha revisado la escritura colonial como resultado de una “red de reglas” que debía reafirmar la pertenencia del sujeto al Imperio. En el estudio de la disciplina historiográfica son iluminadores los aportes de Hayden White (1992; 2003) y Michel de Certeau (1993).

 

Fuentes consultadas
De Carvajal, Gaspar (s/d) [1541] Relación del Nuevo Descubrimiento de famoso Río Grande que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Orellana. En Biblioteca Amazonas – Volumen I. Quito: Publicación Raúl Reyes y Reyes.
Fernández de Oviedo, Gonzalo (s/d) [1542] Relación del famossisimo e muy poderoso río llamado el Marañon. En Biblioteca Amazonas – Volumen I. Quito: Publicación Raúl Reyes y Reyes.
Ortiguera, Toribio de (1981) [1586] Jornada del Río Marañón. En Lope de Aguirre: Crónicas. 1559 – 1561. Barcelona: Elena Mampel y Neus Escandell Tur. pp. 32 – 175.
Bibliografía
Benites, María Jesús (2008) “Entre el asombro y el espanto: un acercamiento a la Relación de Fray Gaspar de Carvajal por el Río Grande de las Amazonas”. En Telar. Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos (IIELA). Tucumán, UNT. pp. 54 -74.
————————— (2010) Descubriendo secretos: Las relaciones de viaje de Fray Gaspar de Carvajal y Toribio de Ortiguera (Siglo XVI). En Espaciotiempo Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades Nº 6: “Crónicas del Nuevo Mundo Siglos XVI-XVIII: nuevas aproximaciones teóricas”. Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (México). pp. 5-15.
————————— (2011) El Gran Río de las Amazonas: Relatos del desengaño (siglo XVI). En Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Número 48. soporte digital: Http://www.ucm.es/info/especulo/numero48/amazonas.html.
Carrizo Rueda, Sofía (1997): Poética del relato de viaje. Kassel: Reichenberger.
Chartier, Roger (2006) Inscribir y borrar: cultura escrita y literatura (Siglos XI – XVIII). Buenos Aires: Katz.
López de Mariscal, Blanca (2004): Relatos y relaciones de viaje al Nuevo mundo en el siglo XVI. Madrid: Polifemo.
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