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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Algunas voces “tierra adentro”.

por Andrés Ugueruaga
Artículo publicado el 26/08/2008

Es bueno aunar tres voces que representan las letras en el litoral argentino: Si hubo algún poeta que ilustra y canta lo que ocurrió en la llanura chaco-pampeana ese debe ser probablemente José Pedroni. Tal es así que  José Pedroni representa la sangre italiana, la sangre gringa  que está en esta tierra. No obstante Pedroni jamás deja de lado el color local. Como representante de la sangre gringa, jamás invoca la tierra ancestral sino que instaura su obra en tierra americana; por lo que esto significa, que  tanto su poesía como su prosa se enraíza en un sitio a medio conquistar.  Su canto a estas tierras se establecen desde lo epopéyico: la conquista de la tierra de la llanura santafesina y chaco-pampeana:

Un niño que pregunta
cuando vuelven los barcos.
Una mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
-Ya llegamos.
Hay arboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminoso;
un rio amargo.

(De La invasión gringa de Monsieur Jaquin)

Por otra parte, cosas que por cierto han ocurrido, Pedroni no enseña mediante sus poesías la confrontación o el encuentro entre  dos geografías, culturas, costumbres, personas y demás; tal es así, que Carlos Carlino, nos habla del origen del nombre de la laguna que hoy conocemos como Mar Chiquita, la cual según su teoría, fue impuesto por los mismos gringos, del anhelo de continuar teniendo el océano cerca, “como una manera de  estar unidos, por figuración, con la patria ultramarina que la mayoría no volvió a ver jamás”, agrega.

No obstante, no todo es tan lirico ni eglógico en la poesía de Pedroni, en él hubo esas intuiciones que no faltaron ni en Ezequiel Martínez Estrada, en Sarmiento o en Lucio V. Mansilla: ese extrañamiento de esa antigua tierra, de la tierra extraña que debería ser propia; de ese extrañamiento que surge a partir de algo que se conoce demasiado como para no reconocerla.

Aunque José Pedroni, no escribe solo como un argentino, sino como una generación de europeos en una tierra que no la llegan a entender completamente, ya que esta tierra en Pedroni se corresponde con algo totalmente nuevo y por habitar. Por lo que estas llanuras no son extrañas por la complejidad que estas tierras tienen, sino por lo desconocidas que eran para los europeos que llegaron por aquel entonces.

A través de sus líneas uno puede pesquisar la tierra como premisa de vivencias totalmente nuevas y de trabajo; pero también de extrañamiento del recién llegado. Por otra parte, según me parece, su filosofía respecto a esa inmensa llanura en la cual  se halla enclavada  (desde mediados del siglo XIX) Esperanza, la primera colonia del país es mediante la poesía y el trabajo de la tierra. Su modo de conjurarlo es mediante el arte de la cotidianeidad; el modo de hacerlo es sino mediante la celebración de lo diverso, esa misma diversidad que existió entre ambas culturas que hoy ya se hallan sincretizadas en una; José Pedroni canta el recuerdo de ese encuentro entre los gringos que arribaban (a esta llanura) con esta llanura, lo cual desde luego tuvo un lugar en la historia, en la que la sangre europea, en aras de la civilización, avanzaba hacia el norte, en busca de más tierras:

El mar con árbol donde yo he nacido
es primero un gran mar de tierra arada
después un gran mar de tierra arada;
después un mar de lino florecido
y después otro mar de mies doradas.

Declara en una poesía llamada “Mar y mar”.

Mateo Booz en cambio  es un caso distinto al de José Pedroni….
Mateo Booz más bien habla sobre las poblaciones que comienzan a poblarse valga la redundancia. Mateo Booz nos habla más bien de pequeñas poblaciones que fueron o serán ciudades del llano, e incluso nos habla de la Santa Fe de antes; todas estas, a varios cientos de kilómetros de Buenos Aires. Pero todas estas ciudades y poblados conviven con algo lo antiguo, con lo de antes; no sé si estaré errado pero Mateo Booz es un escritor que supo mezclar a su manera y en su época las diversas frecuencias que se fueron sumando una encima de otra a lo largo de los años. Tal vez por eso es que sus cuentos transcurren en las ciudades, en los campos, en las selvas, en las islas y  en los pueblos: tales distinciones no son meros paseos por la Santa Fe que él quería plasmar; a pesar de ser abiertamente diversas geografías, las mismas se encargan de hacer notar nítidamente no solo la idiosincrasia de las gentes que allí habitan, sino que también, mediante estos diversos ambientes sean rurales o urbanos, representan también, las diversas épocas por las que estas tierras históricamente han pasado, aunque, el ambiente más nuevo, es decir, más recientemente adquirido, también denota los diversos rasgos de la naturaleza en la que estos personajes viven.

Dijo alguna vez Ricardo Rojas: “El indio, que pereció, vive en el guacho, que está pereciendo, sobrevive en el criollo actual, y los tres sobrevivirá en el argentino futuro. Este no será la negación de sus precursores; será su perfección. El gaucho marca un paso de ascensión sobre el indio; el argentino del porvenir, lo marcará sobre el gaucho” Y más adelante agrega, considerando si el progreso fracasara: “El pueblo argentino sería una síntesis de esos tipos humanos anteriores, en acorde con  las nuevas influencias europeas, extranjeras, cosmopolitas: pero no puede ser un europeo, un extranjero, un cosmopolita, porque entonces ya no sería un argentino…” Esta temática es la que Mateo Booz se ha encargado de tratar directa e indirectamente en su obra. Las características de sus personajes nunca escapan de esa paradoja en las que operan lo europeo y lo realmente americano.

Valga citar algún fragmento de Santa Fe mi país: “Vive don Hilario Tierra en las inmediaciones del convento de los franciscanos, en una casa de techo saledizo y ventanucos con jambas de algarrobo, a una cara del suelo. Al abrigo de los naranjos de su huerta, suele matear con viejos camaradas que lo visitan-caso todos jubilados de la Administración- y comentan alguna riña  de gallos, o alguna campaña electoral, o algún nombramiento del Ejecutivo”.

Se verá por otro lado  la presencia de ciertos tenores burocráticos y estatales en la obra de Booz: la burocracia, los intereses políticos, los nombramientos, la frivolidad crecen tanto como las tasas demográficas lo hacen. Estos diversos estratos a los que Mateo Booz acude para desarrollar sus cuentos, jamás cesan de interrelacionarse… a pesar que este escritor no haya sido del todo ensalzado de lo que se dice “el gran escritor”, sus escritos reseñan con lucidez lo que en verdad ocurría por aquellos días en el litoral santafesino, lejos de Buenos Aires, la gran metrópolis… Pero a  pesar de toda esa virulencia, que siempre fue común a Buenos Aires, a pesar de esa explosividad que uno puede sentir cuando recorre “sus avenidas urgentes”,  sus calles populosas, sus peatonales poliglotas,  la misma es realmente, implosiva, es decir, explota hacia dentro. Gudiño Kieffer, en Carta Abierta a  Buenos Aires violento, dedica algunas líneas que refleja de un modo muy particular, la visión de un provinciano en la metrópolis, cuando recién comenzaba la década del ´70 pero que no por eso ha perdido  vigencia:  “Porque son tantas las cosas que tengo que escribirte, Buenos Aires, es decir, son tantas las cosas que tenemos que escribirte, y digo tenemos porque en este momento yo no soy yo solo, no soy un individuo (…); creo en una especie de corriente invisible en la que algo (no sé qué) tendrán que ver las neuronas o no y los poderes o no; creo en una coincidencia tacita, subyacente, que pugna por aflorar y no siempre puede, una coincidencia que nos une a los diez millones, y de pronto  esos  casi diez millones de hombres y mujeres y de jóvenes y de viejos y de lindos y de feos y de gordos  y de flacos y de altos y de bajos y de heterosexuales y de homosexuales y de ateos y de creyentes y de pobres y de ricos se han transformado en algo así como en casi diez millones de  hormigas que corren dentro de mi, me hacen cosquillas, se me salen de la nariz, por la orejas, por los innombrables orificios del Human Body, y tal vez yo pueda ser todas y cada una de esas  hormigas (…) Pero decirte Buenos Aires, algo sobre Buenos Aires. Para decirte que tu pretendida, tu poco menos que mítica indiferencia, es una enormísima mentira. Para decirte que ese soplo de violencia que parece existir tan solo en las paginas policiales de los diarios es tal vez tu realidad más concreta (aunque sea la más dura), tu esencia más profunda (aunque sea la más disfrazada), tu sangre roja, y más espesa, y más salada, y más vital”. Ni el Gran Chaco, esa gran zona imprecisa como para constatarla con propiedad, ni el resto del interior del país, ni mucho menos “América del Sur, tierra adentro”,  han escapado a los ominosos influjos de Buenos Aires, entendiendo por ominoso, lo que es sagrado y maldito a la vez. Si: todos ellos reproducen a mi modesto entender lo histórico, la gente común ignora la historia, de lo que realmente ha ocurrido por aquí. Estas tierras, hijos de una ciudad huérfana, han reproducido y repetido una historia de orfandad… Es fácil comprenderlo: se trata de la gran albacea de América del Sur, de la reina del Plata en la cual se “Notará que Buenos Aires es el punto final  de su viaje, la ultima gran ciudad  en el concierto de las urbes mundiales; pero no comprenderá que es la cúspide, a la vez de aquellas llanuras  de cereales y ganados,  abandonada sin compasión a su destino” Tal como dice Ezequiel Martínez Estrada en La cabeza de Goliat.

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