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Bolívar humanizado y desmitificado en cuatro narrativas colombianas.

por Juan David Galvez
Artículo publicado el 21/10/2018

Resumen
Este trabajo de investigación ofrece una correlación entre el discurso histórico y literario como una línea primordial de la investigación literaria, gracias al desarrollo que ha tenido en las últimas décadas la llamada Novela histórica y Novela Histórica contemporánea, y a los aportes teóricos que en este sentido han hecho autores como Hayden White, Linda Hutcheon, Seymour Menton, Noé Jitrik, Angel Rama, María Cristina Pons, Fernando Aínsa, entre otros. En este marco, y con el propósito de estudiar la manera como el discurso literario revela diferentes facetas de la figura histórica de Simón Bolívar en distintas épocas de la novela colombiana, este proyecto aborda el análisis de las obras; “El último rostro” (1974), de Álvaro Mutis; La ceniza del Libertador (1987), de Fernando Cruz Kronfly; El general en su laberinto (1989), de Gabriel García Márquez y La carroza de Bolívar (2012), de Evelio José Rosero Diago.

Palabras clave: Historia, Literatura, Nueva novela histórica, Simón Bolívar, Literatura colombiana.

 

Bolívar humanized and desmitified in four colombian narratives.

Abstract:
Thisresearchproductionoffers a correlationamongthehistorical and literarydiscourse as a crucial line ofliteraryresearching, thankstothe impulse thenamedhistorical novel and contemporaryhistorical novel has had in thelastdecades, and tothetheoreticalbenefactionthat in thissensehavemadeauthors as Hayden White, Linda Hutcheon, Seymour Menton, Noé Jitrik, Angel Rama, Maria Cristina Pons, Fernando Aínsa, amongothers. In thiscontext, and withthepurposeofstudyingtheway in whichtheliterarydiscourserevealsdifferentfacetsofthehistorical figure of Simón Bolívar in differentperiodsoftheColombian novel, thisprojectwasmadehaving in counttheanalysisofthefollowingliteraryworks; “El último rostro” (1974), by Álvaro Mutis; La ceniza del Libertador (1987), by Fernando Cruz Kronfly; El general en su laberinto (1989), by Gabriel García Márquez and La carroza de Bolívar (2012), by Evelio José Rosero Diago.
Keywords: History, Literature, New historical novel, Simón Bolívar, Literature Colombian.

SIMON-BOLIVAR Introducción
La intención de este artículo es demostrar que la literatura colombiana moderna contemporánea sobre Bolívar da una transformación de su gesto heroico y se encuentra enmarcada en dos gestos distintos; por una parte, el que intenta humanizar al Libertador, mostrando al individuo en su cotidianidad, con sus fracasos, sus derrotas, y su decadencia física y mental. Por otra parte, que hay otro gesto que rompe con este canon literario desmitificando la figura histórica de Simón Bolívar, mostrándolo como un ser degradado en términos morales, por sus bajos deseos y acciones inhumanas.

La construcción estética de Simón Bolívar como personaje en la literatura, se da ya desde un siglo XIX convulsionado por la Independencia, y su nombre comienza a adquirir una diversidad de significados a lo largo del siglo XX y XXI. De esta manera, en la literatura colombiana, la figura de Bolívar y el proceso de independencia, han centrado la atención de algunos novelistas de las últimas décadas, por esa tendencia propia de la novela contemporánea de recuperar o reescribir el pasado, como puede apreciarse en obras como “El último rostro” (1974) de Álvaro Mutis; La ceniza del Libertador (1987) de Fernando Cruz Kronfly; El general en su laberinto (1989) de Gabriel García Márquez; Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990) de Germán Espinosa; Conviene a los felices permanecer en casa (1992) de Andrés Hoyos; La risa del cuervo (1992) de Álvaro Miranda; El insondable (1997) de Álvaro Pineda Botero; La agonía erótica de Bolívar, entre el amor y la muerte (2005) de Víctor Paz Otero; Las locuras pasionales de Bolívar (2011) de Luis Roncallo Fandiño; La carroza de Bolívar (2012) de Evelio José Rosero Diago; Ahí les dejo la gloria (2013), de Mauricio Vargas.

Estas representaciones del Prócer han estado basadas en la figura que desde principios del siglo XIX nos ha brindado la historiografía, la cual lo ha esculpido, pintado o reseñado como un guerrero vencedor, un general con uniforme militar, que, por lo común, monta un caballo como si se dispusiera dirigirse a algún campo de batalla. A este Bolívar guerrero se le reconoce como “El Libertador” y es visto como el líder de la gesta independentista del siglo XIX. El epíteto “El Libertador”, como lo refiere el historiador Augusto Mijares en su libro El Libertador (1987), le fue otorgado a Simón Bolívar por la municipalidad de Caracas a su regreso de lo que se conoce como “La Campaña Admirable”, con la cual se conformó en Venezuela la primera república. De allí en adelante y, con el fin de homenajear su función militar, éste fue el seudónimo con el que mayoritariamente se reconoció a Bolívar. (15,245). Durante la Campaña Admirable iniciada en Cúcuta-Colombia y que finalizó el 6 de agosto de 1813 en Caracas, Bolívar liberó el occidente de Venezuela del colonialismo español. La municipalidad de Caracas en respuesta a su gesta, el 14 de octubre de ese año por medio del primer gobernador de Venezuela, Cristóbal Mendoza le otorga el título de “Libertador” y le nombra “Capitán General de los Ejércitos de Venezuela”, título del cual Bolívar siempre demostró especial aprecio.

Simón Bolívar fue un militar y político venezolano, una de las figuras más destacadas de la Emancipación Americana frente al Imperio español, esto le dio un gran valor social y cultural ya que contribuyó de manera decisiva a las independencias de Colombia, ganando la batalla del Puente de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, la de Venezuela con la victoria en la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, la de Ecuador con el triunfo de su lugarteniente Antonio José de Sucre en la batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, la de Perú, lograda con el triunfo de sus tropas en las batallas de Junín el 6 de agosto de 1824 y Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y por último, la Independencia de Bolivia que logró con la llegada de su ejército al Alto Perú y la reunión del Congreso de Chuquisaca el 6 de agosto de 1825.

Esta imagen de un Bolívar libertario, además, es muy valiosa porque representa la soberanía nacional obtenida por los criollos en contra de la Corona española y como tal, marca el inicio de un mundo nuevo para los pueblos latinoamericanos en los cuales él lideró la gesta independentista. Exaltando la valentía de Bolívar al oponerse al régimen político de España, algunos historiadores, como lo expresa Germán Carrera Damas en El culto a Bolívar: esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela (2003), lo han denominado como “«caminante y guiador», «caudillo incomparable», «caudillo milagroso», «complemento de todo», «genio perfecto», «perfecto representante esporádico y único de su raza, de todas las razas», «el Héroe», «san Simón Bolívar», «Dios» (40-41). La Independencia fue la génesis de una composición de hazañas legendarias que puso en escena a personajes netamente contrastados; por un lado, los malvados y por el otro, los héroes y, entre estos últimos, Bolívar pronto adquirió una dimensión excepcional.

Esta figura del Bolívar guerrero y victorioso ha servido para crear las bases de algunos representantes políticos y se ha usado como fortalecimiento de los modelos políticos dominantes y otros para oponerse a ellos. Bolívar prima también porque ha sido exaltado como un fundador de naciones y sus postulados políticos son siempre reconocidos como los expresados en La Carta de Jamaica y en los congresos de Angostura y Anfictiónico de Panamá, entre otros. También ha sido muy enaltecido su sueño de haber querido conformar La Gran Colombia y su deseo de obtener un gran poder político y económico para conformar en el sur del continente americano un país que fuera tan poderoso como los Estados Unidos.

El siglo XIX fue un periodo que se caracterizó por difundir la marca de los héroes en la inscripción de la historia, como fundamento histórico de construcción de las naciones. Vale la pena decir, que el personaje histórico de por sí, es y fue considerado como transformador heroico, como innovador que, tratando de enfrentar y resolver sus propios problemas, rompe con las convenciones de su medio y logra introducir algo nuevo en el marco de su propia cultura modificándola. En esta medida, el fervor y la devoción que obtuvo Simón Bolívar en el periodo comprendido, aproximadamente, entre 1821 y 1831, época en que la Gran Colombia permaneció unida, contribuyó a que la figura histórica de Bolívar resplandeciera casi por todo el territorio americano, en la medida en que el Libertador no cesaba de desplazarse a lo largo y ancho del territorio y, en todo lugar donde llegaba, era recibido con gran glorificación.Sin embargo, esa imagen histórica del Bolívar guerrero y heroico, con sus lujosas vestimentas militares que representa una identidad para varias naciones y sus épocas gloriosas, no se perciben del todo desde algunos textos de la literatura colombiana como lo referiremos en este artículo.

Aproximaciones al discurso histórico, discurso literario y el concepto de novela histórica.
Al tratar el tema de la novela histórica repentinamente asalta la idea de la oposición que pueda existir al unir estos dos términos, es decir, el discurso histórico y discurso literario. En la antigüedad, la historia inició como un relato, sin embargo, algunos relatos que no eran presentados como históricos, recogían elementos retóricos de la historia que les concedían veracidad. Así mismo, se presentaban como históricos, relatos que contenían componentes concebidos de la imaginación. Así, según lo expone Carlos García Gual en Los orígenes de la novela. (1972). “La misma historiografía helenística estuvo siempre muy influida por la retórica; y esta influencia, con el desarrollo de escenas patéticas y la inclusión de discursos directos, motivó en gran parte la aparición paulatina de los relatos ficticios” (179).

Esta mezcla entre discurso histórico y discurso literario provocó que los historiadores tomaran una posición crítica frente a los escritores que recurrían a la ficción para construir sus relatos y se vieron en la necesidad de utilizar estrategias discursivas como él «he visto» para diferenciar sus textos de cualquier otro escrito que tuviera como base la imaginación. Según explica Jorge Lozano, en El discurso histórico. (1987) “las marcas tipográficas características de un texto de historia tienen como objeto, también, indicar que tal texto no es un producto de la imaginación” (128).

Pero estas estrategias no fueron suficientes para distinguir definitivamente los dos tipos de discurso, y apenas hasta antes de la Modernidad es que la historia es extraída de la literatura y llega a ser considerada como una ciencia.

Por su parte, el crítico literario argentino Noé Jitrik en Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género. (1995) presenta a la novela histórica como un oxímoron que reúne la ficción y la historia para construir una problemática sobre el pasado real (9-10). A esta estructura narrativa la considera como un proceso de referenciación que articula un “referente”, es decir, el discurso histórico, y la transformación de este discurso en un “referido” (53) que es el discurso literario, y lo que ofrece este discurso literario o novela histórica que sería la “representación” (55).

En este sentido, no es una representación pasiva y fiel a los hechos la que ofrece la novela histórica, sino que intenta mostrarse crítica de estos. Así, mientras que la historia intenta demostrar que un hecho existe como tal sin interesarse en la minucia subjetiva de los hechos y además habla sobre los muertos; la novela histórica por su parte, va a revivir esos muertos convirtiéndolos en personajes haciéndoles vivir lo que pudieron haber vivido y se va a caracterizar por interesarse en las minucias de la historia.

Del mismo modo, Georg Lukacs en La Novela histórica (1966) la novela histórica clásica nace a principios del siglo XIX coincidiendo con la caída de Napoleón Bonaparte en 1815 y gracias a un ambiente social y político condicionado por las consecuencias de la Revolución francesa. “estos acontecimientos, esta revolución del ser y de la conciencia del hombre en Europa constituyen la base económica e ideológica para la creación de la novela histórica” (29).

Además, Lukacs plantea que la novela histórica resucita poéticamente a los seres humanos que participaron en los acontecimientos históricos describiendo sus vivencias sociales e individuales y tomando los sucesos más insignificantes de la historia. “es evidente que una de las leyes de la plasmación poética consiste en que, para hacer patentes tales móviles humanos y sociales de la actuación, son más apropiados los sucesos aparentemente insignificantes que los grandes dramas monumentales de la historia universal” (44). De esta manera, se considera como novela histórica aquella que toma personajes, sucesos ficticios y los ubica en una época pasada real o histórica, o aquella novela que se desarrolla en un contexto histórico y relaciona a personajes ficticios con personajes históricos.

La nueva novela histórica.
Por otra parte, gracias a una serie de análisis realizados se ha observado que a partir de la segunda mitad del siglo XX se comienzan a establecer una serie de novelas históricas que serían la ruptura de la tradición, ya que cuestionaban la escritura de la historia. Este nuevo tipo de novela histórica se va a enmarcar en el período histórico llamado posmodernidad del cual va a recibir diferentes estímulos.

En consecuencia, en su libro La nueva novela histórica latinoamericana (1993),Menton propone que toda novela es histórica, ya que, “en mayor o menor grado, capta el ambiente social de sus personajes (32). No obstante,para analizar la reciente proliferación de la novela histórica latinoamericana, hay quereservar la categoría de novela histórica para aquellas novelas cuya acción se ubica total opor lo menospredominantemente en el pasado, es decir, un pasado no experimentadodirectamente por el autor (32). En esta misma línea, el escritor y crítico uruguayo Fernando Aínsa, en su artículo “La reescritura de la historia en la nueva narrativa latinoamericana” (1991), realiza un análisis a la novela histórica más reciente y define que la nueva novela histórica es aquella que trata “temas de la conquista, la colonia o el período de la Independencia, donde a través de la reescritura anacrónica, irónica o paródica, cuando no irreverente y grotesca, se dinamitan creencias y valores establecidos” (13).

De modo similar, para la crítica canadiense Linda HutcheonensulibroA poetics of postmodernism. History, theory, fiction.(1988)la nueva novela histórica se va a enmarcar dentro del periodo de la posmodernidad, el cual, en lugar de separar integra y cierra la brecha entre el pasado y el presente del lector y reescribe el pasado en un nuevo contexto. La novela histórica posmoderna llega a criticar la forma en que se construye el discurso histórico y al mismo tiempo se va a servir de este para elaborar un discurso subjetivo y estético (51). En este sentido la nueva novela histórica o posmoderna se va a caracterizar por realizar una reescritura de desconfianza hacia el discurso historiográfico, criticándolo, desmitificándolo y reflexionando sobre el pasado y, además, presentando lo absurdo, las derrotas y lo antiheroico de la historia.

Diálogo entre los conceptos de la nueva novela histórica y los textos literarios;“El ultimo rostro”, El general en su laberinto, La ceniza del libertador y La carroza de Bolívar. De la humanización a la desmitificación.
Los textos que se analizan en este trabajo de investigación tienen en común su contraposición a las formas discursivas que por lo general han impuesto una manera de ver la “realidad” sobre el Libertador. Estas obras reaccionan ante una realidad ya sabida, asimilada e interpretada bajo la vestimenta de “verdad” incuestionable. En otras palabras, atacan un pasado “terminado” y buscan una “revisión” de lo sucedido. Pero, aunque la búsqueda es la misma, la estrategia de posicionamiento difiere notablemente de un texto a otro.

En los textos, como se mencionó anteriormente, se confrontan sus versiones con la realidad tan compleja que es la vida de Simón Bolívar. Las obras se contraponen a un conjunto de discursos que ya de por sí están legitimados, ya que el saber histórico se da por cierto a priori, no necesita defenderse de otro saber. Una de las características que definen la nueva novela histórica o posmoderna es la de revisar los hechos pasados, para dar sentido y coherencia a los hechos presentes y de esta manera impugnar la legitimación del poder instaurada en las versiones oficiales de la historia como lo refiere Fernando Aínsa en La nueva novela latinoamericana (1991) “la nueva novela histórica toma distancia en forma deliberada y consciente con relación a la historiografía “oficial”, cuyos mitos fundacionales se han degradado” (84).

Para Linda Hutcheon, el cuestionamiento de las narrativas que plantea la novela histórica posmoderna puede asociarse a uno de los conceptos centrales de Lyotard sobre la posmodernidad. De acuerdo con el filósofo francés, en La condición posmoderna (1979), la posmodernidad se caracteriza por la “descomposición de los grandes Relatos”, expresados como saberes convertidos en parte de la tradición y reproducidos sin ser cuestionados hasta convertirse en normas:

“Estos relatos no son mitos en el sentido de fábulas (incluso el relato cristiano). Es cierto que, igual que los mitos, su finalidad es legitimar las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las éticas, las maneras de pensar. Pero, a diferencia de los mitos, estos relatos no buscan la referida legitimidad en un acto originario fundacional, sino en un futuro que se ha producir, es decir, en una Idea a realizar. Esta Idea (de libertad, de “luz”, de socialismo, etc.) posee un valor legitimante porque es universal. Como tal, orienta todas las realidades humanas, da a la modernidad su modo característico: el proyecto, ese proyecto que Habermas considera aún inacabado y que debe ser retomado, renovado” (29).

En este sentido, tanto Álvaro Mutis, como Gabriel García Márquez, Fernando Cruz Kronflyy Evelio Rosero, desarticulan la visión mítica que ha imperado sobre la figura histórica del Libertador de una manera subjetiva y fundamentan su discurso en el apego objetivo a los hechos históricos. Algunos, como es el caso de Álvaro Mutis, en “El último rostro” (1978), quien realiza una transición del mito del Bolívar, ponderado e idealizado, concebido durante el siglo XIX, a una versión más humanizada, nostálgica y fracasada del personaje. Mutis representa a Bolívar como un guerrero que no ha logrado sus propósitos políticos y por consiguiente la constitución de la república se muestra como un fracaso.

De esta forma, el personaje de Mutis es humanizado, siendo representado como un individuo incomprendido y contradictorio; un antihéroe que entra en conflicto consigo mismo y con la sociedad por la que ha luchado. “este peregrinaje vergonzante y penoso por un país que ni me quiere ni piensa que le haya yo servido en cosa que valga la pena” (16). Durante el siglo XIX la novela histórica hispanoamericana se centró en dar a conocer los grandes acontecimientos que marcaron nuestro pasado. Por el contrario, la novela histórica contemporánea “tiende a presentar el lado antiheroico o antiépico de la Historia; muchas veces el pasado histórico que recuperan no es el pasado de los tiempos gloriosos ni de los ganadores de la puja histórica, sino el pasado de las derrotas y fracasos” (Pons, 1996, 17).
Así, el conflicto que Bolívar tiene con la sociedad en la que está inmerso, producen en él una melancólica amargura y una personalidad atormentada y ambivalente que hacen que se cuestione su ideología, su proyecto y decisiones tomadas. “–Aquí se frustra toda empresa humana –comentó–. […] en el camino nos perdemos en la hueca retórica y en la sanguinaria violencia que todo lo arrasa. Queda una conciencia de lo que debimos hacer y no hicimos y que sigue trabajando allá adentro, haciéndonos inconformes, astutos, frustrados, ruidosos, inconstantes” (Mutis, 1978, 20).

El pensamiento y la conciencia del héroe están en un constante cuestionamiento que genera desasosiego y amargura desarticulando los logros alcanzados. “¡Qué poco han valido todos los años de batallar, ordenar, sufrir, gobernar, construir,” (29). De esta manera, en “El último rostro”, el autor no recupera el pasado de las gestas heroicas, no sobresalen las grandes batallas de la independencia ni sus grandes amores. En el texto, Simón Bolívar es humanizado por Mutis representando al militar que no ha logrado sus propósitos políticos y su proyecto se muestra como un fracaso. Es la humanización del libertador por medio de su nostalgia, el desengaño y la sensación de frustración los que se resaltan en la narración de Mutis y constituyen, con el viaje de sus últimos meses por el río Magdalena, temáticas que serán recurrentes en las obras de Cruz Kronfly y García Márquez.

Así, mientras que el relato de Mutis pareciera abogar por un Bolívar nostálgico y fracasado que se arrepiente de su proyecto político por considerarlo estéril, el de El general en su laberinto (1989), sin olvidar estos elementos, agrega a la imagen de Bolívar, el humor de García Márquez, su noción de “sensualismo” y su ironía, sumergiendo la imagen de la figura histórica del Libertador en acentos que hoy se consideran típicamente “garciamarquianos”. “En vez de Palomo Blanco, su caballo histórico, venía montado en una mula pelona con gualdrapas de estera, con los cabellos encanecidos y la frente surcada de nubes errantes, y tenía la casaca sucia y con una manga descosida.” (García Márquez, 1989, 23).

Una particularidad de la nueva novela histórica es la representación de la vida privada de los personajes históricos, utilizando libremente la imaginación sin dejar de apegarse a los hechos históricos. Para Cecilia Fernández Prieto en Historia y novela: poética de la novela histórica. (1998), el escritor rellena los vacíos que la historia ha echado al olvido y a veces hasta les añade una vida ficticia a los personajes históricos sin la novela dejar de ser rigurosamente histórica; siempre y cuando no se falseen los hechos reales documentados. “La novela aparece ahora como un buen auxiliar de la historiografía, como la posibilidad de completar la historia llegando hasta donde ésta no puede llegar: los detalles de la vida privada, los acontecimientos menudos, las costumbres etc.” (89) de esta forma, el discurso literario se caracteriza frente al histórico porque cuenta hechos inventados, y por ellos su objetivo no es la verdad sino la verosimilitud, no lo real sino lo que es posible, refiere Fernandez.

Así, García Márquez en El general en su laberinto, nos ofrece una perspectiva humana de Bolívar, contando muy cuidadosamente los contratiempos, los enojos, las decepciones y los fugaces amoríos de un Bolívar que se debate entre su debilidad física y heroísmo. Para humanizar a Bolívar, el autor recurre a evidenciar las pequeñas particularidades humanas de la cotidianidad que van en contra de la imagen romántica del héroe. En este sentido, la novela de García Márquez recurre a los detalles minuciosos y está inundada de aspectos que pueden parecer irrelevantes o “triviales”, como el propio García Márquez lo refiere. Saber cuánto calzaba Bolívar o determinar si pudo o no haber comido mangos son datos que se alejan del discurso histórico. Sin embargo, recurrir a este tipo de estrategias, posiciona la obra como verídica, mas no verdadera como lo refiere Kurt Spang en Apuntes para una definición de la novela histórica (1995):

Evidentemente, la presencia de personajes históricos requiere cierto respeto externo e interno frente al modelo que ya empieza con los propios nombres. Sin embargo, el novelista puede permitirse licencias mucho mayores que el historiador atribuyéndoles rasgos que no poseían en la realidad. En el fondo el historiador tampoco dispone de datos fehacientes acerca de los pensamientos y sentimientos íntimos de los personajes y debe basarse en conjeturas. A diferencia del historiador, el novelista está libre de dar los nombres, funciones y rasgos que le parezcan a las figuras ficticias, siempre y cuando respondan al entorno y el ambiente de la novela (78).

El Bolívar que representa El general en su laberinto, está deteriorado físicamente lo que lo lleva a tener mal aliento, eructar, vomitar y hasta a emitir “unas ventosidades pedregosas y fétidas” (García Márquez, 1989, 18). Además, se refiere cuál fue el número de su calzado; en algún momento se habla de su fama de haber tenido 35 amantes, su gusto por la natación y por el vals, la preferencia por el agua de colonia, su conocimiento de la lengua francesa y que se tomaba “dos píldoras laxantes para su estreñimiento habitual” (16). y del mismo modo, se aclara que no hubo bailarín más resistente y encantador en todas las fiestas donde asistía, que el mismo Simón Bolívar. Así pues, este mecanismo al que recurre García Márquez busca en las minucias privadas de Bolívar y el héroe así se torna más humano.

García Márquez presenta a Bolívar como un ser de carne y hueso desde su cotidianidad, y muy cercano a sus orígenes caribeños. El libro es una ampliación del breve fragmento escrito por Álvaro Mutis, “El último rostro”, que es retomado también por Fernando Cruz Kronfly en La ceniza del Libertador (1987). Sin embargo, entre la obra de García Márquez y la de Cruz Kronfly existen marcadas diferencias. Cruz Kronfly por su parte, crea una obra algo surrealista en la cual Bolívar padece de delirios.

A diferencia de la novela histórica tradicional donde de la fórmula de Walter Scott apuntaba a personajes anónimos o marginales convertidos en protagonistas, esta nueva novela histórica se centra en ficcionalizar personajes históricos, en roles protagónicos, convirtiéndolos en seres humanos derrotados, incomprendidos y hasta cayendo al grado de la demencia, como es el caso del Bolívar de Cruz Kronfly, al que el descenso por el río Magdalena le permite al autor metaforizar el descenso de la gloria del libertador a su desgracia, soledad e incomprensión. “―¡Mi gloria! ¡Mi gloria! ¿Por qué me la destruyen?” (69). Bolívar se va desprendiendo poco a poco de su prestigioso honor, cuestionándose así mismo sus acciones y cualidades. Es un héroe degradado y desesperanzado, sumergido en su propia miseria que lo hace estar al nivel de cualquier ser humano. además, el libertador se ve envuelto en el constante delirio, conduciéndolo a una gradual demencia que lo hace conversar solo:

“Te ves pálido, mírate bien, ¡fíjate en esas ojeras de bruja! Hey, hey, ¿cuánto tiempo hace que no te miras en el espejo?
Su Excelencia conversa con el espejo.” (175).

La demencia del libertador también se puede evidenciar en algunas escenas donde se ve abatido por las visiones:

Su Excelencia levanta su cabeza, respira hondo, observa distraído la oscuridad. Delante de sus ojos está Jorge Washington, quien ha venido hasta las costas del Perú para traerle de obsequio una medalla.
– ¿Jorge Washington?
– Sí, míralo, míralo al pobre picado por los mosquitos, mírale el pellejo.
– No es él, él jamás vino al Perú, ¿cómo podría ser él?” (143).

El Simón Bolívar que presenta Cruz Kronfly, además de perder poco a poco su gloria y padecer de delirios constantes, somatiza todo esto y lo hace verse abatido por la enfermedad. Es un viajero enfermo y aquejado por la fiebre, que no come, con un deseo constante de vomitar y una gradual decadencia física. “Pulso febril, tos, expectoración, calor en la cabeza, hielo en los extremos. Sopor casi continuo, respiración estertorosa, palabras balbuceantes.” (446). es un Bolívar que anhela llegar al mar para vomitar sus humores y no oír más las voces que lo consideran un “tirano despreciable”.

Pero la perspectiva humana que ofrece Cruz Kronfly sobre Bolívar alejándolo de la imagen que siempre nos ha ofrecido la historiografia va más allá de describir la pérdida de su gloria, sus delirios y su descomposición física por la enfermedad, narrando también muy detalladamente una actitud pretenciosa y ofensiva con sus subordinados: “Pues cagar, mijo” (281), “negro imbécil” (91), “no sirves para nada” (242), “¡Cabrón de mierda!” (242). un lenguaje informal, grosero y despreciativo en los diálogos y un egocentrismo que a la par con su enfermedad constituyen parte de las razones que sustentan sus delirios.
Cruz Kronfly Crea un personaje que poco a poco difumina la figura histórica de un Simón Bolívar al que el descenso por el río Magdalena le va arrebatando la gloria y lo sumerge en el delirio, la desesperanza y la decadencia de una vida cada vez más enferma que se aproxima a la muerte. Kronfly omite todas las épocas gloriosas del Libertador, desfigurando su imagen historica y convirtiéndolo en un individuo en condiciones de vulnerabilidad y delirio que no coincide con la imagen tradicional; un Bolívar heroico, invencible y metódico registrado por la historia.

Escritores como los que hemos venido nombrando han sido considerados como los primeros en producir novelas cuya marca diferenciadora es la reescritura de la historia de América Latina y el Caribe desde una perspectiva crítica. Este fenómeno se nota especialmente en las novelas históricas de temáticas en las que visitan la época de la conquista y la ocupación territorial, cultural y económica del continente por parte de los españoles y las novelas que incorporan los procesos de independencia de las naciones emergentes latinoamericanas. Peter Elmore, en La fábrica de la memoria: la crisis de la representación en la novela histórica hispanoamericana (1997) realiza un análisis de las novelas históricas contemporáneas que focalizan el periodo de la emancipación y construcción de los estados nacionales latinoamericanos. En ellas, encuentra un carácter ideológico con el cual estas novelas pretenden suplir por medio de sus discursos las carencias que la historiografía tradicional pueda llegar a dejar:

La insistencia en desmitificar íconos patrióticos o reconsiderar periodos iniciales es, en sí misma, reveladora de una crisis de consenso: las novelas históricas contemporáneas delatan con su propia existencia que las mitologías nacionales latinoamericanas han perdido su poder de persuasión, su capacidad de convocatoria (12).

En este mismo sentido, es que Evelio Rosero en La carroza de Bolívar (2012), representa a un Bolívar dominado por sus bajas pasiones, su gran necesidad de acaparar triunfos para enaltecer su dominio y prestigio a costa de usurpaciones, falsificaciones y hasta de infundir el terror por medio crímenes sanguinarios e inhumanos. La carroza de Bolívar además de desmitificar la figura histórica de Bolívar pretende también hacer una reflexión sobre el pasado, acogiéndose a lo ocurrido en Pasto (Nariño) en el sonado suceso conocido como La Navidad Negra, cuando se ordenó por parte de Simón Bolívar la primera masacre de civiles perpetrada en Colombia, un 24 de diciembre de 1822. “―el primer gran ejemplo de la barbarie de la historia de Colombia, la primera masacre de tantas que seguirán” (213). Rosero intenta recoger algunos sucesos de la historia colombiana durante la campaña libertadora y los articula con el discurso literario, dando como resultado un conjunto de críticas y la revelación de “la verdad” en algunas acciones de la vida y obra de Simón Bolívar.

Los personajes que presenta Evelio Rosero van refiriendo sucesos significativos del Libertador, apoyándose en textos de fuentes históricas como la obra del historiador José Rafael Sañudo, Estudios sobre Bolívar (1925), y un artículo de Carlos Marx (1858) publicado en el tomo III en The New American Cyclopedia titulado “Bolívar y Ponte”. Rosero hace a manera de una paráfrasis de los textos de Marx y Sañudo por varias páginas de la novela, logrando así, que el lector se vaya figurando la imagen desmitificada del Libertador. Rosero reescribe algunos pasajes del texto de Carlos Marx y los pone en contexto en la clase de historia de Colombia del profesor Arcaín Chivo:

El catedrático Arcaín Chivo puso especial énfasis en los sucesos del 8 de agosto de 1814, cuando Bolívar, asustado de la cercanía del español Boves, que ya había derrotado a los insurrectos en Anguita, en lugar de enfrentarlo abandonó secretamente a sus tropas para dirigirse apresuradamente y por caminos desviados hacia Cumaná, donde ignoró las airadas protestas del general Ribas y se embarcó en el Bianchi, junto con algunos oficiales. “si Rivas, Páez y otros generales hubieran seguido al dictador en su fuga, todo se habría perdido” (Rosero, 2012, 152).

Por otra parte, y comparando el texto original del artículo de Carlos Marx, en cuanto a la cobardía de Bolívar en los sucesos del 8 de agosto de 1814 cuando asustado de la cercanía de Boves en lugar de enfrentarlo abandonó secretamente sus tropas lo dice de la siguiente manera:

Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en el Bianchi, junto con Marino y otros oficiales. Si Ribas, Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habría perdido. (Marx, 2001, 15).

De igual manera, Evelio Rosero Diago para reafirmar y mostrar la otra cara de Simón Bolívar, reescribe también algunos pasajes del libro del historiador nariñense José Rafael Sañudo, a veces los pone literalmente:

“Opté por trasladar varias de las páginas de Sañudo, literalmente, para dar soporte de veracidad al desarrollo de la ficción. Ese sí fue un gran reto, ubicar esas páginas, y enlazarlas con la respuesta de los personajes. La novela entera es una conversación. Y es allí donde pido la paciencia e indulgencia del lector, porque ya no es el Evelio Rosero que trabaja con base en la imaginación, únicamente, sino la información histórica, las fechas y datos ineludibles. No había alternativa. Parecía como si el mismo Sañudo pidiera la palabra, y era imposible negársela. La novela toda es un homenaje a la vida y obra de José Rafael Sañudo” (Arcadia, 2012, 19).

Se evidencia que Rosero hace uso del texto histórico y lo interrelaciona con el relato de ficción para ajustarlo de acuerdo con las necesidades de la narración. En su propuesta literaria, va más allá de representar fielmente los hechos documentados en la historiografía tradicional, ya que su discurso narrativo está cargado de ironía y a su vez, desmitifica tanto a Simón Bolívar como al pasado histórico, revelando sucesos ocurridos en la ciudad de Pasto.En este sentido y como lo explica Amalia Pulgarín en Metaficción historiográfica: la novela histórica en la narrativa hispánica posmodernista (1995) “el discurso narrativo es mediado por un narrador irónico que desmitifica tanto al personaje como a los acontecimientos históricos, ambos mitificados por la historia, dando lugar a una teatralidad grotesca que lleva a la desmitificación y antiheroización” (100).

Así pues, y teniendo en cuenta las particularidades tanto de la novela histórica como la de la nueva novela histórica que hemos venido refiriendo, y las de los textos literarios analizados en este trabajo de investigación, se concluye que estas narracionesse enmarcan dentro delgénero de nueva novela histórica o posmoderna. Los textos de Mutis, García Márquez y Cruz Kronfly, como el de Evelio Rosero, plantean una reinterpretación de los discursos históricos, pero el de La carroza de Bolívar tiene una marcada singularidad de desmitificación que conduce a presentar una visión diferente del pasado histórico, así como de la figura de Simón Bolívar. por su parte, las otras obras, “El ultimo rostro”, El general en su laberinto y La ceniza del libertador, atentan también contra la “realidad” ya constituida, tratando de humanizar a Simón Bolívar por medio de una gran variedad de estrategias, pero estas sin buscar desmitificar totalmente al personaje y el discurso oficial.

 

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